Cuando Paige nos condujo por el pasillo, pudimos ver la sala principal delante. Había cuatro personas en sillas plegables alrededor de una mesa de madera plegable, el tipo del mobiliario que se puede encontrar en sótanos de iglesia por todos lados. Al mirar a los cuatro, me sentí aliviada, o quizás ligeramente decepcionado, al notar una completa ausencia de cascos hendidos y apéndices de cuerpo antiestéticos. Los cuatro se veían como si realmente pudiesen haber estado en una conferencia, una conferencia casual en pleno verano en una casita de campo.
Ruth estaba sentada al lado de una silla vacía. Como Paige, llevaba puesto un vestido solero. Frente a ella, había una mujer en la mitad de la cuarentena, delgada con el pelo castaño rojizo corto. Al lado de ella, había un hombre joven de amplios hombros, de rostro infantil, y pelo marrón claro con reflejos rubios. A su izquierda, un hombre a fines de los cincuenta, corpulento y grisáceo. Parecía aborigen, probablemente esquimal, su rostro liso, una máscara de calma meditativa. De modo que, ¿Esta era una reunión de los seres sobrenaturales más poderosos de Norteamérica? Oh, por favor. Un director de casting podría haber encontrado un hatajo de personajes más probable el domingo por la noche en la televisión.
Al otro lado del cuarto estaba la mesa de bocadillos de las Damas de Compañía. Bueno, no exactamente, pero bastante cerca. La única que faltaba era la matrona de pelo azul que repartía golosinas y protegía la caja de recaudaciones. Había una mesa con una caja de café, un pote de margarina con polvo blanco que, probablemente, era leche en polvo más que cocaína, una pirámide de tazas Styrofoam [5], una de ellas llena de cubos de azúcar, y un plato de rosquillas espolvoreadas. En la pared de atrás, un letrero escrito a mano recordaba a los presentes que el café y las rosquillas valían un cuarto cada una, seguido de una línea roja que aclaraba que eso significaba cincuenta centavos tanto por una rosquilla como por un café, no un cuarto por los dos juntos. Realmente esperaba que la gente del Centro Comunitario fuera la responsable de las golosinas y el letrero. De otra manera… bueno, no quería considerar la alternativa. Sólo digamos si alguien pasaba por la habitación con el plato para poner el dinero de las cuotas de membresía, yo me iba de allí.
Al lado de la mesa había una libreta y, en la página superior, la agenda del día. No les engaño. Tenían una agenda del día, no sólo una lista de temas, sino una lista llena que comenzaba con saludos y refrigerio a las 10:00, discusión a las 10:30, mesa redonda a las 11:45, seguido del almuerzo de 12:15 a 1:15. Eché un vistazo por encima de mi hombro para ver a Jeremy leer la lista, mis labios moviéndose nerviosamente.
– Al menos son organizados -murmuró él, demasiado bajo como para que Paige pudiera oír.
Todos se giraron cuando entramos. Ruth se puso de pie, todas las expresiones reajustándose en una sonrisa de bienvenida cuando intentó esconder su sorpresa.
– Hola -dijo-. Creí que no venían hasta el lunes.
– Nuestros proyectos para el fin de semana fracasaron.
– ¿Oh? Oh, bueno, sí. Entren entonces. Todos, este es Jeremy… Jeremy Danvers, el… líder… ¿Espero que esté bien, líder?… de la…
– Jeremy está bien -terminó él-. Ésta es Elena.
El hombre joven con pelo rubio sonrió abiertamente-. ¿Los infames Werewolves? Gracioso, no parecen werewolves. Nada de cejas conectadas, nada de palmas peludas. Maldición. Otro mito que se va al diablo. Y pensé que todos los werewolves eran machos. Esa definitivamente no es un chico.
– Movimiento de liberación femenina -dije-. Estamos en todas partes ahora.
La sonrisa del hombre joven se ensanchó -¿Nada es sagrado?
– Elena es la única werewolf femenina -dijo Paige cuando caminó hacia la silla vacía-. Los werewolves se hacen de dos formas, heredando los genes o siendo mordido. La mayor parte de los werewolves son hereditarios, ya que pocas personas mordidas por un werewolf sobreviven. Como los genes pasan sólo se heredan por línea masculina, las werewolves femeninas son muy raras.
El hombre joven puso los ojos en blanco -Lo que sigue en Discovery Channel, un examen a fondo de los werewolves y el feminismo por Paige Winterbourne.
– Vete al diablo, Adam.
– No me apresures.
– Ignórenlos, por favor -dijo Ruth-. Adam y Paige se conocen desde niños. A veces sospecho que no han crecido mucho en los años intermedios. Ahora, presentaciones. Ésta al lado mío es Paige y el hombre joven es Adam, en caso de que no haya sido perfectamente obvio. Nuestra generación más joven. El pobre hombre atrapado entre los dos es Kenneth.
El hombre de mediana edad parpadeó, como si volviera a la tierra. Nos miró y dirigió una sonrisa confusa.
– Al otro lado de Adam está Cassandra.
La sonrisa de la mujer de cabello castaño rojizo no alcanzó sus ojos, que nos estudiaban con interés, pero poca emoción.
– Esto no es lo que ustedes realmente quieren saber, ¿verdad? -dijo Adam-. Al menos, esa no es la parte buena, no quiénes somos, sino qué somos, ¿verdad? Aunque probablemente sea mejor explicar las dos partes por separado o esto terminará por sonar como una presentación de AA [6] con el maldito. “Hola, mi nombre es Adam y soy un medio demonio.”
– ¿Medio…? -dije.
– Exactamente lo que suena. El humano de Mamá. La encarnación viva del mal absoluto de Papá. Por suerte, obtuve mi apariencia del lado de Mamá. Mi padre no exactamente material para GQ [7]. No me pregunten lo que mi madre pensaba. Obviamente demasiado tequila esa noche.
– Los demonios toman forma humana para violar o seducir mujeres humanas -dijo Paige-. Los medio demonios siempre tienen aspecto humano. Heredan otras cualidades de sus padres. Cada uno tiene poderes diferentes, según el tipo de demonio que los engendró.
– Los X-Men del bajo mundo-dijo Adam-. Ahora que Paige ha resumido con tanto esmero mi bigrafía, aquí está la historia del resto. Paige y Ruth, brujas, pero ustedes ya lo sabían. Cass, vampiro. Ken, chamán. ¿Saben lo que es un chamán?
– Sí -dijo Jeremy.
– Entonces eso es todo. Las razas sobrenaturales principales, todas en un lugar, como un Refugio de Satán.
– Adam, por favor -dijo Ruth. Se volvió hacia nosotros-. A Adam le gusta bromear, pero puedo asegurarles, no somos malos, ni Discípulos de Satán, ni nada por el estilo.
– Sólo gente normal -dijo Adam-. Con algunas sutilezas.
Eché un vistazo a Adam. Entonces, este era un medio demonio. Uh-huh. Nunca había oído de medio demonios antes de Pittsburgh, pero estaba segura de que si tales cosas existieran, no se deberían parecer a este tipo. Cualquier representación de demonios que yo había visto alguna vez, tenía absolutamente claros varios puntos: tenían cascos hendidos, pezuñas, cuernos, y colas. Lógicamente, entonces, un medio demonio debería tener al menos la piel mala. No debería ser un muchacho con cara de niño, tan americano que parecía como los tipos que saludan a los visitantes en Disney World. Tal vez esa era la idea. Tal vez se suponía que los medio demonios debían parecer encantadores e inofensivos. Sería mucho más fácil tentar a mortales hacia el mal sin pezuñas y cuernos arruinando la importantísima primera impresión. Quizás bajo aquel exterior de ojos muy abiertos estaba al acecho un alma de pura maldad.
– Sillas -dijo Adam, poniéndose de pie-. Ustedes, chicos, necesitan sillas. Esperad. Estaré de vuelta de un salto.
Tal vez, profundamente escondida, estaba la fuente del mal. Muy profundamente escondida.
Luego, estaba Cassandra. ¿Un vampiro? ¿A quién engañaba? Se parecía tanto a una sanguijuela no muerta como yo a un monstruo medio lobo. Está bien, mala analogía. El punto era que Cassandra no podía ser un vampiro. No era sólo su aspecto. Vamos, ella se parecía menos a un demonio que duerme en una cripta que a una ejecutiva de Wall Street, la clase de mujer cuyos vestidos de diseñador, manicura perfecta, y maquillaje casi impecable eran una trampa a la espera de saltar sobre alguien que confundiera el envoltorio con un signo de blandura interior. Pero el problema era más profundo que esto. Mucho más profundo. Primero, no había colmillos, nada de colmillos de gran tamaño. Segundo, estaba sentada en un cuarto con luz del sol entrando por las ventanas. Tercero, no había forma en el infierno de que pudieran convencerme de que cualquier mujer pudiese peinar su cabello y aplicar su maquillaje tan bien si no podía ver su reflejo en un espejo. Ni siquiera con un espejo de tres caras, puedo poner mi pelo en un moño sin dejar mechas que se me escapan en todas direcciones.
Jeremy debe haber estado pensando la misma cosa porque comenzó diciendo, -Antes de que comencemos, tenemos que aclarar una cosa. No quiero sonar suspicaz pero…
– No pidas disculpas -dijo Cassandra-. Debes ser suspicaz.
Jeremy asintió con la cabeza -Aunque Adam con tanto esmero los clasificara a cada uno, verán, podríamos necesitar más… pruebas concretas.
Dije -Para ponerlo sin rodeos, ¿cómo sabemos que ustedes son lo que dicen ser? Dices que eres un vampiro, pero…
– Todos saben que los vampiros no existen -dijo Cassandra.
– Es un poco difícil de tragar -dije-. Vampiros, brujas, chamanes, demonios.
– ¿Te escuchas a ti misma? -dijo Paige-. ¿No crees en lo sobrenatural? ¡Eres un werewolf!
– Un presunto werewolf.
Paige puso los ojos en blanco -Aquí vamos otra vez. Todavía no crees que seamos brujas, ¿verdad? incluso después que hicimos múltiples hechizos para salvar tu vida…
– ¿Salvar mi vida? -Chisporroteé-. Tú eras la que paseaba por un vestíbulo de hotel en camisón de noche, demasiado impaciente por ver al chico malo que fisgoneaba desde detrás de la puerta número uno.
Adam se rió. Paige le lanzó una mirada destellante.
– Bueno -dije-, voy a fingir que creo en vampiros y brujas. ¿Cómo sé que realmente lo son? ¿Saben cuántos wackos andan por ahí creyendo que son vampiros? Confíen en mí, no quieres saberlo. Los mantendría despiertos toda la noche.
– Los he visto -dijo Cassandra-. Barra de labios negra, esmalte de uñas negro, absolutamente, cero sentido de estética. ¿De dónde sacaron la idea de que los vampiros son daltónicos? -Ella levantó su lapicera y me la ofreció-. Puedes apuñalarme con esto. Sólo que no en el corazón, por favor.
– Demasiado sucio -dije.
Ella se echó hacia atrás en la silla, sus ojos sobre mí como si nadie más estuviera en el cuarto. Yo podía sentir la curiosidad en su mirada fija mientras se movía a través de mi rostro, estudiándome. Sus labios se curvaron en una sonrisa, aún más fría, pero ahora teñida de un interés amistoso.
– Podría morderte -dijo ella.
– Yo podría morderte de vuelta.
La sonrisa tocó sus ojos color de avellana -Interesante pensamiento. ¿Qué crees que pasaría? ¿Un híbrido de vampiro/werewolf? ¿O no tendría ningún efecto? Intrigante idea, pero poco práctica en este momento. Podríamos comparar colmillos.
– Definitivamente, una cosa de chicos.
Ella se rió -Exactamente.
– Tal vez podrías explicarme entonces -dije-. Si eres un vampiro…-.Miré la luz del sol que entraba por la ventana.
– ¿Por qué no exploto en una nube de polvo? A menudo me lo he preguntado. Como Adam diría, “Maldición, otro mito que se fue al diablo”. Estoy completamente feliz de que este en particular no sea verdadero. Una eternidad sin vacaciones en las playas del Caribe sería más de lo que podría manejar. Fue mucho más desalentador cuando descubrí que no podía volar. Pero en cuanto a una demostración, tal vez esta sirva.
Cassandra puso su mano izquierda en la mesa, levantó la lapicera, y lo enterró en su palma extendida, más o menos 2 centímetros en su mano. Ruth se estremeció y miró lejos. Cassandra examinó el daño con frío detalle, como si hubiera apuñalado el tablero.
– Un pobre trabajo -dijo ella-. A diferencia de los werewolves, no tenemos una súper fuerza. Esto es el mejor que yo pueda hacer, pero debería demostrar mi punto.
Tiró la lapicera, luego levantó su palma para dejarme examinar. El pinchazo estaba tan limpio como un agujero hecho con una uña en un pedazo de cera. Cuando miré, los bordes de la herida se estaban juntando, la carne reconstituyéndose. Dentro de un minuto, su piel estaría lisa e intachable.
– Nada dolor, nada sangre, ningún alboroto -dijo ella-. ¿Lo suficientemente bueno?
– Sí -dijo Jeremy-. Gracias.
– ¿Mi turno? -dijo Paige-. ¿Qué puedo hacer para convencerte, Elena? ¿Conjurar un demonio?
– ¡Paige! -Los ojos de Ruth se ensancharon alarmados. Rápidamente se giró hacia nosotros-. Déjenme asegurarles que no conjuramos demonios. Además de encantamientos de autodefensa simples, las brujas practican sólo magia benévola.
– Y que no hace ningún daño, es lo que quiere decir -murmuró Cassandra.
Ruth susurró algo a Paige, quién asintió con la cabeza, se encogió de hombros, puso los ojos en blanco, claramente adoptando la defensa popular de los jóvenes: “Estúpidos, sólo estaba bromeando.” ¿Habría estado bromeado? No acerca de conjurar un demonio, ¿sino acerca de ser capaz de hacerlo? Ruth dijo que sólo practicaban la llamada magia blanca. ¿Era eso todo lo que podrían hacer? ¿O todo lo que debían hacer? O, tal vez ¿Cierta aprendiza de bruja, no era demasiado feliz con su papel predefinido como descendiente directo de la Buena Bruja del Norte? Hmmm.
– Es suficiente de demostraciones -dijo Jeremy-. Ahora mismo, me gustaría saber más sobre esos hombres que acecharon a Elena.
– Oí sobre eso -dijo Adam, sonriendo abiertamente hacia mí-. La primera baja de guerra. Buen trabajo. Me siento envidioso.
– Deberías estarlo -dijo Paige.
Ruth les echó un vistazo a los dos con una mirada el 90 por ciento de afecto exasperado y el otro 10 por ciento de suave advertencia. Se callaron tan rápidamente como si hubieran recibido un azote en la lengua. Ruth hizo una pausa, como asegurándose de que iban a estar tranquilos, luego comenzó su historia.