Mientras Jeremy conducía, le expliqué lo que había pasado. Una vez fuera de la ciudad, Jeremy se detuvo en una gasolinera, aparcó delante de la cabina telefónica, y salió. Unos minutos más tarde volvió y tomó la carretera de regreso.
– ¿Ruth? -pregunté.
– Le dije que no volveríamos a la reunión esta noche. Oyó lo que pasó. Estaba muy compungida. Preguntó si vendríamos si se reunieran otra vez mañana. Le dije que no lo sabía, por lo que ella quiere que la vuelva a llamar esta noche y nos enteremos de lo que ellos decidan.
– ¿Lo harás?
– Probablemente. Mi primera prioridad es proteger a la Manada. Para hacer eso, tendríamos que unirnos a esta gente temporalmente, mientras investigan esta amenaza. Tienen recursos que nosotros no. Durante la cena hablamos de esa proyección astral que realizan los chamanes, y suena como un instrumento inestimable para aprender más acerca de estos hombres que encontraste en Pittsburgh. Aparte de eso, no tengo ninguna intención de quedarme para ayudarles. Nosotros luchamos nuestras propias batallas.
En el silencio que siguió, reflexioné acerca nuestro día, en las cosas aplastantes que habíamos descubierto. Aplastantes para mí, al menos. Jeremy no sólo no parecía desconcertado, sino que tampoco sorprendido por todo esto. Yo podría atribuirlo a su ecuanimidad habitual, pero su respuesta a todo parecía demasiado calmada, incluso para él.
– Tú lo sabías -dije-. Sabías que había otras… cosas ahí afuera. Además de nosotros.
– Había oído rumores. Cuando era un niño. Largas noches, después de una Reunión, de vez en cuando, se hablaba de la posibilidad de que existieran otras criaturas, vampiros, hechiceros, y otros por el estilo. Alguien recordaba a un tío que una vez había conocido a un ser con extraños poderes, esa clase de cosas. Muchos humanos discuten sobre la existencia de aliens y fantasmas. Algunos lo creían. La mayoría no.
– ¿Tú lo hacías?
– Parecía improbable que fuéramos las únicas criaturas legendarias con base real -Condujo en silencio durante un momento, luego continuó-. Una vez, poco antes de su muerte, mi abuelo me dijo que su abuelo decía haberse sentado en un consejo de lo que Ruth llamaría “seres sobrenaturales”. Mi abuelo sospechaba que la historia podría haber sido simplemente la imaginación confusas de un anciano, pero creyó que debía contármelo. Si fuera cierto, si otras criaturas existieran, entonces alguien en la Manada debía ser consciente de la posibilidad.
– ¿No deberían todos los miembros de la Manada haber sido conscientes de la posibilidad? -dije-. Sin ofender, Jer, pero yo realmente habría apreciado una advertencia.
– Para ser sincero, el pensamiento nunca cruzó por mi mente. Nunca traté de descubrir si la historia de mi abuelo era verdadera o no. El punto parecía discutible. No tengo ningún interés en otros seres, y estaremos seguros si ellos se interesan por nosotros. Sí, supongo que alguno de ustedes podría cruzarse con uno de ellos por casualidad, pero, considerando, los pocos de nosotros que existen, y cuán pocos son ellos, las posibilidades de no sólo encontrarlos sino que reconocerlos también parecían infinitesimales. Ciertamente, esto nunca había pasado antes, no en mi vida o la de mi abuelo. Ahora parece que estas brujas han sido conscientes de nosotros durante mucho tiempo. Nunca consideré esa posibilidad.
– ¿Admites que cometiste un error?
Sus labios se movieron nerviosamente al elevarse en una sonrisa desnuda -Admito haber cometido un descuido. Sólo sería un error si hubiera considerado la posibilidad y hubiese decidido ignorarla.
– Pero si werewolves fueron parte realmente de este consejo en algún tiempo, ¿Por qué no está en el Legado? -dije, en relación al libro de la historia de la Manada.
– No lo sé. Si, tal como Ruth dijo, los werewolves se alejaron del consejo, podrían haber decidido borrar esa parte de su historia para el Legado.
– Quizás por una buena razón -dije, rozando las yemas de mis dedos sobre mis brazos quemados.
Jeremy me echó un vistazo y asintió con la cabeza -Quizás.
En la cabaña, Jeremy lavó y vendó mis quemaduras, luego preguntó si estaba lista para irme la cama o si quería quedarme más tiempo despierta.
– ¿Te quedarás levantado? -pregunté.
– Si tú lo haces.
– Si te quedas levantado, lo haría, pero si estás cansado…
– ¿Estás can…? -Jeremy se detuvo. Una pequeña sonrisa revoloteó por sus labios y supe lo que pensaba. Podíamos continuar así toda la noche, ninguno de nosotros deseaba expresar una opinión que pudiese incomodar al otro. Con Clay o Nick o Antonio, decía mis deseos y opiniones sin vacilar. La supervivencia del más fuerte. Con Jeremy, su cortesía inefable resucitaba mi educación, y una simple elección podía evolucionar en un interminable “después de ti”, “No, insisto, después de que ti”. Si Clay estuviera aquí, él decidiría por nosotros antes de la segunda ronda del baile. Sin él, estábamos solos en esto.
– Voy a quedarme un rato despierta -dije.
– Te haré compañía.
– No tienes que hacerlo.
– Lo sé. Nos sentaremos a la mesa. Sal, y conseguiré un bocado.
Salí. Minutos después, Jeremy me siguió con dos vasos de la leche y una bolsa de galletas.
– Nada más mejor para embotar el dolor -dijo, dándome la leche-. Tendrás que conformarte con la comodidad simple.
Jeremy se sentó a mi lado. Miramos fijamente el agua unos minutos, el crujido de las galletas resonaba en el silencio. El humo de una fogata se deslizaba por sobre el lago.
– Deberíamos encender un fuego -dije.
– No hay fósforos.
– Maldición. ¿Dónde está Adam cuando se lo necesita?
Jeremy esbozó una media sonrisa-.Tendremos una hoguera para ti en Stonehaven. Habrá golosinas de merengue blando también. Si sólo logro recordar como tallar un palo asador.
– ¿Sabes cómo?
Él se rió entre dientes -Difícil de creer, ¿verdad? Sí, fui a un par de campamentos de niño. Dominic solía alquilar una casita de campo cada verano, sacaba a Tonio y sus hermanos de la ciudad, y los llevaba de vuelta a la naturaleza. Me llevaban con ellos.
Cuando Jeremy se quedó en silencio, luché por pensar en un modo de mantenerlo hablando. Jeremy no hablaba de su infancia. Nunca. Había oído algunos rumores de los demás, acerca de no había sido la juventud más idílica, pero Jeremy se mantenía completamente mudo al respecto. Ahora que había trizado esa ventana, no quería dejarle que la cerrarse otra vez tan fácilmente.
– ¿Dónde ibas? -pregunté.
– No muy lejos. Vermont, New Hampshire.
– ¿Era divertido?
Otra media sonrisa-.Mucho. No me interesaba la parte de retornar a la naturaleza. Stonehaven tiene todo eso. Pero eso me permitía a mí y a Tonio jugar como niños verdaderos, jugar con otros niños. Por supuesto, conocíamos a otros niños en la escuela. Pero siempre fuimos a una escuela privada. Como Alfa, Dominic obligaba a hacerlo a los hijos de la Manada. Si sus padres no podían económicamente permitirse el enviarles, él lo pagaba. Estricto control ambiental. A casa durante los fines de semana y las vacaciones, interacción mínima con humanos. Durante las vacaciones, sin embargo, podíamos soltarnos, siempre que usáramos nombres falsos y todo eso.
– ¿Tenían que usar nombres falsos? ¿Qué edad tenías?
– Joven. Tonio era el más viejo, por supuesto. Pero yo era el que inventaba nuestras historias. Era divertido, realmente, inventar una nueva identidad cada verano. Un año fuimos baja nobleza en visita desde Inglaterra. Nuestros acentos eran atroces. Otro año fuimos integrantes de la Mafia. A Tonio le encantaba. Le daba una posibilidad de practicar su italiano y hacer temblar a los matones locales.
– Puedo imaginarlo.
– Mucha diversión, hasta que los niños comenzaran a ofrecernos su dinero de helados. Tonio dibujó la línea allí. La integridad por sobre todo, aun si eso significara perder el alimento suplementario. Discutíamos si había que confesar que la toda la cuestión era una estafa cuando Malcolm llegó y me llevó de vuelta a Stonehaven. Temprano como siempre.
Malcolm había sido el padre de Jeremy, aunque yo nunca había oído a Jeremy llamarlo por otra cosa que no fuera su nombre.
– ¿Él te extrañaba? -pregunté.
Jeremy se rió. No su sonrisita habitual o su media sonrisa, sino un grito de risa que me asustó tanto que casi dejé caer mi galleta.
– No -dijo, recomponiéndose-. Malcolm ciertamente no me echaba de menos. Él lo hacía cada verano, se detenía brevemente para ver lo que yo hacía. Si me divertía, lo cual siempre hacía, él decidía que era el momento para regresar a casa.
No supe que decir a esto, de modo que no dije nada.
Jeremy continuó-.Después de unos años, comencé a manipularlo. Tan pronto como Malcolm llegaba, tenía un ataque masivo de nostalgia. Me tornaba desesperadamente miserable. Moría por marcharme. Entonces, por supuesto, él me hacía quedarme el resto del verano. Sorrentinos también ayudaban con la representación. Sabían lo que significaba para mí estar en casa -Esbozó una media sonrisa sardónica-. Tú, Clayton, y yo. Tres compañeros de vivienda, todos con una infancia putrefacta. ¿Cuáles son las posibilidades?
– Clay tuvo una buena infancia.
– Excluyendo la pequeña parte de ser convertido en un hombre lobo a la edad de cinco años y pasar los siguientes años escondiéndose en los pantanos, comiendo ratas y bebiendo.
– Quise decir después de eso. Después de que lo rescataras. Él siempre ha dicho que tuvo una buena infancia en Stonehaven.
– ¿Cuándo no estaba siendo expulsado de la escuela por diseccionar el conejillo de indias de la clase?
– Ya estaba muerto.
Jeremy se rió entre dientes -Todavía puedo oírlo diciendo eso. Más de treinta años después y todavía puedo oírlo perfectamente. La primera reunión de Manada de Clay. Traté de fingir que todo estaba bien, no avisé a nadie sobre la expulsión. Y de pronto, Daniel rugió y lo anunció a toda la Manada. “Expulsaron a Clayton de la escuela por diseccionar un conejillo de indias”. Clay lloró en la sala, caminó hacia Daniel, con los ojos llameando- tenían la misma edad, pero Clay era por lo menos una cabeza más pequeño, y gritó, “¡Ya estaba muerto!”
– Lo cual explicaba todo.
– Absolutamente -Jeremy sonrió y sacudió la cabeza-. Entre el animal doméstico partido en dos y el fiasco del animal de juguete, tuve que preguntarme si estaba hecho para la paternidad sustituta.
– ¿Animales de juguete?
– ¿Clay no te ha contado eso? -Jeremy vació su cristal, tomó el mío, y se puso de pie.
Agarré su pierna -Cuéntame.
– Cuando vuelva.
Gemí y esperé. Y esperé. Lo tomaba demasiado mucho tiempo verter esa leche. El juego de todo el asunto era el efecto.
– Animales de juguete -dije, cuando finalmente volvió.
– Bueno. Clay tenía problemas con los otros niños en la escuela. Supongo que sabías eso.
Asentí con la cabeza -Él no se integraba y no lo intentó. Pequeño para su edad. Antisocial. El acento sólo lo hacía peor. Le pregunté sobre eso cuando lo conocí. Me dijo que había vivido en Nueva York durante veinte años, pero sonaba como si acabara de bajarse del tren de Luisiana. Decía que cuando era un niño, otros niños se burlaban de su acento. Entonces lo mantuvo. La lógica perversa de Clay.
– Algo que lo pusiera aparte. Entonces, después del desastre con el conejillo de indias, le enseñé en casa hasta septiembre siguiente, luego lo envié a una escuela diferente y le pedí al principal notificarme de cualquier problema de conducta. Juro que pasé tres tardes por semana en reuniones con el profesor. La mayor parte eran pequeñas cosas, pero un día el profesor dijo que Clay tenía problemas en los recreos. Los otros niños se quejaban que él los seguía, los miraba, esa clase de cosas.
– Los acechaba -dije-. Buscando debilidades.
– Exactamente. Ahora, no me preocupaba que hiciera algo. Yo era muy estricto en aquel punto. No devorar compañeros de clase -Jeremy puso los ojos en blanco-. Otros padres advierten a sus niños que no le hablen a extraños. Yo tenía que advertir al mío que no se los comiera. De todos modos, este profesor dijo que Clay no mostraba interés en juegos de recreo normales, como jugar con juguetes. Juguetes. Sabía que se me olvidaba algo. Clay era el niño más poco infantil que yo había encontrado alguna vez, entonces tendía a olvidar que debería hacer cosas infantiles. Después de la reunión, conduje directamente a la juguetería y compré bolsas de juguetes. Él los ignoró todos… todos excepto un juego de animales plásticos, vacas, caballos, ovejas, ciervos, camellos, etcétera. Los llevaba a su cuarto y permanecía allí durante horas. Me alabé a mí mismo por mi gran perspicacia, suponiendo que le gustaban los animales porque sentía algún parentesco con ellos. Entonces encontré el libro.
Jeremy hizo una pausa.
– ¿Qué libro? -pregunté, porque sabía que era lo que se suponía que debía hacer.
– La Guía de Gibson de Anatomía Animal. Lo había robado de la biblioteca escolar y sobado un montón de páginas. Luego eché una mirada más de cerca a los juguetes plásticos. Estaban todos marcados con X rojas estratégicamente colocadas.
– Identificando los órganos vitales -dije-. Para cazar.
– Exactamente.
– ¿Entonces qué hiciste?
– Le dio una larga conferencia acerca de robar y le hice devolver el libro inmediatamente.
Eché mi cabeza hacia atrás y me reí. Jeremy descansó su mano alrededor de mi cintura, un gesto raro de proximidad de la cual disfruté mientras era posible.
– ¿Qué opinas de una carrera? -preguntó después de un momento-. Podríamos correr para descargar un poco de tensión.
Yo estaba cansada, pero nunca se lo habría dicho. Los Werewolves preferían correr con otros, instinto de manada. Como en tantas otras cosas, Jeremy era diferente. Prefería la soledad cuando Cambiaba. A veces se unía a nosotros en una Manada de caza, pero raramente iba por una carrera con un compañero. Así que, cuando lo ofreció, yo podría haber estado lista para desmayarme de agotamiento y no me habría negado.
Caminamos hacia los bosques, tomando el camino hasta que estuvimos bastante adentro para encontrar lugares para nuestro Cambio. Habíamos avanzado aproximadamente un metro cuando Jeremy se dio vuelta para mirar fijamente por sobre mi hombro.
– ¿Qué? -Pregunté.
– Faros de coche reduciendo la marcha en lo alto de la calle -murmuró.
La calzada se inclinaba abruptamente desde la carretera a la casita de campo, dejando los coches en la cima, de modo que lo podíamos ver era el brillo de las luces con binoculares. Mientras esperábamos, las luces desaparecieron y el estruendo del motor murió. Una puerta de coche se abrió y cerró. Los pasos caminaron por el borde de la colina. Una piedra sonó debajo de un zapato, golpeteando. Una pausa. Alguien escuchando una respuesta al ruido. Entonces el susurro de la hierba larga contra las piernas de alguien. Una luz tenue encima de nosotros, un movimiento sin forma. Entonces se movió hacia sur, con el viento a favor. Intencionadamente. Un árbol crujió a nuestra derecha. Brinqué. Sólo el viento.
Jeremy miraba, escuchaba, olía, sólo el endurecimiento de su quijada traicionaba su tensión. Lo miré, pero él no me miró de vuelta. Mirada demasiado ocupada. Y esperando. El sonido de ramitas quebradas debajo de los pies. Silencio otra vez. Alguien gritó a través del lago. Brinqué otra vez. Entonces, una roca cayó por la ladera a mi derecha. Cuando di vuelta, vislumbré una mancha borrosa de movimiento a mi izquierda. Mala dirección. Mierda. Demasiado tarde. La mancha borrosa estaba sobre mí, golpeando mis piernas. Las manos me agarraron mientras caía, lanzándome de espaldas y fijando mis brazos a mis costados. Golpeé la tierra con mi atacante sobre mí.