Soneto LXVII

La gran lluvia del sur cae sobre Isla Negra

como una sola gota transparente y pesada,

el mar abre sus hojas frías y la recibe,

la tierra aprende el húmedo destino de una copa.

Alma mía, dame en tus besos el agua

salobre de estos mares, la miel del territorio,

la fragancia mojada por mil labios del cielo,

la paciencia sagrada del mar en el invierno.

Algo nos llama, todas las puertas se abren solas,

relata el agua un largo rumor a las ventanas,

crece el cielo hacia abajo tocando las raíces,

y así teje y desteje su red celeste el día

con tiempo, sal, susurros, crecimientos, caminos,

una mujer, un hombre, y el invierno en la tierra.

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