ARRINCONADAS

Bauer empujó a Savannah y voló por la secuencia de seguridad. La salida se abrió y las tres nos lanzamos a través de ella. Cerré de golpe la puerta detrás. Savannah gritó que ahora estaba abierta la puerta a la celda vacía cruzando la mía. Nos zambullimos dentro.

– Estaba echando una ojeada por la esquina -dijo Savannah mientras yo tragaba aire-. Cuando los guardias vinieron con las linternas, vi a los otros salir del elevador. Lancé un hechizo de confusión de modo que pudieras pasarlos. ¿Funcionó bastante bien, eh?

– Muy bien -dije, sin mencionar que casi había sido atrapada en el fuego cruzado. ¿Qué demonios había enseñado Ruth a esta niña? Una bruja de doce años debería lanzar hechizos para calmar gatitos asustados, no hacer que hombres armados se disparasen los unos contra los otros.

– Hey -dijo una voz desde la entrada-. ¿Perdí mi invitación a la fiesta?

Brincamos. Leah dio un paso dentro, bostezando y pasando sus dedos por su pelo desordenado por el sueño.

– ¡No cierres eso! -dijo Bauer, agarrando la puerta de la celda.

¿Importaba eso ahora? Aunque yo no dijera nada, ciertamente no prevía otro intento de fuga en nuestro futuro próximo. Mientras las celdas abiertas no fueran una trampa, ellos tampoco habían tenido un golpe de suerte. Lo opuesto, de hecho. Mi gran plan de fuga había desaparecido en esa granizada de balas allá fuera. Incluso si saliéramos de este lío, Winsloe sólo tendría que comprobar la base de datos de la computadora para comprender que yo había usado a Bauer para pasar la seguridad. Él se aseguraría de que nunca pasara otra vez. Traté de no pensar en la multitud de formas en que él podría asegurar eso.

Leah caminó hacia una silla y cayó sobre ella-.Me corté mi maldito pie caminando hacia acá. Hay cristal por todas partes en el suelo. ¿Y cómo es que las puertas están abiertas? No es que me queje, Pero -ups, ¿Qué les pasó chicas?

– Cristales voladores -dije.

– Geez. No lamento habérmelo perdido. ¿Hay alguna herida? Sé de primeros auxilios.

– Estamos bien -dijo Bauer, moviéndose hacia la cama.

Mientras hablábamos, Savannah se asomó a la entrada-.No veo a nadie. ¿Están todos muertos?

– ¿Muertos? -repitió Leah mientras yo empujaba a Savannah lejos de la puerta abierta-. ¿Quién está muerto?

Expliqué lo que había pasado. Mientras hablaba, Leah siguió lanzando miradas discretas a Savannah, que se había tirado sobre la alfombra y no parecía notarlo.

– …deberíamos quedarnos aquí -dije-. Permanecer tranquilas y esperar que ellos hagan lo mismo. Nada de movimientos repentinos. Nada que los haga ponerse al corriente.

Savannah se levantó del suelo-.Conozco un hechizo para calmar…

– Estoy segura que si, cariño -dijo Leah-. Pero tal vez no es una idea tan buena.

La cara de Savannah se ensombreció. Leah puso su brazo alrededor de los hombros de la muchacha y le dio un apretón.

– Elena y yo podemos manejar a los guardias -dijo Leah-. Encontraremos un lugar seguro para ti, cariño, por si hubiera problemas cuando los guardias lleguen.

Lanzando una mirada a los costados, Leah dirigió mi mirada desde Savannah hacia los pedazos de ampolletas sueltos en el suelo. Mi corazón se hundió. Savannah. ¿Quién más podría haber sido la responsable del torbellino del cristal volador? Había sólo tres de nosotras en ese vestíbulo y sólo una que era conocida por lanzar objetos peligrosos a través del aire. Esto había sido un gran paso adelante desde lanzar platos, pero yo había visto una demostración del incremento de los poderes de Savannah con ese hechizo de confusión letal. Por supuesto, ella no lo había hecho deliberadamente -ella había sido herida tanto como cualquiera de nosotras- pero ese no era el punto. Queriéndolo o no, Savannah era peligrosa. Puesta bajo tensión emocional reaccionaba con violencia.

– Buena idea -dije-. Deberíamos poner a Savannah a resguardo-. Resguardo para ella y resguardo para nosotras.

– Sondra, ¿irás con Savannah? -dijo Leah-. Mi celda está abierta. Escóndanse allí.

Bauer se sentó en la cama, sus rodillas estiradas, contemplando la pared. De vuelta al estado de medusa gimiente.

– Estoy bien -susurró ella.

– Has hecho un trabajo duro hasta aquí -dijo Leah-. Elena y yo podemos manejar esto. Y toma a Savannah…

– ¡Estoy bien! -gruñó Bauer, sacudiendo la cabeza, sus labios curvándose. Luego se congeló, como si comprendiera lo que había hecho. Cerró sus ojos y se estremeció-. Estoy bien -dijo firmemente-. Quiero ayudar.

– Tal vez podemos hablar con los guardias -dije-. Explicar lo que pasó. ¿Hay un intercomunicador, Sondra? ¿Podemos comunicarnos de alguna forma con ellos?

Bauer sacudió su cabeza.

Fuera de la celda, algo cayó con un ruido sordo contra la puerta de salida. Nos paramos para escuchar. Dos ruidos sordos en rápida sucesión, luego silencio.

– Ellos no pueden entrar -susurró Bauer-. La puerta de salida debe haber perdido la energía o haberse trancado.

– Era demasiado esperar que todos estuvieran muertos -dijo Leah-. ¿Cuántos guardias había allí en total?

– Tres docenas…, no, treinta -dijo Bauer-. Nosotros -comenzamos siendo treinta y seis, pero hubo bajas.

– Piojosas probabilidades. Bien, voy a hacer que Savannah salga de aquí antes de que las cosas se pongan malas.

Leah extendió la mano hacia Savannah, pero ella la esquivó y corrió hacia mí.

– Quiero ayudar -dijo ella, alzando la vista hacia mí.

Como si no me sintiera lo bastante culpable pr sospechar que Savannah era la causante del cristal volador. Pero si Leah y yo íbamos a luchar contra esto, teníamos que poner a Savannah en algún lugar seguro donde pudiera calmarse.

– No tratamos de quitarte de en medio, Savannah. Sé que podrías ayudar. Ese hechizo de confusión -Me las arreglé para dirigirle una sonrisa sardónica – bien, me quedé impresionada, si quieres que te lo diga.

– Pero…-.Savannah suspiró, con la cansada resignación de un niño que podía oír venir el “pero” desde una milla de distancia.

– Pero si te quedas, Leah y yo estaremos demasiado preocupadas por ti como para concentrarnos en el peligro.

– Estaríamos muy preocupadas si te quedaras -dijo Leah, lanzándome una mirada-. Nos sentiríamos todas mucho mejor si estuvieras en algún lugar más… seguro. Te llevaré a mi celda.

– Bien -dijo Savannah, con una voz que decía que nuestra decisión era todo menos buena.

Leah extendió su mano hacia Savannah, pero la muchacha enpujó lejos y acechó la puerta. Leah trotó tras ella.


***

Varios minutos más tarde, Leah se apresuraba de vuelta. Los guardias todavía golpeaban la puerta de salida.

– Ella está en mi celda -dijo Leah-. Escondida bajo la cama. Cerré la puerta.

Comencé a asentir con la cabeza, luego me detuve-.¿Cerraste la puerta? ¿Y si se tranca? ¿Cómo la sacaremos?

– Ahora mismo estoy más preocupada de que Savannah no interfiera. Si no la encerraba con llave, estaría aquí abajo en dos minutos, tratando de ayudarnos. No necesitamos esa clase de ayuda -Ella echó un vistazo al cristal roto-. Ya ha ayudado bastante.

– Si Savannah hizo volar el cristal, no fue intencional.

Leah se encogió de hombros-.Probablemente tienes razón. De todos modos, no es su culpa. Que se puede esperar, con una madre como Eve.

– ¿Piensas que es eso? Sólo porque su madre estaba metida con la magia negra no necesariamente significa-

– Eve no sólo era una bruja, Elena. Su padre era un demonio, quiero decir que ella era un híbrido medio demonio medio bruja. Una combinación brutal. Yo soy bastante valiente. No me asusto fácilmente. Pero Eve me asustaba de una manera increíble. ¿Sondra, recuerdas cuando recién la trajeron aquí…

Bauer giró para afrontarnos -¡¿A quién carajo le importa, Leah?! ¡Tenemos a Dios sabe cuántos guardias armados golpeando la puerta de salida y hablas de la genealogía de Savannah!

– Frialdad, Sondra. Elena y yo tenemos todo bajo control. Estamos acostumbrada a esta clase de asuntos. Todo lo que digo, Elena, es que hay que tener cuidado alrededor de Savannah. Recuerda, es una muchacha preadolescente, hormonas pateando y toda esa mierda. Sólo hace las cosas aún peor. Quién sabe…

– ¡Maldición! -gritó Bauer-. ¡Están echando abajo la maldita puerta!

– ¿Cres que entrarán? -me preguntó Leah tranquilamente, como si Bauer fuera una lunática gritando dentro de un cuarto acolchado.

– Posiblemente -dije.

Ella suspiró -De acuerdo, entonces. Es tiempo de preparar la fiesta de bienvenida.


***

Cuando habíamos terminado de planear, apagamos la luz. Con nuestra visión nocturna, Bauer y yo estaríamos bien, y Leah había decidido que las ventajas totales de la oscuridad pesaban más que su desventaja personal de visión limitada.

Nos deslizamos hacia el pasillo, quedándonos detrás de la esquina por si los guardias se abrían camino, disparando sus armas.

– ¡Hola! -gritó Leah-. ¡Estamos atrapadas aquí! ¡Hay heridos! ¿Hay alguien ahí? ¿Pueden oírnos?

Nadie contestó. Tal como Bauer había advertido, la puerta era a prueba de sonidos. Leah intentó un par de veces más, luego le hice señas para hacerla callar y escuché. Yo podía sólo oír jirones de voces sordas.

– ¿-Quién está allí?

– La otra puerta, sin energía

– La radio, otra vez

– ¿Hay hombres afuera? ¿Matasumi, Winsloe?

Leah se apoyó contra mi hombro -¿Puedes decir cuántos hay?

Sacudí mi cabeza -Tres, tal vez cuatro voces, más los que no hablan. Espera, oigo algo más.

Un siseo fuerte sonó del otro lado de la salida. Cuando traté de identificar el ruido, de repente se elevó a un zumbido chirriante, bastante fuerte com para que incluso un no werewolf pudiera oírlo.

– Un soplete de soldar -dijo Leah-. Eso funcionará. Deberíamos prepararnos.

Nunca tuvimos una oportunidad de poner nuestro plan en acción. Cuando me balanceé hacia la celda vacía, la puerta de salida se abrió de repente. Los gritos de sorpresa de los guardias se transformaron en una serie de órdenes. Leah entró como una flecha a la primera celda conmigo. Cuando me giré para cerrar la puerta, me di cuenta que Bauer no estaba con nosotros.

– Ella se escapó -dijo Leah.

– ¡Mierda!

Abrí la puerta de un tirón. Bauer estaba corriendo hacia abajo por el pasillo.

– ¡Sondra! -Grité.

Ella se detuvo. En vez de girarse, sin embargo, comenzó a golpear la puerta de la celda a su derecha.

– ¡Abran! -gritó-. ¡Malditos sean! ¡Déjenme entrar!

Al principio, pensé que se había perdido. Luego comprendí que estaba frente a la única celda que permanecía ocupada, la del sacerdote Vodoun. Por supuesto, Zaid no podía oírla. La pared era a prueba de sonido. Pese a todo lo que pasaba aquí fuera, el pobre tipo probablemente estaba profundamente dormido. Me asomé a la entrada para decirle que se escondiera, pero ya se había ido, desapareciendo en la antigua celda de Armen Haig.

Cuando cerré la puerta, comprendí que teníamos un problema. Leah y yo estábamos escondidas detrás de un cristal unidireccional. Cualquier guardia en el pasillo podría vernos, pero no podríamos verlo. Nada bien. Exploré la celda buscando un punto donde escondernos, sabiendo que no lo encontraría. Estábamos expuestas. En el momento en que los guardias giraran por esa esquina, me detuve. ¿Por qué todavía no habían salido por esa esquina? Cuando abrí un poco la puerta, oí gritos frenéticos, luego un grito, un chillido inhumano que hizo que mis vellos se erizaran.

Le hice señas a Leah para que se echara atrás -Estoy echando un vistazo.

– Ponte en cuclillas -dije-. Permanence debajo del nivel de ojo.

Ambas nos pusimos en cuclillas. Dejé la puerta abierta. Un destello de luz rebotó en mis ojos y me sacudí hacia atrás, sólo para ver la luz pasar rozando desde la pared hacia el suelo y luego al techo, como algun loco blandiera una linterna. Por encima del grito, oí una voz masculina; luego una alarma aguda absorbió todo el sonido. Husmeé y olí algo tan inesperado que dudé de mis propios sentidos. El hedor acre a carne quemada llenó el aire. Cuando inhalé otra vez, cuestionándome a mí misma, un guardia disparó tan rápido que no tuve tiempo para echarme atrás en la celda. No importó. Él pasó por delante, con la boca abierta en un grito que era absorbido por la sirena. Algo se agitaba a su lado. Bizqueé en la oscuridad, luego me estremecí. Era su brazo, casi cortado por encima del codo, balanceándose de acá para allá mientras corría.

La luz de la linterna siguió saltando alrededor de las paredes. Las formas vacilaron, produciendo sombras torcidas en la pared. La sirena vaciló y dejó escapar un último sonido sofocado. Mientras moría, el sonido llenó el aire: el siseo del soplete, gritos de los guardias aún escondidas a la vuelta de la esquina, los gritos interminables del guardia del brazo cortado. Otra guardia salió tropezando desde detrás de la esquina, el soplete flameando a su lado. Cuando pasó junto a nuestra celda, se deslizó sobre algo, sus piernas salieron despedidas. El soplete salió despedido por el aire. Luego se detuvo. Se detuvo a más de dos metros por encima de la tierra y quedo suspendido allí, escupiendo su llama azul. El guardia caído saltó sobre sus pies. El soplete voló hacia abajo y lo cortó a través de la espalda. Sus brazos se alzaron y él cayó hacia adelante, gritando mientras su camisa ardía. El olor penetrante a carne y tela carbonizada llenó el aire.

– ¡Abran la maldita puerta! -gritó un guardia desde la esquina-. ¡Saquennos de aquí!

– Ellos están atrapados -susurré a Leah-. No puedo ver lo que está pasando. El soplete…

¡Bang! Un disparo de arma. Luego tres más en rápida sucesión. Cuatro fuertes sonidos metálicos.

– Están disparándole a la puerta -dijo Leah-. Deberíamos quedarnos a cubierto.

– Confía en mí. No iré a ninguna parte.

Un rugido repentino se superpuso a los gritos y chillidos.

– ¿Qué es eso? -preguntó Leah.

Yo lo sabía. Incluso mientras bizqueaba por el pasillo, yo sabía lo que vería. Bauer había cambiado a lobo. Ella cargó contra los guardias. Abrí la puerta de un golpe. Leah agarró mi brazo.

– Los guardias todavía están a la vuelta de la esquina -dije-. Puedo detener a Sondra antes de que ellos la vean.

– ¿Y entonces qué?

Bauer se encolerizó cuando chocó contra el guardia. Gruñendo, se echó atrás y se apartó de las llamas. El instinto humano superó al animal. Girando, rodeó el cuerpo ardiente y siguió corriendo hacia abajo por el pasillo.

– Sólo déjame -comencé.

– No. Piensa, Elena. No puedes ayudarla.

Bauer pasó por delante de nosotras y dobló la esquina. Una guardia gritó. Él corrió hacia la extensión principal del pasillo, la sangre salpicando de su hombro rasgado. Bauer lo perseguía. Antes de que siquiera alcanzaran la puerta de nuestra celda, ella saltó, aterrizando en su espalda. Mientras caían, ella hundió sus dientes en la parte de atrás de su cuello, arrancando un bocado. La sangre saltó.

– Usaré la distracción para bajar corriendo a la otra salida -dijo Leah-. Tal vez esté abierta ahora.

– ¿Qué-? -Comencé, luego comprendí que ella no podía ver lo que pasaba, no estaba afectada por ello.

Leah me rozó al pasar por delante de mí.

– ¡Cuidado! -grité, pero ella ya se había ido y Bauer estaba demasiado absorbida en su víctima como para ir en busca de otra.

Bauer rasgó pedazos de los hombros y la espalda del guardia, lanzándolos al aire. El cuerpo del guardia convulsionaba. Su rostro estaba completamente blanco, sus ojos imposiblemente abiertos y en blanco. Un guardia gritó, como si hubiera comprendido que su camarada estaba perdido.

Yo no podía seguir mirando más tiempo. Abrí la puerta y salté afuera, sin ningún plan en mente aparte de salvar de alguna manera a Bauer. ¿Merecía ser salvada? ¿Valía su vida el que arriesgara la mía? No importaba. Ella era un werewolf, un werewolf hembra nacido de mis genes. Tenía que protegerla.

Cuando salí de la celda, otro guardia vino desde esquina, con su arma en alto. Él hizo fuego. El disparo ardió a través de la oscuridad y golpeó Bauer en el anca izquierda. Ella embistió contr él. Él levantó el arma, pero ella estaba sobre él, sus dientes rasgando su garganta. Cuando corrí hacia ellos, dos formas saltaron de la oscuridad. El fuego resonó por el pasillo. Me zambullí, enroscándome justo a tiempo para ver las balas golpear a Bauer, destrozándole el pecho y la cabeza.

En ese segundo, justo cuando la sangre y el cerebro explotaron desde el cráneo trastornado de Bauer, incluso antes de que su colapsara sobre el suelo encima del guardia muerta, vi la puerta de salida abrirse de golpe. La vi y vi mi posibilidad. Mi única posibilidad. Sentí mis pies moverse, mi cuerpo girarse. Savannah destelló en mi mente. No podía marcharme sin ella. Incluso mientras pensaba esto sentí que mi cuerpo se zambullía hacia la puerta abierta. No tenía tiempo para volver por Savannah. Incluso si lo tuviera, ¿Lo haría? ¿Quién sabía de qué cosas era capaz de hacer ella si las cosas iban realmente mal? Con Savannah a remolque, yo nunca podría escapar, podría morir en el intento. Era mejor dejarla aquí, bajo tierra, donde sus poderes podían ser controlados, donde ella era demasiado importante para ser asesinada. Yo volvería por ella más tarde con los demás.

Estaba ya en el pasillo, mi cuerpo que había tomado la decisión justo mientras mi cerebro se agitaba. ¿Y Leah? ¿La estaba abandonando también? ¡Cobarde! Pero mis pies siguieron propulsándome hacia el elevador. Una vez allí, aporreé mi puño contra el botón, golpeándolo repetidas veces, sintiendo el curso de dolor por mi brazo y sólo golpeándolo más fuerte, castigando mi cobardía.

Las puertas del elevador se abrieron. Entré.

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