Soneto LXX

Tal vez herido voy sin ir sangriento

por uno de los rayos de tu vida

y a media selva me detiene el agua:

la lluvia que se cae con su cielo.

Entonces toco el corazón llovido:

allí sé que tus ojos penetraron

por la región extensa de mi duelo

y un susurro de sombra surge solo:

Quién es? Quién es? Pero no tuvo nombre

la hoja o el agua oscura que palpita

a media selva, sorda, en el camino,

y así, amor mío, supe que fui herido

y nadie hablaba allí sino la sombra,

la noche errante, el beso de la lluvia.

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