Soneto LXIV

De tanto amor mi vida se tiñó de violeta

y fui de rumbo en rumbo como las aves ciegas

hasta llegar a tu ventana, amiga mía:

tú sentiste un rumor de corazón quebrado

y allí de la tinieblas me levanté a tu pecho,

sin ser y sin saber fui a la torre del trigo,

surgí para vivir entre tus manos,

me levanté del mar a tu alegría.

Nadie puede contar lo que te debo, es lúcido

lo que te debo, amor, y es como una raíz

natal de Araucanía, lo que te debo, amada.

Es sin duda estrellado todo lo que te debo,

lo que te debo es como el pozo de una zona silvestre

en donde guardó el tiempo relámpagos errantes.

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