A las diez volví al cuarto de Paige, su comida todavía caliente en mi mano. La encontré sola.
– ¿Dónde está Cassandra? -pregunté.
– Fuera. Buscando comida o compañía. Reúso ser lo primero y estoy calificada para ser lo último. Género incorrecto.
– Se supone que nadie debe estar solo. ¿Sabe Jeremy que ella se alejó de ti?
– No, y no chismorrearé, esto quedará entre nosotros. Personalmente, me siento segura cuando ella no está. Un vampiro no es exactamente mi opción ideal para un compañero de habitación. Un ataque de hambre a medianoche y soy un caso perdido. Yo estaba quedándome con Adam, pero compartir un cuarto con Cassandra ponía en tensión los nervios de Kenneth, por lo que cambiamos.
– De modo que tú y Adam están… ¿juntos?
Ella frunció el ceño, luego atrapó el sentido y se rió -Oh, Dios, no. Hemos sido amigos desde que éramos niños. Confía en mí, sabemos demasiado el uno del otro para algo más -caminó hacia la mini nevera-. ¿Puedo ofrecerte algo para beber? Tengo agua embotellada, soda diet. Nada más fuerte, me temo.
– Está bien.
– Sólo quieres que vaya al grano, ¿verdad?
– No quise decir…
Ella agitó una mano -No te preocupes. Sé que estás cansada y, otra vez, te pido perdón por acosarte. Es sólo, bueno, que estoy trabajando en especificaciones, huellas, y ese tipo de cosas en el complejo. Sé que no los necesitamos en seguida, pero, bueno, quiero mantenerme ocupada. Es más fácil -mordisqueó su labio inferior, miró a lo lejos-. Es más fácil si tengo algo que hacer, mantener mi mente ocupada.
Yo sabía lo que quería decir. El año pasado cuando dos de mis hermanos de Manada murieron, sólo la acción había aplacado mi pena. Yo me había lanzado a buscar a los mestizos que los habían matado, en parte por venganza y en parte para impedirles hablar extensamente de sus muertes. En la preparación de nuestro ataque contra los que habían matado a Ruth, Paige hacía lo mismo. Lo entendía.
– Tengo la mayor parte de ello listo ya -dijo ella, pasándome un ordenador portátil desde la mesa-. Todo lo que necesito es que rellenes unos pocos espacios en blanco.
Hojeé sus notas -Realmente, Jeremy tiene la mayor parte de esto. Podrías…
– Conseguirlo de él. Claro. Seguro -Ella se dio vuelta, pero no antes de que yo viera el parpadeo de desilusión en su rostro-. Supongo que debería haber sabido que él estaría dos pasos delante de mí. De acuerdo, entonces, pues eso era todo lo que quería. Lamento esto. Yo no pensaba.
– Ah, espera. Hay un par de cosas aquí que Jeremy no había preguntado -mentí-. No estoy cansada aún. Y rellenaré todo lo que falta. Incluso si ya se lo he dicho a Jeremy, nunca es malo tener dos copias.
– ¿Oh? -Por primera vez desde que había llegado, su sonrisa tocó sus ojos-. Eso es grandioso. Gracias.
Como decía, yo sabía como se sentía. Bien, yo no sabía exactamente como se sentía ella, no teniendo ni idea de cuán cercana había estado a su tía, pero entendía que necesitaba algo que hacer, algo que la hiciera sentir que estaba tomaba medidas. Darle eso era lo menos que podía hacer.
Cuando terminamos, ofrecí pasar la noche en el cuarto de Paige, arguyendo que Cassandra no parecía tener ninguna prisa en volver y en que Jeremy estaba compartiendo nuestro cuarto, de modo que nadie estaría solo si yo me quedaba. Paige se negó. Me aseguró que su hechizo de cerradura no dejaría pasar intrusos y su hechizo de protección la advertiría si alguien traspasaba las cerraduras. Sospeché que ella quería estar a solas con su pena, por lo que no seguí con el asunto.
Esa noche soñé con escapar del complejo. Repetidas veces. Cada vez las circunstancias eran diferentes, pero un elemento permanecía igual. Dejaba a Savannah. A veces me olvidaba de ella hasta que estaba fuera y era demasiado tarde. Otras veces mi culpa era más obvia. Corría por delante de su celda y no me detenía. La oía gritar mi nombre y no me detenía. Veía a Leah extender su mano para agarrarla… y no me detenía. Finalmente cuando el sueño jugaba su enésima versión, yo corría hacia la puerta de salida abierta. Entonces Savannah aparecía al otro lado, animándome a salir. Me detenía. Giraba. Y corría hacia la otra salida.
Me enderecé, jadeando. Clay estaba despierto, sosteniéndome, quitando mi cabello empapado de sudor de mi cara.
– ¿Quieres hablar de ello? -preguntó.
Cuando sacudí mi cabeza, sus brazos se apretaron, pero no miré su cara. No quería. Esto no era algo de lo cual no podía hablar con él. Él sólo trataría de convencerme que yo había hecho lo correcto escapándome del peligro. Si la situación fuera al revés, ¿Querría yo que Clay arriesgara su vida para salvar a un extraño? Por supuesto no. Pero el punto sería discutible porque Clay nunca tomaría ningún riesgo para salvar a un extraño. Él se lanzaría delante de una bala para proteger a su Manada, pero no se detendría a ayudar a una víctima de accidente. Si yo estuviera allí, él lo haría por complacerme, pero si estuviera solo, el pensamiento nunca cruzaría por su mente.
No esperaba que Clay se preocupara por Savannah. Bien, tal vez yo todavía tenía la esperanza de que él desarrollara conciencia social, pero había aprendido que tal cambio estaba al lado de la paz mundial en la escala de deseos bien intencionados pero ingenuos. Clay se preocupaba por su Manada y sólo su Manada. ¿Cómo podría yo esperar que él entendiera mi culpa por Savannah?
Cuando me relajé en los brazos de Clay, noté a Jeremy a través del cuarto, apoyado sobre su codo, mirándome desde su cama. Levantó sus cejas en una pregunta tácita. ¿Quería hablar con él? Le dirigí una pequeña sacudida de mi cabeza y me deslicé en la cama. Yo podía sentir que ambos me miraban, pero cerré mis ojos y fingí dormir. Finalmente el cuarto estaría tranquilo. Cuando eso sucedió, me deslicé sobre mi espalda y me quedé allí en la oscuridad, pensando.
¿Había saltado a las conclusiones con demasiada prontitud, cuándo decidí que había sido Leah la que causara el problema y culapara a Savannah? ¿Y si persuadía a Jeremy a atacar antes, y luego descubriera que había estado confundida? ¿Y si la gente moría debido a ese error? ¿Y si yo no hacía nada y Savannha moría debido a ese error? Tenía que encontrar un terreno neutral. Si tuviéramos información suficiente, actuar rápidamente sería nuestra ventaja. ¿Sabíamos lo suficiente? O, más exactamente, ¿Cuáles eran nuestras posibilidades de más aprendizaje? Muy pocas. Teníamos los datos que yo había reunid del interior del complejo, más lo que Clay había aprendido de explorar el lugar, más lo que los demás habían descubierto en su investigación. Independientemente de lo que no sabíamos todavía, probablemente nunca lo averiguaríamos. Teníamso que concentrarnos en formular un plan.
Fuera, una puerta vecina hizo clic. Me tensé y escuché. Nuestro grupo ocupaba todos los cuartos de esta ala. ¿Alguien salía? No, espera. Probablemente era Cassandra volviendo. Comprobé el reloj. Dos treinta y cinco. Oh, esto era grandioso. Le pedíamos que vigilara a Paige y ella se tomaba la mitad de la noche. Paige podría no querer delatarla, pero Jeremy tenía que saber que no podíamos confiar en Cassandra para resguardar a Paige.
Cuando me recliné en la almohada, oí zapatos que se arrastraban contra el pavimento fuera. Eché un vistazo a Clay y a Jeremy. Profundamente dormidos. Salí de la cama y fui de puntillas a la ventana. Levantando una esquina de la cortina, miré detenidamente para ver a Paige pasar a través del aparcamiento, la maleta en una mano, el ordenador portátil en la otra. ¡Mierda!
Procurando no despertar a los chicos, tiré mis vaqueros y camisa y salí sigilosamente por la puerta. Paige rodeó la jaula de pájaros y desapareció en la oscuridad más allá. Descalza, correteé tras ella, un ojo en mi objetivo, otro en el pavimento, buscando cristales rotoa. Cuando alcancé la jaula, un faisán se despertó, abrió un ojo soñoliento, luego graznó y revoloteó en el aire. ¡Maldito! A veces había desventajas serias en ser un hombre lobo. Incluso cuando corrí lejos de la jaula, varias otras aves despertaron y añadieron sus voces al alboroto. Tanto por un acercamiento sigiloso. Corrí a través de la arboleda donde había visto desaparecer a Paige y la encontré en un aparcamiento auxiliar. Estaba de pie al lado de un coche, frunciendo el ceño en dirección a las aves que habían entrado en pánico. Cuando me vio, hurgó con las llaves, apenas consiguiendo abrir la puerta antes de que yo llegara.
– Uh, hola -dijo, falsificando una sonrisa brillante-. Estás fuera tarde.
– ¿Vas a algún lugar? -pregunté.
– Ummm, sólo a buscar algo para comer -Ella se apoyó en el asiento del conductor-. Lo que me trajiste se enfrió así pensé que iría a ver si puedo encontrar un local o algo.
– No te opondrás si me uno a ti entonces -dije mientras abría la cerradura de la puerta de pasajeros y me deslizaba dentro. Gesticulé hacia su maleta-. Infierno de bolso que tienes allí.
Ella puso sus manos en el volante, hizo una pausa, luego me echó un vistazo -Me marcho, Elena. Sé que este es un mal modo de hacerlo, pero temía que alguien tratara de detenerme. Es demasiado para mí. Me echo atrás.
– Lamento lo de tu tía.
– Ella -Paige miró por el parabrisas-. Ella no era mi tía.
– Oh, bien, tu hermana de Aquelarre o lo que fuera.
– Ella era mi madre.
– ¿Tu…?
– Así es como funciona en el Aquelarre -dijo Paige, manteniendo sus ojos en el parabrisas-. O como solía funcionar. La vieja manera, a desde los tiempos de mi madre. Las brujas no se casaban, de modo que evitaban el estigma de la maternidad solteras criando a sus hijas como sobrinas. Nadie fuera del Aquelarre sabía la verdad. En mi caso Adam lo sabe, pero es parte de ello. Cuando mi madre era joven, estaba demasiado ocupada preparándose para ser la líder del Aquelarre como para pensar en un heredero. Una vez que se convirtió en la líder, comprendió que el Aquelarre vacilaba y decidió que necesitaba una hija, alguien a quien poder entrenar y preparar a su propio modo. De modo que cuando tuvo cincuenta y dos años, usó la magia para tener una hija. Yo.
– ¿De modo que eso significa que tú eres…?
– La líder oficial del Aquelarre -Sus labios se curvaron en una sonrisa sardónica-. Sería gracioso si no fuera tan ridículo. Una líder de veintidós años -inhaló bruscamente y sacudió su cabeza-. No importa. El caso es que he sido entrenada para esto. Para la responsabilidad. No puedo esperar que Jeremy o Kenneth o Cassandra me acepten como líder aún, pero sé que puedo hacerlo. Ahora mismo, sin embargo, tengo que irme a casa. Hay cosas que deben ser hechas, arreglos.
– Entiendo -Me incliné hacia su regazo y levanté el ordenador portátil que ella había dejado resbalar entre su asiento y la puerta-. Pero si te vas a casa, no necesitarás esto.
Ella me lo quitó-.Ah, realmente, lo necesito. Para los archivos del Aquelarre.
– Tú no te vas a casa, Paige. Vas al complejo.
Ella forzó una risa-.¿Sola? Estaría loca.
– Exactamente mis sentimientos. Entiendo que debas querer vengar a tu madre, y prometo que lo conseguirás cuando volvamos, pero no hoy.
Cuando la confusión revoloteó a través de su cara, comprendí que la venganza no era su motivo. Entonces recordé la advertencia de Ruth, diciéndome que dejara a Paige saber sobre Savannah o ella insistiría en rescatar a la muchacha.
– Vas tras Savannah -dije.
– Tengo que hacerlo -dijo tranquilamente.
– ¿Porque tu Aquelarre lo espera?
– No, porque yo lo espero. ¿Cómo puedo ser la líder del Aquelarre si dejo morir a esta muchacha? ¿Cómo podría vivir conmigo misma? Mira, no soy estúpida y no soy suicida. No entraré allí, lanzando hechizos, destrozando el lugar. Yo no podría hacer eso de cualquier manera. Todo lo que quiero es a Savannah. Tendré cuidado. Me tomaré mi tiempo, exploraré el lugar, y encontraré un modo de sacarla. Ustedes no tienen que preocuparse de esto. Es asunto de brujas. Yo…
La puerta de Paige voló, casi volcándola a tierra. Clay introdujo su cabeza en el coche. Paige brincó y se corrió hacia mí.
– ¿Qué está pasando? -preguntó.
– Paige quiere ir tras Savannah.
– ¡Oh, mierda! -Él cerró de golpe la puerta y caminó a zancadas hasta mi lado-. Déjame adivinar. Ella va tras la niña y necesita tu ayuda.
– No… -comenzó Paige.
– Ella no pidió mi ayuda -dije, saliendo del coche-. Quiere hacerlo sola.
– ¿Entonces ella decidió contarte sobre ello primero? ¿Hablarte aquí afuera, decirte que ella está a la altura, y esperar que tú la dejes ir sola? Estupideces. Ella se aprovecha de tu compasión. Insistirás en ir con ella y…
– Ella no me llamó -dije-. La seguí.
Paige se deslizó del coche, se enderezó, y encontró los ojos de Clay-.Haré esto sola, Clayton. No estoy pidiendo ni aceptando ninguna ayuda.
– ¿Estás loca? -Él avanzó y trató de arrancarle las llaves deñ puño, pero se alejó. Él se detuvo y ofreció su mano-. Dámelas, Paige. No vas a ninguna parte.
Ella miró desde Clay hacia mí, como si tasara sus posibilidades de fuga.
– Ni lo intentes -dije-. Hay dos de nosotros. Podemos superarte. Podemos dejarte fuera de combate. A menos que tengas un hechizo del día del juicio final bajo la manga, no te marcharás.
Ella echó un vistazo sobre su hombro y pareció lista para correr cuando Jeremy salió de los arbustos detrás de ella. Ella vaciló. Luego sus hombros se encorvaron y las llaves se deslizaron de su mano.
– Ven dentro -dijo Jeremy-. Hablaremos.
– Tengo que sacar a Savannah -dijo Paige cuando entramos en nuestro cuarto de motel-. Ustedes no lo entienden. No lo espero tampoco. Como le dije a Elena, esto es asunto de brujas.
– Entendemos que estás preocupada por ella -comenzó Jeremy.
Paige giró para afrontarlo -¿Preocupada? Estoy aterrorizada por ella -Ella hojeó su ordenador portátil y pinchó un dedo en una página-. Mira, anoté todo lo que sucedió esa noche que Elena se escapó. Dividí los acontecimientos en potencial hechicero contra la actividad de un medio demonio telekinético. Hay algunos traslapes, pero entre los dos cubren todo. Ahora, ¿Cuáles son las posibilidades de que este hechicero y medio demonio de manera independiente decidieran armar el infierno durante la misma noche? Seguramente es posible que uno comenzara las cosas y el otro participara, pero lo dudo. Este medio demonio trabaja con un hechicero.
– De acuerdo -dije.
La mirada fija de Paige viajó a través de nuestras caras -¿Ves? No lo entiendes. No puedes.
– Explícanos -dijo Jeremy.
Ella inhaló -Los hechiceros odian a las brujas. Y viceversa. La enemistad es la más grande en la historia de las razas sobrenaturales. Nuestra versión de los Hatfields y los McCoys. Sólo que los hechiceros hacen todos los disparos. Somos un feo recordatorio -Ella inhaló otra vez-. Ustedes no necesitan una lección de historia. Sólo confíen en mí en esto. Si Leah trabaja con Katzen, y ella culpa a Savannah de asesinato, entonces es un problema. Un gran problema. No puedo comenzar a comprender su motivación, pero sé que Savannah está en peligro. En una noche, Winsloe y sus cohortes han perdido a ambos werewolves y han sufrido un daño indecible a su instalación. ¿Quién cargará sobre sus hombros la culpa de todo esto? La niña bruja. ¿No es eso lo que te dijo Leah antes de que escaparas? ¿Que Savannah lo había hecho?
– Ellos no matarán a Savannah -dije-. Ella es demasiado importante.
Incluso cuando dijel as palabras, oí mi propia duda. Con Bauer y Carmichael muertas, Winsloe y Matasumi eran los únicos jefes que quedaban. Matasumi podría querer a Savannah viva, pero él sólo era un científico. Winsloe tenía el dinero efectivo, entonces él era el responsable. Recordé la conversación que había oído por casualidad entre Matasumi y el hombre que asumía era Katzen. Esa vez, Winsloe ya había comenzado a hacer valer su peso, escogiendo y eligiendo la clase de cautivos que quería. Winsloe no tenía ningún interés en las brujas. Yo sabía eso. Savannah estaba sola ahora, sin siqueira Xavier para protegerla.
– Esto es pura especulación -dijo Clay.
– Lo cual admito totalmente -dijo Paige-. Lo qué es el por qué no pongo en peligro ninguna vida, aparte de la mía.
– No puedes hacer eso -dijo Jeremy-. Si eres la nueva líder del Aquelarre, tienes que considerar los intereses superiores de tu Aquelarre. ¿Qué pasa si pierden tanto a Ruth como a su sucesora? Tienes la responsabilidad de mantenerte viva, sólo hasta que hayas seleccionado y entrenado a la siguiente líder.
– Pero…
– Veamos lo que podemos hacer -dijo él-. Dame tus notas y examinaremos lo que tenemos.