Quise correr. Lanzarme a través de la puerta, abierta, correr y no parar hasta que Ruth y Paige Winterbourne quedaran atrás, no sólo fuera de mi vista, sino fuera de mi cabeza también. Quise correr hasta que mis piernas dolieran y mis pulmones estallaran y no pudiese pensar solamente en nada más que detenerme, incapaz de gastar la energía de un momento intentando entender lo que había pasado. No era la respuesta más madura. Lo reconozco. Pero era el tipo de respuesta en la que soy buena. Correr. Lo había estado haciendo toda mi vida. Incluso cuando no corría, cuando clavaba los talones y encaraba mis miedos, siempre había una parte de mí corriendo tan rápido como podía.
Sabía lo que tenía que hacer. Quedarme y resolver esto, negar los dichos de Paige y descubrir cuánto sabían estas mujeres. Si Paige simplemente hubiera dicho que sabía que yo era un hombre lobo, como intentando molestarme con eso, podría haberlo manejado. Pero cuando ella recitó mi biografía, aun cuando ésta fuera accesible a través de los archivos públicos, la violación que eso significaba era algo más personal. Entonces, sacar a la luz mi historia con Clay tan normalmente como si estuviera recitando mi fecha de nacimiento, bueno, cada fibra de mi ser gritó para que corriera, saliera de allí, pusiera algo de distancia, que tratara con esto más tarde. Sólo la demostración de poder de Ruth me impidió correr. Esto también me dio un momento para detenerme y pensar.
¿Quería volver con Jeremy y decir que dos extrañas me habían acusado de ser un hombre lobo y yo me había escapado? Oh, él no estaría enojado. Él entendería. Eso era mucho peor. No quería que él entendiera por qué yo había escapado. Quería que él estuviera orgulloso de mí. Sí, lo sé, soy demasiado vieja para buscar la aprobación de una figura paterna sustituta, pero así es la cosa. Después de que Clay me mordiera, Jeremy me había cuidado, poniendo su vida en suspenso para mantenerse a mi lado. Cada vez que emprendía una de estas investigaciones, yo estaba demostrando a Jeremy que él no había cometido un error, que probaba mi valor para la Manada, devolviendo sus esfuerzos multiplicados por diez. ¿Ahora, enfrentada por primera vez con la exposición inminente, iba a volver a Nueva York y decir, "Lo lamento, Jer, pero no pude tratar con ello"? No en esta vida. Si yo corriera, seguiría corriendo. Todo por lo que había trabajado tan duramente durante el último año, obligándome a aceptar mi vida en Stonehaven, con la Manada, con Clay, se vería lanzado a cualquier parte, y yo volvería a ser tan miserable y miedosa como lo había sido hace dieciocho meses.
De modo que me quedé. Ruth y yo convinimos un acuerdo. Yo la escucharía hasta el final, no admitiendo nada. Si yo quisiera, podría tratar su historia como las divagaciones de una anciana senil y fingir que me quedaba allí sólo para ser cortés.
Nos sentamos a la mesa, Paige en el lado opuesto, con la silla retirada. No había dicho una palabra desde que su tía llegara.
– ¿Crees en brujas? -preguntó Ruth cuando me sirvió una taza de té.
– ¿Wicca [4]? -dije con cuidado.
– No. Brujas. Brujas hereditarias. Como werewolves hereditarios.
Ella levantó una mano cuando comencé a protestar.
– No estoy pidiendo que admitas nada, ¿recuerdas? Estás siendo indulgente con una vieja dama. Bueno, si no lo crees, o no lo hacías, en brujas, entonces tengo que asumir que no crees en nada más fantástico. De acuerdo, sigamos. Voy a comenzar desde el principio. Finjamos que existen las brujas y… otras cosas. Finjamos, también, que estos seres, les llamaremos razas, saben la una sobre la otra y se reúnen periódicamente para distribuir información y trabajar con la exposición potencial. Ahora, en cierta ocasión, los werewolves fueron parte de esta colaboración…
Abrí la boca, pero Ruth otra vez levantó su mano.
– De acuerdo -dijo Ruth-. No necesitas una lección de historia. No vinimos aquí para esto. Tal como Paige debería haber dicho, vinimos para advertirte. ¿Alcanzó a llegar a esa parte?
– Le mostré las fotos -dijo Paige-. No llegamos a la explicación.
– Permíteme entonces. Estos hombres-humanos han estado dándonos algunos problemas. Bastantes problemas. Confrontaciones, acusaciones, secuestros. Parecería que saben más de lo que deberían.
– ¿Esos dos? -dije, señalando la carpeta-. ¿Ty Winsloe? ¿Secuestro de brujas? Me estás tomando el pelo. Esto no tiene sentido.
– ¿Qué otra cosa? -dijo Ruth con una ligera sonrisa-. Hubo un tiempo en que todos tuvimos que preocuparnos por las hogueras y los Grandes Inquisidores. Ahora tenemos a malvados magnates de la computación. No entraré en detalles, en parte porque sospecho que no te quedarás mucho tiempo para escuchar y en parte porque espero que una pequeña curiosidad pueda traer a tu manada a nuestra reunión.
– Yo realmente…
– Ellos saben sobre los werewolves y los buscan, tal como buscan al resto de nosotros.
Me incliné hacia atrás en mi silla y miré de Ruth a Paige. Ruth me miró, sus ojos verdes brillantes y agudos. Paige pretendió mirarme, pero esos mismos ojos verdes, en ella estaban cubiertos y distantes, mirándome, pero no viéndome.
– Sabe cómo suena esto, ¿verdad? -dije-. Finjamos que soy una werewolf. Ustedes dos me atraen aquí con alguna historia de mierda y me dicen que son brujas. No sólo brujas, sino parte de alguna clase de Naciones Unidas sobrenaturales. Como delegadas de estas Naciones Unidas, ustedes han decidido ponerse en contacto conmigo con esta historia acerca de imbéciles y demoníacos adictos a la computación…
– No son demoníacos -dijo Ruth-. Como dije, son humanos.
– Ustedes realmente toman este asunto en serio, ¿verdad?
– Es serio -dijo Paige, su mirada congelada-. Tal vez cometimos un error eligiéndote…
– Y acerca de esto. ¿Por qué me eligieron? ¿O pusieron esa historia en Internet y asumieron que sólo un werewolf contestaría? Digamos que esta conspiración existe y hay tipos por ahí buscando werewolves. ¿Qué debe detenerlos de responder a su anuncio?
– Realmente recibimos muchas respuestas -dijo Ruth-. Pero esperábamos la tuya.
– ¿La mía?
– Hace algunos años, nuestro consejo tuvo una disputa con un hombre lobo. No uno de tu manada. Un callejero. Hemos guardado información de él, por si alguna vez tuviéramos que ponernos en contacto con los werewolves. Cuando este problema comenzó, lo encontramos y… lo persuadimos para que compartiera algo de información con nosotros. Él sabía sobre tu paquete, quién lo conducía, quienes pertenecían al grupo, donde vivían. Además, él sabía todo sobre ti y tu historia. Siendo la única werewolf femenina, parece que has obtenido un status legendario entre los de tu raza.
Ella sonrió. Le devolví una mirada completamente en blanco.
Ruth continuó, -Él sabía que buscabas información de werewolves reales, observando y buscando su mal comportamiento. Qué interesante. Nosotras hacemos lo mismo, supervisamos a brujas que han dejado el Aquelarre. Entonces, decidimos tratar de ponernos en contacto contigo antes que intentar el contacto directo.
– ¿Por qué yo?
– Tú eres la parte de la manada. También, siendo la única hembra, parecías una… mejor opción de contacto. Quizás más fácil para hablar que tus homólogos machos.
En otras palabras, ¿más crédula? ¿O una menor probabilidad de responder a la amenaza con violencia? Si realmente hubieran querido eso, deberían haber ido directamente a la cima. Jeremy era el más equilibrado entre nosotros. Era, también, el de mente más abierta. Él habría sido la mejor opción para esta reunión. ¿No habría tenido más sentido, de todos modos, llevar sus preocupaciones directamente al Alfa? A menos que, por la razón que fuera, no quisieran hacer eso.
– Todavía es raro como suena todo esto -dije-. Olvida cómo y por qué me eligieron. Me traen aquí, dicen algunas líneas de Película clase B del estilo, “sabemos quién eres tú”. Lo lamento, pero estoy buscando la cámara escondida. Digamos, creo en todo este juego. ¿Por qué, si estas Naciones Unidas no incluyen a los werewolves, querrían, de repente, ponerse en contacto con ellos ahora? Si ustedes son brujas, deben haber escapado de los chicos malos antes.
– Arriesgamos la exposición al mundo tan a menudo como lo haces tú -dijo Ruth-. Pero siempre era una raza a la vez. Esto es diferente. Esto nos implica a todos, que es por lo que debemos unirnos.
– Uno para todos y todos para uno -refunfuñé.
– Esto no es una broma -dijo Paige.
– Todavía no crees en nosotras, ¿verdad? – preguntó Ruth-. Ni siquiera en la parte de brujas, a pesar de nuestra pequeña demostración.
– Podríamos hacer una más grande -dijo Paige-. Digamos, algo así como cerrar tu boca. Permanentemente.
– Paige -advirtió Ruth-. Perdona la exuberancia juvenil de mi sobrina. Si quisieras, sin embargo, yo podría, ciertamente, hacer una mejor demostración. Nada tan poco civilizado como una un hechizo para retener, por supuesto.
– No, gracias -dije.
– ¿Por qué? -preguntó Paige-. ¿Por qué no crees? ¿O porque no quieres hacerlo?
– Hice lo que dije que haría. Me quedé. Escuché. Ahora me marcho.
Cuando estuve de pie, Ruth tocó mi brazo -Al menos di a tu líder lo que hemos dicho. Nos reunimos en dos días. Los delegados de las razas principales deberán hablar allí del problema. Nos gustaría que tu manada se uniera a nosotros. Aquí está mi tarjeta.
Me dio una tarjeta de visita. Casi esperé ver “Ruth Winterbourne, Hechizos y Pociones.” En cambio, era una tarjeta para “Diseños Winterbourne, Indumentaria de Encargo para Mujeres.” La dirección adjunta estaba en Massachusetts, decepcionante que no fuera Salem.
– Sí -dijo Ruth con una sonrisa-. Es una verdadera tarjeta de visita para un verdadero negocio. No dejan mucho dinero los maleficios en estos días.
– No…
– Pónlo en tu bolsillo y fingiremos que vas a tirarlo una vez que esté fuera de vista. Si llamas, usa mi número de teléfono celular. Nos dirigimos directamente de aquí a la reunión en Vermont. No sería demasiado lejos para conducir desde Nueva York si decides ir. Espero que lo hagas.
Mascullé algo evasivo, metí en el bolsillo la tarjeta, y me marché.
Más tarde, pasé algo de tiempo pensando en brujas con teorías de conspiración multimillonarias. El pensamiento de otros seres “sobrenaturales” me intrigaba, aunque yo lo encontrara difícil de creer. De acuerdo, escepticismo de alguien que cotidianamente se transformaba en un lobo puede parecer algo hipócrita, pero no podía evitarlo. Había sido un werewolf durante casi seis meses antes creer que efectivamente existían. Había cambiado formas, había visto a Jeremy cambiar, y aún así no lograba convencerme de que era verdadero. Mecanismos severos de negación. Tal vez era más fácil creer que los werewolves eran una aberración antigua de la naturaleza, de la forma en que algunas personas, yo misma incluida, creen que el universo contiene sólo un planeta poblado. El pensamiento de zombis y vampiros vagando por la tierra era demasiado extraño. Pero Ruth no había mencionado zombis o vampiros. Sólo había dicho brujas y… otras cosas. Yo podría creer en brujas. La idea de que algunas personas podrían controlar las energías de la tierra era mucho más fácil de aceptar que la idea que, supongamos, algunas personas pudiesen transformarse en lobos.
Cuando llegué a mi cuarto del hotel, el teléfono sonaba. Me quedé parada en la entrada, contemplando la posibilidad de una media vuelta rápida, luego me resigné a contestar. Además, podía no ser quién esperaba.
– ¡¿Qué demonios haces en Pittsburgh?! -rugió antes de que yo alcanzara a poner el receptor en mi oído. Busqué el botón de volumen del teléfono, pero no pude encontrarlo, y consideré “accidentalmente” golpear el aparato.
– Es agradable tener noticias tuyas, también, Clayton. Mi vuelo estuvo bien, gracias. ¿Cómo está Detroit?
– Más caliente que el Hades -refunfuñó él, su voz cansina del Sur resucitó cuando su voz dejó caer los decibelios hasta un nivel de no-romper-tímpanos-. Huele peor, también. ¿Por qué no me llamaste y dijiste que ibas a Pittsburgh?
– Porque habrías insistido en encontrarme aquí. No necesito…
– Demasiado tarde. Ya estoy haciendo las maletas.
– No necesito tu ayuda, y no necesito tu protección.
– ¿Y mi compañía, querida? Supongo que no necesitas eso tampoco.
– Dale un descanso. Sólo te marchaste ayer, y me reuniré contigo el lunes.
– Entonces puedo ahorrarte dos vuelos. Conduciré esta noche, y cuando hayas terminado allí, puedo traerte de vuelta a Detroit.
– No.
– Sólo trato de ser…
– Controlador, posesivo, sobreprotector.
– Te echo de menos.
– Buen intento. La respuesta todavía es no. Puedo manejar esto.
– ¿Qué exactamente estás manejando?
– Mañana te cuento -dije-. Después que hable con Jeremy.
– ¿Algo bueno?
– Tal vez.
– ¿Divertido? -preguntó.
– Definitivamente, posibilidades de caos.
– Vamos. Cuéntame.
– Más tarde.
– Bromista -gruñó.
– ¿Quieres oír la broma? -pregunté.
– Seguro, si me quieres en Pittsburgh en una hora.
– Es un viaje de seis horas.
– ¿Quieres apostar?
Continuamos así por un rato, cuarenta y cinco minutos, realmente. Antes de que termináramos conversación, Clay había consentido, de mala gana, en no seguirme a Pittsburgh. Tengo que confesar que desde habíamos estado juntos de nuevo, él realmente había estado trabajando en ser menos controlador, posesivo, y sobreprotector. No era que él se fuera y me dejara conducir una vida semi autónoma. Teníamos dormitorios separados, pero para lo que servía. Él todavía esperaba que yo estuviera con él las veinticuatro horas del día. Incluso lo de tener dormitorios separados era una broma. Tener mi propio cuarto sólo significaba que tenía un lugar para almacenar mis cosas. Dondequiera que yo durmiera, Clay dormía.
Como parte de mis propios esfuerzos para salvar la relación, tenía que admitir que esta cosa de andar juntos era la parte de la naturaleza de Clay. Mordido siendo un niño, había olvidado alguna vez haber sido el humano, y nada en sus experiencias posteriores lo había convencido de estarse perdiendo algo. Era más lobo que el humano. Acerca de la cosa de tener que estar juntos a toda hora, Clay sostendría que nunca verías a un lobo decir a su compañero que tenía que “alejarse por un tiempo” o que necesitase “algo de espacio personal.” Ellos forman uniones de por vida que parecían funcionar bien sólo después de una penosa terapia de parejas.
Clay y yo habíamos estado juntos casi doce años. Bueno, “juntos” era una leve exageración. Habíamos comenzado a salir hacía doce años, luego ocurrió lo de la mordida. Después de diez años de rebotar de acá para allá, me había quebrado y me había confesado que lo amaba y no podía vivir sin él, toda esa cosa romántica de los Harlequines. De todos modos, nuestra relación era difícilmente de la clase que algún Harlequín permitiría. Clay y yo éramos juntos como el fuego y calor intenso de la gasolina, increíbles fuegos artificiales, y, de vez en cuando, destrucción devastadora. Me había costado comprender que así era como éramos. No era una relación tranquila, estable, nunca lo sería, y, francamente, ninguno de nosotros quería eso. La domesticidad dichosa era para otra gente. Que nos den fuegos artificiales y explosiones, tanto de la variedad positiva como de la negativa, y éramos tan dichosos como podíamos serlo.
No pude dormir esa noche.
Yacía en la cama, contemplando el techo, rechazando la inquietud que me impedía cerrar los ojos.
Primero, estaba la cuestión de las brujas. ¿Eran brujas o no? De una u otra manera, no confiaba en sus motivos. Demasiado de lo que habían dicho no tenía sentido. Debería haber llamado a Jeremy tan pronto como había dejado el hotel. Él no iba a estar feliz cuando averiguara que yo había esperado un día entero para contarle. Al menos dos personas sabían que yo era un werewolf y yo no se lo había dicho ni a Clay ni a Jeremy. ¿Dónde infiernos estaba mi cabeza? ¿Debería llamar Jeremy ahora? Eran las 2:45 de la mañana. Mi vuelo salía a las 8:00. Esto podía esperar. ¿O no? ¿Debía?
Fui a dar una vuelta para aclarar mi cabeza. Trotar, quiero decir. Cambiar a lobo y correr por Pittsburgh podía ser divertido, pero no era, definitivamente, la clase de excitación que necesitaba. Me puse pantalones cortos y una camiseta, dejé mi cuarto del hotel, y seguí un laberinto de callejones hacia una zona industrial desierta. Las ciudades grandes no eran el lugar para trotar de noche. Cualquiera que viera a una mujer joven corriendo por Pittsburgh a las 3:00 de la mañana buscaría al tipo que la perseguía.
Había trotado aproximadamente un cuarto milla cuando comprendí que alguien me seguía. No era una gran sorpresa. Como dije, las mujeres jóvenes que hacen footing por la noche llaman la atención, por lo general a tipos de la clase incorrecta. Seguramente si algún tipo brincara sobre mí, podría cerrarlo de golpe contra la pared de ladrillo más cercana y habría un violador potencial menos en el mundo. Pero eso significaba un cuerpo que limpiar en una ciudad extraña. No sólo eso, pero no podía hacerlo. Puedo hablar sobre hacerlo, pero no soy del tipo que lo haga. Incluso si algún atracador me disparara un arma y tuviera que matarlo, lo lamentaría. Me preguntaría si acaso había reaccionado de manera exagerada, si tal vez este fuera la primera ofensa del tipo y un buen susto lo habría puesto en vereda, si acaso él tenía una esposa y niños en casa y sólo quería unos dólares para comida. Mejor evitar entrar en una situación donde tal acción podría ser necesaria. Los lobos salvajes sobrevivían evitando la confrontación con los humanos. Los werewolves listos hacían lo mismo.
Cuando oí pasos suaves corriendo cerca, primero me aseguré que no era una coincidencia. Giré en las tres calles siguientes y di vueltas alrededor de donde había estado. Los pasos siguieron. Después me puse a favor del viento y comprobé el olor, por si fuera otro werewolf. Como la única werewolf femenina en un país con docenas de machos, era considerada un trofeo. El hecho de que mi amante era el werewolf más temido y odiado por los alrededores sólo se añadía a mi valor. Si los callejeros no querían follarme, querían joder a Clay y la posibilidad para hacer ambas cosas al mismo tiempo era más de lo que algunos podían resistir. Aunque no sabía de ningún callejero en el área de Pittsburgh, ellos eran un grupo nómada y mis expedientes estaban siempre retrasados.
Mi perseguidor no era un callejero. Los werewolves tienen un olor subyacente distinto y este tipo no lo tenía. Era un hombre. Además de eso, su olor no me entregaba mucho para seguir. No usaba loción para después de afeitar. Un poco de olor de cuerpo, como si su desodorante hubiera alcanzado su límite de tiempo. Por otra parte, era limpio. Muy limpio. No esperaba esto de un violador o atracador. Sí, sé que no todos los degenerados son vagabundos desaliñados, sin afeitar. La mayoría no lo es. Pero tampoco son, por lo general, fanáticos de la higiene. Mi curiosidad se despertó, y decidí conseguir una mirada a mi cazador.
Todavía impaciente por evitar la confrontación, intenté obtener una mirada desde lejos. Para encontrarlo, me detuve en medio de la calle vacía, me incliné, y até de nuevo mis zapatos. Entonces refunfuñé bajo mi aliento, maldiciéndolos por haberse deshecho, y los rehice. Hacia el tercer nudo, el tipo-cazador se detuvo, probablemente maldiciéndome por detenerme en el medio de la calle en vez de en alguna esquina sombreada y agradable. Se inclinó en su esquina, ocultándose lejos del aspecto borroso de movimiento que todavía había en la otra calle. Se escondía en el nicho de un edificio a mi izquierda.
Enderezándome, me lancé a hacer flexiones con el tendón de la corva. A mitad de camino de hacer el segundo grupo de flexiones, me eché a correr. Corriendo a todo lo que podía, me metí en el callejón junto al edificio donde mi cazador se escondía. Cuando él corrió después de mí, yo estaba detrás del edificio adyacente. Me paré en una entrada trasera y escudriñé los alrededores. Unos metros a mi izquierda, vi lo que quería. Algo oscuro y parecido a un misil. Media docena de botellas de cerveza estaba dispersada alrededor de la puerta. Agarrando la más cercana, la lancé por el callejón trasero. Se estrelló en algún lugar detrás del siguiente edificio. Por suerte, mi cazador no era sordo. Cuando alcanzo el final del callejón del lado, dio vuelta hacia ruido y se dirigió en aquella dirección, alejándose de mí.
Manteniéndome en las sombras, miré al hombre cuando se alejó. 1.80 o 1.85 de alto. Peso medio. Vestido con pantalones oscuros y chaqueta. Una especie de sombrero. ¿Gorra de béisbol? Él redujo la marcha, hizo una pausa, observando el entorno. Entonces él se puso boca abajo sobre el suelo y se arrastró lentamente, con la cabeza moviéndose de un lado al otro, como un francotirador que se arrastra por la selva. Algo pendía de su mano. Un arma. Un arma grande. Bien, Elena. Estás siendo acechada a través de Pittsburgh por un veterano de Vietnam armado. Esto es lo que conseguí por mirar Pelotón con Clay la semana pasada. El tipo probablemente llevaba una botella de Turquía Salvaje.
Pegándome cerca de la pared, yo deslicé hacia mi cazador. La luz de una ampolleta desnuda destellaba sobre lo que él sostenía en la mano. Definitivamente un arma. Entrecerré los ojos para conseguir una mejor vista de su equipo. Llevaba puesto un pantalón militar negro. De acuerdo, ya basta de flashbacks de Pelotón. Los pantalones militares no venían en negro, al menos no creía que lo hicieran. El tipo llevaba puestos pantalones holgados negros, una chaqueta igualmente holgada, una gorra oscura, y botas oscuras y gruesas.
Se detuvo. Me aplasté contra la pared y esperé. Tirando de su gorra con una mano, rascó su cabeza con la otra. En el silencio de la noche, sus uñas rasparon su pelo corto. Pelo muy corto. Como corte militar. Manteniendo su gorra lejos, tomó algo de su bolsillo, chasqueó su muñeca, y lo levantó a su oído.
– ¿Ella salió del camino? -murmuró por la radio. Asumí que era una radio porque no lo vi apretar ningún número de teléfono-. Sí… no. Ella debió haberme visto. Se asustó y corrió. Me pilló con la guardia baja… sí… no, no. No noté eso. No es difícil perder un lobo aquí fuera.
¿Lobo? ¿Dijo él lobo?
Realmente, este no era mi día.