El principio

Los informes de los investigadores de la Policía que interrogaron a Michael Spargo y a su madre, antes de que se presentaran cargos contra ambos, sugieren que la mañana del décimo cumpleaños del chico comenzó muy mal. Si bien dichos informes podrían ser considerados sospechosos, teniendo en cuenta la naturaleza del crimen cometido por Michael y la fuerte animosidad que sentían hacia él tanto la Policía como los miembros de su comunidad, no se puede ignorar el hecho de que el extenso documento redactado por el asistente social que le acompañó durante los interrogatorios y el juicio posterior revela la misma información. Siempre habrá detalles que no estén disponibles para el estudioso de abusos infantiles, disfunción familiar y la psicopatología que esos abusos y esa disfuncionalidad acaban por provocar, pero los hechos relevantes no se pueden ocultar, porque serán necesariamente presenciados o experimentados de manera directa por aquellas personas que entren en contacto con estos individuos cuando manifiesten -ya sea de manera consciente o inconsciente- sus perturbaciones mentales, psicológicas y emocionales. Ese era precisamente el caso de Michael Spargo y su familia. Michael era el sexto de los nueve hijos varones de la familia. Contra dos de estos chicos (Richard y Pete, que entonces tenían dieciocho y quince años), y también contra su madre, Sue, se había dictado una ASBO [1] como consecuencia de los permanentes altercados con sus vecinos, hostigamiento a los pensionistas que ocupaban las viviendas sociales, ebriedad en público y destrucción de propiedad pública y privada. En la casa de los Spargo no había un padre presente. Cuatro años antes de que Michael celebrase su décimo cumpleaños, Donovan Spargo había abandonado a su esposa e hijos para instalarse en Portugal con una viuda quince años mayor que él. Dejó una nota de despedida y cinco libras en monedas sobre la mesa de la cocina. Desde entonces no se le había visto ni se había sabido nada de él. Tampoco asistió al juicio de Michael.

Sue Spargo, cuyas habilidades para conseguir un empleo eran mínimas y cuya educación se limitaba al fracaso en aprobar todos sus GCSE [2], reconoce sencillamente que «se entregó a la bebida» como resultado del abandono de su esposo y, en consecuencia, no pudo hacerse cargo de sus hijos a partir de ese momento. Antes de que se produjera la deserción de Donovan Spargo, la familia mantenía un aparente grado de estabilidad (como indicaban tanto los informes escolares como las pruebas testimoniales proporcionadas por los vecinos y la Policía local), pero una vez que el cabeza de familia abandonó el hogar, no pasó mucho tiempo antes de que se revelase cualquier disfunción que hubiese permanecido oculta hasta entonces a los ojos de la comunidad.

La familia vivía en Buchanan Estate, un lúgubre y sombrío conjunto de bloques grises de apartamentos de hormigón y acero y casas adosadas sin ningún atractivo en una zona de la ciudad llamada acertadamente Gallows, conocida por las peleas callejeras, los atracos, los robos violentos en los coches y los allanamientos en las casas del vecindario. El asesinato no era un hecho frecuente en esta parte de la ciudad, pero la violencia era una actividad cotidiana. Los Spargo se encontraban dentro del grupo de habitantes más afortunados. Debido al extenso número de sus miembros vivían en una de las casas adosadas, y no en uno de los altos edificios de apartamentos. En la parte posterior de la casa había un jardín y un espacio razonable de tierra en la parte delantera, aunque nadie se ocupara de plantar nada en ellos. La casa constaba de sala de estar y cocina, cuatro habitaciones y un baño. Michael compartía habitación con sus hermanos pequeños. Eran cinco en total, distribuidos en dos literas. Tres de los hermanos mayores compartían otra habitación contigua, mientras que sólo Richard, el primogénito, disponía de habitación propia. Este privilegio parecía estar relacionado con la propensión de Richard a cometer actos violentos contra sus hermanos pequeños. Sue Spargo también tenía una habitación sólo para ella. Curiosamente, durante los interrogatorios repitió en varias ocasiones que cuando alguno de los chicos caía enfermo se lo llevaba a dormir con ella y «no con ese gamberro de Richard».

El día del décimo cumpleaños de Michael, la Policía local recibió una llamada poco antes de las siete de la mañana. La violencia de una disputa familiar había aumentado hasta el extremo de preocupar a los vecinos cuando los ocupantes de la casa contigua a la vivienda de los Spargo intentaron intervenir para apaciguar los ánimos. Más tarde declararon que su intención sólo era restablecer la paz y la tranquilidad. Esta declaración contradecía la afirmación de Sue Spargo de que los vecinos atacaron a sus hijos. Sin embargo, una cuidadosa lectura de la posterior entrevista con la Policía indica que se había iniciado una pelea entre Richard y Pete Spargo en el pasillo de la planta superior de la casa cuya causa había sido la lentitud de este último en dejar libre el cuarto de baño. El posterior ataque de Richard a Pete fue brutal, ya que era más grande y fuerte que su hermano de quince años. Esta situación provocó que Doug, de dieciséis, acudiera en ayuda de Pete, una intervención que aparentemente hizo que Richard y Pete se aliaran para atacar a Doug. Para cuando Sue Spargo intervino en la refriega, los tres hermanos ya bajaban las escaleras. Cuando todo parecía indicar que ella también sufriría el ataque de Richard y Pete, su hijo de doce años, David, intentó protegerla con un cuchillo de carnicero que había cogido de la cocina, donde presuntamente se hallaba para prepararse el desayuno.

Fue en este punto cuando los vecinos decidieron intervenir, despertados por el ruido que traspasaba las paredes mal aisladas de las casas contiguas. Por desgracia, los vecinos -tres en total- acudieron a la casa de los Spargo armados con un palo de criquet, una barra de hierro para desmontar neumáticos y un martillo y, según el relato de Richard Spargo, fue la visión de estos objetos lo que le enardeció. «Iban a por la familia», fue su declaración expresa, las palabras de un muchacho que se consideraba a sí mismo como el hombre de la casa y cuya obligación era proteger a su madre y a sus hermanos pequeños.

Michael Spargo se despertó con aquel caos. «Richard y Pete estaban peleando con mamá», refiere en su declaración. «Podíamos oírlos, los pequeños y yo, pero preferimos no meternos.» Michael señala que no estaba asustado, pero cuando se le interrogó quedó claro que hizo todo lo posible por dejar a sus hermanos mayores el camino libre a fin de evitar «que me golpeasen si los miraba mal». Que no siempre fuese capaz de evitar los golpes es un hecho confirmado por sus maestras, tres de las cuales informaron a los asistentes sociales de magulladuras, arañazos, quemaduras y, al menos, un ojo a la funerala. Más allá de una única visita a la casa de los Spargo, sin embargo, en los informes no se incluye ninguna otra información. El sistema, aparentemente, estaba desbordado.

Algunos indicios sugieren que Michael perpetuó este abuso con sus hermanos más pequeños. De hecho, a partir de la información recogida, en una ocasión en la que cuatro de los chicos fueron puestos bajo la custodia del estado, a Michael se le asignó la responsabilidad de procurar que su hermano Stevie no «mojara la cama». Al carecer de recursos para saber cómo llevar a cabo esta tarea, Michael al parecer propinaba palizas de forma regular al crío de siete años, quien, a su vez, descargaba su ira en sus hermanos más pequeños.

No se sabe si Michael maltrató a alguno de sus hermanos más pequeños aquella mañana. Él sólo dice que, una vez que la Policía llegó a la casa, salió de la cama, se vistió con el uniforme del colegio y bajó a la cocina con la intención de desayunar. Sabía que era su cumpleaños, pero no esperaba que nadie se acordase de ello. «No me importaba, ¿de acuerdo?»; explicó a la Policía.

El desayuno consistía en cereales azucarados y bollos rellenos de mermelada. No había leche para añadir a los cereales -Michael señaló esta circunstancia en dos ocasiones durante las primeras entrevistas-, de modo que los comió solos, sin nada, y dejó la mayor parte de los bollos para sus hermanos pequeños. Guardó uno en el bolsillo de su anorak color mostaza (tanto el bollo relleno como el anorak se convirtieron en elementos cruciales a medida que avanzaba la investigación) y se marchó de la casa a través del jardín trasero.

Michael dijo que su intención era dirigirse directamente al colegio y, en el curso de su primera entrevista con la Policía, afirma que así fue. Esta versión no cambió hasta que no hubo leído la declaración hecha de su maestra, en la que se confirmaba su ausencia en clase; entonces Michael cambió la versión de su historia para confesar que se adentró en los huertos de cultivo, un paisaje típico en Buchanan Estate, situados detrás de la casa de los Spargo. Una vez allí, «podría haberle dicho cuatro cosas al viejo cabrón que estaba trabajando en un huerto de hortalizas» y «podría haber echado abajo a patadas la puerta de un cobertizo o algo así», donde «podría haber cogido unas tijeras de podar, sólo que no me las quedé, nunca me las quedo». El «viejo cabrón» en cuestión confirma la presencia de Michael en ese lugar a las ocho de la mañana, aunque resulta dudoso que esos pequeños cercados de cultivos despertasen algún interés en el chico, quien al parecer se dedicó unos quince minutos a «pisotearlos», según la declaración del pensionista, hasta que «le leí la cartilla. Me insultó como un pequeño gamberro y se largó de allí».

Luego, supuestamente, Michael se marchó en dirección al colegio, situado aproximadamente a un kilómetro de Buchanan Estate. Fue en algún punto de este trayecto, cuando se encontró con Reggie Arnold.

Reggie Arnold y Michael Spargo no se parecían en nada. Mientras que Michael era alto para su edad y flaco como un palillo, Reggie era bajo y grueso y mantenía la gordura propia de los bebés. Llevaba la cabeza completamente rasurada, lo que era objeto de un número considerable de bromas en el colegio (generalmente se referían a él como «ese jodido calvo»), pero, a diferencia de Michael, su ropa solía estar limpia y en buen estado. Sus profesores coinciden en que Reggie era «un buen chico pero con mal genio» y, cuando se les insistió sobre este punto, tendieron a identificar la causa de su carácter irritable con «los problemas entre su padre y su madre, y también el problema con su hermana y su hermano». A partir de estas declaraciones, probablemente sea correcto suponer que la inusual naturaleza del matrimonio Arnold, además de la minusvalía de su hermano mayor y la incapacidad mental de la hermana pequeña, hayan colocado a Reggie en una posición delicada para hacer frente a los desafíos de la vida cotidiana.

Rudy y Laura Arnold, todo sea dicho, habían tenido que afrontar una situación muy difícil. Su hijo mayor estaba confinado a una silla de ruedas a causa de una grave parálisis cerebral y su hija había sido declarada no apta para recibir la educación escolar normal. Estos dos condicionantes de la vida de los Arnold tuvieron el efecto simultáneo de concentrar prácticamente toda la atención de los padres en los dos hijos problemáticos y cargar con lo que ya era un matrimonio bastante frágil en el que Rudy y Laura se habían separado una y otra vez. Finalmente, Laura tuvo que hacerse cargo de la familia sola.

Era poco probable que Reggie, atrapado en medio de tales penosas circunstancias familiares, recibiese mucha atención de sus padres. Laura confiesa sin esfuerzo que «no hizo lo correcto con el chico», pero su padre afirma que «lo recibió en su piso cinco o seis veces», en aparente referencia al hecho de cumplir con sus obligaciones paternas durante esos periodos en los que su esposa y él vivían separados. Como es fácil imaginar, la necesidad no satisfecha de Reggie de recibir una educación normal se transformó eti intentos frecuentes de obtener la atención de los adultos. En las calles mostraba esta necesidad a través de pequeños hurtos y abusando de vez en cuando de los chicos más pequeños; en clase su conducta era mala. Este comportamiento, lamentablemente, era atribuido por sus profesores al antes mencionado «mal genio» y no al grito de ayuda que realmente era. Cuando se sentía frustrado, Reggie era propenso a lanzar su pupitre, golpearse la cabeza contra él y contra las paredes, para luego caer al suelo preso de un ataque de cólera.

El día del crimen, los informes dicen -y las imágenes de las cámaras de videovigilancia así lo confirman- que Michael Spargo y Reggie Arnold se encontraron en la tienda de la esquina próxima a la casa de los Arnold y en la ruta que seguía Michael para ir al colegio. Los dos chicos se conocían y obviamente habían jugado juntos en el pasado, si bien hasta ese momento eran desconocidos para los padres respectivos. Laura Arnold declara que había enviado a Reggie a la tienda en busca de leche y el dueño confirma que Reggie compró medio litro de leche semidesnatada. Al parecer, Reggie también robó dos barras de Mars «por diversión», según Michael.

Michael se unió a Reggie. En el camino de regreso a la casa de los Arnold, los dos chicos decidieron prolongar la diversión abriendo el cartón de leche y vertiendo su contenido en el depósito de gasolina de una Harley-Davidson, una travesura malvada presenciada por el dueño de la moto, quien les persiguió sin éxito. El hombre recordaría más tarde el anorak color mostaza que llevaba Michael Spargo y, si bien no fue capaz de identificar a ninguno de los dos chicos por su nombre, reconoció una fotografía de Reggie Arnold entre otras cuando se la enseñó la Policía.

Al llegar a su casa sin la leche que le habían enviado a comprar, Reggie le dijo a su madre -con Michael Spargo en calidad de testigo putativo- que había sido intimidado por dos chicos que le robaron el dinero con el que debía comprar la leche. «Se echó a llorar y empezó a darle uno de sus ataques -informa Laura Arnold-. Y yo le creí. ¿Qué otra cosa podía hacer?» Ésta es, sin duda, una pregunta pertinente, ya que, con su esposo ausente y considerando que intentaba cuidar sin ayuda de dos hijos discapacitados, la pérdida de un cartón de leche, no importa cuán necesario fuera aquella mañana, habría sido una cuestión de escasa importancia. Ella, no obstante, quiso saber quién era Michael Spargo, y le hizo esa pregunta a su hijo. Reggie le identificó como un «compañero del colegio» y se llevó a Michael para cumplir con la siguiente orden de su madre, que era evidentemente sacar a su hermana de la cama. Para entonces ya eran casi las ocho cuarenta y cinco y, si los chicos planeaban ir al colegio, iban a llegar tarde. Ellos sin duda lo sabían, ya que en la entrevista de Michael se detalla la discusión que Reggie mantuvo con su madre después de que ella le diera instrucciones: «Reggie comenzó a lloriquear diciendo que llegaría tarde al colegio, pero a ella no parecía importarle. Le dijo que moviera su culo hasta el piso de arriba y despertara a su hermana. También le dijo que debía rezar a Dios y agradecerle que no fuese como los otros dos», con lo que probablemente se refería a las discapacidades de sus hermanos. Este último comentario de Laura Arnold parece una frase trillada.

A pesar de la orden de su madre, Reggie no fue a buscar a su hermana. En lugar de eso, le contestó que «se fuera a tomar por aquello» (éstas son palabras de Michael, ya que Reggie parece haber sido más directo) y los dos chicos abandonaron la casa. Al llegar a la calle, vieron a Rudy Arnold, quien, durante el tiempo que ambos habían pasado en la cocina con Laura, había llegado en coche y estaba «holgazaneando como si tuviese miedo de entrar». Reggie y Rudy intercambiaron unas pocas palabras, posiblemente muy desagradables, al menos por parte de Reggie. Michael afirma que le preguntó quién era ese hombre, asumiendo que se trataba del «novio de su madre o algo así», y Reggie le dijo que ese «estúpido cabrón» era su padre y acompañó esta declaración con un pequeño acto de vandalismo: cogió una cesta para la leche del portal de un vecino, la lanzó a la calle y luego saltó sobre ella hasta destrozarla.

Según Michael, él no tomó parte en el destrozo. Su declaración sostiene que en ese momento tenía toda la intención de ir al colegio, pero que Reggie anunció que estaba «haciendo novillos» y que «se lo estaba pasando de puta madre por una vez». Fue Reggie, dice Michael, quien tuvo la idea de incluir a Ian Barker en lo que habría de suceder más tarde.

Con apenas once años, Ian Barker ya había sido calificado como «tarado, difícil, problemático, peligroso, borderline, irascible y psicópata», dependiendo del informe que uno leyera. En aquel momento, Ian era el hijo único de una madre de veinticuatro años (la identidad de su padre es desconocida hasta el día de hoy), pero se le había hecho creer que esa mujer joven era su hermana mayor. Al parecer había estado muy unido a su abuela, de quien naturalmente suponía que era su madre, pero aparentemente odiaba a la chica que creía era su hermana. Cuando tenía nueve años consideraron que ya era lo bastante mayor como para conocer la verdad. Sin embargo, Ian no se tomó muy bien aquella verdad, sobre todo porque la supo inmediatamente después de que a Tricia Barker le dijesen que abandonase la casa de su madre y se llevara a su hijo con ella. La abuela de Ian dice ahora que estaba haciendo todo lo posible «para aplicar por fin mano dura. Yo quería que ambos se quedaran -el niño y Tricia también- siempre que la chica trabajase, pero ella no quería atarse a ningún empleo y sólo quería ir de fiesta, estar con sus amigos, siempre fuera de casa. Pensé que si tenía que criar a su hijo sola, cambiaría de actitud».

Pero no lo hizo. Por cortesía del Gobierno, Tricia obtuvo un lugar donde vivir, si bien el piso era muy pequeño y se vio obligada a compartir una habitación diminuta con su hijo. No cabe duda de que fue en esa habitación donde Ian fue testigo de los encuentros sexuales de su madre con diferentes hombres y, al menos en cuatro ocasiones, con más de un hombre. Es importante señalar que Ian no se refiere habitualmente a ella como su madre y tampoco como Tricia, sino usando términos peyorativos tales como «escoria, cabrona, basura, puta y miserable». En cuanto a su abuela, jamás habla de ella.

Michael y Reggie no parece que hubieran tenido ningún problema en localizar a Ian Barker aquella mañana. No fueron a su casa -según Reggie «su madre estaba borracha la mayor parte del tiempo e insultaba a la gente que se acercaba a su puerta»-, sino que se toparon con él cuando estaba sacudiendo a un chico más pequeño de camino al colegio. Ian «había tirado la mochila del chico sobre la calzada» y estaba revolviendo su contenido para encontrar algo de valor, pero sobre todo dinero. Al no encontrar nada que quitarle al chico, «Ian le empujó violentamente contra una casa -en palabras de Michael-, y fue a por él».

Ni Reggie ni Michael intentaron detener el ataque. Reggie dice que «no era más que un poco de diversión. Vi que Ian no iba a hacerle daño», mientras que Michael sostiene que «no pude ver exactamente lo que Ian pensaba hacer», una afirmación bastante dudosa, ya que los cuatro chicos estaban a plena luz del día. No obstante, cualesquiera que hayan sido las intenciones de Ian, no pasaron de allí. Un motorista se detuvo junto a ellos y les preguntó qué estaban haciendo, y los chicos se alejaron corriendo.

Se ha sugerido que el deseo de Ian de lastimar a alguien aquel día y su frustración al no conseguirlo fueron la causa de lo que ocurrió después. De hecho, al ser interrogado en este sentido, Reggie Arnold se mostró más que dispuesto a echarle la culpa a Ian. Pero mientras que, en el pasado, la ira de Ian le había llevado a cometer actos cuya censurable naturaleza hizo que se le odiase más que a los otros dos chicos, cuando finalmente se supo la verdad, la evidencia muestra en última instancia que fue un «participante igualitario» (el entrecomillado enfático es mío) en lo que sucedió a continuación.

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