Soneto LIII

Aquí está el pan, el vino, la mesa, la morada:

el menester del hombre, la mujer y la vida:

a este sitio corría la paz vertiginosa,

por esta luz ardió la común quemadura.

Honor a tus dos manos que vuelan preparando

los blancos resultados del canto y la cocina,

salve! la integridad de tus pies corredores,

viva! la bailarina que baila con la escoba.

Aquellos bruscos ríos con aguas y amenazas,

aquel atormentado pabellón de la espuma,

aquellos incendiaron panales y arrecifes

son hoy este reposo de tu sangre en la mía,

este cauce estrellado y azul como la noche,

esta simplicidad sin fin de la ternura.

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