Soneto XXI

Oh que todo el amor propague en mí su boca,

que no sufra un momento más sin primavera,

yo no vendí sino mis manos al dolor,

ahora, bienamada, déjame con tus besos.

Cubre la luz del mes abierto con tu aroma,

cierra las puertas con tu cabellera,

y en cuanto a mí no olvides que si despierto y lloro

es porque en sueños sólo soy un niño perdido

que busca entre las hojas de la noche tus manos,

el contacto del trigo que tú me comunicas,

un rapto centelleante de sombra y energía.

Oh, bienamada, y nada más que sombra

por donde me acompañes en tus sueños

y me digas la hora de la luz.

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