Soneto LVIII

Entre los espadones de fierro literario

paso yo como un marinero remoto

que no conoce las esquinas y que canta

porque sí, porque cómo si no fuera por eso.

De los atormentados archipiélagos traje

mi acordeón con borrascas, rachas de lluvia loca,

y una costumbre lenta de cosas naturales:

ellas determinaron mi corazón silvestre.

Así cuando los dientes de la literatura

trataron de morder mis honrados talones,

yo pasé, sin saber, cantando con el viento

hacia los almacenes lluviosos de mi infancia,

hacia los bosques fríos del Sur indefinible,

hacia donde mi vida se llenó con tu aroma.

Загрузка...