ME DESHICE DE LOS TACONES ALTOS TAN PRONTO COMO cruzamos la puerta. Luego, toda la situación empezó a parecerse a una secuencia de una comedia romántica con todos los hombres intentando ayudarme a subir las escaleras. Julian y Galen salieron al vestíbulo desde la sala de estar. Galen era la viva estampa de la preocupación cuando escuchó que me había encontrado mal, pero tanto él como Julian tuvieron problemas para no reírse cuando se enteraron de que había vomitado en el laboratorio forense.
Les miré frunciendo el ceño, aunque abracé a Julian porque sabía que si estaba aquí era porque su cena con Adam no había salido muy bien.
– Perdona por no haber estado aquí para abrazarte durante la sesión de tele de esta noche.
Julian depositó un beso fraternal en mi mejilla.
– Estabas luchando contra el crimen. Sólo por eso, te perdono -dijo, haciendo una broma, pero aunque su sonrisa fue genuina, en sus ojos castaños se podía ver una sombra de tristeza.
Me separé de él y Galen me cogió en brazos.
– Puedo caminar -le dije.
– Sí, pero así ellos dejarán de discutir y nos seguirán mientras te preparas para ir a la cama. Tengo más noticias. Y también para Julian.
Galen había comenzado a ir hacia la escalera, y llamando a Julian, usó toda la velocidad que sus largas piernas podían proporcionarle. Julian tuvo que correr para no perderle.
Aunque realmente, fue Rhys quien nos alcanzó en la escalera antes que los demás, explicándonos mientras corría para seguirnos el ritmo.
– Doyle y Frost están hablando con Barinthus. Él y yo nunca hemos sido amigos, así que pensé que sería mejor que viniera para ayudarte a meterte en la cama -sonrió abiertamente mientras hablaba, alzando una ceja en un movimiento lascivo.
Me hizo sonreír, que era lo que pretendía.
– ¿Qué ha pasado ahora? -le pregunté.
Galen me besó en la mejilla al mismo tiempo que llegaba a lo alto de la escalera.
– No son malas noticias, Merry, pero probablemente podrías pasar sin oírlas.
– Sólo dímelas -comenté.
– ¡Julian! -llamó Galen. -Jordan despertó del efecto de los calmantes repitiendo siempre la misma frase: “Thumbelina quiere ser grande”. Siguió repitiéndolo una y otra vez, pero cuando se despertó del todo, no se acordaba de lo que había dicho, o lo que esto podría significar.
– ¿Se lo dijisteis a Lucy?
Él asintió.
– Pero podía ser una tontería. Ya lo sabes.
– Podría ser, pero el asesino ha estado copiando ilustraciones de cuentos para niños. Tal vez esto se refiera al próximo libro -dije.
Rhys abrió la puerta del dormitorio y Galen me hizo entrar. La cama estaba ya preparada, y sobre ella habían dejado preparado un camisón de seda.
Apoyé la cabeza en el hueco del cuello de Galen, inhalando el calor y olor de su piel para calmarme. Susurré…
– Tuve que enfrentarme a Barinthus. Le dije que Jeremy era más útil para mí que él.
– Vaya por Dios, me lo perdí -susurró Galen.
Rhys comentó…
– Realmente le puso en su sitio.
– ¿Escuchaste lo que dijeron? -preguntó Julian.
Rhys asintió, mirando al otro hombre.
– Exactamente igual que Galen y yo escuchamos tu conversación con Merry en la acera, así que sé que si estás aquí, quiere decir que te fue mal la cena con Adam.
– Maldición, ¿Qué oíste exactamente? -preguntó Julian.
Galen me dejó en la cama. Luego se arrodilló delante de mí.
– Mistral va a hablar con la Reina Niceven en el espejo de la habitación principal. Ella insiste en que debes alimentar a Royal esta noche o la alianza entre las dos se terminará.
Le miré.
– O le alimento o anula la alianza -comenté.
Asintió.
– Hemos hablado con ella varias veces durante el tiempo que has estado fuera.
– ¿Qué está pasando en la Corte para que quiera librarse de nosotros de tan mala manera?
Galen echó un vistazo hacia atrás mirando a Julian, quien cogió la indirecta y dijo…
– Creo que necesitas controlar las cosas aquí y dormir esta noche, Merry. Gracias por la oferta de cariños y arrumacos, pero ahora tienes otras cosas que hacer antes que ocuparte de mí.
– Te abrazaremos -dijo Rhys.
Julian le miró, frunciendo el ceño.
Rhys sonrió abiertamente.
– Ya te lo dije, Galen y yo escuchamos lo que le contaste a Merry. Si estás falto de afecto, Galen y yo podemos ayudarte.
Julian miró a cada uno de los hombres.
– Gracias, pero no estoy seguro de lo que estás ofreciendo.
– Te achucharemos -agregó Galen.
– Estrictamente como amigos -aclaró Rhys.
Entonces Julian me miró, y su expresión pareció dolida. Me reí.
– Vamos, que al final conseguirás tu achuchón, y además será con dos de los hombres más guapos del lugar, aunque claro, sin nada de sexo.
Él abrió la boca, la cerró, y finalmente dijo…
– Quiero el contacto, pero no estoy seguro de si debería sentirme insultado o halagado.
Rhys y Galen se rieron a la vez.
– Halagado -aclaró Rhys- y podemos enviarte a casa con la virtud intacta.
– ¿No dormirás con Merry esta noche? -preguntó Julian.
– Esta noche, no. Mistral no la ha visto en dos días, casi tres, por lo que le cedemos el turno. No estoy seguro de quién será el otro hombre, pero nosotros hace poco que hemos dormido con ella, y además creo que esta noche no habrá mucho sexo.
– Es extraño, pero ahora me siento bien -dije.
Rhys me miró.
– Yo no forzaría las cosas todavía. Éstas son las primeras náuseas que tienes, por lo que me tomaría las cosas con calma.
– No sabía que podías tener náuseas por la tarde -dijo Galen.
– Por lo visto, puedo -dije, y no di más detalles sobre la conversación mantenida en el coche. Busqué bajo mi falda el borde de mis ligas. Las quería fuera, y luego me lavaría los dientes. Realmente deseaba lavarme los dientes ya. Los caramelos de menta que me había dado Carmichael no habían hecho demasiado efecto.
Mistral atravesó la puerta maldiciendo entre dientes. Su pelo era de un color gris uniforme como el de las nubes de lluvia, pero a diferencia del de Wilson, el suyo siempre había sido de este color. Sus ojos se veían de un tono verde amarillento, como el cielo justo antes de abrirse y liberar un tornado capaz de comerse el mundo. Ése era el color de sus ojos cuando estaba muy preocupado, o muy cabreado. Hubo un tiempo lejano en que cuando los ojos de Mistral tomaban ese color, el cielo lo reflejaba, de forma que su cólera o ansiedad podían hacer cambiar el tiempo. Ahora era simplemente un guerrero de más de metro ochenta de puro músculo. Era el más masculinamente hermoso de mis hombres. Era muy apuesto, pero nunca mirarías su rostro y pensarías… qué guapo o qué hermoso. Era demasiado y absolutamente masculino para eso. También era el único que tenía los hombros más anchos que Doyle o que Frost. Si hablábamos de envergadura física, Barinthus le superaba, pero había algo en Mistral, Señor de las Tormentas, que le hacía parecer más alto. Era un hombre grande que ocupaba mucho espacio. Y en este momento, era un hombre grande y cabreado. La única cosa que pude entender de su rápido discurso en galés arcaico fue el nombre de Niceven y una retahíla de escogidas maldiciones.
Galen dijo…
– Entiendo que Niceven no ha cambiado de opinión.
– Ella quiere romper esta alianza por alguna razón -dijo Mistral, mientras hacía un esfuerzo visible para dominar su carácter y se acercaba hacia mí. -Te he fallado, Merry. Vas a tener que alimentar a su criatura esta noche.
– Dejadme intentar hablar con ella -indicó Rhys.
– ¿Crees que puedes conseguir aquello de lo que yo no he sido capaz?
– Puedo decirle que esta noche Merry está mareada. Niceven ha tenido hijos. Tal vez le dé un poco de respiro.
Mistral se sentó en la cama a mi lado, con cara de preocupación.
– ¿Estás bien?
– Ahora parece que sí. Supongo que no podía arreglármelas sin tener unas pequeñas náuseas.
Él me abrazó con suavidad, como si tuviera miedo de romperme. A Mistral le gustaba el sexo un poquito rudo, y eso de notar que me sujetaba como si estuviera hecha de cáscaras de huevo me hizo sonreír. Le abracé también con un poco más de firmeza.
– Deja que me lave los dientes y luego veremos cómo me siento.
Y eso es lo que hicimos. Cogí la ropa que me habían dejado preparada sobre la cama y fui al cuarto de baño, me lavé los dientes, y me quité las medias y el vestido. Volví con el camisón puesto a un dormitorio donde sólo estaba Rhys. Estaba sentado a un lado de la cama y no parecía muy contento.
– ¿Cómo te sientes?
– Bien -le dije.
Él me miró.
– De verdad, estoy bien; fuera lo que fuera lo que me sentó mal, perece que lo he eliminado.
– Haré que los cocineros hagan una lista de lo que cenaste esta noche. Algunas mujeres no pueden comer ciertos alimentos mientras están embarazadas.
– ¿Cómo tu esposa? -pregunté.
Él sacudió la cabeza, con una pequeña sonrisa, y se levantó.
– No, no voy hablar de eso. De lo que te voy a hablar es que Royal está fuera. Parece realmente avergonzado de que su reina siga insistiendo, incluso sabiendo que esta tarde estabas enferma, pero tiene miedo de que Niceven le obligue a volver a casa si él se niega a seguir haciendo de pequeño y buen sustituto para ella.
Me acerqué a él, rodeando con mis brazos su cintura. Él me abrazó a su vez y como sólo era quince centímetros más alto que yo, el contacto visual entre los dos fue cómodo.
– Kitto mencionó que también Kurag quiere romper nuestra alianza, y Kitto intenta cuidadosamente no darle ninguna excusa para hacerlo. ¿Está pasando algo en la Corte Oscura que yo debería saber?
– No es problema tuyo, ya que no quisiste gobernar en ella.
– Eso es un sí. Está pasando algo.
– Aún así, nada que necesites saber.
Estudié su rostro, intentando leer algo detrás de su afable sonrisa .
– ¿Por qué los trasgos y los semiduendes desean cortar los lazos que nos unen?
– Quisieron unirse a ti cuando creyeron que serías reina, pero ahora desean ser libres de unirse a quien quiera que gane esta carrera.
– Pero la Corte Oscura todavía tiene una reina -dije.
– Una que parece haberse vuelto loca por la muerte de su hijo.
Le abracé, apoyando la cara contra su pecho.
– Cel iba a matarme. No tenía otra opción.
Rhys descansó su cabeza contra mi pelo.
– Él nos habría matado a todos, Merry, y ella le habría dejado. El hecho de que tengas tanto poder para hacerlo es asombroso y maravilloso, y seamos francos, tampoco es que antes fuera la mujer más estable del mundo.
– No pensé que abandonar nuestra corte provocara tal anarquía. Sólo quería que estuviéramos seguros.
– Nadie te culpa, Merry.
– Barinthus lo hace, y si él lo hace lo harán otros.
Me besó en la mejilla y me abrazó con fuerza, y de nuevo, esa respuesta fue suficiente. Podría haber insistido en preguntar cómo de mal estaban las cosas, y qué podríamos hacer para solucionarlo, pero lo único que podríamos hacer sería volver y tomar el trono, y ya habíamos rechazado las coronas del mundo de las hadas una vez. No creo que para tales ofertas se diera una segunda oportunidad. Incluso con las coronas sobre nuestras cabezas, las posibilidades de que Doyle y yo pudiéramos defender el trono contra todas las facciones que Andais había permitido que se hicieran fuertes en su corte eran mínimas. Preferí permanecer segura y tener a nuestros bebés. Los niños y los hombres que amaba significaban para mí más que cualquier corona, incluida la Oscura. Por lo que le dejé abrazarme y no insistí en saber más detalles porque estaba segura de que todos serían malos.