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Ángel y Louis se habían instalado conmigo en casa, y sospeché que esa noche habían hecho turnos para dormir, a sabiendas de que podían atacarnos de un momento a otro. A la mañana siguiente estuvimos repasando durante una hora todo lo que yo sabía acerca de Joel Tobias. Él era el vínculo principal, y hablar al respecto fue un ejercicio útil. El hecho de que hubiera servido en el ejército ayudó, porque implicaba que existía un rastro de papeles oficiales para buena parte de su vida. Todo parecía bastante claro. Se había alistado en 1990, recién salido del instituto de Bangor, y en el periodo de instrucción se había especializado en conducción de camiones. Le habían dado la baja por invalidez en 2007 tras estallar una bomba de fabricación casera mientras escoltaba suministros médicos a la Zona Verde de Bagdad, atentado en el que perdió parte de la pantorrilla izquierda y dos dedos de la mano izquierda. Cuando ese mismo año regresó más adelante a Maine, solicitó un permiso para conducir vehículos comerciales en Maine tras haber superado la prueba escrita, el reconocimiento de la vista y el examen práctico en carretera. También obtuvo la licencia para el transporte de mercancías peligrosas después de dejar sus huellas digitales en una base de datos y superar el control de antecedentes obligatorio de la Administración para la Seguridad en el Transporte. Hasta ahí, todo en orden.

Encontré una necrológica de su madre en el Bangor Daily News con fecha del 19 de julio de 1998, y otra de su padre, que había servido en Vietnam, de abril de 2007. Mencionaba que su hijo, Joel, servía también en el ejército y que se recuperaba después de haber sido herido durante el cumplimiento de su deber. Aparecía incluso una fotografía de Tobias ante la tumba. Vestía el uniforme de gala e iba con muletas. No tenía hermanos. Joel Tobias era hijo único.

Sentí una desagradable punzada: la culpabilidad de quien no había hecho ningún sacrificio por su país frente a quien sí lo había hecho. A primera vista daba la impresión de que Tobias había servido con honor, y había sufrido por ello. Yo nunca había contemplado la opción del ejército al acabar mis estudios, pero respetaba a quienes sí se la plantearon. Me pregunté qué había inducido a Tobias a alistarse. ¿Fue la historia familiar, la convicción de que debía seguir los pasos de su padre? Aunque, por otra parte, su padre no había sido militar de carrera. Según la necrológica, lo habían reclutado. Muchos hombres habían regresado de Vietnam con el firme deseo de que sus hijos no pasaran por lo mismo que ellos. Considerando que Tobias se había alistado voluntariamente, supuse que al hacerlo pretendía rebelarse contra su viejo o buscar su aprobación.

Abrí a continuación el expediente de Bobby Jandreau, que había ido al mismo instituto de Bangor que Tobias, aunque los separaba más de una década. Durante el último periodo de servicio en Iraq, Jandreau resultó gravemente herido durante un enfrentamiento armado en Gazaliya. La primera bala lo alcanzó en la parte superior del muslo, y mientras yacía en el suelo, los milicianos chiítas que habían atacado el convoy siguieron disparándole en las piernas con el fin de atraer a sus camaradas para que fueran a rescatarle y causar más bajas en el pelotón. Al final consiguieron sacar de allí a Jandreau y llevarlo a lugar seguro, pero tenía las piernas destrozadas. Se consideró que la amputación era la única alternativa.

Yo sabía todo esto porque su nombre apareció en un artículo sobre los veteranos heridos de Maine que intentaban afrontar la vida fuera del ejército. Damien Patchett salía mencionado por haber salvado la vida a Jandreau, pero si el periodista pidió declaraciones a Damien, él se negó a darlas. En el artículo, Jandreau reconocía sus difíciles circunstancias. Hablaba de su adicción a los fármacos, que estaba superando gracias a la ayuda de su novia. En palabras del propio periodista: «Jandreau mira por la ventana de su casa de Bangor, aferrado a los brazos de la silla de ruedas. "Nunca pensé que acabaría así", dice. "Como casi todos, era consciente de que esto podía ocurrir, pero siempre pensé que sería otro el herido, no yo. Intento encontrarle un aspecto positivo a esto, pero no lo hay, yo no lo veo. Es una mierda, así de simple." Su novia, Mel Nelson, le acaricia el pelo con ternura. Ella tiene lágrimas en los ojos, pero los de Jandreau están secos. Es como si siguiera en estado de shock, o como si ya no le quedaran lágrimas que derramar».

– Eso sí que es una desgracia -comentó Ángel.

Louis, que también leía el texto en pantalla, guardó silencio.

No encontré ninguna dirección de Bobby Jandreau en Bangor, pero el artículo comentaba que Mel Nelson trabajaba como administradora de la compañía maderera de su padre en Veazie. Cuando llamé estaba sentada ante su escritorio, y mantuvimos una larga conversación. A veces la gente parece estar esperando la llamada oportuna. Resultó que ya no era novia de Bobby, y esa situación no era de su agrado. Se preocupaba por Bobby y lo quería, pero él la había rechazado y ella no entendía por qué. Cuando colgué, tenía la dirección y el número de teléfono de Bobby Jandreau, y sentía admiración por Mel Nelson.

Carrie Saunders telefoneó mientras desayunábamos. Sería falso decir que le entusiasmaba la perspectiva de conocerme, pero yo había aprendido a no tomarme de manera personal esa clase de reacciones. Le dije que trabajaba para Bennett Patchett, el padre de Damien, y ella, antes de colgar, se limitó a emplazarme al mediodía en su consulta del Centro Médico de la Administración de Veteranos de Togus, en Augusta. Louis y Ángel me siguieron de cerca todo el viaje hasta Augusta. Me interesaba ver qué ocurría mientras viajábamos hacia el norte, pero no detectaron indicio alguno de persecución.

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