Soneto LXXIII

Recordarás tal vez aquel hombre afilado

que de la oscuridad salió como un cuchillo

y antes de que supiéramos, sabía:

vio el humo y decidió que venía del fuego.

La pálida mujer de cabellera negra

surgió como un pescado del abismo

y entre los dos alzaron en contra del amor

una máquina armada de dientes numerosos.

Hombre y mujer talaron montañas y jardines,

bajaron a los ríos, treparon por los muros,

subieron por los montes su atroz artillería.

El amor supo entonces que se llamaba amor.

Y cuando levanté mis ojos a tu nombre

tu corazón de pronto dispuso mi camino.

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