Después de examinar y limpiar mis innumerables heridas, Jeremy cosió de nuevo mi pierna. Ahora bien, uno podría preguntarse como resultaba ser que él tuviera una aguja quirúrgica e hilo a mano, pues Jeremy con mayor probabilidad haría un viaje sin su cepillo de dientes que sin su equipo médico, y era muy concienzudo acerca de la higiene oral. De la experiencia pasada, Jeremy había aprendido a llevar su equipo médico más o menos cada vez que salía con Clay o conmigo. Teníamos el hábito de transformar incluso los acontecimientos más inofensivos en emergencias médicas, como la vez que fuimos a la ópera y terminé con una clavícula fracturada -por mi propia estupidez realmente, pero Clay había comenzado. Persuadí a Jeremy para que renunciara a vendar mis heridas. Una ducha caliente era más importante. Una vez que hubo hubo terminado las puntadas y me hubo advertido contra “mojarlas demasiado”, me escapé al cuarto de baño. Esperé a que la temperatura de agua estuviera lista para escaldar antes de dar un paso dentro de la ducha. Durante varios minutos me quedé inmóvil, que la cascada de agua caliente cayera sobre mí, llevándose lejos todos los residuos de la semana pasada. Cuando la puerta de la ducha se abrió, no me di vuelta. Claro que había visto Psicosis, pero ningún intruso con un cuchillo podría haber pasado a Jeremy, y yo sabía que no era Jeremy el que abría la puerta -con un cuchillo -para interrumpir mi ducha. Fría piel se rozó contra mis piernas desnudas. Cuando la puerta de ducha se deslizó cerrándose, los dedos cosquillearon por mi cadera. Cerré mis ojos y me apoyé atrás contra Clay, sintiendo su cuerpo acomodarse a los contornos de mi espalda. Lo sentí estirarse hacia adelante, extendiendo la mano hacia el shampoo. Mientras inclinaba mi cara hacia el agua, sus manos fueron a mi pelo, sus dedos desenredándolo, el penetrante olor del jabón perfumando el vapor. Eché mi cabeza atrás en sus manos, casi ronroneando de alegría.
Cuando hubo terminado con mi pelo, se alejó por un momento, luego volvió. Sus manos jabonosas acariciaron mis brazos, luego se deslizaron hacia abajo por el exterior de mis piernas, realizando círculos allí antes de moverse gradualmente hacia el interior de mis muslos. Separé mis piernas y Clay se rió entre dientes, el sonido reverberando contra mi espalda. Él dirigió las yemas de sus dedos en lentos zigzags de arriba a abajo por el interior de mis muslos, bromeando, luego los resbaló dentro de mí. Gemí y me arqueé contra él. Su mano libre estaba alrededor de mi cintura, tirándome más cerca, su erección empujando contra mi espalda. Me puse en puntillas y me moví, tratando de dirigirlo dentro mío. Él me giró para afrontarlo y me levantó hacia él. Eché mi cabeza atrás, hacia el agua, atrayendo a Clay mientras me besaba. El agua se había enfriado hasta generar frías gotitas que golpeaban mi cara. Elevando mi mano, enredé mis dedos en los rizos empapados de Clay, sintiendo los riachuelos de agua hacer cosquillas a lo largo de las parte interiores de mis muñecas. Él hizo un ruido profundo en su garganta, medio gemido, medio gruñido, y empujó hacia mí, casi volcándonos en la tina. Entonces se estremeció y se alejó.
– Por favor no me digas que lo has hecho -dije, todavía colgando desmadejada en sus brazos
Clay se rió -¿Te haría eso? Estoy bien, pero tu desayuno se enfría.
– Confía en mí, no me preocupa.
Extendí la mano para acercarlo a mí, pero él se alejó, obtuvo un mejor apretón en mi cintura, abrió la puerta de la ducha, y me llevó en brazos. Una vez en el dormitorio, me dejó sobre la cama y estuvo dentro de mí antes de que el colchón dejara de saltar.
– ¿Mejor? -preguntó.
– Ummm, mucho.
Cerré mis ojos y me arqueé hacia él. Cuando me moví, el olor de desayuno en la mesilla de noche se elevó por el aire hacia nosotros. Vacilé una fracción de segundo. Mi estómago gruñó.
– Eclipsado por el jamón y las tortitas -dijo Clay-. Otra vez.
– Puedo esperar.
Clay empujó dentro mí con gruñido fingido -Eres demasiado amable, querida.
Moví mis caderas contra las suyas. Mi estómago hizo un sonido ahogado y siseó. Clay se movió y alejó. Extendí la mano para traerlo de vuelts, pero él no se devolvió, sino que extendió la mano hacia algo por encima de mi cabeza. Cuando cerré mis ojos otra vez, la grasa goteó por mi mejilla, y una rebanada de jamón presionaba mis labios. Abrí mi boca y me la tragué con pocos mordiscos, luego suspiré, y levanté mis caderas para encontrar a Clay.
– Mmmm.
– ¿Es por mí o por el jamón? -susurró contra mi pelo.
Antes de que pudiera aplacar su ego, él empujó otra rebanada del jamón en mi boca, luego dobló su cabeza para lamer la grasa que goteaba, su lengua haciendo círculos a lo largo de mi mejilla. Nos movimos juntos durante unos minutos y olvidé el alimento. Honestamente. Luego Clay extendió la mano de nuevo, esta vez volviendo con una tortita. Hundí mis dientes hasta la mitad y empujé el resto hacia su boca. Él se rió y tomó un mordedisco. Cuando terminé, levanté mi cabeza y lamí las migas de sus labios. Él tomó otra tortita y lo colgó encima de mí. Sacudí mi cabeza para arrebatarla. Mis dientes se hundieron en algo que él no había estado ofreciendo.
– ¡Yow! – dijo, sacudiendo su dedo herido.
– No juegues con el alimento entonces -mascullé a través de un bocado de tortita.
Clay gruñó y bajó su rostro al costado de mi cuello, mordisqueando un punto sensible. Gruñí y traté de moverme lejos, pero él me sujetó y empujó dentro mío. Me estremecí y jadeé. Entonces realmente olvidé el alimento.
Veinte minutos más tarde, estaba enroscada al lado de Clay, un brazo sobre su espalda haciendo dibujos en el sudor entre sus omóplatos mientras él mordisqueaba el hueco entre mi cuello y hombro. Bostecé, estiré mis piernas, luego las puse alrededor de él.
– ¿Sueño? -preguntó.
– Más tarde.
– ¿Conversación?
– No todavía -Sepulté mi cara en su pecho, inhalado, y suspiré-. Hueles tan bien.
Él se rió entre dientes -¿Como jamón?
– No, como tú. Te eché tanto de menos.
Su respiración quedó atrapada. Una mano fue a mi pelo, acariciándolo atrás de mi oído. Yo por lo general no hablaba así. Si yo decía que lo echaba de menos, generalmente era una frase clave. Si yo decía que lo amaba, casi siempre era mientas hacíamos el amor, cuando yo no podía ser responsable de nada de lo que decía. ¿Por qué? Porque tenía miedo, miedo de que admitiendo lo que él significaba para mí, yo le diera el poder de hacerme daño aún de peor manera de lo que lo había hecho mordiéndome. Lo cual era estúpido, por supuesto. Clay sabía exactamente cuánto lo amaba. La única persona a la que engañaba era a mí misma.
– Estaba asustada -dije. Otra cosa que lamentaba admitir, pero mientras estaba con el rollo…
– Yo también -dijo él, besando la parte superior de mi cabeza-. Cuando comprendí que te habías ido…
Alguien llamó a la puerta. Clay juró en voz baja.
– Márchate -murmuró, demasiado bajo para que el invitado oyera.
– Podría ser Jeremy -dije.
– Jeremy no nos molestaría. No ahora.
– ¿Elena? Soy yo -llamó Paige.
Clay se levantó sobre sus antebrazos -¡Márchate!
– Sólo quiero ver como está Elena…
– ¡No!
El suspiro de Paige revoloteó a través de la puerta -Deja de gritar, Clayton. No voy a acosarla. Sé que ella ha pasado por mucho. Sólo quería…
– La verás cuando todos los demás lo hagan. Hasta entonces, espera.
– Tal vez yo debería hablar con ella -susurré.
– Si abres esa puerta, ella no se marchará hasta que haya sacado cada ápice de información de ti.
– Oí eso, Clayton -dijo Paige.
Él gruñó hacia la puerta y refunfuñó en voz baja. Algo me dijo que Clay y Paige no se habían hecho amigos en mi ausencia. Imagínense eso.
– Ummm, ¿Paige? -Llamé-. Estoy bastante cansada, pero si me das un minuto para vestirme…
– Ella no se marchará -dijo Clay-. Necesitas tiempo para relajarte. No tienes que contestar preguntas para un hatajo de extraños.
– No soy una extraña -dijo Paige-. ¿Podrías ser un poco menos grosero, Clayton?
Clay tenía razón. Si yo dejaba entrar a Paige, ella querría saber todo. Yo no estaba lista para eso. Tampoco quería yacer aquí mientras Clay y Paige discutían a través de una puerta cerrada.
Salí lentamente de la cama y le lancé a Clay sus vaqueros. Cuando él abrió su boca para protestar, alcé un dedo hacia la ventana, luego lo levanté a mis labios. Él asintió con la cabeza. Mientras me deslizaba en la camiseta de Clay y en boxers, él abrió la ventana y desenganchó la cortina. Luego, mientras Paige pacientemente esperaba a que le abriéramos la puerta, nos escapamos hacia el bosque circundante.
– Probablemente eso no fue muy amable -dije mientras nos adentrábamos en los bosques.
Clay resopló -No me atraparás perdiendo el sueño por ello.
– Sé que Paige puede ser difícil, pero…
– Ella es un dolor en el trasero, querida. Y eso siendo generoso. La niña apenas salió de la escuela y cree que es una líder, tratando de que las cosas se hagan a su manera en todo, discutiendo, cuestionando a Jeremy. Hasta que te conoció en Pittsburgh, ella nunca había estado cerca del verdadero peligro y de repente es una experta -sacudió su mano-. No empieces.
– Parece que ya lo hice.
– Nah, eso no es nada, querida. Dame unas horas y te diré lo que realmente pienso de Paige Winterbourne. Nadie se dirige a Jeremy de esa manera, sobre todo no una niña con tamaño sobredimensionado de su propia importancia. Si se hicieran las cosas a mi modo, Paige habría sido enviada al cuerno la semana pasada. Pero conoces a Jeremy. Él no manda lejos toda su mierda, pero tampoco la dejará hacer lo que quiera -Él avanzó a través de un enredo de ramas de árbol-. ¿Hacia dónde vamos?
– ¿Y una carrera? Ni siqsuiera Paige molestaría a un lobo.
– No cuentes con ello.
Después de nuestra carrera, hicimos el amor. Otra vez. Después nos tiramos en la hierba, absorbiendo último el sol el verano perforando el techo de árboles arriba.
– ¿Hueles eso? -preguntó Clay.
– ¿Hmmm?
– Huelo comida.
– ¿Muerta o viva?
Clay se rió -Muerta, querida. Muerta y cocinada.
Él se levantó, miró alrededor, luego me hizo señas para que esperara y desapareció en los bosques. Medio minuto más tarde volvió con una cesta de picnic. Bien, una caja de cartón realmente, pero los olores que salían de ella definitivamente eran de picnic. Poniéndolo sobre la hierba, desempaquetó queso, pan, fruta, un plato cubierto de pollo, una botella de vino, y ordenó los instrumentos de comida de plástico y papel.
– ¿Hadas de picnic? -Pregunté, luego atrapé un olorcillo que contestó mi pregunta-. Jeremy -Agarré un muslo de pollo y saqué un pedazo-. Me están malcriando.
– Lo mereces.
Sonreí abiertamente -¿Lo hago, verdad?
Despachamos la comida y el vino en menos de diez minutos. Entonces me recliné sobre la hierba y suspiré, contenta y saciada por primera vez en casi dos semanas. Cerré mis ojos y el primer tirón seductor de sueño me recorrió. Sueño. Sueño ininterrumpido. El final perfecto para un día perfecto. Rodé contra Clay, sonriendo dormilonamente, y dejando que las ondas de sueño me atraparan. De prontó me aclaré.
– No podemos dormir aquí fuera -dije-. No es seguro.
Los labios de Clay rozaron mi frente -Me mantendré despierto, querida.
Cuando abrí mi boca para discutir, la voz de Jeremy vino desde la distancia -Ambos pueden dormir. Estoy aquí.
Vacilé, pero Clay me empujó hacia abajo, entrelazando sus piernas alrededor mío y amortiguando mi cabeza con su brazo. Me abrigué en su calor y me dormí.
Era ya tarde cuando Jeremy nos dio un codazo despertándonos. Clay gruñó entre ronquidos pero no se movió. Bostezé, rodé, y seguí rodando hasta que quedé sobre mi otro costado, con lo cual me volví a dormir. Jeremy nos sacudió más fuerte.
– Sí, sé que todavía estás cansado -dijo cuando Clay se quejó de manera ininteligible-. Pero Elena tiene que hablar con los demás hoy. No puedo posponerlo hasta mañana.
Clay refunfuñó en voz baja.
– Sí, sé que podría -dijo Jeremy-. Pero sería grosero. Ellos han estado esperando todo el día.
– Necesitamos…-comencé.
– Traje ropa.
– Tengo que cepillar…
– Hay un peine y enjuague bucal con la ropa. No, no volverán a su cuarto o sospecho que no los veré hasta la mañana. Nos vemos en quince minutos. Los estaré esperando.
La reunión se haría en el cuarto de Adam y Kenneth. Cuando cruzamos el aparcamiento, vi a Paige pasear por la acera que se derrumbaba. Sus brazos estaban cruzados, probablemente contra el fresco aire nocturno, pero parecía como si se sostuviera en una represa de preguntas que había estado esperando medio día para lanzar contra mí. Justo lo que necesitaba -No, no era justo. Por supuesto, Paige estaba ansiosa de hablarme. Yo había estado en el campo enemigo. Yo había visto contra qué luchábamos. Era comprensible que ella ardiera con preguntas sobre el complejo, mis captores, los otros presos -Oh, Dios. Ruth. Paige no sabía de Ruth. La semana pasada había sido tal revoltijo que había olvidado completamente que Paige se había puesto en contacto conmigo antes de que Ruth muriera. Por lo último que ella había oído, su tía estaba viva. ¡Maldición! ¿Cómo podía haber sido tan insensible? Paige había estado esperando noticias de su tía. Ella lo había aplazado mientras Jeremy trataba mis heridas, considerando mí tiempo para ducharse, luego vino a preguntar sobre Ruth. ¿Y qué había hecho yo? Yo había escapado por la ventana del dormitorio.
– Tengo que hablar con Paige -dije.
– Permanence a la vista -gritó Clay mientras trotaba hacia ella.
Cuando me acerqué, Paige se giró y asintió con la cabeza, reconociendo mi presencia, pero no diciendo nada. Su cara era inexpresiva, cualquier molestia escondida bajo un manto de buenos modales.
– ¿Cómo te sientes? -preguntó-. Jeremy dice que tus heridas no son demasiado graves.
– Sobre lo de antes -dije-. Yo -yo no pensaba- ha sido un infierno de un día -Sacudí mi cabeza-. Lo lamento, es una excusa piojosa. Tú querías saber sobre su tía. Nunca pensé… yo debería haber…
– ¿Ella se ha ido, verdad?
– Lo siento tanto. Pasó después de que perdimos el contacto, y olvidé que no lo sabías.
Los ojos de Paige se alejaron de los míos, dándose vuelta para mirar fijamente el aparcamiento. Luché por algo que decir, pero antes de que pudiera pensar en algo, ella habló, su mirada todavía se fijaba en algún punto remoto.
– Yo lo sabía -dijo ella, su voz tan distante como su mirada fija-. Sentí que se había ido, aunque había esperado equivocarme -hizo una pausa, tragó, luego sacudió su cabeza bruscamente y se volvió a mí-. ¿Cómo pasó?
Vacilé. Ahora no era el momento para la verdad. No antes de que hubiera hablado con Jeremy primero.
– Un ataque cardíaco -dije.
Paige frunció el ceño -Pero su corazón-
– ¡Bienvenida de vuelta! -gritó Adam desde más allá del aparcamiento.
Me di vuelta para verlo correr hacia mí, sonriendo abiertamente.
– Te ves bien -dijo Adam-. Bien, excepto esos cortes. Los recuperaremos para esto. ¿Cómo están tus brazos? Las quemaduras, quiero decir. Nunca tuve oportunida para explicarlo. Fue sin querer, lo cual supongo que te imaginas, ya que Clay no me mató por ello. De todos modos, lo siento. Realmente lo siento.
– Para ser sincera, me había olvidado de ello.
– Bueno. Entonces olvida que lo mencioné -se dio vuelta cuando Clay nos alcanzó-. ¿Cómo es que no me llevaste? Podría haber ayudado con el rescate.
– No hubo ningún rescate -dijo Clay, colocando su brazo alrededor de mi cintura-. Mientras trataba de encontrar un camino hacia dentro, Elena escapó. Todo lo que hice fue proporcionar un coche para escapar.
– ¿Lo ves? -dijo Cassandra cuando se unió a nosotros-. Les dije que Elena era una muchacha creativa.
Paige puso sus ojos en blanco al oír el uso de “muchacha”, pero Cassandra la ignoró.
– Felicitaciones, Elena -dijo ella, poniendo una mano fría sobre mi brazo-. Me alegro de verte y con tan buen aspecto.
Ella sonaba como si lo quisiera decir de verdad. Me detuve. ¿Por qué no lo querría decir? ¿Porque yo había soñado que ella había aconsejado a los demás abandonarme y hubiera hecho un juego para conseguir a Clay? Un sueño, me recordé. Una manifestación de mis propias inseguridades. La sonrisa que de bienvenida de Cassandra era bastante genuina. Si el brazo de Clay pareció apretarse alrededor de mí, pues probablemente era una coincidencia. O mi imaginación.
– Deberíamos comenzar esta reunión -dijo Paige-. Lo haremos corto. Estoy segura de que estás agotada, Elena. No te molestaremos con detalles esta noche. Lo prometo.