NO HABÍA NADIE AL MANDO EN EL LUGAR DE LOS HECHOS. Todos éramos civiles autorizados en una investigación policial. Yo era mujer y no totalmente humana, así que tenía que dejar alto el pabellón de mi sexo y mi ascendencia.
La primera víctima yacía acurrucada delante de la chimenea. No era una chimenea real, sino uno de esos aparatos eléctricos. El asesino, o los asesinos, habían colocado el cuerpo delante para recrear la ilustración que Lucy nos había mostrado etiquetada y precintada en una bolsa para pruebas. Ella, porque era una mujer, había sido vestida de la misma forma harapienta que en la ilustración. Era un cuento que recordaba haber leído siendo una niña. A mí siempre me habían gustado las historias que trataban de brownies gracias a Gran, mi abuela. Según el cuento, la brownie se quedó dormida frente al fuego y fue literalmente cogida “in fraganti” echándose una siesta por los niños de la casa. La abuelita había dicho… “La brownie debería haber sabido que se quedaría dormida en el trabajo”. El resto de la historia iba de los niños yendo con la brownie al mundo de las hadas y yo sabía que ésta había sido alterada porque había estado allí siendo niña y esto no se parecía en nada al libro.
– Bien, otro recuerdo de infancia arruinado -dije suavemente.
– ¿Qué has dicho? -preguntó Lucy.
Negué con la cabeza.
– Lo siento, pero mi abuela me leyó este cuento cuando era una niña. Estaba pensando en leérselo a mis propios hijos, pero tal vez ahora no lo haga. -Me quedé mirando fijamente a la mujer muerta y me obligué a examinar lo que le habían hecho en la cara. Había una brownie en la historia, así que la habían convertido en brownie quitándole la nariz y los labios, para que se pareciera a lo que ellos necesitaban para la foto.
Rhys se acercó a mí y me dijo…
– No le mires la cara.
– Puedo hacer mi trabajo -contesté, sin tener la intención de sonar a la defensiva.
– Quiero decir que la mires por entero, en su conjunto, no sólo la cara.
Fruncí el ceño, pero hice lo que él me pedía, y en el momento en que pude fijarme en sus piernas y brazos desnudos sin distraerme por el horror de la cara comprendí lo que quería decir.
– Es una brownie.
– Exactamente -dijo.
– Han hecho una carnicería con ella para que se parezca a una brownie -dijo Lucy.
– No, Rhys se refiere a sus brazos y piernas. Son más largos, conformados de forma algo diferente. Apostaría a que ella se ha sometido a algún tipo de depilación para eliminar su más que humana cantidad de vello del cuerpo.
– Pero su rostro era humano. Limpiaron la sangre pero le cortaron la boca para que quedara así -dijo Lucy.
Asentí con la cabeza.
– Sé de al menos dos brownies que se han hecho cirugía plástica para tener nariz y labios, una cara humana, pero no hay forma de arreglar del todo los brazos y las piernas, que siguen siendo un poco delgados, un poco diferentes.
– Robert levanta pesas -dijo Rhys-. Da más tono muscular y ayuda a moldear las extremidades.
– Los brownies pueden levantar cinco veces su propio peso. Normalmente no necesitan hacer pesas para ser más fuertes.
– Él lo hace simplemente porque así se ve más humano -dijo Rhys.
Toqué su brazo.
– Gracias. No podía ver nada excepto su cara. Limpiaron la sangre pero esas heridas son, obviamente, recientes.
– ¿Estás diciendo que ella en realidad era una brownie? -preguntó Lucy.
Ambos asentimos con la cabeza.
– No hay nada en su historial que diga que es cualquier otra cosa excepto un humano nacido en Los Ángeles.
– ¿Podría ser en parte brownie y en parte humana? -dijo Galen, que se había acercado a nosotros.
– ¿Quieres decir como Gran? -Pregunté.
– Sí.
Pensé en ello, y miré el cuerpo, intentando ser objetiva.
– Tal vez, pero aún así tiene que haber tenido un padre que no era humano. Eso aparecería en registros censales y en todo tipo de documentos. Tiene que haber algún registro de sus antecedentes.
– A la primera ojeada da la impresión de ser humana y nacida en la ciudad -dijo Lucy.
– Profundiza un poco más -dijo Rhys-. Una genética así de pura no está muy lejos de tener un ancestro hada.
Lucy asintió con la cabeza y parando a uno de los otros detectives, habló en voz baja con él, marchándose después éste a paso rápido. A todo el mundo le gusta tener algo que hacer en una escena de homicidio; da la impresión de que la muerte no es tan mala, si tienes algo que hacer.
– El calentador eléctrico parece completamente nuevo -dijo Galen.
– Sí -asentí.
– ¿La primera escena fue como ésta? -preguntó Rhys.
– ¿A qué te refieres?
– Escenificada con atrezzo traído para parecer un trabajo de ilustración.
– Sí -dije-, sólo que de un libro diferente. Una historia diferente, pero sí, se trajo utilería para hacer que la escenificación fuera tan perfecta como les fue posible.
– La segunda víctima no es tan perfecta como ésta -dijo Galen.
Ambos estábamos de acuerdo en que no lo era. Asumíamos que las víctimas eran Clara y Mark Bidwell, quienes vivían en esta dirección. La altura era similar y la descripción general también encajaba, pero honestamente, a menos que pudiéramos identificarles por sus patrones dentales o sus huellas digitales no podíamos estar seguros. Sus rostros no eran los mismos que nos sonreían desde las fotos colgadas en la pared. Asumíamos que eran la pareja que vivía aquí, pero era eso, una suposición. La policía suponía lo mismo, así que me quedé algo más tranquila, pero sabía que rompía una de las primeras reglas que Jeremy me había enseñado: nunca supongas nada sobre un caso. Pruébalo, no lo asumas.
Como si mi pensamiento le hubiese conjurado, Jeremy Grey entró en la habitación. Era de mi estatura, algo más del metro cincuenta, y llevaba un traje negro de diseño que hacía que su piel gris resaltara en un tono gris más oscuro e intenso y aunque nunca sería un tono de piel humano, en cierta forma, ese traje le daba una apariencia similar. Justo este año había dejado de vestirse completamente de gris. Me gustaban los nuevos colores que usaba. Llevaba tres meses saliendo en serio con una mujer que era diseñadora de vestuario en un estudio cinematográfico y se tomaba el asunto de la ropa bastante en serio. Jeremy siempre se había vestido con trajes caros y zapatos de firma, pero parecía que ahora todo le sentaba mejor. ¿Tal vez el amor es el mejor accesorio de todos?
Su cara triangular estaba dominada por una gran nariz ganchuda en forma de pico de ave. Él era un Duende Oscuro [19], ésa era su raza, y había sido exiliado siglos atrás por robar una sola cuchara. En aquellos tiempos el robo era un crimen muy serio entre todas las clases de hadas, pero los duendes oscuros eran conocidos por sus puritanos puntos de vista respecto a un montón de cosas. Aunque también tenían la reputación de robar a las mujeres humanas, así que no eran puritanos para todo.
Siempre se movía con elegancia; incluso las fundas de plástico que llevaba sobre los zapatos de diseño no le hacían parecer otra cosa que elegante. Los duendes oscuros no tenían la reputación de ser elegantes, pero Jeremy sí la tenía, y siempre hacía que me preguntara si él era la excepción de su pueblo, o si eran todos así. Nunca se lo había preguntado, porque eso le recordaría lo que perdió tanto tiempo atrás. Entre las hadas, es más cortés preguntar sobre la muerte trágica de un pariente, antes que sobre su exilio del mundo feérico.
– El hombre que hay en el dormitorio es humano -dijo.
– Tendré que volver y examinarlo otra vez, porque honestamente, todo lo que pude ver fueron los cortes faciales -le dije.
Él me palmeó el brazo con su mano enguantada. Habíamos tenido que ponernos todo el equipo protector aunque si a alguno de nosotros se le ocurría tocar algo íbamos a recibir un buen grito. Estrictamente se podía mirar pero no tocar. Aunque en honor a la verdad, tampoco tenía tentación alguna de tocar nada.
– Te acompaño -me dijo. Eso me hizo saber que quería hablar conmigo a solas. Galen comenzó a seguirme, pero Rhys le detuvo. Jeremy y yo atravesamos el apartamento extrañamente oscuro. Estaba decorado con persianas de color marrón y dorado. Era el colorido típico para un apartamento, pero es que incluso el mobiliario era de color marrón. Era todo muy sombrío y vagamente deprimente. Pero tal vez eran imaginaciones mías.
– ¿Qué pasa, Jeremy? -Pregunté.
– Lord Sholto está afuera en el pasillo con el resto de tus guardias no autorizados.
– Sabía que vendría -dije.
– Avisa a un duende oscuro la próxima vez que el Rey de los Sluagh sea esperado.
– Lo siento, no lo pensé.
– Pues Lord Sholto acaba de confirmar la llamada que recibí de Uther. Le tengo al otro lado de la calle con lo ojos puestos en este lugar.
– ¿Él vio algo?
– No acerca del caso -dijo Jeremy, y me hizo pasar al dormitorio donde yacía el segundo cuerpo. Al hombre le habían tratado la cara igual que a la mujer, pero ahora que podía apartar la vista de sus rostros, me di cuenta de que Jeremy y Rhys tenían razón, él era humano. Las piernas, los brazos y la constitución del cuerpo eran proporcionados. Llevaba puesta una túnica que los asesinos habían cortado a pedazos para que se pareciera a los harapos que el brownie vestía en la historia, pero no llegaba al parecido casi perfecto de la víctima en el otro cuarto.
Los asesinos habían dejado atrás una ilustración, y ésta encajaba, pero habían tenido que improvisar algunas partes de la escenografía. Le habían dejado tirado boca arriba para que se viera igual a la imagen del brownie borracho del vino mágico de las hadas. Otra vez cometieron un error. Los brownies no se emborrachan, los bogarts sí lo hacen, y si un brownie se transforma en un bogart se vuelve muy peligroso, una especie de problema al estilo de “Jekyll & Mr.Hyde”. Un brownie borracho no se desmaya pacíficamente como un humano, pero me había encontrado con un montón de cuentos de hadas donde podías encontrar partes que eran exactas y partes que de tan equivocadas eran ridículas.
– Trajeron el libro con ellos o escogieron esta ilustración a posteriori, tan tarde que no pudieron conseguir todos los accesorios que necesitaban para conseguir una buena recreación.
– Estoy de acuerdo -dijo Jeremy.
Algo en la forma en que lo dijo me hizo mirarle.
– Si no es sobre el caso, ¿Entonces qué pudo haber visto Uther que fuera tan importante?
– Alguien de la prensa allí afuera sumó dos y dos y decidió que la pequeña mujer que iba con Julian debía de ser la princesa disfrazada.
Suspiré.
– ¿Así que están ahí afuera esperándome otra vez?
Él asintió con la cabeza.
– Me temo que sí, Merry.
– Mierda -dije.
Asintió con la cabeza otra vez.
Suspiré, moviendo la cabeza.
– Ahora no puedo preocuparme por ellos. Necesito ser útil aquí.
Jeremy me sonrió, y palmeó mi brazo otra vez.
– Eso es lo que yo necesitaba saber.
Le miré, frunciendo el ceño.
– ¿Qué quieres decir?
– En el caso de que hubieras dicho algo diferente, te hubiera asignado al circuito de fiestas y te hubiera dejado fuera de los casos reales.
Le miré.
– ¿Quieres decir que me hubieras adjudicado el marrón de atender a las celebridades y los aspirantes a celebridades que sólo quieren darse el capricho de tener a la princesa en su casa?
– Se paga extremadamente bien, Merry. Inventan casos de pega para que vayamos, y yo te envío a ti o a tus bellos hombres y ellos consiguen más atención de la prensa. Nos beneficia a todos, y nos hace ganar dinero en un momento donde la mayoría de agencias está teniendo problemas.
Tuve que pensarlo por un momento y entonces le dije…
– ¿Estás diciendo que la publicidad extra realmente nos proporciona más dinero que si no la tuviésemos?
Él asintió con la cabeza y sonrió, mostrando su sonrisa blanca y rectilínea que era el único trabajo “cosmético” que se había hecho al llegar a Los Ángeles.
– En cierto modo, tú eres como cualquier celebridad, Merry. En el momento en que a la prensa ya no le importes lo suficiente como para hacer tu vida miserable, ya estarás en el lado contrario.
– El peso de la prensa siguiéndome quebró un escaparate la semana pasada -le dije.
Él se encogió de hombros.
– Y la noticia se publicó a nivel mundial, ¿O evitaste la televisión todo el fin de semana y no lo viste?
Sonreí.
– Sabes que evito ver los espectáculos donde es posible que salga, y tuvimos otras cosas que hacer este fin de semana además de ver la tele.
– Supongo que si tuviera tantas novias como tú tienes novios también estaría demasiado ocupado para ver la tele.
– Y también estarías exhausto -dije.
– ¿Insultas mi capacidad de aguante? -preguntó sonriente.
– No, soy una mujer, tú eres un hombre. Las mujeres tienen orgasmos múltiples, los hombres no y ni siquiera muchos.
Eso le hizo reír. Uno de los policías dijo…
– Jesús, si ustedes pueden reírse viendo esto, entonces es cierto que son unos bastardos de sangre fría.
Lucy habló desde la entrada…
– Creo que oigo a tu coche patrulla preguntándose dónde estás.
– Se están riendo del cadáver.
– No se ríen del cadáver. Se ríen porque han visto cosas que a ti te harían salir corriendo a casa para llorarle a tu mamá.
– ¿Peor que eso? -preguntó él, haciendo señas hacia el cuerpo.
Jeremy y yo asentimos con la cabeza y dijimos…
– Sí.
– ¿Cómo pueden reírse?
– Sal a tomar el aire, ¡ahora! -dijo Lucy, haciendo que la última palabra sonara muy seca.
Dio la sensación de que el policía iba a discutir, pero recapacitó y se marchó. Lucy se volvió hacia nosotros.
– Lo lamento.
– No pasa nada -le dije.
– Sí, sí que pasa -dijo ella-, y además la prensa te ha localizado o creen haberlo hecho.
– Jeremy me lo ha dicho -dije.
– Vamos a tener que sacarte de aquí antes de que los periodistas que te buscan superen a los que están aquí por los asesinatos.
– Lo lamento, Lucy.
– Sé que no disfrutas con ello.
– Mi jefe justo acaba de informarme de que soy más rentable investigando crímenes ficticios y asistiendo a fiestas de celebridades que cuando trabajo con crímenes reales.
Lucy arqueó una ceja hacia Jeremy.
– ¿De verdad?
– Claro que sí -afirmó él.
– Aún así, necesitamos que te dejes ver afuera antes de que los perros de caza de la prensa se entrometan en nuestra investigación.
Asentí con la cabeza.
– ¿Averiguaste algo más sobre la mujer, la brownie?
– Resulta que ha estado haciéndose pasar por humana, pero en realidad es una brownie de sangre pura. Tenías razón en que el cirujano plástico querría enterarse de sus antecedentes antes de comenzar a trabajar en su rostro. ¿Por qué era tan importante?
– Las hadas no sanan como los humanos, lo hacen muchísimo más rápido. Si el cirujano plástico no sabe que está trabajando con un brownie puede darse el caso de que se encuentre con que su piel cicatriza a mayor velocidad de la que él puede trabajar -le dije.
– O… -agregó Jeremy-, hay algunos metales y medicamentos hechos por el hombre que son mortíferos para nosotros, especialmente para las hadas menores.
– Y algunas anestesias no nos hacen efecto -agregué.
– ¿Ves? Ése es el motivo por el que te quería aquí. A nadie de entre nosotros se le habría ocurrido pensar en el médico y la importancia que tenía el que fuera una brownie de sangre pura. Necesitamos tener a un oficial feérico que nos ayude ocupándose de cosas como ésa.
– Oí que estabas haciendo presión para reclutar a uno de nosotros -dijo Jeremy.
– Para ayudar en escenas como ésta, y colaborar para conseguir un entendimiento mutuo. Ya sabes lo que pasa, las hadas no confían en nosotros. Aún somos los mismos humanos que los echaron de Europa.
– No exactamente los mismos -dijo él.
– No, pero ya sabes lo que quiero decir.
– Eso me temo.
– ¿Tenéis algún candidato? -Pregunté.
– No, que yo sepa.
– ¿Tendría que tener una apariencia humana? -Pregunté.
– Que yo sepa no lo limitan a un determinado tipo de hada. Sólo quieren tener a alguien en el equipo que sea hada. La mayor parte de nosotros consideramos que eso ayudaría a suavizar las cosas. Por ejemplo, tenemos a una banda de pederastas que utilizan a las hadas que tienen apariencia de niños.
– Eso no es pederastia -dijo Jeremy-. Las hadas consienten y muchas veces tienen centenares de años de edad, bastante legal por lo demás.
– No, si se intercambia dinero, Jeremy. La prostitución sigue siendo prostitución.
– Tú sabes que las hadas no comprenden eso como concepto -dijo él.
– Lo sé. Creéis que regular el sexo es lo mismo que regular lo que podéis hacer con vuestros cuerpos, pero no es lo mismo. Francamente, y nunca admitiré esto en público, si esas hadas con apariencia aniñada pueden satisfacer a esos pervertidos, allá ellas. Los mantienen a distancia de los niños de verdad, pero necesitamos hablar con las que estén implicadas con los pederastas para averiguar si saben de algún niño que pudiera estar involucrado.
– Nosotros protegemos a nuestros niños -dijo Jeremy.
– Pero alguno de los más ancianos entre vosotros ni siquiera parecen tener dieciocho años, se ven como niños.
– Ésa es otra diferencia cultural -reconoció Jeremy.
– Si hicieras una excepción con las hadas adultas que estuvieran dispuestas a ofrecerse a los pederastas, te ayudarían a encontrar a los que todavía apuntan a los niños -dije.
Lucy asintió con la cabeza.
– Sé que parecen niños, carne fresca, algunos muy humanos, y son tratados como carne fresca, pero si se defienden usando la magia puede convertirse en un crimen federal.
– Y lo que tal vez comenzó como un primer arresto por prostitución se convierte repentinamente en arresto por uso de la fuerza mágica, lo cual es mucho más serio porque conlleva pena privativa de libertad -dije.
– ¿Y qué pasa con el duende que asesinó a un hombre que trató de violarle en prisión, y ahora tiene un cargo por homicidio? -dijo Jeremy.
– Él aplastó la cabeza del hombre como si fuera un huevo, Jeremy -dijo Lucy.
– Vuestro sistema jurídico humano todavía nos trata como si fuéramos monstruos, a menos que tengamos inmunidad diplomática y una princesa famosa.
– Eso no es justo -dije.
– ¿No es justo? Nunca ha habido un sidhe encarcelado en este país. Pertenezco a la pequeña gente, Merry. Confía en mí cuando digo que los humanos siempre han tratado a tu gente de forma diferente que al resto de nosotros.
Quise discutir, pero no podía.
– ¿Le preguntaste al cirujano plástico si ha intervenido a más hadas?
– No, pero podemos hacerlo -dijo ella.
– No había nada fuera de lo normal en los semiduendes de la primera escena, pero averigua si estaban haciendo alguna cosa para transformarse en humanos.
– No podrían. Son del tamaño de muñecas Barbie o más pequeños -dijo Lucy.
– Algunos semiduendes pueden transformarse pasando a tener una talla más grande, entre noventa y ciento cincuenta centímetros de altura. Es una habilidad rara, pero si pueden hacerse así de altos, también pueden disimular sus alas, dependiendo del tipo de alas que sean.
– ¿De verdad? -preguntó Lucy.
Miré a Jeremy.
– Una de tus estrellas de cine mudo era una semihada que escondía sus alas. Conocí a un trabajador de salón que también lo hacía.
– ¿Y ninguno de sus clientes se enteró? -preguntó Lucy.
– Usaba el encanto para esconderlas.
– No sabía que las hadas usaran tan bien el encanto.
– Oh, algunos de ellas son mejores con el encanto que los propios sidhe -dije.
– Ésas son noticias -dijo Lucy.
– Hay un viejo dicho entre nosotros que dice que allí donde van las Hadas menores, el mundo de las hadas las sigue. Implica que las semihadas o semiduendes fueron los primeros de nosotros en aparecer, y no los sidhe o los viejos dioses que se han vuelto pequeños, sino que en realidad son la primera forma y la esencia de nuestra raza.
– ¿Y eso es cierto? -preguntó ella.
– Que yo sepa nadie lo sabe -dije.
– Es la versión hada del huevo y la gallina. ¿Cuál fue primero, las semihadas o los sidhe? -dijo Jeremy.
– Los sidhe dirán que nosotros, pero honestamente, nunca he conocido a alguien lo suficientemente viejo como para contestar la pregunta.
– Algunos de los semiduendes que fueron asesinados tenían trabajos de día, pero asumí que eran semiduendes. No se me ocurrió pensar que podrían estar tratando de pasar por humanos.
– ¿En qué trabajaban? -pregunté.
– Recepcionista, dueño de su propio negocio de jardinería, asistente de vendedor de flores, e higienista dental. -Ella frunció el ceño al decir la última-. Me llamó la atención el último.
– Yo comprobé al recepcionista y al higienista dental -dijo Jeremy.
– ¿Qué hay acerca del resto? -pregunté.
– Uno de ellos trabajaba en el negocio de jardinería con el jefe, y los otros dos estaban sin empleo. Hasta donde puedo decir, eran hadas de las flores a tiempo completo, lo que sea que signifique eso.
– Quiere decir que atendían a su planta o flor especial y no sentían la necesidad de dinero -dijo Jeremy.
– Quiere decir que tenían magia suficiente para no necesitar un trabajo -agregué.
– ¿Eso es típico de los semiduendes, o inusual? -preguntó.
– Depende -dije.
Su móvil sonó. Ella lo sacó del bolsillo, dijo unos pocos “Sí, señor”, y luego colgó. Suspiró, mientras decía…
– Mejor sales y te dejas ver, Merry. Nada de ocultarse con magia. Ése era mi supervisor inmediato. Te quiere fuera y así la prensa se dispersará. Hay tantos de ellos que temen que no podrán abrirse paso entre ellos para sacar los cuerpos.
– Lo siento, Lucy.
– No lo sientas. Toda esta información no la podría haber obtenido con sólo policías humanos. Oh, y él dijo que llevaras a tus hombres contigo por si acaso.
– Quiso decir a los sidhe, no a mí, ¿verdad? -preguntó Jeremy.
Ella sonrió.
– Haremos esa suposición. Me gustaría mantener al menos a uno de vosotros aquí hasta que aclaremos la escena.
– Sabes que Grey…
Julian agregó…
– Y Hart.
Jeremy le sonrió.
– Grey y Hart Agencia de Detectives estará encantada de ayudar.
– Envié a Jordan a casa. Él es un poco más empático que yo, y las emociones residuales eran demasiado para él.
– Está bien -dijo Lucy.
– Si te apresuras él debe estar todavía en el pasillo -me dijo Julian.
Yo estudié su cara agradable y pregunté…
– ¿Necesita tomar el aire?
– Él no lo ha dicho, pero si sales al mismo tiempo que él, te acompañará, Merry.
– Está bien, entonces iré y dejaré a Jordan en la oficina para que pueda preparar su informe y tal vez te veré esta noche después de la cena.
Él asintió con la cabeza.
– Espero que no me veas.
– Yo también -contesté y fui al otro cuarto para llevarme a Rhys y a Galen a quienes, como detectives autorizados, les habían permitido entrar en el apartamento, y recoger a Saraid y Cathbodua todavía en el pasillo, que fue lo más cerca que la policía las dejó pasar sin tener una licencia de detective. También era el motivo por el que Sholto no estaba autorizado a entrar en la escena del homicidio. Esperaba que Jordan todavía estuviera en el corredor. Julian no lo habría mencionado si no hubiese estado profundamente conmocionado. Yo no podía sentir residuos emocionales en las escenas de los crímenes, y siempre que observaba el efecto que eso tenía en un empático me alegraba una vez más de que ése no fuera uno de mis dones.