Houdini caminó hasta quedar a menos de un pie de mí, miró la pared de enfrente, luego giró su mirada hacia donde estaba yo. Aquí esta vamos. Se tomaba su agradable tiempo, pretendiendo no verme. Entonces, de pronto, encontraría mis ojos y bingo, disfrutaría con el miedo que esperaba ver allí. Apreté los dientes mientras su cabeza se giraba hacia la mía. Pero su mirada se siguió moviendo, directamente sobre mi cara, sus ojos no parpadeaban. Gruñó. Un músculo bajo su cicatriz hizo un espasmo. Se dio vuelta hacia la pared al final del callejón y alzó la vista. Entonces desapareció. Un crujido de papel hizo erupción al otro lado de la pared. Una maldición. Entonces estuvo de vuelta, caminando a zancadas hacia los imbéciles militares.
– Basura quieta al otro lado de la pared -dijo-. No tomaron ese camino. Sobre el contenedor o ustedes, chico, dieron una vuelta incorrecta. Comprobaré al otro lado del contenedor, pero apuesto por esto último. Humanos.
Sus compañeros comenzaron a refunfuñar, pero Houdini había desaparecido ya. Un minuto más tarde volvió.
– Charcos -dijo-. Sin pistas mojadas que conduzcan a ellas. Lo jodieron.
El tipo de la cerradura lo fulminó con la mirada-. ¿Si eres tan gran rastreador, por qué no tomaste la delantera?
– No es mi trabajo -dijo Houdini, caminando al este por el callejón-. Soy un operativo especial.
– Así es -dijo el tipo de la cerradura detrás de él-. Tienes súper poderes. Entonces deberías haber sido capaz de lanzarte en un destello hacia la salida de hotel antes de que se escaparan. Oh, lo lamento. Lo olvidé. No tienes ese poder, ¿verdad?
Houdini no se dio la vuelta, sólo extendió su dedo medio en el aire y siguió andando. El tipo de la cerradura echó un vistazo al contenedor otra vez, luego miró detenidamente el callejón del sur. A menos que fuera ciego de noche, debería habernos visto. Pero no lo hizo. Bufó algo al tercer hombre y salieron después de Houdini.
Cuando estaban fuera del alcance del oído, Ruth se inclinó hacia mí y susurró -Hechizo de Cobertura. Lo habría mencionado, pero no había el tiempo.
Escuché los pasos retirándose, esperando hasta que se hubieran ido, luego me giré hacia ella -Funcionó, pero no creo que tengas algo un poco más inhabilitante en ese bolso de bromas, por si vuelven.
Ruth se rió entre dientes -Lo lamento. Nuestra magia está diseñada para la defensa, no la ofensiva.
– Tenemos algunos encantamientos agresivos -dijo Paige-. Pero llevan tiempo para prepararse.
La boca de Ruth se apretó-.No los usamos. No es nuestra forma de hacer las cosas.
Recordé lo que Houdini dijo sobre las brujas. Personalmente, prefiero detener a mis atacantes permanentemente, pero las brujas parecían tener una filosofía diferente.
Pensando en Houdini, tuve que preguntar, -¿Qué era ese tipo?
– Medio demonio con capacidades de teletransportación -dijo Paige-. En un rango limitado, probablemente no más de 2 a 5 metros. Descendiente de un demonio menor, de ahí la energía diluida. Mi conjetura es que es lo mejor que Winsloe y su hatajo tiene. Es por eso que quieren especimenes mejores.
– ¿Especimenes? -dije.
– Lo explicaremos en la reunión -dijo Ruth-. Ahora mismo tenemos que encontrar algún lugar seguro.
– Puedo meternos en el contenedor -dije-. Es sucio, pero más seguro que volver al hotel.
Ruth asintió con la cabeza y nos apresuramos por el callejón. Saltar al contenedor no era la ruta más agradable, pero era bastante fácil. Un salto de tres metros no era nada para un werewolf. Tampoco el subir a dos mujeres de talla media. El hedor era lo peor de todo, lo suficiente para hacerme perder el apetito, lo cual era una hazaña en sí mismo. Nos bajamos por el otro lado sin oír ningún sonido desde el otro callejón. Nuestros perseguidores se habían ido.
Una vez fuera del contenedor, seguí mi nariz hacia una tienda de rosquillas abierta durante toda la noche. Logramos movernos sigilosamente por el aparcamiento y escabullirnos en los servicios sin llamar la atención. Compré café y rosquillas y los llevé a los servicios donde Paige y Ruth se limpiaban. Mientras ellas comieron, me moví sigilosamente por la puerta con el cartel “sólo empleados” y asalté los armarios de ropa del personal. No estaba segura de lo que encontraría, pero algo tenía que ser mejor que los camisones de noche, de modo que agarré lo que encontré y lo llevé al cuarto de baño. Estuvimos de acuerdo en que era el momento para separarnos.
– Ten cuidado -dijo Ruth cuando me dispuse a marcharme-. Mira sobre tu espalda y ve directamente al aeropuerto. Te veremos en la reunión.
Vacilé, no queriendo dar la impresión de que por juntarme con ellas esa tarde, yo estaba lista para unirme a su reunión, pero Ruth había dado vuelta ya y había comenzado a dirigirse a Paige. Entonces murmuré mis adioses y me marché.
Volví a mi hotel y dije al recepcionista que había ido a hacer un poco de jogging mañanero y había dejado mi llave de tarjeta arriba. Me escoltó hasta mi cuarto, lo abrió, y esperó mientras pretendía buscar la llave de tarjeta, aunque, realmente, estaba comprobando si había invitados escondidos. Una vez que se marchó, agarré mis cosas, salí, tomé un taxi al aeropuerto, y llamé a Jeremy.
Cuando hablé con Jeremy, mi cerebro estaba agotado. Mientras había estado corriendo y preocupándome por el escape, no había tenido tiempo de pensar acerca de lo que veía. Ahora tenía demasiado tiempo, y mi mente tomó plena ventaja de eso. Brujas y hechizos para retener. Demonios que se teletransportan y hombres de milicia armados. Pistolas con tranquilizantes y proyectos de secuestro. ¿Dónde habían quedado los viejos y buenos días cuándo todo de lo que tenía que preocuparme era algunos callejeros enloquecidos? Werewolves, esos sí podía manejarlos. ¿Pero esto? ¿Qué demonios era esto?
Le conté entrecortadamente toda la historia a Jeremy en un aluvión precipitado y semi coherente de palabras, agradecida de que había encontrado una cabina telefónica privada y no tenía que preocuparme acerca de lo que decía. Jeremy esperó hasta que hube terminado, hizo una pausa para asegurarse de que no diría más, y luego -Eso no suena bien.
Tuve que reírme. Cuando lo hice, sentí que la tensión de mi cuello y hombros se liberaba, y me relajé por primera vez ese día. Típico de Jeremy. Maestro de las declaraciones incompletas. Yo podría haberle dicho que una cabeza nuclear se había escapado de Rusia y se dirigía hacia Nueva York y él habría dicho la misma cosa, con el mismo tono tranquilo y sereno.
– Y no -dije- no he estado bebiendo o ingiriendo narcóticos ilegales.
Él se rió entre dientes -Te creo. ¿Dónde estás ahora?
– En el aeropuerto.
– Bueno. No vueles a Syracuse. Compra un boleto a Buffalo y ten cuidado con espectadores curiosos. Te encontraré en el aeropuerto.
Cuando mi avión aterrizó, me había relajado lo suficiente para sentirme bastante tonta acerca de llamar a Jeremy al borde del pánico y hacerlo conducir casi tres horas a Buffalo. Debía haber una explicación lógica, no sobrenatural, para lo que había visto la noche anterior. No sabía cual podría ser, pero estaba segura que esto existía.
Cuando la muchedumbre de pasajeros que desembarcaban me condujo al área de espera, observé las cabezas buscando a Jeremy y lo descubrí inmediatamente. Con 1, 87 metros de estatura, Jeremy podía no ser el tipo más alto en el lugar, pero, por lo general, tenía unos cuantos centímetros más que sus vecinos, lo bastante altos para mí como para vislumbrar unos ojos negros enmarcados por un par de cejas negras y arqueadas y unas mechas a las que les hacía falta un buen corte. Cuando él se dignó dejarme cortar su pelo por última vez, había notado los primeros hilos de blanco. No era sorprendente, considerando que Jeremy tenía cincuenta y dos años. Envejecíamos lento, Jeremy parecía, como mucho, en la mitad de la treintena, y, probablemente, menos todavía, si no fuera por el poco color gris, pero lo embromaba despiadadamente. Con Jeremy, valía la pena aprovecharse de cualquier defecto. No tenía suficientes de ellos.
Cuando finalmente él me vio, sus labios se curvaron en la más desnuda de las sonrisas, entonces saludó con la cabeza y esperó que me acercara. Típico.
– De acuerdo -dije cuando llegué a su lado-. Dime que reaccioné de manera exagerada.
Él tomó mi bolso-.Ciertamente no. Mucho mejor que no hacer caso de ello y, digamos, no llamarme tan pronto como encontraste a esas mujeres.
– Lo lamento.
Él desestimó la disculpa-.Estamos en ellos ahora. Nos dirigimos directamente a Vermont. He empaquetado nuestros bolsos. No parece sabio volver a Stonehaven hasta que sepamos más sobre esta amenaza.
– ¿Entonces vamos a la reunión?
– No tenemos muchas opciones. Estas bru-mujeres parecen tener todas las respuestas.
– ¿Entonces conseguiremos información de ellas, no nos uniremos a ellas?
Jeremy se rió entre dientes-.Pareces aliviada. No te preocupes, Elena. La Manada no necesita ninguna ayuda externa.
– Traté de llamar a Clay desde el aeropuerto, pero no estaba. Dejé un mensaje diciéndole que necesitábamos hablar con él. ¿Debería tratar de contactarlo ahora?
– Él vio tu mensaje y llamó a casa. Le expliqué lo que pasó. Creo que es mejor si no se nos une para esta reunión. En cierta medida, dudo que tuviera su mejor comportamiento.
– Puedo verlo ahora. Meterse a la fuerza en la reunión, exigir respuestas, y amenazar con lanzar a alguien por la ventana más cercana si las respuestas no vienen lo suficientemente rápido. Y sería su mejor comportamiento.
– Exactamente. No es el tipo de entrada que tenía en mente. De modo que minimicé el peligro y le dije que tú y yo podríamos manejarlo. Lo mantendré al día, y si las cosas se ponen difíciles, él puede unirse a nosotros.
– ¿Y que pasa con Nick y Antonio? Estarán en Europa durante otras dos semanas.
– Tres -dijo-. Telefoneé y le dije a Tonio que estuviera alerta. Si los necesitamos, los llamaremos. Por otra parte, aún si esta amenaza es verdadera, Europa puede ser el mejor lugar para ellos. Fuera de peligro.
– Entonces sólo somos dos de nosotros.
Otra sonrisita-.Estoy seguro de que sobreviviremos.
Pasamos la noche en una casita de campo que Jeremy había alquilado en Vermont. A pesar de la temporada repleta, había logrado encontrar un lugar donde los invitados originales habían anulado su reservación en el último momento. No sólo era en una región aislada, arbolada, sino que superaba lo “conveniente” y los alrededores eran perfectos, un chalet a la orilla de un lago lejos del tráfico de los veraneantes. Yo habría tenido suerte de lograr conseguirnos reservaciones en un motel de carretera de poca calidad. Confiaba en Jeremy para encontrar el Edén en menos de un día.
La reunión se llevaba a cabo en Sparta, Vermont. Ya en la carretera, Jeremy había llamado el número de celular de Ruth y le había dicho que llegaríamos el lunes, aunque la reunión comenzara el domingo. Realmente, planeamos llegar el domingo, pero él imaginó que la mentira podría ayudarnos. Si estuviéramos metiéndonos en una trampa, llegando antes, los tomaríamos con la guardia baja.
A medida que las horas empujaban a Pittsburgh lejos en mi memoria, mi escepticismo iba volviendo. ¿Qué había visto realmente? Nada que una buena compañía teatral de magos o ilusionistas no pudiese montar. ¿Hechizos de Cobertura y demonios teletransportándose? De acuerdo. A la luz del día, tales cosas parecían ridículas. Fantasmas de noche y nervios. Era mucho más probable que, en efecto, nos estuviéramos metiendo en una trampa, una trampa inteligente, pero muy humana. Al menos, estábamos a punto de encontrar algunas personas seriamente engañadas.
La mañana siguiente, cuando condujimos por la carretera de la montaña, podía ver Sparta delante, recostado en el valle, una iglesia blanca solitaria en la ladera, su cruz envuelta en nubes o niebla de la tarde. Casas de madera a los costados, todos los colores del arco iris, sobresalían de la vegetación de agosto. Criaderos y graneros rojos alegraban los espacios esculpidos por el páramo. Casitas de campo rosadas bordeaban un lago al sur. Era un cuadro perfecto… desde la distancia. Mientras más cerca conducías, más se notaban los signos de decaimiento. Las casas alegremente coloreadas pedían a gritos una mano de pintura o una recubierta de vinilo. Las fundaciones del granero se derrumbaban en pilas de piedras que apenas sostenían la estructura encima. Las cercas oxidadas y los postes podridos permitían fugarse a las vacas a los pastos vecinos. Las casitas de campo de la orilla del lago no parecían bastante grandes para contener una cama de matrimonio, mucho menos un cuarto de baño. En el borde de ciudad pasamos un signo “Bienvenidos a Sparta, población, 600 habitantes”. El cementerio, cruzando el camino, tenía más personas que el pueblo por sí mismo. Una ciudad agonizante, sostenida por una fuente decadente de turismo, un lugar de campamento masivo fuera de los límites de pueblo, atestado por remolques y casas rodantes y ninguna tienda de campaña a la vista.
El centro de la ciudad estaba lleno de turistas, unos de camping, otros probablemente de casitas de campo cercanas. No era que el centro de Sparta fuera alguna clase de Meca para los compradores. Había una gasolinera Exxon, una restaurante chino, La Casa China de Wang, Cortes y Rizos de Lynn, la tienda general para Comerciantes de Yankee, con la jactancia de tener videojuegos y helados de crema, y la cafetería siempre presente, llamada, en este caso, simplemente Joe. Por lo que podía ver, había sólo tres calles en Sparta, la carretera que cruzaba de lado a lado, la calle Baker hacia el Oeste y New Moon hacia el este. Las dos calles laterales estaban recorridas por casas que se diferenciaban sólo por sus colores, que iban desde el azul bebé al violeta profundo para terminar en verde lima. A pesar de la abundancia de tierra abierta más allá de la ciudad, los céspedes eran apenas lo bastante grandes como para permitir el uso de una cortacésped. Las flores estaban en dos variedades: caléndula y begonia. Coronas colgaban de las puertas principales, y letreros que proclamaban “Los Millers: John, Beth, Arenosa, Lori, y Duke. ¡Bienvenidos Todos!”
– Extraño que hayan escogido una ciudad tan pequeña para su reunión -dije.
– Quizás -dijo Jeremy-, pero ¿Cuántas de esas personas que andan dando vueltas por aquí crees que viven aquí actualmente?
Vi su punto. Ambos lados de la carretera estaban atestados con camionetas y mini furgonetas. Familias paseaban por la calle, lamiendo cucuruchos de helado y bebiendo a sorbos sodas diet. Los forasteros probablemente superaban en número diez a uno a los residentes. Unos cuantos más no serían notados.
– Ooops, nos pasamos -dije-. La señal para el Centro Comunitario está justo atrás. Lo siento.
Jeremy entró en un aparcamiento, esperó que una brigada de cochecitos de bebé pasara, y luego giró la camioneta y se devolvió. El Centro Comunitario estaba al final de Baker, una buena media milla más allá de la última casa de la calle. Jeremy redujo la marcha para mirar hacia la Casa, luego siguió unos metros más y dobló por una calle sin salida. Encontramos un camino que conducía hacia al Centro Comunitario a través de los bosques. Discutimos acerca de tomarlo, pero nos decidimos en contra. Mientras eso podría habernos dado una posibilidad para movernos sigilosamente y mirar alrededor, corríamos también el riesgo de que alguien de la reunión escogiera ese momento para caminar al aire libre y nos pescara fisgoneando entre los árboles. No era exactamente una entrada solemne.
Tomando el camino, nos acercamos con cuidado. Cuando nos llegamos al final, contemplé el aparcamiento y conté cuatro vehículos: dos coches de alquiler medianos, un Jeep con placa de California, y un Accord con placa de Massachusetts.
– Veo que las brujas condujeron -dije, gesticulando hacia el Accord-. Un tanto para los hechizos de teletransportación y las escobas mágicas. Y mira a este lugar. Es el Centro Comunitario. Vamos a una reunión de razas sobrenaturales en un Centro Comunitario. En un hermoso día de verano, y ni siquiera un trueno de fondo. ¿No podían haber encontrado una gran casa Victoriana en algún sitio?
– El mausoleo del cementerio estaba reservado. Si alzas la vista a la esquina izquierda bajo el alero, creo que veo una telaraña.
– Eso es una cinta. Una cinta rosada. De una recepción de boda.
– Bueno, estoy seguro que encontrarás algunas telarañas dentro.
– Seguro, justo al lado de la mesa de bocadillos de las Damas de Compañía.
Jeremy se inclinó para leer la lista puesta en una nota detrás de una vitrina trizada.
– ¿Bajo qué nombre estamos reservados? -Pregunté-. ¿Conferencia de estilo de vida alternativo New Age?
– No, el Taller de Tecnología Corporativo.
– Grandioso. Brujas sin escobas, teletransportación, hechizos, o imaginaciones. ¿Qué es lo siguiente? Si hay vampiros allí, probablemente beben el sustituto de plasma sanguíneo artificial. Esterilizado, por supuesto.
– Si hay vampiros, estarían en sus criptas ahora mismo. Estamos a plena luz del día.
– Entonces, en ese caso, puedo concluir lógicamente que los vampiros no existen, ¿verdad? Si lo hicieran, estarían en la reunión. Y si viniesen a la reunión, esta se habría realizado por la noche. Ergo, una reunión de día significa que no hay vampiros. Bonus.
– ¿No eres una admiradora de los vampiros?
– No es eso. Piensa en ello. Brujas, hechiceros, magos, lo que sea… son la liga menor. Si tales cosas existieran, no serían más que humanos dotados. Los Werewolves son la liga principal. Ningún juego de manos mágico puede exceder nuestra gran broma. Agrega fuerza sobrehumana, sentidos preternaturales, y una actitud realmente repugnante…
– Habla por ti.
– Exceptuando la presente compañía. El punto es que las brujas no tienen nada de nosotros. ¿Pero vampiros? Los vampiros podrían ser más poderosos. Ellos ciertamente consiguen la mejor prensa. Yo podría ir a esa reunión y averiguar que no soy la cosa más mala en la sala.
– Tal vez no, pero todavía serás la cosa más mala viva en la sala.
Sonreí abiertamente-.La parte de lo no muerto. No había pensado en eso.
– La clasificación apropiada es la clave. Ahora, entremos.
Jeremy empujó la puerta. Esta no se desplazó.
– Cerrado con llave -dijo.
Hizo una pausa un momento, como si considera si había que llamar, pero yo sabía que no lo haría. El Alfa de los werewolves no esperaba confesar ser admitido en ninguna reunión de seres sobrenaturales. Jeremy golpeó la puerta, pero ésta no se rompió, ni siquiera tembló.
– Supongo que los poderes están obligados a fallar una vez que llegas a cierta edad -dije-. Permíteme.
Jeremy se apartó con una mueca burlona. Agarré la manija, la subí y bajé con fuerza suficiente como para que la puerta hubiese volado de sus goznes. No se movió.
– Oh -dije.
– Oh, en efecto. Quizás podrías resollar y resoplar y derribar la puerta.
Una imagen de Pittsburgh me vino a la memoria. El tipo de la cerradura que se quejaba de no poder abrir la puerta de habitación de hotel de las Winterbournes.
– Un hechizo -dije-. Han puesto un hechizo. Supongo que tendremos que llamar.
– Sé mi invitada.
Era embarazoso. Werewolves golpeando la puerta. ¿A dónde estaba yendo el mundo? De todos modos, no teníamos ninguna opción. Llamé y unos momentos más tarde, Paige contestó.
Sus ojos se ensancharon cuando abrió la puerta-.Llegan antes.
– ¿Es un problema? -preguntó Jeremy, su voz pura seda.
Paige le echó un vistazo, vaciló, luego sacudió la cabeza -No, por supuesto no. Entren y conozcan a todos.