Soneto LXXXII

Amor mío, al cerrar esta puerta nocturna

te pido, amor, un viaje por oscuro recinto:

cierra tus sueños, entra con tu cielo en mis ojos,

extiéndete en mi sangre como en un ancho río.

Adiós, adiós, cruel claridad que fue cayendo

en el saco de cada día del pasado,

adiós a cada rayo de reloj o naranja,

salud oh sombra, intermitente compañera!

En esta nave o agua o muerte o nueva vida,

una vez más unidos, dormidos, resurrectos,

somos el matrimonio de la noche en la sangre.

No sé quién vive o muere, quién reposa o despierta,

pero es tu corazón el que reparte

en mi pecho los dones de la aurora.

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