Soneto LXXI

De pena en pena cruza sus islas el amor

y establece raíces que luego riega el llanto,

y nadie puede, nadie puede evadir los pasos

del corazón que corre callado y carnicero.

Así tú y yo buscamos un hueco, otro planeta

en donde no tocara la sal tu cabellera,

en donde no crecieran dolores por mi culpa,

en donde viva el pan sin agonía.

Un planeta enredado por distancia y follajes,

un páramo, una piedra cruel y deshabitada,

con nuestras propias manos hacer un nido duro,

queríamos, sin daño ni herida ni palabra,

y no fue así el amor, sino una ciudad loca

donde la gente palidece en los balcones.

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