Soneto XXXII

La casa en la mañana con la verdad revuelta

de sábanas y plumas, el origen del día

sin dirección, errante como una pobre barca,

entre los horizontes del orden y del sueño.

Las cosas quieren arrastrar vestigios,

adherencias sin rumbo, herencias frías,

los papeles esconden vocales arrugadas

y en la botella el vino quiere seguir su ayer.

Ordenadora, pasas vibrando como abeja

tocando las regiones perdidas por la sombra,

conquistando la luz con tu blanca energía.

Y se construye entonces la claridad de nuevo:

obedecen las cosas al viento de la vida

y el orden establece su pan y su paloma.

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