CAPÍTULO 20

LAS OLAS NOS HACÍAN SEÑAS CON SUS BLANCOS LAZOS DE espuma y el agua parecía negra y plateada a la luz de la luna. La marea había subido y se había vuelto más profunda hasta casi llegar a los primeros peldaños, de forma que todavía podía tocar la baranda mientras caminaba entre la fría espuma del mar y el agua me salpicaba las rodillas. Estaba lo bastante fría como para hacerme temblar, pero ver a Rhys allí, desnudo, tan receloso y tan Rhys, me hacía estremecer todavía más. El movimiento del océano hacía que mis piernas se movieran y la arena se desplazara, como si el mismo mundo, ciertamente, no pudiera estar quieto.

– Tendré que sujetar las armas para que no se las lleve la marea, Merry. Una vez que lo haga, será un problema empuñarlas con rapidez.

Le tendría que haber dicho que no, o le debería haber advertido, o debería haber intentado despertar a los otros guardias, pero no lo hice. Le dije…

– Todo estará bien, Rhys. -De alguna forma, sabía que así sería.

No dijo ni pío, simplemente avanzó hacia el agua que se arremolinaba hasta que pudo tocar mi mano extendida. En el momento en que nuestras manos se tocaron, estalló el poder y la magia.

– Estamos en algún lugar en el medio, que no es tierra ni mar -dije.

– Es lo más cerca que conseguiremos estar del mundo de las hadas aquí en el mar del Oeste -dijo él.

Asentí con la cabeza.

Rhys enroscó las correas de la funda de la espada alrededor del arma de fuego, y usó la hoja desnuda para clavar la funda en la arena. Se arrodilló en el agua, que en esa posición le llegaba por encima de la cintura, para clavar la espada profundamente, casi hasta la empuñadura, en la arena que se movía, con la intención de que no fuera arrancada por la fuerza del mar.

Él me sonrió ampliamente, todavía arrodillado en el agua, mientras el borde de las olas jugaba con sus rizos.

– La mayor parte de las posiciones en las que estoy pensando acabarían por conseguir que uno de nosotros se ahogara.

– Tú no puedes ahogarte, eres sidhe.

– Tal vez no puedo morir ahogado, Merry, pero confía en mí, duele como un hijo de puta tragar esta clase de agua. -Él hizo una mueca y tembló, y no creí que fuera completamente debido al frío del agua.

Me pregunté qué viejo recuerdo le estremecía. Casi pregunté, pero con la siguiente ola nos llegó el perfume de rosas mezclado con el olor de la sal. Nada de malos recuerdos esta noche. Haríamos unos nuevos y mejores.

Me acerqué hasta que pude tocar sus hombros y su rostro, lo que hizo que levantara la vista para mirarme. Por un momento pude ver la sombra de esa vieja herida reflejándose en su cara, y entonces me sonrió, abrazándome por las caderas con sus fuertes brazos, tirando de mí contra su cuerpo. Siguió hacia arriba un camino de besos por mi estómago, mi pecho, y mi cuello, como si fueran los mismos besos quienes tiraran de él hacia arriba hasta ponerse de pie y poder presionar sus labios contra los míos.

Me besó. Me besó mientras el agua formaba remolinos y se movía a nuestro derredor, de modo que ese movimiento y esa fuerza se sentían como caricias contra nuestros cuerpos, y nuestros labios, manos y brazos exploraban la piel por encima del nivel del agua.

Él se afirmó, y usó una mano para acunar y levantar mi seno de forma que su boca pudiera lamerlo y succionarlo, hasta que el simple tirón de su boca en mi pezón me hizo gritar. Sostuvo el otro seno con la otra mano, e hizo lo mismo otra vez. Fue alternando entre ambos mientras el agua ascendía a nuestro derredor, hasta que grité su nombre. Sólo entonces se dejó caer de rodillas, el pecho sumergido en el agua y su rostro vuelto hacia mí, alzándome y haciendo que mis rodillas se apoyaran en sus hombros, y su cara entre mis piernas.

Protesté…

– No puedes mantener esta posición mucho tiempo.

Recorrió con la mirada mi cuerpo, su boca cerca de la parte más íntima de mi cuerpo, pero aún sin tocarme.

– Probablemente, no -dijo.

– Entonces… ¿por qué lo haces?

Me sonrió.

– Porque quiero intentarlo. -Y eso era tan propio de Rhys. Me hizo sonreír, y en ese momento su boca me encontró, y no fueron sonrisas lo que obtuvo de mí.

Inclinó mi cuerpo hacia atrás con la fuerza de sus manos y brazos para tenerme a su alcance y poder lamer y succionar. Sus manos, realmente soportaban todo mi peso, sosteniéndome por la zona lumbar, mis piernas sobre sus hombros en una posición imposible. Intenté decirle que me dejara en el suelo, que fuera razonable, pero cada vez que intentaba decírselo, él hacía algo con su boca o su lengua y hacía desaparecer mis palabras con el placer.

Sentí que sus brazos comenzaban a temblar muy ligeramente, mientras toda esa deliciosa presión comenzaba a construirse entre mis piernas, como si fuera una carrera para ver si él me podía hacer llegar al orgasmo antes de tener que dejarme en el suelo. Unas pocas sensaciones antes y le habría dicho que me bajara cuando notara que su musculatura empezaba a temblar, pero el placer había llegado a ese punto de egoísmo donde uno deseaba más la liberación que ser amable o generoso. Quería que él terminara lo que había empezado. Quería que me hiciera explotar por encima de ese borde tan húmedo y caliente.

Mi piel había comenzado a resplandecer como si fuera un estanque de agua mansa que pudiera reflejar por sí misma el resplandor de la luna. Rhys había llamado mi magia a la vida.

Finalmente, se movió sobre sus rodillas, para hacer que mi espalda tocara la verja de hierro. El agua había subido lo suficiente como para que los escalones más bajos quedaran sumergidos, y me apoyé contra la madera, usando la verja de hierro como habría usado la cabecera de una cama para soportar mi peso y mantenerme en el ángulo que él necesitaba. Rhys subió los escalones cubiertos por el agua para que estos le ayudaran a soportar mi peso mientras lamía y succionaba, y me hacía el amor con la boca tal como haría el amor conmigo más tarde con otras cosas.

Mi pelo y mis ojos resplandecían: Carmesí, esmeralda, y oro. Su propia piel había comenzado a resplandecer en tonos blancos como si debajo hubiera un juego de luces, como si hubiera nubes o algo parecido moviéndose dentro de su cuerpo, cosas que no podría ver o comprender.

Estaba casi a punto, casi allí, casi, entonces… entre una caricia de su lengua y la siguiente, ese calor creciente entre mis piernas estalló hacia fuera y a través de mí en una caliente ráfaga que danzó sobre mi cuerpo y me hizo apretar las caderas contra su cara. Él chupó más fuerte, extrayendo el placer, haciéndolo durar, generando un orgasmo tras otro, y otro más, hasta que grité y chillé a la luna encima de nosotros.

Sólo cuando me aflojé y me quedé sin fuerzas, y realmente no pude mantener mis manos asidas a la verja de hierro, conseguí que él se detuviera y se pusiera de pie en los escalones alzándome en sus brazos, y dejando que el agua me mantuviera a flote. Noté cómo empujaba contra mi cuerpo. El agua fría no le había afectado, porque estaba largo, duro y ansioso mientras empujaba contra mi sexo.

El mar llegó deslizándose entre nuestras piernas. Hacía muy poco que él me había besado allí, así que me hizo gritar cuando empujó dentro de mí, como si el mar y Rhys estuvieran haciendo el amor conmigo al mismo tiempo.

Y entonces entró en mí, tan profundo como le fue posible, inmovilizándome contra la verja de hierro, sus manos agarrándose de la madera para impedir que las olas nos arrastraran hacia el mar.

Rodeé con mis piernas su cintura, mis brazos alrededor de sus hombros, y le besé. Le besé y me saboreé en sus labios, dulce y salado, mi cuerpo mezclado con el océano dando lugar a algo diferente, como si él hubiera saboreado a otra persona, a alguien que sabía como el mar.

Su ojo, con sus tres círculos de color, había recobrado su azul, porque su magia tenía su propia luz para mostrarme el azul de un cielo diurno en su ojo, si es que el cielo pudiera arder en azul.

Se deslizó dentro y fuera de mí, con el movimiento de las olas ayudándole a veces, y en otras pareciendo decididas a separarnos, como si se sintieran celosas de lo que estábamos haciendo. Comencé a sentir de nuevo ese peso creciente de placer, pero más profundamente dentro de mí esta vez.

No estaba segura de si grité o susurré contra su rostro…

– Pronto, pronto.

Me entendió, y comenzó a mover sus caderas con más rapidez, conduciéndose a sí mismo más profundo y más rápido, a fin de que con cada empuje golpeara esa parte de mí, y las olas intentaban ayudar a encontrar ese lugar, pero Rhys no les dejaba espacio. Él me llenaba y luego, entre un empuje y el siguiente, yo gritaba su nombre otra vez, mis uñas hundidas en su espalda, grabando mi placer en forma de media luna en su pálida piel.

Grité su nombre mientras me montaba entre el mar y los escalones inferiores. Le sentí luchar con su cuerpo para mantener el ritmo que me había llevado hasta el final, para poder volver a llevarme, una y otra vez, y sólo cuando finalmente perdió el control se permitió ese último empuje profundo que le hizo arquearse hacia atrás, que le dejó mirando al cielo cuando, finalmente, se dejó ir.

Esa última y profunda penetración me hizo acabar una vez más, y fue entonces cuando el perfume a rosas cayó a nuestro alrededor en un aguacero de pétalos rosados que se deslizaron mar adentro debido al movimiento de las olas. La magia atravesó rápidamente nuestra piel como una clase diferente de orgasmo, haciendo que se estremeciera en escalofríos, aunque estaba caliente, tan caliente. Lo bastante caliente como para que el mar no pareciera frío. El resplandor gemelo de nuestros cuerpos unidos se convirtió en uno, como si juntos pudiéramos crear una luna nueva que enviar al cielo, una luna que tuviera ojos de fuego líquido, esmeraldas ardientes, granates en movimiento, oro derretido, y zafiros tan azules que te harían llorar por sólo mirarlos. Su pelo era espuma blanca alrededor de su rostro, sobre sus hombros, uniéndose al resplandor blanco de nuestros cuerpos.

Fue sólo entonces cuando me di cuenta de que deberíamos haber erigido un círculo para contener el poder, o al menos para controlarlo, pero era demasiado tarde. El poder surgió a través de nosotros y aumentó, saliendo proyectado hacia la noche. Había sentido una liberación de poder así antes, pero nunca una con tal propósito. Antes siempre había sido casi accidental, pero sentí nuestros poderes unidos como buscando algo, como un misil mágico que tuviera un blanco como objetivo.

Lo oímos impactar, y yo medio esperé oír el eco de una gran explosión, pero no hubo sonido. El impacto del poder nos sacudió y empujó a Rhys de un golpe dentro de mí por última vez, de modo que ambos gritamos debido a la liberación de nuestros cuerpos y a la liberación de la magia a muchos kilómetros de distancia.

Sólo cuando nuestra piel comenzó a apagarse, resplandeciendo sólo en la superficie en lugar de emitir esa luz candente, sólo entonces él se dejó caer deslizándose hasta quedar de rodillas, todavía sujetándome, mientras me escurría hacia abajo sujetándome a mi vez de la verja de hierro. El mar sostenía nuestro peso, y luego intentó hacernos caer de las escaleras. Rhys nos subió en una especie de gateo hasta que estuvimos a salvo en un escalón más seco. Se había salido de mí en algún momento de la subida pero estábamos listos para terminar. Había sido suficiente.

Él dejó oír una risa temblorosa mientras me acunaba contra él, y nos recostábamos contra los peldaños.

– ¿Qué fue esa magia? -Pregunté, mi voz todavía jadeante.

– Fue el poder del mundo de las hadas creando un sithen.

– Una colina hueca aquí en Los Ángeles -dije.

Él asintió con la cabeza, todavía tratando de tranquilizar su aliento.

– Lo vi por un momento. Es un edificio, un edificio nuevo que no estaba allí antes.

– ¿Qué no estaba dónde? -Pregunté.

– En una calle.

– ¿Qué calle? -Pregunté.

– No lo sé, pero mañana podré encontrarlo. Me llamará.

– Rhys, ¿Cómo explicarás un edificio nuevo que aparece?

– No tendré que hacerlo, será igual que con los montículos de las hadas, las colinas huecas, que aparecían de repente y la gente pensaba que la colina había estado allí siempre. Si la magia surte efecto como siempre lo ha hecho, todo el mundo aceptará que esté allí. Seré el nuevo inquilino llegando a una nueva casa, pero el edificio no parecerá nuevo, y las personas lo recordarán.

Apoyé mi cabeza sobre su pecho, y pude oír su corazón que todavía latía rápidamente y con fuerza.

– Un sithen es como una nueva Corte de las hadas, ¿verdad?

– Sí -dijo él.

– Entonces, en esencia, el mundo de las hadas acaba de hacerte rey.

– No el Ard-ri [16], sino un rey menor, sí.

– Pero no vi el edificio. No lo sentí.

– Tú eres la reina suprema, Merry. No tienes sólo un sithen. En cierto modo, todos son tuyos.

– ¿Estás diciendo que los otros hombres también lo conseguirán?

– No lo sé. Tal vez sólo aquéllos de nosotros que lo tuvimos hace mucho, mucho tiempo.

– ¿Y esos serían tú, y quién más?

– Barinthus en primer lugar. Tendré que pensar acerca de los demás. Ha pasado tanto tiempo, tantos siglos. Uno intenta olvidar lo que antes fue, porque no sabes si lo vas a recuperar. Intentas olvidar.

– Primero, mi sueño o visión y el poder salvar a Brennan y a sus hombres cuando tenían que estar a centenares de kilómetros de distancia, y entonces poder sanarlos con mi bendición, o como sea que quieras llamar a eso. Ahora, esto. ¿Qué significa todo esto?

– Los sidhe no apreciaron el retorno de la Diosa a través de ti. Creo que ella está decidida a enterarse de si los humanos son más agradecidos que las hadas.

– ¿Y qué significa eso exactamente? -Pregunté.

Él se rió otra vez.

– No lo sé, pero apenas puedo esperar a ver ese nuevo sithen moderno, o tratar de explicárselo a Doyle y Frost -dijo, mientras se ponía de pie, agarrándose a la verja de hierro para estabilizarse.

– Todavía no puedo caminar -le dije.

Me sonrió abiertamente.

– Me adulas.

Le sonreí.

– Mucho.

– Voy a rescatar mis armas antes de que la marea suba más. Tendré que limpiarlo todo. El agua salada oxida como ninguna otra cosa -dijo, caminando por el agua hasta que le llegó a la cintura, aunque finalmente tuvo que bucear entre las olas para encontrar dónde había dejado sus armas clavadas en la arena.

Por un momento, me quedé a solas con el mar, el viento y la luna llena y brillante encima de mí. Susurré…

– Gracias, Madre.

En ese momento oí a Rhys salir a la superficie, tomando aire profundamente y salpicando hacia los escalones, las armas colgando de su mano, sus rizos aplastados contra su cara y hombros. Subió hasta llegar a mi lado, el agua corriendo por su piel en brillantes riachuelos.

– ¿Ya puedes caminar?

– Con ayuda, creo que sí.

Él sonrió abiertamente otra vez.

– Fue asombroso.

– ¿El sexo o la magia? -Pregunté mientras me ayudaba a ponerme de pie. Mis rodillas estaban todavía tan débiles que me agarré a la verja de hierro aún con su brazo sosteniéndome.

– Ambos -dijo-. El Consorte nos salve, pero lo fueron ambos.

Subimos las escaleras un poco temblorosamente y riendo. El viento marino parecía mucho más cálido que antes de que hubiésemos hecho el amor, como si el clima hubiera cambiado de idea y decidido que el verano era una mejor opción que el otoño.

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