– Por favor dime que no crees en esta basura – dijo una voz al lado de mi hombro.
Miré a mi compañero de asiento. En la mitad de los cuarenta años, traje formal, laptop, una pálida línea alrededor de su dedo anular desde donde había removido su anillo de boda. Toque agradable. Muy discreto.
– No deberías leer una mierda así -dijo él, mostrando un destello del pastel con café que comía-. Eso pudrirá tu cerebro.
Asentí con la cabeza, sonreí cortésmente, y esperé que se marchara, al menos tan lejos como pudiera en un avión volando a varios miles pies. Entonces volví a la lectura de las páginas que había impreso desde el sitio web believe.com.
– ¿Realmente dice werewolves? – dijo mi compañero de asiento-. ¿Algo así como colmillos y piel? ¿Michael Landon? ¿I Was a Teenage Werewolf ¨?
– ¿Michael…?
– Uh, una vieja película. Antes de mi época. Vídeo, tú sabes.
Otro asentimiento políticamente correcto. Otro no tan políticamente correcto intento de volver a mi trabajo.
– ¿Es verdadera? -preguntó mi compañero de asiento-. ¿Alguien está vendiendo información acerca de werewolves? ¿Werewolves? ¿Qué tipo de gente compraría una mierda así?
– Yo lo haría.
Él se detuvo, su dedo apuntando a mis papeles, luchando para convencerse de que alguien podría creer en werewolves y no ser un completo loco, al menos no si ese alguien era joven, femenina, y estaría en el asiento contiguo durante otra hora. Decidí ayudar.
– Por cierto -dije, poniendo mi mejor acento de rubia sin aliento-. Los Werewolves están cerca. Los vampiros arribaron cinco minutos antes. Gótico, puf. Yo y mis amigos, lo intentamos una vez, pero cuando teñí mi pelo negro, se puso verde.
– Eso es, uh.
– ¡Verde! ¿Puedes creerlo? ¿Y la ropa que querían que nos pusiéramos? Totalmente increíble. Así pues, Chase dijo, ¿y qué hay acerca de los werewolves? Él oyó acerca de este grupo en Miami, entonces les hablamos y ellos dijeron que los vampiros ya no estaban. Los Werewolves eran la nueva sensación. Chase y yo fuimos a verlos, y tenían estos trajes, piel y dientes y esa basura, y nosotros nos pusimos esas cosas, hicimos reventar las píldoras y rápidamente éramos werewolves.
– ¿Uh, realmente? – dijo él, sus ojos lanzándose a buscar una ruta de escape-. Bien, estoy seguro.
– Podíamos correr y saltar y aullar, y salimos a cazar, y uno de los tipos agarró un conejo, y, bueno, sé que esto parece extraño, pero teníamos tanta hambre y el olor de la sangre.
– Podrías perdonarme – interrumpió el hombre-. Tengo que usar los servicios.
– Seguro. Te ves un poco verde. Probablemente mareado. Mi amigo Tabby tiene ese mal. Espero que te sientas mejor, porque yo iba a preguntarte si querías venir conmigo esta noche. El grupo de werewolfs estará en Pittsburgh. Habrá un Gran Aullido esta noche. Me encontraré con Chase allí. Él es algo así como mi novio, tú sabes, y es realmente adorable. Creo que te gustaría.
El hombre masculló algo y se movió en el pasillo más rápido de lo que uno pensaría posible para un tipo que parecía no haber excedido la velocidad de paseo desde la escuela secundaria.
– Espera a que te cuente sobre el Gran Aullido – lo llamé-. Son tan espectaculares.
Diez minutos más tarde, todavía no volvía. Maldita vergüenza. Ese mareo podía ser un verdadero hijo de puta.
Volví a mi lectura; believe.com era un sitio web que vendía información sobre lo paranormal, un eBay sobrenatural. Era atemorizante que tales cosas existieran. Incluso más atemorizante era que ellos pudiesen obtener ganancias; believe.com dedicaba una categoría entera a subastar pedazos de ruinas de una nave espacial que, en la última cuenta, tenía 320 artículos a la venta. Werewolves no alcanzaba a tener su propia clasificación. Estaban incluidos en “Zombis, Werewolves, y Otros Fenómenos Demoníacos Diversos”. ¿Fenómenos demoníacos diversos? Los Demonios no tenían nada que ver con el tipo. Yo no era Demonio. Bien, tal vez expulsar a un desdichado tipo de su asiento en el avión no era exactamente agradable, pero seguramente no era demoníaco. Un fenómeno demoníaco diverso lo habría empujado por la escotilla de escape. Yo apenas había estado tentada hacerlo.
Sí, yo era una werewolf, lo había sido desde que tenía veinte años, hace casi doce. A diferencia de mí, la mayor parte de los werewolves nacen werewolves, aunque no puedan cambiar forma hasta que alcanzan la adultez. El gen que pasa de padre a hijas-hijos no sirve para las mujeres. El único camino para que una mujer se convierta en werewolf es ser mordida por un hombre lobo y sobrevivir. Eso es raro, no la parte de la mordida, sino la parte de la supervivencia. Yo había vivido principalmente porque fui recogida por la Manada – que es exactamente lo que suena: una estructura social basada en una manada de lobos, con un Alfa, que protegía el territorio, y claramente definía reglas, cuya regla número uno era que no matamos humanos a menos que sea absolutamente necesario. Si queremos conseguir vitaminas, vamoss a la tienda de comida rápida más cercana – como cualquier persona corriente. Los que no son parte de una manada de werewolves, a quienes llamamos perros mestizos, comen humanos porque no se molestan en luchar contra el impulso de cazar y matar, y los humanos son el objetivo más abundante. Las Manadas de lobos cazan ciervos y conejos. Sí, yo había matado y comido a Bambi y Thumper. A veces me preguntaba si la gente no consideraría eso ni siquiera demasiado espantoso, en un mundo donde un perro lanzado de un coche atrae más atención de los medios de comunicación que niños asesinados. Pero me desvío.
Como parte de la Manada, vivía con el Alfa, Jeremy Danvers, y Clayton Danvers, su hijo adoptivo/guardaespaldas/segundo al mando, quién era también mi socio/amante/amargura de mi existencia… Pero esto se está complicando. De vuelta al punto. Como todos los demás en la Manada, yo tenía responsabilidades. Uno de mis trabajos era supervisar la Internet en busca de signos de algún perro mestizo que estuviera llamando la atención. El lugar que vigilaba era believe.com, aunque raramente encontraba algo que mereciera más que una desdeñosa leída. En febrero pasado había perseguido algo en Georgia, no tanto porque el problema mereciera alarmas mayores, sino porque el Estado de Nueva York había estado en medio de una tormenta de nieve de una semana y cualquier lugar al sur de las Carolinas sonaba a cielo.
El mensaje que leía ahora era diferente. Tenía alarmas resonando con tanta fuerza que después de que lo hube leído el martes, había dejado un mensaje para el vendedor inmediatamente, y había concertado una reunión con él en Pittsburgh para el viernes, esperando tres días únicamente porque no quería parecer demasiado impaciente.
El mensaje decía: “Werewolves. Información valiosa para vender. Sólo verdaderos creyentes. Dos personas sin hogar asesinadas en Phoenix en 1993-94. Al principio creídas matanzas de perros. Gargantas rasgadas. Cuerpos parcialmente comidos. Una huella canina de gran tamaño encontrada cerca del segundo cuerpo. Todas las demás huellas borradas (¿perros muy prolijos?). Un zoólogo identificó la huella como la de un lobo muy grande. La policía investigó los zoológicos locales y concluyó que el zoólogo estaba equivocado. La tercera víctima fue una prostituta. Su compañera de habitación dijo que ella tuvo una invitación para toda la noche. Encontrada muerta tres días más tarde. El mismo patrón de las matanzas anteriores. La compañera de habitación condujo a la policía al hotel usado por la víctima. Se encontraron pruebas de sangre limpias en la habitación. Policía poco dispuesto a cambiar foco a asesino humano. Decididamente la tercera víctima fue asesinada por un tipo que siguió el patrón de las matanzas anteriores (¿Un perro copión?). El caso permanece abierto. Todos los detalles en registro público. Revisar el Arizona Republic para verificar. El vendedor tiene más. Los medios de comunicación son bienvenidos.
Una historia fascinante. Y completamente verdadera. Jeremy era responsable de comprobar el periódico buscando matanzas y otras actividades potencialmente werewolf. En el Arizona Republic él había encontrado el artículo que describía la segunda matanza. La primera no había salido en los periódicos porque una persona sin hogar muerta no era noticia. Yo había ido a investigar, llegando demasiado tarde para ayudar a la tercera víctima, pero a tiempo para asegurar que no habría una cuarta. El perro mestizo culpable estaba sepultado bajo seis pies de arena de desierto. La Manada no era amable con asesinos de hombres.
No habíamos estado preocupados por la investigación de la policía. En mi experiencia, los detectives de homicidios son un grupo brillante, bastante listo como para saber que no hay tal cosa como werewolves. Si encontraran cuerpos con evidencias caninas, verían una matanza ocasionada por perros. Si encontraran cuerpos con evidencias humanas, verían la matanza de un psicópata. Si encontraran cuerpos tanto con evidencias humanas como con caninas, verían a un psicópata con un perro o un asesinato terminado por un perro. Nunca, ninguna vez, habían visto un cuerpo parcialmente comido, con huellas de patas, y piel de perro y dicho, "¡Mi Dios, tenemos a un werewolf!" Incluso los tipos raros que creían en werewolves no veían tales asesinatos como matanzas de werewolfs. Estaban demasiado ocupados buscando bestias enloquecidas, medio humanas que aúllan a la luna llena, bebés robados de sus cunas, y huellas dejadas al azar que misteriosamente cambian de patas a pies. De modo que cuando leí algo como esto, tuve que preocuparme del resto de la información que el tipo vendía.
La parte de “los medios de comunicación son bienvenidos” me preocupó también. Casi todos los mensajes en believe.com terminaban con “los medios de comunicación no necesitan informarse". Aunque los vendedores fingieran que la advertencia era supuestamente para desalentar a los periodistas de los periódicos populares que destrozarían sus historias, realmente estaban preocupados de que un reportero legítimo los pudiera sacar a la luz y humillarlos. Cuando iba a investigar tales reclamaciones, usaba el aspecto de ser un miembro de una sociedad paranormal. Esta vez, ya que el vendedor no tenía ningún problema con los medios, pretendí ser una periodista, lo que no era en su mayor parte una exageración, ya que era mi profesión, aunque mi trabajo típico fueran artículos a medio tiempo acerca de los políticos canadienses, lo cual evidentemente nunca incluía ninguna mención de fenómenos demoníacos, aunque eso pudiera explicar la subida de los neo-conservadores.
Una vez en Pittsburgh, agarré un taxi, me registré en un hotel, dejé mis maletas y me dirigí a la reunión. Se suponía que me encontraría a la vendedora, Sra. Winterbourne, – afuera de un lugar llamado Té para Dos. Era exactamente lo que parecía, una tienda cursi que se vendía té pasado el medio día y almuerzos ligeros. El exterior era de ladrillos blanquecinos adornados con rosa pálido y azul. Filas de antiguas teteras se alineaban en los alféizares. Dentro había diminutas mesas bistró con telas de lino blancas y sillas del hierro forjado. Entonces, después de todo este trabajo para hacer el lugar tan repugnantemente dulce como era posible, alguien había pegado un pedazo de cartón marcado a mano en la ventana delantera informando a los transeúntes que la tienda también vendía café, café exprés, latte, y “otras bebidas a base de café."
La Sra. Winterbourne había prometido encontrarme delante de la tienda a las tres treinta. Llegué a las tres treinta y cinco, eché una ojeada dentro, y no encontré nadie esperando, entonces salí otra vez. Perder el tiempo delante de un salón de té no es como hacerlo en una cafetería. Después de unos cinco minutos, la gente dentro comenzó a mirarme fijamente. Un camarero salió y preguntó si podía "ayudarme." La aseguré que esperaba a alguien, en caso de que me confundiera con un vagabundo solicitando bollos de sobras.
A las cuatro, una mujer joven se acercó. Cuando me di vuelta, ella sonrió. No era muy alta, medio pie más pequeña que mis cinco pies con diez. Probablemente a principios de sus veinte años. Pelo castaño rizado, facciones regulares, y ojos verdes, el tipo de mujer joven más a menudo descripta como “agradable”, aquella cómoda descripción significaba que no era una belleza pero no había nada que la condujera al reino de la fealdad. Llevaba puestos lentes de sol, un sombrero de ala ancha, y un vestido que dejaba entrever la clase de figura que los hombres amaban y las mujeres odiaban, las curvas llenas tan calumniadas en un mundo de Jenny Craig [1] y Slim-Fast
– ¿Elena? -preguntó, su voz un contralto profundo-. Elena… ¿Andrews?
– Uh-si – dije-. ¿Sra. Winterbourne?
Ella sonrió-. Una de ellas. Soy Paige. Mi tía llegará dentro de poco. Llegó temprano.
– No – dije, devolviendo una sonrisa de alto voltaje-. Usted llega tarde.
Ella parpadeó, asombrada por mi descortesía-. ¿No se suponía que nos encontraríamos a las cuatro treinta?
– Tres treinta.
– Estaba segura.
Tiré la impresión de nuestra correspondencia por e-mail de mi bolsillo.
– Ah -dijo, después de un vistazo rápido-. Tres treinta. Lo siento tanto. Debo haberlo apuntado incorrectamente. Me alegro de haber llegado brevemente más temprano entonces. Debería llamar mi tía y decirle.
Cuando tomó un teléfono celular de su bolso, di un paso lejos para permitirle intimidad, aunque con mis sentidos auditivos aumentados podría haber oído la conversación murmurada a cien pies de distancia. A través del teléfono, oí a una mujer vieja suspirar. Prometió reunirse con nosotras cuanto antes y luego le hizo una ¿advertencia? a su sobrina para que no comenzara sin ella.
– Bien -dijo Paige, apagando el teléfono-. Mis disculpas otra vez, Sra. Andrews. ¿Puedo llamarle Elena?
– Por favor. ¿Deberíamos esperar dentro?
– Realmente, este es un mal lugar para algo como esto. La tía Ruth y yo tomamos café aquí esta mañana. La comida es grandiosa, pero es demasiado tranquilo. Se pueden oír conversaciones desde a través de la sala. Supongo que deberíamos haberlo imaginado, pero no somos muy experimentadas en esta clase de cosas.
– ¿No?
Ella se rió, una sonrisita ronca-. Supongo que oyes mucho de esto. La gente no quiere confesar que está inmersa en esta clase de situaciones. Estamos en ello. No lo negaré. Pero este es nuestra primera… ¿cómo lo llamarías? ¿Venta? De todos modos, ya que el salón de té resultó ser una mala opción, teníamos un menú pedido y los tomaremos en nuestro hotel. Mantendremos la reunión allí.
– ¿Hotel? – Yo había pensado que ella vivía en Pittsburgh. Los vendedores por lo general arreglaban reuniones en su ciudad natal.
– Es unos bloques más allá. Un paseo fácil. Intimidad garantizada.
Grandes campanas de advertencia se oían. Cualquier mujer, hasta una tan desafiada en su feminidad como yo, sabía que no era la mejor opción ir al cuarto de hotel de un extraño. Parecía una película de horror dónde la heroína va sola a la casa abandonada después de que todos sus amigos fenecen de muertes horribles y la audiencia sentada grita, “¡No vayas, perra estúpida! Bien, yo era la única gritando, “¡Continúa, pero atrapa al Uzi!". Caminar de cabeza al peligro era una cosa; caminar desarmada era otra. Afortunadamente para mí, estaba armada con la fuerza de Supergirl. Y si eso no sirviera como truco, mi acto de Clark Kent venía con colmillos y garras. Un vistazo a esta mujer, de apenas cinco pies con dos, casi una década menor que yo, me dijo que no tenía nada por qué preocuparme. Por supuesto, tenía que simular preocupación. Era lo esperado.
– Umm, de acuerdo -dije, echando un vistazo por sobre mi hombro-. Yo preferiría un lugar público. No quisiera ofender…
– No tiene importancia -dijo ella-. Pero todo mi material está en el hotel. Nos detenemos brevemente allí, y si todavía no te sientes cómoda, podemos agarrar mis cosas, encontrarnos con mi tía, e ir a otra parte. ¿Está bien?
– Supongo -dije, y la seguí calle abajo.