TRETA

El hospital era exactamente lo que uno esperaría de un centro de operaciones de tan alta tecnología: antiséptico, blanco, y frío. Lleno de instrumentos de acero inoxidable reluciente y máquinas digitales. Bueno, nunca tanto, dado que un cartel descolorido en la pared anunciaba los “síntomas de un ataque cardíaco”. Todo el asunto, así como su doctora, una mujer de mediana edad y bastante corpulenta. Carmichael cubrió todas las cortesías de presentación con un brusco hola. Luego siguió directamente con un “abra esto, acerque eso, levante esto, gire eso”. Nada de conversación. Apreciaba esto. Más fácil de tragar que la injustificada sociabilidad de Bauer.

El examen fue menos intrusivo que el promedio. Nada de agujas o muestras de orina. Carmichael tomó mi temperatura, peso, altura, y tensión arterial. Comprobó mis ojos, oídos, y garganta. Preguntó por posibles náuseas u otros efectos secundarios del tranquilizante. Cuando escuchó a mi corazón, esperé las preguntas inevitables. Mi latido de corazón estaba bastante arriba de lo normal. Una típica “anomalía fisiológica”, werewolf como diría Matasumi. Jeremy decía que se debía a nuestro metabolismo aumentado o al flujo de adrenalina o algo así. No recordaba la razón exacta. Jeremy era el médico experto. Apenas estudié biología en la escuela secundaria. Carmichael no comentó sobre mi frecuencia cardiaca, sin embargo. Sólo asintió con la cabeza y lo anotó en mi ficha. Supongo que ellos ya esperaban esto luego de examinar al callejero.

Después de que Carmichael terminó conmigo, me reincorporé a mi fiesta en la sala de espera. Sólo uno de las tres guardias me había acompañado al hospital. Él ni siquiera había lanzado una mirada mientras yo me ponía y sacaba la ropa. Un serio golpe para mi ego. No que yo lo culpara. No había mucho que ver.

Matasumi, Bauer, Tess, y los tres guardias me condujeron por el pasillo lejos de la sala de espera de hospital. Antes de que pusiéramos rumbo a nuestro lugar de destino, la radio de un guardia emitió una señal sonora. Había una especie de “incidente menor” en el bloque de celdas, y alguien llamado Tucker quería saber si Matasumi todavía necesitaba los guardias. Era la hora de comida y la mayor parte de los guardias fuera de servicio se habían ido a la ciudad. ¿Podría Matasumi enviar a los tres acompañantes que iban con nosotros? Matasumi dijo a Tucker que los enviaría en cinco minutos. Entonces nos fuimos en tropel a un área a la cual Bauer se refirió como “sala de descanso”.

La sala de descanso era una cámara de interrogatorios. Alguien que hubiese visto a un sólo policía no podría ser engañado por el espectáculo de las sillas cómodas y cuadros de Art Deco en las paredes. Cuatro sillas estaban ordenadas alrededor de una mesa de madera. Una ventana de cristal de una dirección dominaba la pared lejana. Videocámaras y micrófonos colgaban de dos esquinas del techo. Bauer podía llamarlo un maldito salón formal si quisiera. Esto era un cuarto de interrogatorios.

Mi escolta me condujo al costado más cercano del cuarto, afrontando el cristal de dirección única. Una vez que estuve sentada, abrió unas tapas a uno y otro lado de la silla y sacó correas reforzadas, que sujetó alrededor de mi cintura. Aunque mis muñecas todavía estaban dañadas, él usó otro juego de correas para atar mis codos a los brazos de la silla. Luego, desde el suelo, sacó una hebilla pesada con cadenas adosadas que se retrajeron debajo de la alfombra. Con esto afirmó mis pies. Las cuatro patas de la silla estaban soldadas al suelo. Maldición, necesitamos uno de éstos en nuestra sala en Stonehaven. Nada como una silla llena de ataduras de acero para hacerte sentir como un huésped gustoso en casa.

Una vez que estuve segura, Matasumi dejó que los guardias se fueran. Wow, estaba dejando una gran posibilidad allí. ¿Nada de guardias armados? Quién sabía que estrago podría causar yo. Yo podría… Bueno, podría escupir en su cara y llamarlo con nombres realmente repugnantes.

En cuanto al interrogatorio, fue bastante aburrido. Más de la misma clase de preguntas Matasumi me había lanzado en la celda. Seguí mezclando verdades y mentiras, y nadie me llamó la atención por ellos. Aproximadamente veinte minutos de empezada la sesión, alguien llamó a la puerta. Un guardia entró y dijo a Matasumi y Bauer que este tipo Tucker solicitaba su presencia en el bloque de celdas para que le aconsejaran en una “cuestión”. Bauer lo impidió, insistiendo en que Matasumi podía manejarlo, pero esto implicaba algún proyecto especial de ella, y después de discutir un momento, ella consintió en ir. Tess siguió a Matasumi, aunque nadie la hubiera invitado. Supongo que ella tenía miedo de que la fuera a escupir. Bauer prometió que estarían de vuelta cuanto antes, y se fueron. Dejándome sola. Hmmm.

Mi optimismo decayó rápidamente. No había ningún modo de que escapara de esta silla. Ningún brote de adrenalina me daría la fuerza suficiente para romper estas cadenas. De la forma en que estaba amarrada, alguien podría realizarme una cirugía a corazón abierto y yo no podría hacer nada más que gritar. Ni siquiera podía cambiar en lobo y esperar escapar. Las correas y las cadenas estaban atadas con un dispositivo que trabajaba como un cinturón de seguridad. Si Cambiaba, sólo arriesgaría la posibilidad de hacerme daño.

Mientras examinaba mis ataduras, la puerta detrás de mí se abrió. Un hombre entró a tropezones en el cuarto, tropezando sobre las sillas. Antes de que pudiera ver su cara, un olor me golpeó y los pelos de mis brazos se pararon. Un callejero. Giré mi cuello para ver al callejero de la jaula de abajo. Patrick Lake. El nombre saltó a mi conciencia al primer atisbo de su olor. Yo sólo lo había visto una vez, y no había sido una reunión memorable, pero el cerebro de un werewolf clasifica olores con la eficiencia de un oficinista de primera categoría que archiva datos. Con unas moléculas del olor, la información que lo acompaña llega inmediatamente a nuestra mente.

Patrick Lake era nómada y un caníbal. No un asesino demasiado prolífico, sólo un cuerpo por aquí, un cuerpo por allá, como la mayor parte de los callejeros, con el bastante sentido común para saber que cada matanza le llevaba más cerca de la exposición, pero incapaz o sin el deseo de dejarlo. La Manada no se molestaba mucho con callejeros como Lake. Quizás esto suene feo, como si nosotros debiéramos detener a cada callejero que asesine humanos, pero si hiciéramos eso, tendríamos que exterminar a tres cuartas partes de nuestra raza, y realmente, ese no era nuestro trabajo. Si los humanos estaban siendo asesinados, dejemos que los otros humanos se ocupen de ello. Duro pero práctico. Nos involucrábamos sólo cuando un callejero atraía la atención hacia él, poniendo así en peligro al resto de nosotros. Lake hizo eso hace aproximadamente cuatro años matando a la hija de un funcionario de la ciudad de Galveston, Texas. Clay y yo habíamos volado para llevar a cabo nuestros respectivos empleos. Yo había investigado el estado del caso de asesinato. Si Lake terminaba como sospechoso, tenía que morir. Ya que nunca conseguía mantenerse lejos, Clay se conformaba con revolcar en la mierda a Lake como advertencia, luego se aseguraba que tomara el siguiente avión fuera de Texas. Patrick Lake no nos había dado ningún problema desde entonces.

Cuando Lake se tambaleó en el cuarto, me sacudí en mi asiento, rompiendo las cadenas. Houdini-Xavier-caminó detrás de él. Viéndome, se detuvo y parpadeó, luego miró alrededor del cuarto.

– ¿Completamente sola? -preguntó.

No contesté. A menos que hubiera guardias medio demonio con poderes de invisibilidad, aparente yo estaba completamente sola. De todos modos, Xavier se asomó a la puerta para comprobar el pasillo. Entonces, empujó a Lake delante de él, cruzó hasta llegar al cristal de dirección única, miró detenidamente a través de él, frunció el ceño, observando el cuarto contiguo, y volvió.

– Sola -dijo, sacudiendo su cabeza-. Debes amar este lugar. Eficiencia militar, seguridad de alta tecnología, los últimos aparatos de comunicación. Y al final, todo tan desorganizado como los armarios de cocina de mi madre. No puedo creer que te dejaran sola. Son las ocho, ¿verdad?

– Déjame comprobar mi reloj -dije.

Él se rió entre dientes -Lo siento. Seguramente te han atado, ¿verdad? Alguien no está dando posibilidades. Pero estoy seguro que son las ocho, y se suponía que yo debía traer aquí a Lake a las ocho. Ahora ni siquiera pueden mantener el programa correctamente. Alguien necesita un secretario.

Lake me contempló. Él nunca me había visto antes, no oficialmente de todos modos. En Galveston, yo había estado bastante cerca como para olerlo, pero me había quedado fuera del viento y fuera de vista. Era una complicación que Clay no necesitaba. Los callejeros se ponían un tanto… excitados la primera vez que me veían. Una cosa hormonal. Me habían dicho que olía como una hembra acalorada, no era la descripción más lisonjera, pero explicaba bastante del problema. Después de que un callejero me llegaba a conocer, su cerebro humano por lo general daba patadas y anulaba las señales, pero las primeras reuniones eran siempre arriesgadas. A veces yo podía usar esa reacción en mi ventaja. Por lo general sólo era un dolor en el trasero.

– ¿Como ella? -preguntó Xavier.

Lake murmuró algo y trató de arrancar su mirada de mí, pero no tuvo éxito en romper el contacto visual. Caminó hacia mi silla, las cadenas de sus piernas chispeaban creando estática contra la alfombra. Lo miré directamente. Termínalo, asno. Lake rodeó la mesa dos veces. Cuando Xavier rió disimuladamente, Lake hizo una pausa sólo un segundo antes de que el instinto lo obligara a avanzar otra vez, rodear, sus ojos de vuelta en mí.

– Lo confieso, es una muchacha apuesta -dijo Xavier-. ¿Pero no crees que exageras, compañero?

– Cállate -gruñó Lake y siguió dando vueltas.

– No te preocupes -dijo Xavier, girándose hacia mí-. Si trata de oler tu entrepierna, le romperé el hocico.

Lake se volvió hacia Xavier, tenso como si fuera a embestir contra él, luego pareció pensarlo mejor y se conformó con gruñirle una sarta de maldiciones. El hechizo se rompió, sin embargo, y cuando se giró para afrontarme, sus ojos todavía ardían, pero con furia, no con lujuria.

– Estabas allí, ¿verdad? -dijo-. En Galveston. Con él. Cuando me hizo esto -Él levantó sus manos vueltas de revés y me las mostró. Su palma izquierda estaba fija permanentemente en la posición inicial, el resto del antebrazo nudoso y gastado, como resultado de demasiadas rupturas e insuficiente ajuste.

– ¿Quién es “él”? -preguntó Xavier.

– Clayton -escupió Lake, su mirada fija todavía sobre mí.

– Oh, el novio -Xavier soltó un suspiro fingido-. ¿Tenías que mencionar al novio? Lo vi en Vermont, y todavía me siento un tanto inferior en cuanto a belleza por todo el asunto. Por favor dime que el tipo tiene algún hábito repugnante. Olor a cuerpo. Se rasca la nariz. Dame algo.

– Él es un jodido psicópata -gruñó Lake.

– ¡Perfecto! Eso es exactamente lo que quería. Gracias, Pat. Me siento mucho mejor ahora. Independiente de mi estado mental cuestionable, nadie me ha acusado nunca de ser un psicópata.

Lake se acercó y observó mis cadenas.

– Que no se te ocurran ideas poco civilizadas -dijo Xavier-. Tú la tocas y tendré que dejar que ella toque de vuelta. No quieres eso. Ella es una muchacha fuerte.

Lake resopló.

– ¿No me crees? -dijo Xavier-. Ella ha estado aquí unas horas y ya dejó un agujero en su pared de celda. Tú has estado aquí dos semanas y ni siquiera has abollado la tuya. Podría ser más fuerte que tú.

– Probablemente no.

– No, tal vez no. Tú eres más grande. Más masa musculosa. Ventaja masculina. Pero ella es definitivamente más lista. Se le ocurrió la forma de derribarme en su segundo intento. Tú y yo hemos tenido diez rondas y nunca me has puesto un dedo encima. La hembra de la especie es más mortal que el macho. ¿Quién dijo eso?

– Fue Kipling -dije.

– ¿Ves? Ella es más lista que nosotros.

– Mejor educada -dijo Lake-. No más lista.

– ¿Hacemos una apuesta entonces? Un round. Si ella te atrapa, obtengo tu anillo de diamantes.

– Vete al diablo -refunfuñó Lake.

– Un tipo sociable, ¿verdad? Un brillante conversador. No me extraña que no lo dejaras entrar en tu Manada.

– Vete al diablo -articuló Lake más lentamente ahora, girando su mirada hacia Xavier.

– Toqué un punto doloroso, ¿verdad? Oh, vamos. Juega mi juego. Muéstrame que gran lobo malo eres. Quieres alguna venganza por ese brazo, ¿verdad? ¿Y tú, Elena? ¿Qué te parecen unas rondas con el Sr. Personalidad?

– No lucho bajo órdenes -dije.

Xavier suspiró y puso los ojos en blanco. Entonces se me acercó y deshizo todas las cadenas que me sostenían al asiento, dejando sólo las esposas.

– ¡Hey! -dijo Lake, avanzando a zancadas hacia nosotros.

Xavier lo detuvo con una mano extendida, se arrodilló para deshacer las ataduras de las piernas de Lake, luego abrió sus esposas. Lake se quitó las esposas y lanzó su brazo hacia Xavier. Pero su puño conectó con el espacio vacío. Xavier se había ido.

Yo me había quedado en mi asiento. No había ninguna razón para pelear con este callejero. Mejor sentarse aquí, rechazar el juego y esperar a que Matasumi y Bauer volvieran pronto.

Lake retrocedió y me contempló. Una sonrisa cosquilleó en las comisuras de su boca.

– No te molestes -dije-. Lo han intentado antes en circunstancias mucho más ventajosas. Sabes lo que pasará si siquiera lo intentas. Clay se asegurará de que no lo puedas volver a intentar nunca más.

– ¿En verdad? -Los ojos de Lake se ensancharon y miró alrededor-. No lo veo aquí. Tal vez quiera tomar la oportunidad.

– De acuerdo -dije-. Golpéate a ti mismo.

No me moví. Las luchas entre werewolves eran puro alarde en un 70 por ciento. En estos días, Clay ganaba la mayor parte de sus batallas simplemente mostrándose. Su reputación era suficiente. Al menos esto servía para los werewolves machos. Yo no era tan afortunada. No importa cuantos combates ganase, los callejeros todavía me imaginaban indefensa sin Clay para protegerme.

Lake rodeó la silla. No me moví. Él agarró mi pelo, enredando largos mechones alrededor de su puño. Apreté los dientes y aún así no me moví. Él tiró mi cabeza hacia atrás. Sólo lo fulminé con la mirada. Con un gruñido, él liberó mi pelo, agarró mis hombros y me sacó de la silla. Me eché atrás, tratando de empujarme contra la mesa, pero, a diferencia de mi silla, no la habían dejado pegada al suelo. Cuando golpeé el borde de la mesa, ésta patinó fuera de alcance y caí sobre mis rodillas, mis manos esposadas adelante para evitar mi caída. Lake me dio una patada en el trasero y me lanzó lejos, haciéndome estrellar contra mi cara. Me quedé quieta, con la cara contra la alfombra.

– ¡Uf! -dijo Lake-. Eso dolió.

– Mis manos están esposadas -refunfuñé contra la alfombra.

– ¿Sí? Bueno, mi mano izquierda no trabaja demasiado bien, gracias a tu amante muchacho. Tal vez yo debería hacerte lo mismo. Nah. No en el brazo. En la cara. Tal vez entonces él no te encontrará tan atractiva.

– Cara o brazo, no importa. Tócame y estás muerto.

– Ya estoy muerto, dulzura. Contigo aquí, estos bastardos ya no me necesitan más. Podría conseguir mi venganza mientras pueda.

Mientras intercambiábamos impresiones, mantuve mis brazos metidos bajo mí y me concentré. El sudor saltó de mi frente. Lake se arrodilló delante de mí y sonrió abiertamente.

– Te ves un poco pálida, dulzura. No eres tan resistente como pretendes.

Me moví, quitando mi peso de mis brazos. Lake saltó sobre sus pies y pisó con fuerza en el centro de mi espalda. Algo sonó. El dolor formó un arco a través de mí. Sofocando un grito, cerré los ojos y me concentré en mis manos. Relajé mi vientre contra la alfombra y enrosqué mi palma. Sentí el peso del pie de Lake en mi espalda, descansando allí. Sin advertencia, él empujó, aplastándome contra la alfombra. Cinco agujas traspasaron mi blusa y mi estómago. Jadeé y olí la sangre.

– ¿Dolió? -dijo Lake-. Bah, me siento taaaan mal. ¿Sabes cuánto me duele este brazo? ¿Tienes alguna idea? ¿Incapaz de ir al hospital, a un doctor? Detectar algún problema que hubiese hecho revocar su licencia…

Me lancé sobre Lake rápidamente, atrapándolo con la guardia baja. Él tropezó hacia atrás. En un segundo, él hubo recobrado su equilibrio y retiró su pie, que apuntó a mi pecho cuando me giré. Balanceé mi mano derecha y agarré su pierna. Mis uñas rasgaron sus vaqueros y se hundieron en la carne. Cuando le hube dado un buen apretón, tiré hacia atrás, rasgando su pierna. Lake gritó y tropezó hacia atrás.

– ¡Mierda! ¿Qué mierda…?

Él miró mi mano. Sólo que no era una mano. Era una garra, el apretón y los dedos de una mano humana, la piel de un lobo, largas uñas, muy afiladas, y duras como roca. Las esposas colgaban de mi otra mano. El Cambio parcial había estrechado mi mano lo suficiente para dejarlas como pulsera.

– ¿¡Qué mierda!? -repitió Lake apoyándose contra la pared.

– Treta de Manada -dije-. Lleva algo de concentración. Demasiado para un callejero.

Avancé hacia él. Vaciló, luego se lanzó contra mí. Caímos. Agarré su espalda. Él gruñó y trató de luchar. Agarré la espalda de su camisa con mi mano izquierda y lo arrojé lejos. Cuando me puse de pie, la puerta se abrió de golpe. Bauer entró apresuradamente en el cuarto con Matasumi, Tess, y dos guardias a sus talones. Los cinco se quedaron parados en la entrada y miraron fijamente. Entonces Bauer avanzó a zancadas a través del cuarto, observando a Lake.

– ¿Qué demonios pasa aquí? -dijo Bauer.

– Ella comenzó -dijo él.

– Oh, por favor -dije, poniéndome de pie.

Mi mano estaba normal ahora. Yo la había metido de nuevo en la esposa. Xavier pasó por la entrada.

Él comenzó -dijo Lake.

– Sólo seguía órdenes -Xavier se apoyó contra el marco de la puerta, las manos en bolsillos-. El anillo es mío, Pat. Ella pateó tu trasero.

– ¿Está grabado en cinta? -preguntó Matasumi.

Xavier bostezó -Por supuesto.

Bauer se giró hacia ambos -¿Órdenes? ¿Cinta? ¿Qué pasó aquí?

Yo sabía lo que había pasado. Había sido estúpidamente utilizada, y estaba furiosa por no haberlo visto antes. ¿Acaso no debería haberme preguntado por qué Matasumi, el paranoide de la seguridad dejaba libres a mis guardias? ¿Por qué luego me dejaba sola en el cuarto? ¿Por qué Xavier entraba solo con otro werewolf luego de que Matasumi había discutido sobre dejar mi celda sin guardias armados? Matasumi debe haber arreglado todo mientras yo estaba en el hospital. Mientras estaba fuera de mi celda, ¿por qué no intentar un pequeño de experimento? Averigüar lo que sucede cuando pones a un werewolf de la Manada en el mismo cuarto que un callejero.

Bauer comenzó a gritar a Matasumi, luego se detuvo. Despidió a Xavier y Tess para la noche, luego pidió a los dos guardias que me escoltaran de vuelta a mi celda. Una vez que estuvimos fuera de la distancia normal de oír, ella se lanzó contra Matasumi otra vez.

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