Después de 'Los cipreses creen en Dios' (época de anteguerra) y de 'Un millón de muertos' (época de la guerra), ofrezco hoy al lector 'Ha estallado la paz' (época de posguerra).
Sin embargo, este libro no va a cerrar el ciclo. Es decir, la obra que concebí, centrada en nuestro drama nacional, no será trilogía como fue anunciado. Habida cuenta de que la etapa histórico-política iniciada en 1939 no ha concluido todavía, de que muchas de sus circunstancias perduran básicamente, he decidido dedicar a la posguerra unos cuantos volúmenes. No me pareció válido, en ningún aspecto, finalizar mi retablo un año cualquiera: 1945, 1950, 1958… Tampoco era factible abarcar en un solo volumen tan largo período. Así que opté por fragmentarlo y por escribir una suerte de Episodios Nacionales, que podrían terminar el día en que se produzca la sucesión en la Jefatura del Estado.
El presente volumen, pues, abarca tan sólo la inmediata posguerra. El próximo alcanzará, más o menos, hasta el término de la II Guerra Mundial. Y así sucesivamente.
HA ESTALLADO LA PAZ discurre casi por entero en Gerona, excepto los retazos en que se habla de los exiliados. Los personajes vuelven a sus hogares y la familia Alvear y sus amigos -los antiguos y los nuevos- vuelven a protagonizar la novela. Es el retorno a la intimidad, después de la inevitable dispersión de escenarios a que me obligaron los avatares de la contienda, que dividió a España en dos zonas, la descripción de las cuales hube de simultanear en UN MILLÓN DE MUERTOS.
Como siempre, he quemado mis pestañas en el intento de narrar fiel e imparcialmente lo acontecido, aun a sabiendas de que en todo relato subyace de modo inexorable la interpretación personal. Y, también como siempre, mi propósito más firme ha sido escribir un libro de ficción y no un ensayo historicista. Los hechos, el Boletín Oficial del Estado, los discursos, etcétera, me sirven de melodía de fondo nada más. Los utilizo como plataforma o trampolín para, por encima de ellos, seguir analizando "las virtudes y los defectos de nuestra raza".
El ritmo de la obra, por tanto, vuelve a parecerse al de LOS CIPRESES CREEN EN DIOS. Estimo que cada tema requiere su fórmula específica de expresión. No es lo mismo describir batallas con tanques que conflictos familiares o individuales. No es lo mismo la paz que la guerra. No es lo mismo hablar de Líster o del Campesino que del "Niño de Jaén", fascinado por el baile flamenco o de Agustín Lago, Inspector Jefe de Enseñanza Primaria y miembro del Opus Dei.
Ignacio Alvear sigue con sus dudas, con sus forcejeos en busca de una verdad que lo satisfaga… ¡Qué le vamos a hacer! ¿No es la duda uno de los signos de la época actual? ¿Y no soy yo un hombre de mi tiempo?
Mi gratitud a los autores de los libros que he consultado. Mi gratitud a los periódicos, incomparable fuente de información. Mi gratitud a las muchas personas que me han dicho: "A mí me ocurrió esto". "A mí, esto". Mi gratitud a cuantos lectores van siguiendo ese difícil peregrinar de mi pluma a lo largo y a lo ancho de la fascinante problemática de mi Patria.
Barcelona, abril de 1966.
Para aproximarse a la libertad, a la felicidad, no basta con cambiar los sistemas; hay que cambiar los ánimos y los corazones de los hombres, de los gobernantes y de los gobernados, de los poderosos y de los súbditos, de los que mandan y de los que han de obedecer.
PAPINI