El tantra sirve para aprender a follar durante horas

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Naturalmente, me perdí.


Sólo somos capaces de nombrar los conceptos que entendemos, los que somos capaces de concebir. Algo ininteligible para nosotros no tiene palabra porque, para nosotros, no tiene significado.

El término sánscrito tantra podría traducirse a nuestro idioma por «extender» o «conectar», aunque también por «continuidad», pero también por «urdimbre» o «trama» o «tejido» y, por derivación, también, como «tratado», «enseñanza». Demasiados términos de traducción, demasiadas aproximaciones y demasiado dispares entre ellas para nombrar algo que un hindú, capaz de concebirlo, llama tantra.

Simón era argentino. Me inscribí en el centro de yoga que él dirigía porque se encontraba cerca del burdel. En su tarjeta, que me dio al presentarse, figuraba el título de maestro de tantra, además de extraños dibujitos y una florida sentencia.

Tras la primera clase, con muchas más palabras de autoayuda y de comunión fraternal que yoga, se despidió de mí mandándome un «beso de luz». Noté, al salir, su mirada clavada en mi trasero.

El tantrismo es una de las tres grandes orientaciones religiosas del hinduismo, aunque también participa de las enseñanzas del tantra el budismo, en su vertiente Vajrayana, la que se conoce como «budismo tibetano» o «lamaísmo».

En el hinduismo tántrico, se rinde culto y estudio a sakti, la energía genésica y generadora que se deriva de la unificación del opuesto de los géneros. Su práctica es ascética, de una enorme disciplina física y corporal, en la que las enseñanzas ritualizadas se ilustran con enigmáticos diagramas del conocimiento llamados yantras y se consolida con la ejercitación exigente de actividades físicas como el kundalini yoga. La búsqueda de una revelación de lo absoluto, que trascienda el dualismo a través de un elevado orden contemplativo, es el objetivo de un sakta, de un conocedor de sakti.

En el budismo tibetano, las enseñanzas del tantrismo cobran el mismo sentido aunque perseveran más en los aspectos conceptuales de la instrucción que en los de disciplina física.

En ambas orientaciones, búdica e hinduista, se aprende a gestionar el deseo, bien sea para canalizarlo y utilizarlo como una mística reveladora, bien sea para evitar las dependencias de él.

Tanto el tantrismo hinduista como las enseñanzas tántricas en el budismo tibetano son escuelas esotéricas. Es decir, las enseñanzas son secretas y sólo se transmiten a iniciados a través de la instrucción de un gurú o maestro. No es como el cristianismo u otras religiones exotéricas que hacen del proselitismo y de la propaganda evangelizadora su fuerza. Son doctrinas «reveladas» y nadie, salvo un iniciado, puede saber nada de ellas.

El segundo día, mucha música de sitar, mucho incienso, mucho manirá cogidos de la mano y mucho tejido naranja. De kundalini yoga siguió habiendo muy poco.

Fue durante la ejecución de una asana cuando tuve claras algunas intenciones de Simón. Sujetó con su mano derecha mis glúteos mientras la izquierda la apoyaba en mi pecho… «es para abrir el tercer chakra», me dijo. Aquí, de tejas para abajo, lo llamamos «meter mano», pensé.

Al despedirme, me contó que estaba en plena fase de expansión de su negocio de centros de sexualidad tántrica por todo el territorio español y que alguien como yo, atractiva y lista, podía serle de mucha utilidad.

Pretender los resultados sexuales que se le supone a un iniciado en el tantrismo, sin haber tenido acceso a sus esotéricos procesos formativos, es como intuir que se puede operar una válvula aórtica sin preocuparse de haber pasado por la Facultad de medicina. Y apoyarse un cuchillo en el pecho.

Obtener o pretender obtener el objetivo sin el conocimiento que da el esfuerzo para conseguirlos es peligroso. Es como los niños que se hacen o nacen ricos sin saber lo que es el dinero o las armas automáticas en manos de quien no sabe lo que es una vida. Decía el físico Stephen Hawking, cuando se le preguntaba por lo que más temía, ahora que los avances científicos nos podían convertir en el primo de Dios, «que nuestro poder crece mucho más rápido que nuestra sabiduría». A veces no resulta peligroso, sino simplemente ridículo. En nuestra cultura del eslogan comercial, de esa filosofía sapiencial que es el tantra, nos han silbado las proezas amatorias y los logros de retención eyaculatoria; el espectáculo en definitiva, como a los grandes centros comerciales llega la primavera o la China. Pero exponer latas de comida china no es la China, y comerse un pato laqueado no es entenderla, entre otras cosas, porque la China sólo la entienden los chinos.

«Hacerse la picha un lío» es una expresión que podría muy bien haberse acuñado para la mayoría de los que hablan y practican, aquí en el Oeste, el tantra.

Abandoné el centro y al maestro tántrico cuando finalizó la tercera clase para inscribirme en otro un poco más lejano, pero en el que sigo desde hace tres años. Como tengo tendencia a explicar la razones de mi partida antes de irme, le dije al gurú, en español clarito, no fuera a ser que el sánscrito se me resistiera, que me parecía que lo único que le interesaba era hacer pasta y echarme un polvo, y que si para lo primero se podía valer solo, para lo segundo era yo quien sacaba la pasta.

Todos, quizá, podríamos aprender un día checo y saber llegar al aeropuerto de Brno sin perdernos. Algunos, también, con más esfuerzo quizá, alcanzarían un día la ciudadanía checa. Pero muy difícilmente podrá, ninguno, «ser» checo. Aquí, en el Occidente judeocristiano de fe y grecolatino de razón, es decir, en nosotros, el tantra hay que entenderlo como un espectáculo exótico en el que los bienintencionados pueden llegar a ser estudiosos y las «teletiendas» pueden llegar a sacarle rendimiento comercial. Porque para «ser» algo, hace falta, además de entender e interpretar, una cultura y un contexto. Y para nosotros, la cultura y el contexto donde tiene sentido y entendimiento el tantrismo son tan extraños como para un perro las clases de cetrería.

Él, sonriente, me dijo que yo no había entendido la esencia de su mensaje. Durante los siguientes tres meses siguieron pasando recibos a mi cuenta bancaria. Yo creo que sí había entendido la esencia de Simón.

Cuentan que Antonin Artaud asistió un día a una función de teatro balines. Se cuenta que, tras el espectáculo y no entender que se trataba de una representación, pues él creyó que los actores estaban poseídos por un verdadero arrebato visionario, creó el «teatro de la crueldad». Su propuesta teatral ha sido fundamental para que se desarrollase una vanguardia teatral en nuestra cultura.

Probablemente, de creer haber entendido algo, aunque en realidad no hayamos pillado ni la copla, podamos en Occidente generar algo interesante que haga que nuestras relaciones amatorias mejoren en concepto y práctica. Una especie de dalealtrantran o de sexo tóntico que, como a nosotros nos interesa, resulte útil y operativo.

Como decía el sabio indio en el Tantraraja Tantra:


Na kadacit pivet siddho devyarghyam

aniveditam Pananca tavat kurvita yavata syan manolayah

Tatah karoti cet sadayah pataki bhavati dhruvam

Devtagurusevanyat pivannasavam ashaya

Pataki rajadandyash cavidyopasaka eva ca.


Naturalmente.

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