CAPÍTULO 24

NO ESTÁBAMOS SEGUROS DE SI LA ENREDADERA Y EL ÁRBOL permanecerían, o si se iban a desvanecer igual que el manzano en casa de Maeve Reed, después de que ella y yo mantuviéramos relaciones sexuales. De modo, que sin hacer comentario alguno, desayunamos sentados alrededor de la mesa en la formal sala de estar, bajo un cerezo que extendía sus ramas cuajadas de flores con aroma a primavera.

Traer la comida supuso para Galen y Hafwyn una caminata más larga, pero todo el mundo ayudó, y nadie pensó que hubiera un problema cuando los primeros pétalos comenzaron a caer en nuestros platos. Antes de que hubiéramos acabado de desayunar nos encontrábamos sentados en una habitación cubierta de nieve rosada y blanca formada por los pétalos, y en las ramas, el lugar de las flores ahora lo ocupaban los incipientes brotes verdes precursores del nacimiento de los frutos.

Conversamos tranquilamente bajo la caída de las flores y la creciente vegetación. Y nada de lo que compartimos nos pareció tan malo, tan rudo, o tan peligroso como podría haber sido, como si el mismo aire fuera más dulce y más tranquilo, y nada hubiera que pudiera trastornarnos.

Sabía que esto no podía durar, pero mientras lo hiciera, lo disfrutaríamos. Así que, aunque Doyle y Frost podrían haber estado disgustados por haberse dormido, no lo estaban. Rhys y yo compartimos el sueño acerca de Brennan y sus hombres, y hablamos de lo que esto podría significar, y lo que significaba el que los guardias a quiénes yo había curado, fueran capaces de sanar a otros.

Hablamos de cosas serias, pero nada parecía tener importancia mientras el árbol crecía por encima de nosotros, y la luz se derramaba sobre el mar. Era uno de los domingos más pacíficos que yo podía recordar, repleto de conversación tranquila, sentimientos y celebración, y ni tan sólo la noticia de que Rhys ahora tenía un sithen de su propiedad causó alarma alguna. Era como si nos pudieran haber dado cualquier noticia, sin importar lo trascendental o desalentadora que fuera, que en ese momento no nos habría parecido ni tan importante, ni tan mala.

Disfrutamos de un bendito día de tranquilidad, y aunque habíamos planeado volver a la casa principal esa noche, de alguna manera no lo hicimos. Ninguno de nosotros quiso romper el hechizo, si es que era un hechizo o una bendición. Sin importar qué tipo de magia fuera, o cómo deseábamos llamarla, queríamos que durara. Y realmente duró todo el día, y toda la noche, pero la mañana del lunes siempre llega, y la magia del fin de semana nunca persiste. Ni siquiera para las princesas de hadas y los guerreros inmortales. Qué pena.

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