Después de que Carmichael se marchó, estudié la videocámara buscando signos de actividad, pero estaba silenciosa y quieta.
– Entonces -dijo Haig-. ¿Por qué estás aquí?
– Violación y pillaje.
Las comisuras de su boca se elevaron -Habría sido mi primera conjetura. ¿Encuentras los alojamientos de tu gusto?
– ¿Mi residencia, quiere decir?
Otra sonrisa ladeada -Oh, entonces tú eres el werewolf. Yo no sabía si era cortés preguntar. Emily Post no cubre circunstancias como esta. werewolf. Hmmm. Yo tuve un paciente con licantropismo una vez. Se sentía obligado a girar tres veces antes de sentarse en el canapé. Tres intentos. Pero siempre tenía que inclinarse para hacerlo.
Recordé como Carmichael se había dirigido a él -Doctor Haig -dije-. ¿Entonces es un loque-psiquiatra?
– Loquero, sí. Mis capacidades especiales no son muy provechosas en la vida diaria. Supongo que podrían ayudar si yo fuera un asesino internacional, pero soy terrible. Y por favor llámame Armen. La formalidad parece bastante fuera de lugar aquí.
– Soy Elena. ¿Psiquiatría, eh? ¿Entonces conocías a Matasumi? ¿Antes de venir aquí?
– Yo había oído de él -Sus labios oscuros se torcieron en una mueca de repugnancia-. Parapsicología. Con reputación de rodear el código de ética de investigación.
– ¿Realmente? imaginémoslo. No debes tener ninguna escasez de gente para analizar aquí, entre los cautivos y los captores.
– De manera bastante alarmante, las personas en las jaulas con mayor probabilidad usarían mis recomendaciones para liberarse.
– Matasumi tiene algunos problemas definidos -dije-. ¿Y Bauer?
– Uno de los sanos, realmente. Sólo triste. Muy triste.
No era la impresión que yo tenía, pero antes de que pudiera exigir detalles, Armen continuó-.El que me más gustaría subir al canapé es a Tyrone Winsloe. Aunque una vez que lo tuviera allí, estaría profundamente tentado de atarlo y correr como el diablo.
– ¿Qué está mal con él?
– ¿Por dónde comienzo? Tyrone Winsloe es -Armen movió su cabeza hacia la puerta; pasos entraban en la sala de espera, luego se detuvieron fuera de la sala en ese momento. Él bajó su voz-. Si necesitas ayuda… para adaptarte, por favor pregunta. Este no es un lugar muy agradable. Mientras más pronto podamos estar fuera de esto, más pronto nos sentiremos todos mucho mejor.
Mientras él me observaba con mirada conocedora, yo supe que no se ofrecía a ayudarme con mi ajuste psicológico.
– Como iba diciendo, mi habilidad especial no es demasiado útil -murmuró-. Pero soy muy observador… como psiquiatra. Y como todos, siempre puedo usar el compañerismo. Como soporte moral. Recursos adicionales y fuerza. Eso creo, es tu especialidad. Fuerza.
La manija dio vuelta. Carmichael la abrió de golpe con su cuaderno de notas y entró, mientras hojeaba páginas.
– Está lista, entonces, Sra. Michaels -dijo. Su escolta está en la sala de espera.
– Un placer conocerte, Elena -dijo Armen mientras me iba-. Disfruta tu estadía.
Bauer y los guardias me llevaron de vuelta a la sala de descanso/cuarto de interrogación. Un guardia me sujetó a las cadenas de sujeción de piernas y torso, y quitó las cadenas de mi brazo, lo cual me agradó hasta que comprendí que sólo me habían dejado las manos libres para que pudiera comer el almuerzo. Una vez que terminé, volvieron las esposas. Entonces Matasumi y Tess se unieron a nosotros, y aguanté dos rounds de interrogatorios.
Un par de horas más tarde, cuando Bauer volvió, observé a través del pasillo. La celda de enfrente estaba vacía.
– ¿Dónde está Ruth? -pregunté.
– Un leve problema. Está en el hospital.
– ¿Está bien?
– No hay ningún peligro inmediato. Reaccionamos de manera exagerada probablemente, pero la salud de nuestros huéspedes es muy importante.
– ¿Puedo verla cuándo vuelva?
– Temo que no será posible -dijo ella, extendiendo la mano hacia la puerta de mi celda-. Pero he hecho arreglos para que tengas compañía de una clase diferente.
– Me gustaría hablar con Ruth.
Dejando abierta mi puerta, Bauer entró como si yo no hubiese dicho nada. Los guardias me empujaron para que avanzara. Di un paso en mi celda, luego me detuve. Los pelillos de mi nuca se elevaron, y algún antiguo instinto me advirtió que mi guarida había sido invadida.
– ¿Recuerdas a Leah, verdad? -dijo Bauer.
La medio demonio pelirroja estaba sentada a mi mesa, sirviendo una copa de vino. Me echó un vistazo y sonrió.
– Hey -dijo ella-. Elena, ¿verdad?
Asentí con la cabeza.
– Bienvenida a la fiesta -dijo ella, levantando su copa-. ¿Puedes creer esto? Vino, queso, galletitas saladas. No como tan bien ni siquiera en casa. ¿Te unirás a nosotras, Sondra?
– Si no se oponen.
– Un exquisito merrier -Leah emitió una sonrisa cien por ciento libre de sarcasmo-. ¿Puedo servirles un vaso señoras?
– Por favor -dijo Bauer.
No contesté, pero Leah llenó dos vasos más. Mientras Bauer avanzaba para tomar la suya, yo sólo podía bostezar. ¿Una fiesta de queso y vino? Por favor, díganme que están bromeando.
– ¿Te gusta blanco? -preguntó Bauer, extendiéndome un vaso-. Es una muy buena cosecha.
– Uh-gracias -Tomé el vino y logré sentarme en una silla, una tarea que parecía mucho más difícil de lo que debiera.
– Elena es periodista -dijo Bauer.
– ¿De verdad? ¿TV o radio? -preguntó Leah.
– Escrita -murmuré, aunque salió como un murmullo gutural, peligrosamente cerca de un gruñido.
– Hace el trabajos freelance -dijo Bauer-. Cubre la política canadiense. Es canadiense.
– ¿Oh? Interesante. Ustedes tienen un primer ministro, ¿verdad? No un presidente.
Asentí con la cabeza.
Leah soltó una risa humilde-.Bien, esa es la extensión de mi conocimiento de política internacional. Lamentable.
Bebimos a sorbos nuestro vino.
– Leah es ayudante del sheriff en Wisconsin -dijo Bauer.
Asentí con la cabeza, luchando para pensar en algún comentario pertinente para hacer y quedándome en blanco. Oh, por favor, Elena. Puedes hacer algo mejor que esto. Di algo. Di algo. No te sientes allí como una gruñona, una idiota que asiente con la cabeza. Después de que hubimos mencionado mi carrera, yo debería haber preguntado a Leah sobre la suya. Así era como funcionaban las charlas. Mi experiencia socializando con otras mujeres era desconcertantemente breve, pero ciertas reglas se tenían como ciertas no importando a quién te dirigías.
– Entonces es una policía -dije, luego me estremecí interiormente. Duh. Si no podía salir con algo más inteligente que eso, debería mantener mi boca cerrada.
– No es tan excitante como suena -dijo Leah-. Sobre todo no en Wisconsin. ¿Queso, alguien?
Ella cortó trozos de un redondo queso Gouda y ofreció la tabla de queso. Cada uno de nosotras tomó uno, junto con una galletita salada que se desarmó impropiamente como cuando la mordí. Mientras masticábamos, Bauer rellenó nuestras copas medio vacías. Derribé la mía, rezando para que esto pudiera ayudar, luego noté que ambas mujeres me miraban.
– Más fuerte de lo que creí -dije-. Tal vez debería atenerme al agua.
Bauer sonrió-.Bebe todo lo que quieras. Hay más de donde este vino.
– Así pues, ¿vives en Canadá? -preguntó Leah.
Vacilé, pero comprendí que si no contestaba, lo haría Bauer. Mi vida no era exactamente un secreto por aquí-.En el Estado de Nueva York.
– Su marido es americano -dijo Bauer-. ¿Clayton es tu marido, verdad? No pudimos encontrar un registro de matrimonio, pero cuando los seguíamos, noté que él llevaba puesto un anillo de boda -Ella echó un vistazo a mi mano izquierda-. Oh, pero tú no lo llevas. Era un anillo de compromiso el que llevabas, sin embargo, ¿verdad?
– Larga historia -dije.
Leah se inclinó hacia adelante-.Esas son siempre las mejores.
Me eché poco a poco hacia atrás en mi silla-.¿Y qué hay acerca de ustedes dos? ¿Casadas? ¿Novios?
– He superado al material casadero en mi pequeña ciudad -dijo Leah-. He puesto mi nombre para que me transfieran antes de que los viudos de setenta años comiencen a parecer bien.
– Estuve casada -dijo Bauer-. Rebelión juvenil. Me casé con él porque mi padre lo prohibió y pronto comprendí que a veces los padres saben realmente lo mejor para nosotros.
– ¿Qué hace tu marido? -Leah me preguntó.
– Clayton es antropólogo -contestó Bauer antes de que yo pudiera desviar la pregunta.
– ¿Oh? Suena… fascinante.
Bebiendo a sorbos su vino, Bauer soltó una risa tonta-. Admítelo, Leah. Suena absolutamente horrible.
– No dije eso -dijo Leah.
Bauer vació su copa y la rellenó -No, pero lo pensaste. Confía en mí, ese tipo no es ningún académico aristocrático. Deberías verlo. Rizos rubios, ojos azules, y un cuerpo… Material de dios griego."
– ¿Tienes una foto? -me preguntó Leah.
– Uh, no. Entonces, te gusta…
– Tenemos algunas imágenes de vigilancia arriba -dijo Bauer-. Te las mostraré más tarde. Elena es una muchacha muy afortunada.
– Las belleza no lo es todo -dijo Leah, soltando una sonrisa perversa-.Es el rendimiento lo que cuenta.
Estudié las burbujas de mi copa. Oh, por favor, por favor, por favor, que no pregunten.
Leah derribó su vino -Tengo una pregunta. Si no es demasiado personal.
– Y aun si lo es -dijo Bauer con una risa tonta.
Oh, por favor, por favor, por favor…
– ¿Ustedes cambian en lobos, verdad? -dijo Leah. Entonces, cuando tú y tu marido son lobos, todavía son… ya sabes. ¿Son todavía amantes?
Bauer inspiró tan fuerte que el vino roció su nariz. Bien, era una pregunta aún peor que preguntar como era Clay en la cama. Esto era una pesadilla. Mi peor pesadilla. No sólo lanzada a una fiesta de queso y vino con dos mujeres que apenas conocía, sino con dos mujeres que sabían todo sobre mí y estaban un poquito achispadas. Que el suelo se abra y me trague ahora. Por favor.
– El queso está realmente bueno -dije.
Bauer se rió con tanta fuerza que comenzó a tener hipo.
La puerta se abrió de golpe. Una guardia metió su cabeza dentro.
– ¿Sra. Bauer?
En un parpadeo de ojo, Bauer estuvo sobria. Ella tosió una vez en su mano, luego se enderezó, su rostro tan regio como siempre.
– ¿Sí? -dijo.
– Tenemos una situación -dijo él-. Con el prisionero tres.
– No son prisioneros -soltó ella, poniéndose de pie-. ¿Cuál es el problema con el Sr. Zaid?
– Su ropa no está.
Leah inspiró una risa y cubrió su boca con la servilleta de lino.
– ¿Qué ha hecho él con ellas? -preguntó Bauer.
– Él no ha hecho, uh, nada, señora. Terminó su ducha y ellos, uh, no estaban. Entonces comenzó el inf…, digo, jaleo. Maldiciones, vociferaciones. Toda esa cosa de vudú. Se la necesita. Inmediatamente.
La molestia revoloteó a través de la cara de Bauer -diga al Sr. Zaid… -se detuvo. Vaciló-. De acuerdo. Le hablaré. Entre. Ya volveré.