SABUESO

Armen se había escapado. Cuando Winsloe me lo dijo, me atraganté, y durante un largo momento no pude respirar. Armen se había escapado… sin mí. A horcajadas de mi pánico vino un destello de daño, luego la comprensión de que a Armen debió habérsele presentado una oportunidad que no pudo ignorar. ¿Podía culparlo? Por supuesto que no, aunque esto no hacía mejor las cosas. Mi socio de fuga se había ido, llevándose nuestro plan con él. Peor aún, Winsloe quería que yo lo detuviera.

– ¿Quiere que yo lo detecte? -dije.

– Eso es lo que dije. Usa tu nariz. Rastrea su olor.

– Como un sabueso.

Winsloe me echó un vistazo bruscamente al oír mi tono-.Sí, como un sabueso. ¿Es un problema?

Por supuesto que era un problema. Yo era una persona, no un animal, no una atracción secundaria. No realizaba espectáculos para la diversión de nadie. Quería decirlo, pero el filo de la voz de Winsloe me impidió desafiarlo. No tuve agallas. O, más exactamente, mi instinto de autoconservación era demasiado fuerte. Recordé la reacción de Winsloe cuando le había dado una palmada en la mano para alejarlo en la ducha y sabía que no podía permitirme otro espectáculo de desafío. Esto no significaba que yo traicionaría a Armen. Debía rastrearlo, pero no tenía que encontrarlo.

Flanqueada por los guardias, seguí a Winsloe escaleras abajo hacia el bloque de celdas. Dos guardias más esperaban afuera de la celda de Armen. Dentro, Tucker se arrodillaba al lado de un guardia, que estaba sentado en el suelo, masajeándose la cabeza. El guardia parecía familiar, pero no podía ponerle un nombre. La única vez en que me molesté en notar el nombre de un guardia fue cuando había hecho algo para distinguirse de los demás. La mayoría no lo hacía.

– ¿Averiguaste lo que sucedió? -preguntó Winsloe, con una voz que implicaba que le importaba bien poco lo que había pasado, él sólo quería seguir con la caza.

– Parece que Haig se hizo un arma -dijo Tucker-. Algo agudo, como un cuchillo. Causó un escándalo cuando mis hombres hacían sus rondas, luego tiró el arma contra ellos cuando abrieron la puerta. Dejó inconciente a Ryman. Debe haber llevado a Jolliffe como rehén. Ryman está bien, pero deberíamos movernos si queremos recuperar a Jolliffe vivo. Tendremos que rastrearlo. He enviado Pendecki para traer un rastreador…

– No hay necesidad -interrumpió Winsloe-. Tengo un rastreador de categoría mundial aquí mismo.

Tucker me miró y frunció el ceño-.Ya hay uno de mis hombres ahí, señor. Con el debido respeto, no creo que debamos perder el tiempo…

– ¿Perder el tiempo?

La mandíbula de Tucker hizo clic como si se hubiera atragantado-.No lo quise decir de ese modo… señor. Estoy preocupado sobre…

– Por supuesto que lo estás. También yo. Por eso traje a Elena. Ryman, ¿Te sientes bien para unirte a nosotros?

Ryman se puso de pie-.Sí, señor.

– Creo… -comenzó Tucker.

– No creas -cortó Winsloe-. No es eso para lo que te pago. Vamos, Ryman; veremos si podemos atrapar a ese bastardo. Tal vez obtengamos un pequeño pago para ese huevo de ganso en tu cabeza.


***

Fuera del complejo, Winsloe despidió a los dos guardias que me acompañaban, dejando sólo al herido Ryman. Me pregunté respecto a esto, sabía que no era un buen signo, pero todavía estaba demasiado drogada por el sueño como para darle sentido a ello. Otros pensamientos obstruían mi cansado cerebro. ¿Armen se había hecho un arma? ¿Él había atacado una guardia? ¿Lo había golpeado hasta dejarlo inconsciente? ¿Era mismo Armen que había estado pensando en mí para proporcionar la fuerza bruta para una fuga?

Mientras nos dirigíamos a los bosques, alguien gritó -¡Hey! -detrás de nosotros. Ryman giró, su arma en posición, sus reflejos no estaban siendo obstaculizados por ningún efecto persistente de su herida en la cabeza. No había nadie allí. La hierba muerta chisporroteó adelante, y giramos para ver a Xavier a veinte pies de distancia.

– Lento, soldado -dijo Xavier, sus manos arriba-. No dispares a los aliados.

– Debería -refunfuñó Ryman-. Enseñarte una lección.

– ¿Qué está pasando? -preguntó Xavier, avanzando hacia nosotros-. Oí que Haig huyó. ¿Realizaremos el espectáculo de buscar-y-rescatar? ¿O el espectáculo de buscar-y-destruir? -me vio y se detuvo-. ¿Wow, quién sacó a la chica-lobo de su jaula?

Fruncí el ceño hacia él. Él dio un paso rápido al costado, como si esquivara mi mirada deslumbrante, entonces volvió atrás sonriendo abiertamente.

– Es una mirada letal la que tenemos aquí. Más mortal que las balas de Ryman -se volvió hacia Winsloe-. Entonces, ¿Cuál es el trato? ¿Diversión y momento de juegos? ¿Puedo jugar?

– Tal vez próxima vez -dijo Winsloe.

– Oh, vamos. No seas aguafiestas. Quiero jugar.

– ¿Sí? -dijo Ryman-. ¿Y quisieras ser el objetivo de práctica?

Winsloe gesticuló hacia Ryman para hacerlo callar-.Es suficiente. Vuelve dentro, Reese. Ya lo dije, la próxima vez.

– Bien -Xavier puso los ojos en blanco, luego desapareció. Obviamente alguien más que entendía lo suficiente como para no presionar a Winsloe.

– ¿Estamos todavía sobre la pista, Elena? -preguntó Winsloe.

– ¿Hmmm? Oh, sí -Olí el aire-. Sí, Ar-Haig estuvo aquí. Con alguien más.

– Jolliffe -dijo Winsloe-. Bien. Tucker estará contento. Ve adelante, entonces. Ryman, quédate detrás de ella.

Nos dirigimos a los bosques.


***

– ¿Estás segura que este es el camino? -preguntó Winsloe diez minutos más tarde.

No lo estaba. Me había alejado del verdadero camino de Armen diez metros antes. Winsloe apuntó su linterna a mi cara. Tragué una respuesta rápida e hice el espectáculo de oler el aire. Por el rabillo del ojo, lo miré, calibrando su credulidad, y decidí probar el agua antes de hacer un salto potencialmente fatal.

– Pensé que lo estaba -dije despacio-. El rastro parecía seguir este camino.

– La maleza parece bastante densa -dijo Winsloe.

¿De verdad? A mí me parecía pasable, pero tal vez miraba como lobo, no como un humano en pánico corriendo por su vida, con un rehén a remolque. Me puse en cuclillas e inhalé cerca de la tierra. Detrás de mí, Ryman rió disimuladamente.

– Tiene razón -dije-. No vinieron por este camino. Debo haber estado atrapando su olor en la brisa. Mejor volver sobre nuestros pasos.

– Tal vez debería quedarse a gatas -dijo Ryman-. Mantén tu nariz en el rastro -Él sonrió con satisfacción.

– Está bien, Elena -dijo Winsloe-. Tómalo con calma. No te sientas presionada.

¿Yo? ¿Sentirme presionada? ¿Por qué demonios me sentiría presionada? ¿Sólo porque me pedían que persiguiera un compañero cautivo, con una pistola cargada en mi espalda y un megalomaníaco psicótico llamando a disparar?

– Tal vez estoy un poco nerviosa -dije-. Lo siento.

Winsloe emitió una sonrisa magnánima-.Está bien. Sólo toma las cosas con calma.

Seguro, jefe. Ningún problema. Inhalé, retrocedí al verdadero rastro, y comencé otra vez. Aproximadamente cincuenta metros más allá, el rastro de Armen viró el este. Decidí seguir avanzando hacia el sur. No conseguí dar tres pasos.

– ¿Estás segura que este es el camino correcto? -me gritó Winsloe.

Me congelé.

– Me parece que se fueron al este -dijo él-. Hay algunas ramas rotas allí.

Di vuelta para mirar los arbustos que rodeaban el amplio hueco por el que Armen había pasado. Ni una sola ramita estaba rota. No había ningún modo en que Winsloe pudiera decir que Armen había dado vuelta allí. A menos que él ya lo supiera. La advertencia zumbante que había sentido ya cuando habíamos comenzado esta expedición se alzó con una frialdad Artica. Winsloe sabía exactamente hacia donde había huido Armen, probablemente lo había hecho rastrear y capturar antes de que venir a buscarme al hospital. Él me probaba -mis capacidades y mi honestidad. ¿Había fallado ya?

Reprimiendo el impulso de tartamudear excusas, miré los arbustos del paso que yo había elegido, pellizqué el puente de mi nariz y traté de parecer agotada, lo cual no era ni con mucho una exageración. Me puse en cuclillas y olí la tierra, me arrastré y olí los arbustos, luego me paré y aspiré el aire. Con un suspiro, froté mi cuello.

– ¿Bien? -dijo Winsloe.

– Huelo un rastro en ambos caminos. Déme un segundo.

Hice rodar mis hombros y respiré hondo el aire frío de la noche. Entonces me puse a gatas, ignorando a Ryman que reía disimuladamente, y seguí ambos potenciales pasos por varios metros.

– Ese -dije, señalando en el verdadero rastro cuando me puse de pie-. Él dio unos pocos pasos por el otro camino, luego regresó y rechazó ese hueco entre los arbustos.

Plausible, e imposible de refutar a menos que uno tuviera la nariz de un werewolf. Winsloe asintió con la cabeza. Esto funcionaba para él. Bueno.

Mientras seguía el rastro, me pregunté como planeaba Winsloe terminar esta farsa. Obviamente ya habían recobrado a Armen. ¿Chocaríamos con la tropa de guardias que lo había atrapado? ¿O seguiríamos el rastro hasta el compuesto? ¿Cuál era el punto? ¿Divertirse haciéndome trabajar como a un perro de circo? ¿Humillarme probando mi honradez? ¿Esperaba que yo lo traicionara o intentara hacerlo, dándole una excusa para cazarme? Yo no le daría esa satisfacción. Si él quería un sabueso de dos patas leal, eso era exactamente lo que conseguiría.

No traté de engañarlo otra vez. ¿De qué serviría, si ya tenía a Armen? Caminamos otro medio kilómetro a través del bosque. El olor se hizo más fuerte, hasta que pude recogerlo en el viento.

– Están cerca -dije.

– Bueno -dijo Winsloe-. Reduce la velocidad y…

Delante, un grupo de arbustos explotó entre crujidos y maldiciones. Dos figuras salieron volando de los arbustos, Armen encima de un guardia, manos apretando la garganta del hombre. Winsloe corrió hacia allá, extrayendo un arma de su chaqueta. Ryman hizo un disparo de advertencia. Armen se congeló. Winsloe se lanzó contra Armen y lo quitó de encima de Jolliffe.

La cólera llameó en mi estómago, un blanco ardor. Apreté mis puños para impedirme actuar al respecto. Quise gritar a Winsloe, denunciar su “ejercicio de rastreo” como lo que era. Un juego. Otro coreografiado juego juvenil para saltar sobre Armen después de que el pobre hombre hubiera quedado paralizado por el sonido del arma. ¿Estás tratando de impresionarme, Tyrone? Oh, estoy impresionada. Nunca había visto un espectáculo tan patético.

– Allí -dije, apenas capaz de movilizar mi mandíbula para arrancar a la fuerza las palabras-. Lo tiene. Buen trabajo. ¿Podemos irnos ahora?

Todos me ignoraron. Winsloe había extendido a Armen sobre la tierra con las manos abiertas y lo palpaba buscando armas. Jolliffe estaba sentado en las sombras, como si estuviera demasiado atontado para moverse. Ryman se le acercó y extendió una mano, ayudando a su socio a ponerse de pie.

– ¿Qué pasó aquí? -dijo Winsloe.

– Él tenía un arma, señor -dijo Jolliffe-. Me forzó a abrir la celda, tomó mi arma, y me hizo abrir las puertas, luego me arrastró hacia los bosques. Trató de matarme. Escapé un poco antes, lo seguí, y lo agarré aquí.

Lo que significaba que lo había sostenido hasta que nosotros llegáramos, pensé. Habiendo estado probablemente en contacto con Winsloe por radio desde que había escapado Armen.

– Se escondía en esos arbustos -dijo el guardia, siguiendo su historia-. Me disparó. Lo desarmé y luchamos, entonces ustedes llegaron.

– ¿Q-Qué? -dijo Armen, luchando por levantar la cabeza de la tierra-. No hice- usted vino a mi celda. Me trajo aquí fuera. Usted…

Winsloe abofeteó la cara de Armen lanzándola al barro. Nuevamente, me tomó cada onza de voluntad no lanzarme hacia él. Entonces el impulso desapareció y ni siquiera podía moverme aun cuando lo deseara. Mis piernas se volvieron de frío plomo cuando vi la mirada en cara de Armen, la confusión e incredulidad bajo la capa de sangre y contusiones. Jolliffe dijo algo. Mi mirada se volvió hacia él. Vi su cara, realmente lo vi, y lo reconocí, tal como había reconocido antes a Ryman. Mirándolos juntos, supe dónde los había visto. En la caza. Los dos hombres sin nombre, junto con Pendecki y Bryce, esa noche que habíamos cazado a Patrick Lake. Tampoco era la última que los había visto. Ellos habían sido los dos que me había acompañado a la ducha con Winsloe. Sus guardias favoritos. Escogidos para otra misión especial.

Armen no se había escapado. Eso no tenía sentido. Armen era un hombre pensador, no la clase de tipo que tomaría tal riesgo en un impulso repentino. No sabría crear un arma en prisión. Y seguramente no atacaría a dos guardias armados, cada uno con dos veces su tamaño. No, él no se había escapado. Le habían traído aquí. Golpeado y arrastrado a través del bosque. ¿Para qué? ¿Para desempeñar un papel en el último juego de Winsloe? Winsloe quería que yo rastreara a alguien, entonces había ido al bloque de celdas, elegido un objetivo, e instruyó a sus guardias favoritas para ayudar a construir el escenario. ¿Qué valor tenía todo esto, bastardo enfermo? ¿Lograbas tranquilizar tu manía?

– ¿Podemos irnos ahora? -Pedí otra vez, levantando mi voz para ser oída por sobre su conversación-. Lo tenemos. Deberíamos devolvernos.

Winsloe se movió para quedar sentado de lado junto a Armen, apoyado atrás como si estuviera en una cómoda silla-.No puede hacer eso, Elena. Desearía poder hacerlo, pero no podemos. No hemos terminado aún.

Echó una mirada a Ryman y Jolliffe. Los dos guardias le sonrieron abiertamente en respuesta, y mi estómago se volvió de hielo.

– No podemos tener presos escapándose, ¿Verdad, muchachos? Escapando de sus celdas, no escapan al castigo. No señor. Tenemos que imponer un código. Nadie escapa de mi complejo y vive.

Luché por tomar un aliento -Pero -pero pensé que Haig era un sujeto importante. El doctor Matasumi dijo…

– Larry entenderá. Un preso se escapa, lo perseguimos, tratamos de devolverlo vivo, pero… bien, las cosas pasan. La captura de un preso es un asunto delicado. Tanto podría salir mal, y por supuesto, no podemos arriesgar dejar a nadie alejarse y poner el proyecto en peligro.

Yo no podía dejar pasar esto. Me había sentido bastante enferma acerca de cazar a Patrick Lake, y él había sido un asesino vicioso. Armen Haig no era ningún monstruo. Era un hombre decente, un inocente en un mundo donde la mayor parte de nosotros, yo misma incluida, habíamos perdido nuestra inocencia cuando nos convertimos en una cosa distinta a humano. Los monstruos aquí eran los tres sin excusas para su comportamiento.

¿Qué veía Winsloe cuándo miraba Armen, a mí, a Patrick Lake, en el guardia que había matado, o cualquiera que habitaba su mundo? ¿Veía gente, seres conscientes? ¿O veía recortes de cartón, actores, caracteres de algún magnífico juego diseñado para su diversión?

– No puedes matarlo -dije, manteniendo mi voz tan neutra como era posible.

Winsloe estiró sus piernas, colocando su peso sobre Armen -Tienes razón. No puedo. Bien, yo podría, pero no voy a hacerlo.

– Bueno. Ahora podemos…

– No voy a matarlo yo. Tú lo harás.

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