Soneto XCII

Amor mío, si muero y tú no mueres,

no demos al dolor más territorio:

amor mío, si mueres y no muero,

no hay extensión como la que vivimos.

Polvo en el trigo, arena en las arenas

el tiempo, el agua errante, el viento vago

nos llevó como grano navegante.

Pudimos no encontrarnos en el tiempo.

Esta pradera en que nos encontramos,

oh pequeño infinito! devolvemos.

Pero este amor, amor, no ha terminado,

y así como no tuvo nacimiento

no tiene muerte, es como un largo río,

sólo cambia de tierras y de labios.

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