HOUDINI

– No -dijo mi cazador por su radio – ¿Qué?… Sí. Probablemente. ¿Vas a controlar a Tucker?… Nah, caminaré. Dile a Pierce que se devuelva… ¿Sí? Bien, no es tan lejos… Mándalos en pareja.

Guardó la radio en su bolsillo. Luego levantó su arma e hizo algo para volverla más pequeña, dobló el barril o desatornilló algo. Hey, soy canadiense. No conozco las armas de la calle. De alguna manera hizo que el arma quedara de la mitad de su tamaño, levantó la chaqueta, y la puso en una pistolera.

Seguí al tipo-cazador por la calle. Allí se encontró con un segundo hombre, también vestido con un traje entero estilo ladrón/gótico. Ambos se quitaron sus gorras y las metieron en una mochila plegable. Luego se desabrocharon las chaquetas, intentando verse tan normal como era posible sin revelar las armas. Se dirigieron hacia el este. Los seguí.

Por la tercera vuelta, ya sabía donde iban. Estábamos todavía a una media milla de distancia, pero ya lo sabía. Tal como esperaba, caminaron tres bloques, doblaron a la izquierda, caminaron una calle recta, avanzaron frente a tres bloques más, y terminaron delante del hotel donde yo me había reunido con las Winterbournes esa tarde. De modo que mi preocupación por hombres armados escondidos en el cuarto de hotel de las Winterbournes no había sido tan paranoide después de todo. Sólo que en vez de tener sus cohortes lanzándose sobre mí allí, habían esperado a ir tras de mí bajo la cubierta de la noche.

Esperé a que los hombres se metieran directamente en el vestíbulo delantero. Cuando no lo hicieron me sorprendí, y luego comprendí que dos tipos vestidos de negro caminando por el vestíbulo de un hotel caro a las 4:00 de la mañana harían enarcarse unas cuantas cejas… y algunas alarmas. Invitados o no, tomaban la ruta trasera. Rodearon hasta llegar a una puerta lateral. Mi cazador se apoyó contra la pared, bloqueando mi visión, mientras su amigo tocaba el llamador. Pasaron dos minutos. Entonces la puerta se abrió y se deslizaron dentro. Conté hasta veinte y fui tras ellos.

Los dos hombres tomaron la escalera. Subieron al cuarto piso, abrieron la puerta de salida, y miraron detenidamente. Después de unos momentos de discusión, el compañero de mi cazador se deslizó hacia el pasillo, abandonando al tipo-cazador en el hueco de la escalera.

Ahora, tenía un dilema. Desde mi ventajosa posición debajo del cazador, no podía ver nada, no a él y ciertamente no a su compañero, aunque la puerta estaba abierta. Tenía sólo una opción. Cuando yo había entrado con Paige, había notado un segundo juego de escaleras al lado opuesto del vestíbulo. Podría salir al tercer piso, encontrar la escalera alterna, subir al quinto, y dar la vuelta por atrás de la escalera. Desde los escalones de encima, sería capaz de ver. Aún más, el cazador probablemente esperaría algún peligro desde abajo, alguien subiendo desde el nivel inferior. Por otra parte, el plan también significaba que yo sería incapaz de oír y oler durante al menos unos minutos. ¿Era mejor quedarse desde dónde podía usar esos dos sentidos? Mientras más esperaba, más arriesgado sería al marcharse. Me arrastré por la escalera hacia el tercer piso.

Rodear no era un problema. Las salidas estaban marcadas a cada final del pasillo. Volví al primer hueco de la escalera, me quité los zapatos, me deslicé por la puerta del quinto piso, y bajé la escalera hasta que estuve media docena de pasos de aterrizar sobre el cuarto suelo, donde el tipo-cazador esperaba. Deslizando mis zapatos de vuelta, me puse en cuclillas para mirar detenidamente a través del pasamano. Perfecto. Ahora tenía el sonido, el olor, y la vista. El compañero de mi cazador estaba frente al cuarto 406. Las Winterbournes. Estaba en cuclillas frente a la puerta, eligiendo algunos instrumentos de para abrir cerraduras. De modo que no habían sido invitados. Tal vez las Winterbournes había estado diciendo la verdad sobre estar en peligro. Al menos, diciendo a la verdad sobre ellas estando en peligro. ¿Y yo? Bien, yo no habría estado en Pittsburgh si no fuera por ellas, ¿verdad? De alguna manera dudaba de que estos milicianos hubiesen estado acechándome esta noche si yo me hubiera quedado en casa. Si las Winterbournes eran cómplices en esto, todavía podría culparlas de ello. Cuestión afortunada, porque definitivamente quería culparlas de algo.

El tipo-cazador se balanceó desde sus talones a los dedos del pie, refunfuñando por lo bajo. En el pasillo, su compañero limpiaba su cara sudorosa en su hombro. Se paró, se estiró, y se puso en cuclillas otra vez. Varias veces intentó mover la manija, luego se giraba hacia su compañero y sacudía la cabeza. Finalmente mi cazador lo llamó que volviera. Yo subí rápidamente tres escalones, quedando fuera de visión. Entraron en el hueco de la escalera y cerraron la puerta.

– No vayas -dijo el tipo de la cerradura-. No lo consigo. Estoy seguro que hice reventar la cerradura, pero no se abre.

– ¿Cerrojo muerto?

El tipo de la cerradura sacudió la cabeza-.Comprobé el lugar esta mañana. Cerraduras y claves pasadas de moda.

– Llama a Tucker. Vi un teléfono público afuera. Línea de tierra. Esperaré aquí.

El tipo de la cerradura trotó hacia abajo por la escalera. Cuando la puerta de la primera planta se balanceó y cerró detrás de él, oí otra puerta que se abría, en el cuarto piso. El tipo-cazador abrió la salida para mirar el pasillo. De pronto hizo ruido profundo con la garganta, una sonrisita sofocada. Bajé unos pocos escalones, me puse en cuclillas otra vez, y miré la rendija de la puerta.

Paige Winterbourne estaba de pie en el pasillo, con los brazos cruzados a través del pecho, vestida con una blusa camisera de seda verde y un abrigo en combinación. Frunciendo el ceño, contempló el pasillo. Entonces se detuvo y contempló la salida donde nos escondíamos. Aunque la puerta estuviera abierta sólo un par de pulgadas, debió haber visto la luz o la sombra a través de ella. Cuando miró, el tipo-cazador vaciló, sosteniendo la manija, lista apara cerrarla. Si ella hubiera vuelto a su cuarto para llamar a seguridad, él se habría escapado. Pero no lo hizo. Estrechó los ojos y avanzó hacia nosotros. Otro cliché de película de horror. ¿Cuándo la estúpida e ingenua chica oye un golpe en la noche, se retira a un lugar seguro y telefonea por ayuda? Por supuesto que no. Tiene que ver lo que hay detrás de esa puerta abierta. Todo lo que Paige necesitaba ahora era perder el negligé, entonces podría correr desnuda y gritar pro el pasillo cuando abriera del todo la puerta y encontrara al asesino que estaba al acecho detrás.

El tipo-cazador rompió el guión. En vez de esperar a que Paige abriera la puerta, sacó su arma. Luego empujó y abrió la puerta otro poco y levantó el arma hasta la rendija de la puerta. El año pasado, yo había visto a una mujer inocente asesinada a tiros por mi culpa. Si Paige era inocente o no era una materia de debate, pero dudaba que mereciera ser asesinada en un vestíbulo de hotel. Salté sobre el pasamano y aterricé detrás del hombre. Él se cayó hacia adelante. Agarré su cabeza y giré su cuello. La más simple, suave, y limpia forma de matanza.

Mientras el dejaba caer el rostro primero hacia el suelo, alcé la vista para ver Paige sostener la puerta abierta y mirar fijamente.

– Monta guardia -dije-. ¿Está abierto tu cuarto?

– ¿Mi…? Umm, sí.

Levanté al muerto sobre mi hombro y pasé por delante de ella hacia el pasillo-.Dije que montaras guardia. Él no estaba solo.

– Donde estás ah, espera. ¿Mi cuarto? No puedes ponerlo… -Ella se detuvo-. Llévalo a la suite al lado de la nuestra. Está vacía.

– Tanto mejor.

– Puedo abrir la puerta con un hechizo -dijo ella.

Se apuró por vestíbulo, pasando junto a mí, murmurando palabras en un idioma extranjero. Mientras ella hablaba, cubrí mi mano con mi camiseta, la alcé, y rompí la manija del cuarto vacío.

– Vuelve corriendo y trae el arma -dije-. Luego despierta a tu tía y tráela aquí.

Paige vaciló, como una reacción refleja contra aceptar órdenes. Pareció pensar mejor acerca de discutir e hizo una pausa sólo un segundo antes de trotar ligeramente hacia el hueco de la escalera. Arrastré al muerto al cuarto de baño, cerré la puerta, y comprobé sus bolsillos buscando una ID. Nada. Ver la radio en su bolsillo me recordó que había un segundo hombre armado, y Paige y su tía se tomaban su tiempo evacuando su cuarto.

Abrí la puerta de cuarto de baño cuando ellas entraban en el cuarto vacante. Paige todavía llevaba puesta su blusa camisera y el abrigo. La bata larga de Ruth cubría su ropa de dormir. Ambas llevaban un cambio de ropa y sus bolsos, y Paige tenía el arma.

– Buena idea -dije-. ¿Están todas sus ID allí?

– No tiene sentido abandonar cualquier pista si logran forzar la entrada -dijo Paige-. Si tenemos que hacerlo, podemos dejar el resto de las cosas atrás.

– Paige me dijo lo que pasó -dijo Ruth-. Estamos muy agradecidas. También muy impresionadas. Tienes unos reflejos excelentes.

– Clases de defensa personal -dije.

– ¿Todavía no admites la cosa werewolf? -preguntó Paige.

Caminé hacia el cuarto de baño y sostuve la puerta abierta-. ¿Alguna de ustedes había este tipo antes? No toquen nada. Los policías quitarán el polvo buscando huellas.

– ¿Policías? -repitió Paige.

– Sí, policías. ¿Quiénes crees que manejarán la investigación del asesinato? ¿La seguridad del hotel?

– ¿Asesinato? ¿Quieres decir que él está muerto?

– No. Descansa cómodamente -dije-. La gente siempre duerme mejor con sus cabezas en un ángulo de noventa grados. Parece cómodo, ¿verdad?

– No hay necesidad del sarcasmo -dijo Paige fuertemente-. Tal vez tú estás acostumbrada a transportar cadáveres, pero yo no.

– Una vida segura. ¿Se supone que eres una bruja y nunca has tenido que matar a nadie?

La voz de Paige se apretó aún más-.Usamos métodos alternos de defensa.

– ¿Como qué? ¿Hacer hechizos para que sus atacantes tengan pensamientos felices? ¿Convertir sus armas en flores? ¿Paz y amor por todos?

– Yo habría usado un hechizo para atraparlo -dijo Paige-. Mantener al tipo vivo para luego interrogarlo. Wow. Esa es una idea novedosa. Si no lo hubieras matado, tal vez podríamos haber hablado con él.

– Oh, eso es cierto. Los hechizos para atrapar ultraeficientes de Paige. Te diré algo. La próxima vez que vea a un tipo apuntarte con un arma, te dejaré hacer las cosas a tu manera. Comienza tu invocación y ve si puedes terminar antes de que él te mate a tiros. ¿Es un trato?

Paige levantó el arma, la abrió, quitó un dardo de tranquilizante, y lo sostuvo -Nadie quería matarme.

– ¿Está seguro de eso? -preguntó una voz masculina.

Paige y yo brincamos. Incluso Ruth alzó la vista, asustada. En la esquina del dormitorio había un hombre vestido con el mismo traje negro que el muerto en el suelo. Era de altura y peso medios, con pelo castaño, pero no corto al estilo militar. Sólo un rasgo distinguible, una cicatriz fina que recorría desde la frente hasta la nariz me aseguraba que nunca había visto a este hombre antes. Eché un vistazo hacia la puerta del pasillo. Todavía estaba cerrada y con llave. La muda de ropa de Paige estaba colgada de ella. Entonces, ¿Cómo había entrado este tipo?

– Me alegra oír que no habrías matado al pobre Mark -dijo el hombre, sentándose en el borde de la cama, estirando las piernas y cruzando los tobillos-. Muy deportivo de tu parte. Supongo que lo que se dice de las brujas es verdadero. Tan desinteresadas, tan preocupadas por otros, tan increíblemente ingenuas.

Caminé hacia él.

– ¡No lo hagas! -silbó Paige.

– ¿Esta es el werewolf? -El hombre giró sus sucios ojos marrones hacia mí, en un vistazo lleno de satisfacción -. Mejor de lo que esperé. ¿Así pues, vienes, chica-lobo? ¿O tienes cosas físicas que hacer? -su sonrisa satisfecha se ensanchó.

Eché un vistazo a Paige y Ruth.

– Oh, ellas vienen también -dijo el hombre-. Pero no estoy preocupado por ellas. Sólo brujas, tú sabes. Harán lo que les digan que hagan.

Paige hizo ruido con su garganta, pero Ruth puso una mano refrenándola en su brazo.

– De modo que, ¿Nos secuestras? -Pregunté.

El hombre bostezó-. Eso parece, ¿verdad?

– ¿Qué significa esto para ti? -preguntó Paige.

– ¿Veamos? -El hombre me miró-. Esto son brujas para ti. Me hacen sentir culpable. Apelan a mi lado más amable, más suave. Lo cual podría funcionar, si yo tuviera uno, claro.

– ¿Entonces trabajas para Ty Winsloe? -dije.

– Oh, vamos, señoras. Y tanto como me gustaría charlar acerca de mis motivaciones y las posibilidades de los Yanquees en la Serie Mundial…

Embestí contra él, saltando los cinco pies entre nosotros. Mis manos sobresalieron, listas para agarrarlo por el pecho y volcarlo hacia atrás. Pero no lo hicieron. En cambio, golpeé el aire vacío y caí en la cama, enroscándome rápidamente y girándome antes del contraataque. Pero no vino. Giré para ver al hombre apoyarse en la puerta del dormitorio, con la misma expresión aburrida en su cara.

– ¿Es lo mejor que puedes hacer? -suspiró-. Gran desilusión.

Avancé hacia él, lentamente, con los ojos fijos en él. Cuando estuve lo bastante cerca para oír el latido de su corazón, me detuve. Él sonrió abiertamente otra vez y sus ojos chispearon con anticipación infantil, como un niño impaciente por comenzar un juego. Su garganta palpitó, palabras moviéndose hacia su boca. Antes de que él pudiera decir algo, balanceé mi pie derecho, enganché sus piernas, y tiré. Él cayó hacia atrás. Entonces desapareció, por un segundo cayéndose hacia atrás como un ladrillo, y al siguiente – no estaba allí. Simplemente no estaba.

– Inteligente -dijo él desde algún sitio detrás de mí.

Giré para verlo de pie en el cuarto de baño por junto al cadáver.

– Eres buena en esto-dijo él, una sonrisa iluminando sus ojos-. Me encantaría darte otra oportunidad, pero mis compatriotas ya están en camino. No puedo dejarles encontrarme jugando con el enemigo. No lo entenderían. Humanos.

Él se inclinó para coger el arma con el tranquilizante que Paige había dejado caer. Los labios de Ruth se movieron. El hombre se detuvo a mitad de alcanzarla, sus brazos podrían haberse flexionado y tocado el metal. Pero su mano no se movió.

– ¡Avancen! -dijo Ruth, tomando su monedero desde el suelo-. Esto no durará.

Paige corrió a través del cuarto, agarró mi brazo, y me arrastró hacia la puerta. Me sacudí y me volví hacia el hombre. Él estaba inmovilizado. No importaba si no durara. No necesitaba mucho tiempo. Avancé hacia él. Paige agarró mi brazo otra vez.

– ¡No hay tiempo! -dijo-. Él podría romperlo en cualquier segundo.

– Vete -dije.

– No -dijo Ruth.

Juntas me empujaron hacia puerta. Resistí, pero estaban claro que no irían a ninguna parte sin mí, y yo no tenía ningún interés en arriesgar la vida de nadie, incluida la mía. De modo que corrí hacía la escalera. Ellas me siguieron.

Habíamos bajado casi dos tramos de escaleras cuando oí sonido de pasos subiendo al fondo. Giré y empujé a Paige hacia atrás. Mientras corríamos a la salida del tercer piso, alguien gritó desde abajo. El sonido de pasos se volvió un rápido latido cuando se dirigieron hacia arriba tras nosotras.

Pasé por delante de Ruth y Paige y las conduje por el pasillo hacia la escalera de enfrente. Nuestros perseguidores estaban ya en el tercer piso cuando nos escapamos por la otra puerta. Hacia abajo por las escaleras. La salida de emergencia de la primera planta. Las alarmas resonaron.

Paige se dio vuelta hacia el norte. Agarré su brazo y la tiré hacia atrás.

– Esa es la calle -siseé, empujándola delante de mí cuando nos dirigimos al sur.

– Ellos no nos matarán a tiros delante de la gente -dijo detrás de mí.

– ¿Quieres apostar? ¿Cuánta gente crees que habrá ahí a las cuatro treinta de la mañana?

– Sólo corre -dijo Ruth-. Por favor.

Las alarmas parecieron alentar a los hombres. Tal vez alguien los detuvo. Yo no lo sabía y no me preocupaba. Todo lo que importaba era que corrimos hasta el final sur del callejón, giramos al Oeste, y estábamos a mitad de camino ese callejón antes de que pudiera oír a nuestros perseguidores saliendo del hotel, ladrando órdenes. El callejón Oeste se acabó. Nuestras opciones eran: el sur a un callejón sin salida o el norte hacia la calle. Con Ruth y Paige vestidas con camisones de noche, no estaba segura de que correr en dirección a la posible seguridad de la calle era una buena idea. Pero “el callejón sin salida” tenía una apariencia realmente siniestra. Entonces giré al norte y seguí corriendo. Realmente, “correr” era una exageración. Llámenlo un trote rápido. Mientras Paige lograba mantenerse a mi lado, obligar a su tía ya entrada en años a correr a mi paso normal habría sido tanto una sentencia de muerte como abandonarla allí.

Al salir a la calle, topamos con un callejón estrecho que iba hacia el Oeste y viré por él. Los hombres estaban rodeando ahora la esquina norte, su respiración pesada como el aullido de sabuesos tras nuestros talones. Me alegré de que Ruth y Paige no pudiesen oírlo. Delante, un contenedor de basura bloqueaba la ruta Oeste. Podía ver una vuelta al sur y supuse que había una vuelta hacia el norte también. No había. Peor aún, la bifurcación hacia el sur terminaba en una pared de 3 metros.

– Sobre el contenedor -susurré-. Brincaré y las levantaré.

Ruth sacudió la cabeza -Allí abajo -respiró con dificultad, señalando al sur.

– Pero no hay…

– Esconderse -dijo.

Bizqueé hacia el callejón oscuro. No había ninguna cubierta allí, aparte de sombras. Me di vuelta hacia Ruth para decirle, pero vi su cara. Estaba carmesí, su pecho elevándose, cada respiración la hacía estremecerse. No podía ir más lejos.

Asintiendo con la cabeza, las conduje hacia el callejón del sur e hice señas para que nos quedáramos de pie contra la pared Oeste, donde las sombras eran más profundas. Puse a Ruth, con su camisón de noche amarillo pálido, en el lugar más alejado, cubierta por Paige y pro mí. Eso no ayudaría. Ellos nos verían. Un vistazo por este callejón y estaríamos atrapadas. Todo que yo podía hacer ahora era prepararme para confrontarlos.

Apenas nos habíamos colocado en las sombras cuando tres hombres hicieron un alto delante del contenedor. Uno era el tipo de la cerradura, el otro era el Houdini del cuarto del hotel, y el tercero era otro clon de estilo militar.

– No te muevas -susurró Paige, tocando mi brazo.

No creí que eso ayudara, pero si las hacía sentirse mejor, me quedaría quieta hasta fuéramos descubiertas. Los hombres miraron el contenedor, luego echaron un vistazo hacia el callejón del sur, demasiado rápido para vernos. El tipo de la cerradura caminó desde un lado del contenedor al otro.

– Bloqueado -dijo-. No hay otro camino aparte de saltar.

– ¿Con una señora vieja? -dijo el tipo nuevo-. De ninguna manera.

El Houdini se apoyó contra la pared de ladrillo del norte, tomó un cigarrillo de su bolsillo, y prendió una cerilla La llama iluminó su rostro durante un segundo, luego chisporroteó en la oscuridad. Chupó una calada mientras los dos tipos militares discutían sobre la probabilidad de que hubiésemos escalado el contenedor. ¡Hola! Estábamos a 6 metros de distancia, a casi plena vista. Pero nadie dijo que los militares eran reclutados por sus cerebros. Además, mientras más miraba a estos tipos, más dudaba de que actuaran bajo los auspicios de cualquier ala de la milicia estadounidense. Entonces, ¿Qué era ellos? ¿Militares jubilados tal vez? Más probablemente militares descartados. O esos grupos de milicia que aparecen con frecuencia alarmante en los noticiarios americanos. No importaba. Brillantes, no eran.

Cuando me volvía hacia Houdini, él me miró directamente. Sabía exactamente donde estábamos. ¿Por qué no se lo decía a sus compañeros? Porque quería que sudáramos. La extensión del juego del gato y el ratón. Levantó el cigarrillo e inhaló. La ascua roja brilló en la noche, luego cayó, parpadeando en la oscuridad antes de tocar la tierra en una cascada de chispas. Cuando caminó hacia el callejón del sur, me tensé y contuve el aliento. Sus ojos exploraron el callejón, sobre nosotras pero no en nosotras. Tierno. Fingía no poder vernos. Tranquilizarnos con un sentido falso de seguridad. Bastardo sádico. Contuve mi aliento y me preparé para el ataque.

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