EXILIO

Después del desayuno del día siguiente, Bauer despertó.

Yo estaba sentada al lado de su cama, absorta en mis pensamientos, tal como había estado toda la mañana. Cuando abrió sus ojos por primera vez, pensé que era una acción refleja. Sus ojos se abrieron, pero no se movía, sólo contemplaba el techo, inexpresiva. Entonces parpadeó.

– ¿Doctora? -Dije.

Carmichael hizo un ruido y alzó la vista de su papeleo. Una fracción de segundo más tarde, estaba en el lado de la cama. Le llevó un rato a Bauer para despertarse. Supongo que si uno ha estado exánime durante días, no pasas a estar gritando exactamente, por lo cual deberíamos ser agradecidos, ya que ella no saltó gritando, considerando todas las cosas sucedidas.

Le tomó aproximadamente veinte minutos a Bauer despertar lo suficiente para moverse. Trató de cambiar de lado, pero las cadenas la contuvieron. Echó un vistazo hacia abajo bruscamente, frunció el ceño, vio las restricciones, y lanzó una mirada deslumbrante a Carmichael. Su boca se abrió, pero sólo un susurro salió, tan suave que ni siquiera yo pude distinguir las palabras. Carmichael recibió el mensaje, sin embargo, y rápidamente soltó las restricciones de sus brazos.

– Uh, esa no es una idea tan buena -dije.

– Ella está demasiado débil para hablar, mucho menos para moverse -dijo Carmichael.

Los ojos de Bauer se movieron desde mí a Carmichael, siguiendo nuestro intercambio. Ella buscó mi cara sin un parpadeo de reconocimiento. Entonces vi el destello. Me recordó. Sus ojos se estrecharon.

– Qu -Se detuvo y tragó-. ¿Qu-qué hace ella aquí?

– Elena me ha estado ayudando, Sondra. Desde tu… desgracia.

– ¿Mi-? -Bauer tragó otra vez, su lengua chasqueando sobre sus labios secos-. ¿Qué desgracia?

– Dale a Sondra un vaso de agua, Elena.

Otra vez la mirada fija de Bauer se posó en mí-.¿Qu-qué hace ella aquí?

– Trae el agua y luego haz que los guardias te llevan a pasear. Tengo que hablar con Sondra.

Recuperé el agua y traté de ignorar la segunda mitad de la petición, pero Carmichael me echó. Yo sabía que no debería dejar a Carmichael sola con Bauer. También sabía que no tenía ningún sentido discutir la doctora. Entonces me conformé con salir con los guardias del cuarto y aconsejar a los guardias de la puerta para que tomaran posiciones dentro. Para mi sorpresa, obedecieron. Habría sido un signo alentador de mi crecimiento poder y posición si no hubiera sospechado que ellos querían entrar en el hospital para poder contar a sus colegas cuentos acerca de ser los primeros en ver al nuevo werewolf despierto.


***

Después de mi paseo, Tucker nos encontró fuera del hospital.

– Déjenla con Peters y Lewis dentro -dijo Tucker-. Luego bajen a las celdas y escolten a la señorita O'Donnell a la celda de Zaid.

– Pensaba que el Doctor Matasumi había anulado todas las visitas -dijo uno de mis guardias.

– Katz-el doctor Matasumi cambió de opinión.

– Pero pensé que había dicho…

– Cambió de opinión. La señorita O'Donnell visitará a Zaid durante una hora, seguida de una visita de una hora con la señorita Levine.

– ¿Cómo esta Savannah? -Pregunté.

Tres pares de ojos me miraron, como si las paredes hubieran hablado. Durante un momento pareció que nadie iba a contestarme, entonces Tucker dijo bruscamente, -Ella está bien.

– Sabes, me opondría a verla yo misma -dije-. Tal vez tranquilizarla un poco.

– La señorita O'Donnell puede hacer eso -dijo Tucker, luego se giró y se encaminó pasillo abajo.

Los dos guardias me condujeron hacia el cuarto. Bauer todavía yacía sobre la cama. Carmichael estaba sentada al lado de ella, sosteniendo su mano. Asumí que Bauer había caído dormida, luego noté que sus ojos estaban abiertos. Carmichael me hizo señas para que permaneciera en silencio.

– Sé que esto es un shock -murmuró Carmichael-. Pero tienes buena salud y…

– ¿Buena salud? -escupió Bauer, dándose vuelta hacia Carmichael con ojos ardientes-. ¿Sabes qué siento ahora mismo? Esto-esto -Su mano izquierda trató de mover el aire, pero sólo logró una débil agitación antes de sufrir un colapso de vuelta abajo-. Este no es mi cuerpo. No soy yo. Es- está mal. Horriblemente, asquerosamente mal. Y los sueños -Soltó un grito ahogado-. Oh, Dios. Los sueños.

Carmichael tocó la ceja de Bauer. Bauer cerró los ojos y pareció relajarse. Entonces abrió sus ojos y me vio.

– Sácala de aquí -dijo Bauer.

– Comprendo que Elena podría no ser la persona que más quieres ver.

– Sácala de aquí.

Carmichael apretó la mano de Bauer-.Sé que ella es un recordatorio de lo que ha pasado, pero la necesitas, Sondra. Ella entiende por lo que pasas, y puede ayudarnos. Sin ella…

– ¿Sin ella? -Bauer me miró y retiró sus labios en un gruñido-. Sin ella, yo no estaría aquí.

– Entiendo tu cólera, Sondra. Si no hubiera sido por Elena que vino aquí, esto nunca habría pasado. Pero no puedes culparla-

– ¿No puedo culparla? ¿No puedo culparla? -La voz de Bauer se elevó-. ¿Quién demonios piensas que me hizo esto?


***

Una hora más tarde, estaba de vuelta en mi celda.

Después de todo lo que yo había hecho, cada riesgo que había tomado, una acusación de una werewolf recién transformado, media loca y estaba en mi maldita celda. Yo había cuidado a Bauer hasta que volvió su salud. Yo había prevenido a Carmichael de administrar medicinas que amenazaran potencialmente su vida. Me había lanzado entre Bauer y los guardias armados. ¿Cómo me pagaba ella? Me culpó, y no sólo en un sentido figurado -porque había usado mi saliva- sino literalmente acusándome de convertirla en werewolf. ¿Locura, verdad? ¿Y la jeringuilla? ¿La marca de aguja? Pruebas que me exoneraban. ¿Qué pensaban ellos, que había robado una jeringuilla del hospital durante mi prueba física, la llené con mi saliva, y pinché el brazo de Bauer? Era exactamente lo que ellos pensaban. O lo que Matasumi pensaba. Carmichael parecía tener el sentido de comprender que esto era absurdo. Ella no lo había dicho tan claramente, pero había discutido para mantenerme en el hospital, y cuando había sido obligada a marcharme, había caminado hacia mí y había prometido “arreglar las cosas”.

¿Cuán buena como aliada podía ser Carmichael? Ella era una empleada sin verdadera autoridad. Cuando sólo Matasumi y Winsloe habían sido los responsables, la fuerte voluntad de Carmichael se había metamorfoseado en verdadero poder. En batallas de personalidad, Matasumi estaba indefenso. Winsloe tenía la fuerza de voluntad necesaria para desafiar a alguien, pero él se reservaba de meterse en la vida cotidiana del complejo. De este modo, en ausencia de Bauer, Carmichael tenía pocos problemas para mantenerme en el hospital en contra de los deseos de Matasumi. Pero ahora Bauer estaba de vuelta. ¿Dónde dejaba esto a Carmichael? Sopesé las personalidades de ambas mujeres, tasando sus posibilidades.

Había un factor más para considerar. ¿Con cuanta fuerza lucharía Carmichael por mí? Ella hacía poco secreto de su desprecio por Winsloe y Matasumi, pero parecía tierna con Bauer. ¿Pondría a su debilitada paciente en una lucha de voluntades? Eso dependió de una cosa: la convalecencia de Bauer. Si Carmichael sintiera que me necesitaba para ayudar a Bauer, lucharía. Pero si Bauer se recuperaba sin recaer, yo estaría con una suerte de mierda. Mi mejor esperanza era que algo horrible sucediera, que Bauer perdiera el control, y que Carmichael y Matasumi comprendieran que necesitaban mi ayuda. Sabiendo de lo que un werewolf recién transformado era capaz, era realmente horrible desear algo por el estilo.


***

Realmente he estado alejada del favor. Si había alguna duda, pronto se desvanecieron. Los guardias trajeron mi desayuno dos horas tarde, lo dejaron, y se marcharon. Luego trajeron mi almuerzo. Nada pasó en el interino. Absolutamente nada. Carmichael no me llamaba para un chequeo. Matasumi no se acercaba para interrogarme. Xavier no se aparecía para una visita. Ni siquiera Tess se tomaba el deber de observar fuera de mi celda. Me dejaron con mis pensamientos, consumidos por recuerdos de la noche anterior. Sola con mis miedos, mis autorecriminaciones, y mi pena, reflexionando sobre la muerte de Armen, luego Ruth, luego mi propia situación, la que se ponía más difícil con cada hora que pasaba.

Alrededor de media tarde mi puerta se abrió, y salté de mi asiento tan rápido que habrían pensado que Ed McMahon estaba de pie allí, con un pase para la Cámara de Editores. De acuerdo, era sólo un guardia, pero llegado este punto, cualquier cara era bienvenida. Tal vez él venía para llevarme arriba. Tal vez venía para entregar un mensaje. Infiernos, tal vez venía sólo para hablarme. Seis horas de exilio y ya sentía como si yo hubiera pasado una semana en aislamiento.

El guardia entró, puso un florero de flores en la mesa, y se marchó.

¿Flores? ¿Quién me enviaría flores? ¿Carmichael que trataba de animarme? Correcto. ¿Matasumi pidiendo perdón por devolverme a la celda? Oh, sí. ¿Bauer agradeciéndome por todo mi trabajo desinteresado por ella? Eso debía ser. Con una risa amarga, giré las flores y leí la tarjeta.

Elena,

Lamento oír lo que sucedió.

Veré lo que puedo hacer.

Ty

Golpeé el florero de la mesa y apreté los puños, hirviendo de furia. ¡Cómo se atrevía! Después de la noche anterior, como se atrevía a enviarme flores, fingir preocupación por mi exilio. Fruncí el ceño hacia las flores esparcidas a través de la alfombra. ¿Esta era su idea de una broma? ¿O trataba de engañarme haciéndome pensar que se preocupaba? ¿Se burlaba de mí? O él, de su modo enrevesado, ¿Realmente se preocupaba? ¡Maldición! Gruñí y di una patada al florero a través del cuarto. Cuando no se rompió, avancé a zancadas, lo tomé con una mano, y me giré para lanzarlo hacia la pared. Entonces me congelé a mitad del tiro, los dedos todavía alrededor del florero. No podía hacer esto. No podía permitirme incurrir en la cólera de Winsloe. Una furia impotente me atravesó y fue casi suficiente para hacerme lanzar el florero a la pared, mandando al diablo las consecuencias. Pero no lo hice. Ceder a la rabia sólo le daría una excusa para hacerme daño otra vez. ¿Quería jugar juegos mentales? Bien. Me dejé caer de rodillas y comencé a juntar las flores, borrando todos los signos de mi cólera. La próxima vez que Tyrone Winsloe entrara en mi celda, vería sus flores amablemente dispuestas sobre la mesa. Y yo le agradecería por su preocupación. Sonreír y agradecer. Los dos podíamos jugar este juego.


***

A las siete de esa tarde, la puerta se abrió. Un guardia entró.

– Ellos te necesitan arriba -dijo.

La euforia se precipitó a través de mí. ¡Sí! Y no era demasiado pronto. Entonces vi su cara, la estrechez de su mandíbula fallando al ocultar la ansiedad en sus ojos.

– ¿Qué ha pasado? -Dije, poniéndome de pie.

Él no contestó, sólo giró y sostuvo la puerta. Dos guardias más esperaban en el pasillo. Todos traían sus armas fuera. Mi estómago se hundió. ¿Qué era esto, entonces? ¿Había pedido Bauer mi muerte? ¿Se había cansado Winsloe de jugar conmigo y había decidido cazarme? Pero esto no haría que los guardias estuvieran preocupados. Algunos, como Ryman y Jolliffe, lamerían sus labios de solo pensar en la perspectiva.

Cuando atravesé la puerta, el primer guardia me empujó en la espalda con su arma, no un golpe fuerte, más bien un golpecito impaciente. Tomé velocidad y rápidamente avanzamos hacia la salida de seguridad.


***

La sala de espera del hospital estaba atestada. Conté siete guardias, además de Tucker y Matasumi. Mientras daba un paso a través de la puerta, el tiempo redujo su marcha, mostrándome un montaje de impresiones visuales privadas de olor y sonido, como una película silenciosa avanzando con la manivela de a un fotograma por vez.

Matasumi estaba sentado, su rostro blanco, sus ojos contemplando la nada. Tucker en el intercomunicador ladrando órdenes silenciosas. Cinco guardias arracimados alrededor de él. Un guardia sentado al lado de Matasumi, con la cabeza entre sus manos, las palmas sobre sus ojos, humedad en su barbilla, una mancha húmeda manchando una manga de su camisa. El último guardia miraba la pared lejana, abrazándose a sí mismo con sus brazos, la cabeza inclinada, su pecho levantado. Mientras movía mi peso hacia adelante, mi zapato se deslizó. Algo hacía que el suelo estuviera resbaladizo. Eché un vistazo hacia abajo. Un delgado charco opaco color amarillento marrón. Vómito. Alcé la vista. La puerta del hospital estaba cerrada. Avancé, todavía con lentos movimientos. Las caras se voltearon. La muchedumbre se separó, no dejándome espacio pero alejarme. Nueve pares de ojos sobre mí, expresiones en los límites desde la aprehensión hasta la repugnancia.

– ¿Qué pasa aquí? -La voz de Winsloe detrás de mí rompió la ilusión.

Yo podía oler ahora: vómito, sudor, ansiedad, y miedo. Alguien murmuró algo ininteligible. Winsloe pasó por delante de mí para examinar la ventana del hospital. Todos hicieron una pausa, conteniendo colectivamente el aliento.

– ¡Mierda santa! -dijo Winsloe, su voz llena no de horror, sino de maravilla-. Elena hizo ah, mierda, ya veo. ¡Jesús jode a Cristo, debes ver esto!

Casi contra mi voluntad, mis pies se movieron hacia la puerta del hospital. Winsloe dio un paso al lado para darme espacio y poner su brazo alrededor de mi cintura, tirándome hacia él.

– ¿Puedes creer esto? -dijo, luego se rió-. ¿Supongo que puedes, verdad?

Al principio, no vi nada. O nada extraño. Más allá de la ventana había un mostrador, un fregadero blanco, de acero inoxidable antiséptico brillando como un artículo en una sala de exhibición de cocinas. Una fila de botellas estaba ordenada detrás del mostrador. La carpeta de Carmichael estaba en un ángulo perfecto de noventa grados al lado del fregadero. Todo ordenado y pulcro, como siempre. Entonces algo a lo largo de la base del mostrador saltaba a la vista. Una obscenidad dentro de la prístina limpieza. Una salpicadura con forma de estrella de sangre.

Mi mirada barrió el suelo. Una mancha de sangre de quince centímetros sobre el mostrador. Gruesas gotas caían en zigzag sobre carro volcado. El carro estaba tumbado, los contenidos dispersos y rotos. Un charco de sangre. Una marca de zapato en el charco, con los bordes perfectos. Luego otra mancha, más grande, un zapato ensangrentado deslizándose a través del suelo. El archivador. El gabinete de acero de cien de libras tirado, bloqueando la esquina lejana como si alguien lo hubiese arrastrado y se hubiese escondido detrás de su imperfecta barricada. Los papeles se dispersaban a través del suelo. Sangre salpicada sobre ellos. Bajo la cama, un zapato con la planta ensangrentada. Encima del zapato, una pierna. Giré para afrontar a los demás, para decirles había alguien allí. Mientras me daba vuelta, mi mirada viajó por la pierna hacia la rodilla, luego a una piscina de brillante carmesí, luego a la nada. Una pierna cortada. Mi estómago saltó a mi garganta. Me giré lejos, rápido, pero no lo bastante rápido. Vi una mano tirada a unos pies de la cama. Más cerca de la puerta, medio obscurecida bajo una bandeja derramada, un trozo sangriento de carne que había sido humano.

Algo golpeó la puerta, reverberando con tanta fuerza que tropecé hacia atrás con el impacto. Un rugido de furia. Un destello de piel amarillenta marrón. Una oreja. Un hocico empapado de sangre. Bauer.

– Tranquilizantes -Respiré con dificultad cuando recobré mi equilibrio-. Necesitamos sedarla. Ahora.

– Ese es el problema -dijo Tucker-. Está todo allí.

– ¿Todo? -Inhalé, parpadeando, luchando para lograr que mi cerebro trabajara otra vez. Froté una mano a través de mi cara, me enderecé y miré alrededor-. Debe haber un abastecimiento de reserva. ¿Dónde está la Doctora Carmichael? Ella debe saber.

Nadie contestó. Mientras el silencio se alargaba, mis tripas subieron y bajaron otra vez. Cerré los ojos y me obligué a examinar a través de la ventana. De vuelta al pie bajo la cama. El zapato. Un zapato negro blando y fuerte. El zapato de Carmichael.

Ah, Dios. No era justo. Era tan, tan, tan injusto. El estribillo corrió por mi cabeza, quitando todos los otros pensamientos. De todos en este maldito lugar. De todos aquellos que vería de buena gana morir. De esos pocos que me sentiría incluso feliz de ver morir de una muerte tan horrible como esta. No Carmichael.

La rabia se alzó en mí. Apreté los puños, cedí ante la cólera durante un momento, luego la empujé hacia atrás cuando me di vuelta para afrontar a los demás.

– Ella está totalmente Cambiada -dije-. Tienes a un werewolf completamente Cambiado y medio loco allí dentro, y si no actúas rápido, ella saldrá directamente por esta puerta. ¿Por qué están todos de pie alrededor? ¿Qué vas a hacer?

– La pregunta es -dijo Tucker-. ¿Qué vas a hacer ?

Me alejé de la puerta -Este es tu problema, no el mío. Te advertí. Advertí y advertí y advertí. Me usaste para ayudarle a recuperarse, entonces me devolviste a mi celda. ¿Ahora las cosas se han echado a perder y quieres que yo lo arregle? Bien, yo no hice este desastre en primer lugar.

Tucker hizo un gesto hacia los guardias. Uno se movió hacia la puerta, observando a través de la ventana, y girado la manija.

– Encontrarás sedantes en los armarios a lo largo de la pared lejana -dijo Tucker.

– De ninguna manera -dije-. De ninguna maldita manera.

Cuatro de los guardias restantes levantaron sus armas. Apuntaron esas armas contra mí.

– No voy a…

La puerta se abrió. Alguien me empujó. Mientras tropezaba hacia adentro, la puerta se cerró de golpe, agarrando mi talón y lanzándome al suelo. Poniéndome de pie, oí solamente el silencio. Luego un sonido vibró a través del cuarto, más lo sentí que oí. Un gruñido.

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