EXHIBICIÓN

Cuando avancé hacia Bauer, pasé al lado de una silla en frente de mi celda, probablemente donde Tess había estado tomando notas. Cuando eché un vistazo a la silla, comenzó a temblar. Me gustaría pensar que estaba asustada de mí, pero yo raramente invocaba esa respuesta en algunas criaturas, sin mencionar en objetos inanimados.

– ¿Zona de terremotos? -Pregunté.

– ¡Shhh!- Matasumi dijo, sosteniendo su mano arriba.

Matasumi se puso en cuclillas al lado de la silla y la estudió. La silla se meció de una diagonal a la otra, de acá para allá, más rápido, luego se ralentizó, luego recobró la velocidad, inclinándose casi al punto de darse vuelta, luego poniendo marcha atrás.

Matasumi me hizo señas para que avanzara. Cuando no me moví lo bastante rápido, él se agitó con impaciencia. Caminé hacia la silla. Se siguió meciendo. Matasumi empujó su palm hacia mí, diciéndome que me alejara. Lo hice. Ningún cambio. Él torció su dedo para hacerme señas que volviera, sus ojos nunca abandonaron la silla. Caminé hasta su lado. La silla se siguió meciendo, la velocidad no disminuía. De pronto se detuvo. Bauer me dirigió una amplia sonrisa, casi orgullosa.

– ¿Qué piensas de eso? -preguntó ella.

– Realmente espero que eso no signifique que este lugar está construido en una línea de falla.

– Oh, no. Elegimos el lugar con mucho cuidado. ¿No sentiste un temblor?

Sacudí mi cabeza.

– Verás que esta clase de cosas suceden a menudo aquí abajo -dijo ella-. No te alarmes si te despiertas por la mañana para encontrar tus revistas en la ducha o tu mesa de patas arriba.

– ¿Qué lo causa?

Ella sonrió -Ustedes.

– La Sra. Bauer quiere decir todos ustedes -dijo Matasumi-. Nuestros sujetos. Dudo que usted personalmente tuviera mucho impacto. Los Werewolves son conocidos por sus poderes físicos, no mentales. Estos acontecimientos comenzaron hace varias semanas, cuando nuestra colección de sujetos creció. Mi hipótesis es que resulta de la alta concentración de energía diversa. Ramalazos arbitrarios de energía ocasionan acontecimientos igualmente arbitrarios.

– ¿Entonces sólo sucede? ¿Nadie lo hace?

– No hay ningún patrón perceptible o sentido en los acontecimientos. Son también completamente inocuos. Nadie ha sido herido. Los monitoreamos estrechamente, ya que siempre está la posibilidad de que la energía pueda llegar a niveles peligrosos, pero en este punto, podemos decir sin peligro que no tiene ninguna razón para preocuparse.

– Si los objetos comienzan a volar, pato -dijo Bauer-. Ahora, reanudemos el viaje antes de que tengamos alguna otra interrupción -señaló el techo-. Estamos bajo tierra. Las paredes externas están construidas de varios pies de hormigón armado. Quizás no sea imposible romperlas – si tuviera una bola de destrucción, además de una excavadora para cavar la salida. El primer piso también está bajo tierra, por lo que este nivel está a más de quince kilómetros de profundidad. El techo es de acero sólido, al igual que el suelo. El cristal de dirección única es un diseño experimental especial. Es capaz de resistir… ¿Cuántas toneladas de presión, Lawrence?

– No conozco las especificaciones precisas.

– Entonces sólo diremos que “mucho”, -dijo Bauer-. Las puertas al final de los corredores están reforzadas con acero, al menos tan fuerte como el cristal. El sistema de seguridad requiere tanto comprobaciones de huellas dactilares como de retina. Tal como lo has descubierto por ti misma ya, las paredes entre las celdas no son tan completamente impenetrables. De todos modos, no se gana mucho haciendo mirillas a golpes hacia la siguiente celda, ya que, tal como pudiste ver, está vacía actualmente.

Ella gesticuló hacia la celda contigua. Estaba vacía, tal como la que estaba junto a la mía.

– Nuestro siguiente invitado podría ser familiar -dijo Bauer, conduciéndome más lejos y moviéndose hacia la izquierda.

El hombre estaba mirando la televisión. Altura media, pelo rubio sucio con algunas sombras más sucias debidas a un largo intervalo entre duchas, una sombra de pelo convirtiéndose en una barba de buen tamaño. ¿Familiar? Sólo vagamente. Por la introducción de Bauer, supuse que era un callejero, pero no podía estar segura sin olerlo. De las pocas docenas de callejeros en Norteamérica, yo podría reconocer aproximadamente a la mitad sólo de verlos. Para los demás, necesitaba un olor para empujar ligeramente mi memoria.

– ¿Werewolf? -pregunté.

– ¿No lo conoces?

– ¿Debería?

– Pensé que podrías. Él te conoce muy bien. Por la reputación, supongo. ¿Tienes tú algún contacto con los werewolves fuera de tu Manada?

– Tan poco como es posible.

Era cierto. No era nuestra forma de ser el asociarnos con callejeros. Lamentablemente, eso no significaba que carecíamos de contacto con ellos. Probablemente yo había tenido alguna escaramuza con éste antes, pero yo había tenido tantas escaramuzas con tantos callejeros que apenas podía separar una de la siguiente.

Bauer avanzó. Matasumi estaba justo detrás de nosotros ahora. Tess había reanudado su toma de notas, apuntando cada palabra mía. Tendría que comenzar a ser más elocuente. Si ellos me registraban para la posteridad, quería parecer al menos moderadamente inteligente. “ingeniosa” estaría bien.

– Justo a la derecha tenemos un sacerdote Vudú.

– Vudú es el nombre común -dijo Matasumi-. La terminología correcta es “Vudoun”.

Bauer agitó la mano con indiferencia, luego apuntó hacia la celda a la derecha. Yo sabía que tendría pesadillas sobre esto, soñando que estaba sentada en mi jaula rascando mi cabeza mientras Vanna White conduce excursiones guiadas por el exterior- “y a la izquierda tenemos un ejemplo raro de hembra Canis lupis homo sapiens, cuyo nombre común es “werewolf”.

El hombre en la jaula tenía la piel oscura, con rastas y una barba rapada. Fulminó con la mirada al cristal de dirección única como si pudiera ver a través de el, pero sus ojos estaban enfocados a unos metros de nuestro grupo. Sus labios se separaron y murmuró algo. No pude distinguir su idioma, pero reconocí la voz chirriante como la del hombre que había estado gritando antes.

– Nos maldice -dijo Bauer.

Matasumi hizo un extraño sonido de risa. Tess sofocó una risa tonta. Bauer puso uno de sus ojos en blanco, y todos se rieron.

– Los sacerdotes de vudú sólo tienen poderes de lo más insignificantes -dijo Bauer-. Son una raza menor. ¿Te es familiar ese término?"

Sacudí mi cabeza.

Matasumi habló -Tenemos la fortuna de tener a alguien del personal que es capaz de suministrarnos detalles de clasificación. Mayor y menor se refieren al grado de poder que una raza posee. Las razas principales incluyen a brujas, medio-demonios, chamanes, hechiceros, nigromantes, vampiros, y werewolves. Estos grupos son relativamente pequeños. Las razas menores son mucho más grandes. De hecho, sería un nombre poco apropiado llamarlos siquiera “razas” porque a menudo no tienen lazos de sangre entre ellos. Típicamente, son gente normal que muestra una cierta aptitud y puede ser entrenada para agudizar esos talentos. Estas razas menores incluyen a los sacerdotes Vudú, druidas, médiums, y muchos otros. A un lego esta gente puede parecerle que tienen un gran poder, pero en comparación con una bruja o un werewolf…

– No hay ninguna comparación -cortó Bauer-. No para nuestros objetivos. Este “sacerdote” no tiene ninguna habilidad que la bruja o el chamán más débil no pudiese sobrepasar. Nuestra primera y última incursión en el mundo de las razas menores.

– ¿Y por el momento ustedes lo mantienen aquí…? -pregunté.

– Hasta que necesitemos la celda -dijo Bauer.

Supuse que sería demasiado esperar que liberaran sujetos que demostraban ser inútiles.

– Ensayo y error -continuó Bauer-. Pese a ello, con mayor frecuencia hemos hecho excelentes elecciones. Por ejemplo, mira al invitado del cuarto siguiente.

El siguiente preso era otro hombre, hacia finales de la treintena, pequeño, con un constitución compacta, piel café clara, y rasgos sutilmente dibujados. Levantó su mirada de una revista, estiró las piernas, y reanudó su lectura. Cuando él alzó la vista, enmendé mi estimación de su edad, estaba a mitad de la cuarentena, incluso tal vez más cerca de la cincuentena.

– ¿Puedes adivinar lo que es él? -preguntó Bauer.

– Ni idea.

– Maldición. Esperaba que pudiera decirnos.

Matasumi forzó una sonrisa afligida. Tess soltó una risa obligada. Evidentemente una vieja broma.

– ¿No saben lo que es él? -pregunté.

– Ni idea -dijo Bauer-. Cuando lo recogimos, creímos que era un medio demonio, pero su fisiología está completamente mal. Como la mayor parte de las razas principales, los medio demonios tienen rasgos físicos comunes, tal como hemos aprendido del examen de los tres especimenes que hemos adquirido hasta ahora. Armen no comparte nada con ninguno de ellos. Su anatomía es suya propia. Sus poderes tampoco son de medio demonio.

– ¿Qué puede hacer?

– Es un camaleón humano -Ella acalló las protestas de Matasumi-. Sí, sí, el Doctor Matasumi le dirá que eso no es una descripción exacta, pero me gusta. Mucho más fácil de recordar que “especie desconocida con capacidades de contorsión facial” -me guiñó un ojo, otra vez como si compartiera conmigo una broma privada-.Vender lo es todo.

– ¿Capacidades de contorsión facial? -repetí.

– El sr. Haig puede cambiar a voluntad su estructura facial -dijo Matasumi-. Cambios menores únicamente. No puede convertirse, por ejemplo, en usted o en mí, pero podría cambiar su cara lo suficiente como para ya no parecerse a su foto de pasaporte.

– Uh-huh.

– No parece muy útil para la vida diaria, pero es increíblemente significativo en el esquema más grande de cosas. Este poder particular está completamente indocumentado en los anales de parapsicología. Estoy postulando un nuevo cambio evolutivo.

Él sonrió entonces, la primera sonrisa que yo había visto de él. Le quitaba décadas de la cara, iluminando sus ojos con un entusiasmo infantil. Me miró y esperó, sus labios se movían nerviosamente como si apenas pudiese contener el impulso de seguir.

– ¿Cambio evolutivo? -repetí.

– Mi hipótesis es que todas las razas sobrenaturales -las razas verdaderas, las razas principales- son el resultado de anomalías evolutivas. Por ejemplo, con los werewolves, en algún sitio en el pasado muy distante un hombre de alguna manera desarrolló la capacidad de transformarse en lobo. Un completo capricho de la naturaleza. También fue capricho el que mejorara su capacidad de supervivencia y por ésta se viera reflejada en su ADN, que pasó a sus hijos. Los poderes menores de un werewolf, longevidad, fuerza, mayor alcance en sus sentidos, pueden haber sido parte de este cambio inicial o pueden haber evolucionado más tarde, para dejar a los werewolves mejor preparados para llevar sus vidas. Anomalías similares explicarían los inicios de todas las razas principales.

– Excepto de los medio-demonios -dijo Bauer.

– Eso falta por decir. Los medio demonios son un híbrido por reproducción. Raramente transmiten sus poderes a su descendencia. Ahora, de vuelta al Sr. Haig. Si mi teoría es correcta, estos cambios evolutivos arbitrarios deben pasar con alguna frecuencia, no comúnmente, pero más a menudo, lo que explicaría las pocas razas principales existentes. Quizás algunas de estas desviaciones son tan recientes que no hay aún bastantes miembros como para clasificarlos dentro de una raza. Si es cierto, entonces el Sr. Haig puede ser el antepasado de una nueva especie. En unas cuantas generaciones, su poder podría desarrollarse exponencialmente. Donde el Sr. Haig sólo es capaz de engañar a un oficial de tráfico, su tataranieto podría ser capaz de cambiar su estructura física lo suficiente para transformarse en el oficial.

– Uh-huh.

Matasumi giró e hizo gestos hacia al último par de celdas a través del pasillo -Ahí están hay dos especimenes más interesantes. Observe a su izquierda primero, por favor.

En la celda al lado del callejero, una mujer yacía en la cama, sus ojos abiertos, contemplando el techo. Tendría aproximadamente mi edad, tal vez 1,65 metros de altura, 55 kilogramos. Cabello rojo oscuro, ojos verdes, y piel envidiablemente clara que parecía nunca haber tenido un defecto. Ella irradiaba vibraciones de buena salud, la clase de mujer que yo podría imaginar alegremente conduciendo un grupo de expedicionarios en el Parque Nacional.

– ¿Bruja? -pregunté.

– Medio demonio -dijo Bauer.

¿Entonces los medio demonios podían ser mujeres? Nadie había dicho eso por otra parte, pero yo había asumido que todos serían hombres, tal vez porque los únicos dos que yo había conocido eran hombres o tal vez porque cuando pensaba en “demonio” pensaba “hombre”.

– ¿Cuál es su poder? -pregunté.

– Telequinesia -dijo Bauer-. Puede mover cosas con su mente. Leah es la hija de un demonio Agito. ¿Posees familiaridad con la demonología?

– Uh-no. Los defectos de una educación moderna.

Bauer sonrió-.No hay mucha demanda por ello en estos días, pero es un sujeto fascinante. Hay dos tipos de demonios: Eudemonios y Cacodemonios. Eudemonios, los buenos, cacodemonios, los malos.

– ¿Demonios buenos?

– ¿Sorprendente, verdad? Aunque es una creencia religiosa común, la verdad. Sólo en la mitología cristiana es posible encontrar demonios tan poco… demonizados. Es cierto que ambas clases existen, aunque sólo los cacodemonios procrean. Dentro de cada uno de los dos tipos hay una jerarquía basada en el grado relativo de poder del demonio. Un Agito está muy arriba en la escala.

– Entonces supongo que la telequinesia es más que una broma de salón, después de todo.

– Mucho más -dijo Matasumi-. Las implicaciones y aplicaciones de tal poder son infinitas.

– ¿Qué puede hacer ella?

– Puede mover cosas con su mente -dijo Matasumi, parafraseando la descripción anterior de Bauer.

En otras palabras, no tenían ni idea lo que eran “las implicaciones y aplicaciones”. Seguramente la telequinesia sonaba bien, ¿pero qué podría realmente hacerse con ella? Además de tomar la sal de la cocina sin dejar la mesa.

– ¿Hay muchos medio demonios mujeres? -pregunté.

– Los hombres son más comunes, pero las mujeres no son desconocidas -dijo Matasumi-. Realmente seleccionamos a Leah por su género. Hemos tenido algunas dificultades con nuestros sujetos hombres, entonces pensé que las mujeres podrían ser más fáciles de manejar. Más pasivas.

– Mírenlo -dijo Bauer-. Está rodeado por mujeres aquí, Lawrence. Sí, las mujeres parecen hacer mejores sujetos, pero eso no tiene nada que ver con la pasividad. Las mujeres son más capaces de ponderar la situación y ver la inutilidad de la resistencia. Los hombres parecen sentir la obligación de aguantar, pase lo que pase. Tome por ejemplo a nuestro sacerdote de Vudú. Discursos enfáticos y maldiciones todo el día, cada día. ¿Ayuda eso? No Pero él sigue haciéndolo. ¿Cómo reacciona Leah a la misma situación? Se queda tranquila y coopera -Ella se giró hacia mí-. ¿Has visto alguna vez telequinesia?

– Uh, no -dije-. No lo creo.

Ella sonrió -Tiempo de ver una actuación entonces.

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