Pasamos el día siguiente planificando, trabajando en el programa de observación, los viajes de los guardias del bloque de celdas, los horarios de comer, y los recurrentes ataques de locura de Bauer. Lo último era la parte más preocupante. ¿Y si Bauer enloquecía en mitad de nuestra fuga? Sus períodos lúcidos se volvían más largos, ¿pero durarían el tiempo suficiente?
Según Bauer, el sistema de seguridad de Winsloe estaba conectado directamente con las identidades de todo el personal del complejo. Esta conexión aseguraba que fuera casi imposible para un cautivo manipular el ordenador, añadiendo su propio retinal y marcas digitales. Por supuesto, esto significaba que era igualmente difícil borrar una ID. ¿Qué significaba esto para nosotros? La ID de Bauer todavía funcionaría. Ya que ella tenía autorización superior, podría entrar y salir de todos los niveles del complejo con un invitado no autorizado.
¿Se marcharía Bauer sólo con un compañero? Yo todavía no me decidía. Lo sentía por Leah y Curtis Zaid, pero no podía llevarlos conmigo. Ruth había tenido razón. Mientras más personas añadíera a mi plan de fuga, mayor era la probabilidad de fracaso. Era mejor aplacar mi conciencia con un compromiso personal de liberarlos cuando volviera con los demás. ¿Pero y Savannah? Ruth me había dicho que la dejara. ¿Debía hacerlo? ¿Podía hacerlo? Dos preguntas muy diferentes. Considerando la conexión de Savannah con la muerte de Ruth y los otros incidentes, ¿era seguro ponerla en libertad? Temía que las enseñanzas de Ruth sólo hubieran intensificado los poderes de Savannah, volviéndola más peligrosa. ¿Era sabio sacar a Savannah de aquí y dejarla al cuidado de una aprendiz de bruja como Paige? ¿O debería dejarla aquí, dónde sus poderes sería contenidos sin peligro, hasta que pudiéramos entrar en contacto con las otras brujas del Aquelarre? Quizás Ruth había anticipado el peligro y por eso me había dicho que no me llevara a Savannah cuando me escapara. De modo que debía dejar a Savannah.
¿Pero podía? ¿Podía abandonar a una niña aquí, sabiendo que podía pasarle algo antes de que volviera? De acuerdo, esa niña podía ser capaz del mal, pero no era su culpa o no lo hacía de manera conciente. Ella era inocente. Estaba segura de eso. Entonces, ¿cómo podría abandonarla? No podría. Bauer podría sacarnos a ambas por las salidas simplemente llevando a una persona a la vez. Eso nos haría más lentas, pero eso no justificaba abandonar a Savannah. De ser posible, me llevaría a Savannah. Simplemente no le diría nada a Bauer al respecto. No todavía.
Planeamos escaparnos esa noche, cuando los guardias trajeran mi comida de las diez y media de la noche. ¿Estábamos listas? Probablemente no, pero no me atrevía a esperar más tiempo. Tenía que detener a Clay. Necesitábamos el día de mañana como día de reserva, por si yo pudiera salir de mi celda esa noche.
Pasé la primera parte de la tarde descansando en la cama. Por supuesto, no descansaba realmente -no mentalmente al menos. Yacía sin poder dormir preocupándome de todo que podría salir mal. Antes de que los guardias llegaran, scaría las costras de mi rodilla herida, hacíendola sangrar otra vez, luego usaría esa distracción para matarlos y escaparme. ¿Y si el truco de la rodilla sangrando fallaba al incitar la preocupación de los guardias? ¿Y si yo no era lo bastante rápida, si el segundo guardia disparaba su arma mientras mataba al primero? Tenía que matarlos. No podía arriesgme a que recuperaran el conocimiento antes de que nos escapáramos-
Ufff.
Me congelé, reconociendo el sonido antes de que mi cerebro lo registrara. La puerta de mi celda se había abierto. En vez de saltar para ver quién estaba allí, me quedé inmóvil, tensa y esperando. ¿Qué hora era? Nueve con veinte. Demasiado tarde para que fuera Matasumi. Demasiado temprano para mi comida. Xavier se había ido. Eso dejaba a Winsloe. Por favor, no. No esta noche. Me quedé quieta, escuchando y oliendo el aire, esperando oír algún ruido.
Pasó un minuto entero sin ninguna palabra de saludo, ningún olor de un intruso, ningún sondio de la puerta al cerrarse. Levanté mi cabeza de la almohada y me di vuelta hacia la puerta detrás de mí. No había nadie allí. Moví mis codos para mira mejor. La puerta estaba cerrada. No, espera. No cerrada. Abierta diez centímetros, quizás menos. Otra vez, me moví. ¿Era Winsloe en el pasillo, dando a instrucciones de última hora a Ryman y Jolliffe? Aún no oía ni olía nada. Conté sesenta segundos, luego saqué mis piernas por el costado de la cama, y me arrastré hacia la puerta. Inclinándome hacia la grieta abierta, inhalé. Sólo había viejos olores. ¿Cómo era posible? Alguien había abierto la puerta sólo un minuto antes. ¿Por qué podía no podía olerlo?
Moviéndome para ponerme en cuclillas, abrí la orilla unos centímetros más, luego un poco más, finalmente un casi medio metro. Estiré los tendones de mis corvas, avencé en puntas de pie, y miré detenidamente fuera de la puerta. Había alguien en el pasillo. Me eché hacia atrás, luego comprendí a quién había visto y me asomé otra vez. Bauer estaba de pie fuera de su celda, mirando a un lado, luego al otro. Cuando me vio, se enderezó.
– ¿Tú-? -susurró.
Sacudí mi cabeza y avancé por el pasillo. Antes de que pudiera decir algo, una puerta se abrió en el extremo opuesto del pasillo y Savannah salió, medio tropezando debido al sueño, su cabello convertido en un enredo oscuro, un delgado hombro sobresaliendo de un camisón de tela escocesa roja. Al vernos, se frotó una mano sobre la cara y bostezó.
– ¿Qué pasa? -preguntó.
Hice señas para que se quedara en silencio y se acercara. Ya que yo no podía oler a nadie más en el pasillo, las puertas debían haberse abierto automáticamente, algún mal funcionamiento mecánico. ¿Demasiada coincidencia? Tal vez, pero yo no iba a ignorar la oportunidad. Sí, esto podía ser una trampa, pero ¿Con qué objetivo? ¿Ver si trataríamos de escaparnos? Sería más una prueba de inteligencia -alguien que permaneciera en prisión cuando las puertas estaban abiertas claramente carecía de algunas células cerebrales. Podía ser uno de los experimentos de Matasumi, como cuando me había puesto en ese cuarto con Patrick Lake. Peor aún, podía ser otro de los juegos enfermos de Winsloe. Entonces ¿Debería sentarme en mi celda y no hacer nada? Tal vez debería, pero no podía. Si esto era real, tenía la posibilidad de salvar a las tres personas cuya seguridad me concernía en mayor medida: Savannah, Bauer, y, por supuesto, yo misma.
– Nos marchamos -susurré, inclinándome hacia el oído de Savannah- Sondra puede sacarnos. Muévete sigilosamente de vuelta a tu celda y ponte tus zapatos.
– ¿Nos vamos ahora? -susurró Bauer.
– ¿Estamos afuera, verdad?
Cuando Savannah salió nuevamente de su celda, Bauer vaciló, la confusión nublando sus ojos. Me dije que ella sólo tenía sueño, pero temi lo peor. La mente podrida de Bauer no respondería bien a cambios de rutina. Ella había pensado que nos marchábamos en unas horas, e incluso esta pequeña desviación del plan podía sacar su cerebro de línea. Sonreí tan favorablemente como pude y la conduje hacia su celda.
– Sólo agarra tus zapatos -dije.
Bauer asintió con la cabeza y extendió la mano hacia manija. Ella la giró, frunció el ceño, echó un vistazo sobre su hombro hacia mí, luego movió con fuerza la manija, y empujó la puerta. No se abriría. Quitándola hacia un lado, tiré la manija y golpeé la puerta con mi hombro. No se desplazó.
– Debería abrir -dijo Bauer, el pánico arrastrándose en su voz-. Tiene que abrir. No hay ninguna cerradura externa.
– No puedo regresar a mi celda -dijo Savannah cuando volvió hacia nosotras corriendo-. La puerta se ha pegado.
– Esta también -dije-. Supongo que si un mal funcionamiento mecánico puede abrirlas, puede cerrarlas también. Tendremos que marcharnos tal como estamos.
– ¿Y Leah y el Sr. Zaid? -preguntó Savannah-. ¿No deberíamos sacarlos?
– Si podemos.
No podíamos. Comencé con Curtis Zaid. El sacerdote Vodoun yacía acurrucado encima de los cobertores de su cama, duermiendo. Su puerta estaba fuertemente cerrada.
– Cerrada -dije.
Savannah corrió a través del pasillo e intentó con la puerta de Leah-. Aquí también.
– Tendrán que quedarse por el momento -dije-. ¿Sondra, la salida por la celda de Savannah es la única con un puesto de guardia, verdad? La única, porque la mía sólo se conecta a través de una cámara con la estación.
Bauer asintió con la cabeza.
– Bien.
Me dirigí hacia la salida en el lado de Savannah. Bauer agarró mi brazo.
– Ese es el único guardia -dijo ella.
– Lo sé.
– ¡Pero no puedes -no podemos -ellos nos dispararán!
Solté sus manos de mi brazo y encontré sus ojos salvajes. Hablamos esto, ¿Lo recuerdas, Sondra? Ambas puertas se conectan con un pasillo común con el elevador en el punto medio -Me irritaba tener que darle la explicación ampliada, pero sabía que esto era lo que Jeremy haría, así calmaría él la histeria de Bauer-. Si salimos por la puerta supervisada con cámara, la alarma notificará a los guardias. Ellos nos verán por la cámara y nos encontrarán antes de que podamos subir al elevador. Por la otra puerta, los guardias estarán justo al otro lado. Tendrán sólo segundos para reaccionar antes de que yo me lance contra ellos. No tendrán tiempo para pedir ayuda. Voy a mata… desarmarlos y podremos movernos sigilosamente hacia arriba.
Di un codazo a Bauer para que avanzara e hice señas a Savannah para que me siguiera. Cuando Bauer avanzó hacia la puerta, algo se cayó del techo. Embestí hacia adelante, sacándola del camino. El objeto golpeó el suelo con un agudo pop y tintineo de cristal.
– Es sólo una ampolleta -dijo Savannah-. Realmente te moviste rápido.
Cuando Bauer se recuperó, eché un vistazo. Arriba había una fila de seis ampolletas, el primer espacio ahora sólo tenía un enchufe vacío. Un diminuto chillido llamó mi atención, y noté la segunda ampolleta de la línea. Cuando la miré, la ampolleta giraba lentamente, saliéndose del enchufe.
– Guau -dijo Savannah-. Casi parece como si…
¡Crack, crack, crack! La fila entera ampolletas cayó contra el suelo, sumergiéndonos en la oscuridad. Bauer gruñó.
– Está bien, Sondra -dije-. Tus ojos se adaptarán. Tienes visión nocturna ahora. La luz de la puerta de seguridad será suficiente. Muévete hacia ella y…
Savannah chilló. Giré y extendí la mano hacia la oscuridad para calmarla. Algo cosquilleó mi brazo izquierdo. Di palmadas con mi mano derecha sobre el punto y sentí la sangre correr por mi palma. Bauer gritó. Un manchón borroso voló hacia mi cara y cortó mi mejilla. Cuando lo atrapé, un pedazo de cristal muy afilado se clavó en mi palma. Otro pedazo golpeó mi cuero cabelludo. Mis ojos se adaptaron entonces, y vi un torbellino de cristales rotos volando alrededor de nosotros.
– ¡La puerta! -Grité-. ¡Sondra! ¡Tira la puerta!
Difusamente vi que su contorno chocaba contra la celda más lejana, sus brazos desmadejados, su cabeza escondida para evitar el impacto. Los trozos de cristal pincharon y cortaron mis brazos desnudos y cara cuando me lancé hacia ella. Agarré su brazo y la tiré hacia la salida, colocándola delante de la cámara de retina. Cuando alcancé el botón, noté que sus ojos estaban fuertemente cerrados.
– ¡Abre tus ojos! -Grité.
Ella los apretó aún más, bajando su barbilla hacia su pecho.
– ¡Abre tus malditos ojos para el escáner!
Yo estaba extendiendo mi mano para abrirlos cuando ella parpadeó. Golpeé el botón. La primera luz roja vaciló, luego murió y el panel entero se puso negro. Golpeé el botón otra vez. Nada pasó. Lo toqué repetidas veces, mis ojos observando el panel buscando cualquier señal de vida. Nada. Ninguna luz. Ningún sonido. Estaba muerto. Me giré. En el otro extremo del pasillo, un débil brillo rojo se reflejaba a la vuelta de la esquina.
– La otra puerta todavía tiene la energía -dije-. Vamos.
– No puedo -susurró Bauer, lanzando su cabeza contra el cristal que volaba-. No puedo.
No le hice caso -Savannah, corre hacia mi celda. No cerré mi puerta. Quédate dentro mientras abrimos la otra salida.
Agarré a Bauer con ambas manos, y medio la cargué, medio la arrastré hacia abajo por el pasillo. El torbellino de cristal siguió girando alrededor de nosotras, mordiendo como mil avispas.
En la oscuridad y con mi apuro, adelanté a Savannah, y llegué a mi celda antes que ella. Con un espasmo de alivio vi que mi puerta estaba todavía abierta. Recordé que necesitaba mis zapatos y me lancé adentro para agarrarlos. Cuando me di vuelta, los pies de mi cama se movían. Rebotó alrededor de medio metro desde la tierra, luego se lanzó directamente en el aire y se precipitó hacia mí. Apenas tuve tiempo para echarme atrás en la celda antes de que el colchón golpeara la puerta, cerrándola.
– Que -que -tartamudeó Bauer.
La empujé hacia la otra salida. Una serie de golpes sonaron. Esperando disparos, me dejé caer sobre mis rodillas. El pasillo se llenó con una ensordecedora estática, como si alguien hubiese arrancado el botón de todos kis intercomunicadores. Savannah se rozó contra mí. Apreté su hombro y traté de decirle que todo estaría bien, pero la estática me ahogaba. Dando a Savannah una última caricia tranquilizadora, agarré a Bauer y la propulsé hacia la puerta de seguridad. Esta vez, quizás comprendiendo que era su única posibilidad de escape del cristal volador, Bauer se colocó delante del escáner retinal y golpeó el botón. La luz roja vaciló, y durante un momento todo estuvo muerto. Entonces una luz verde destelló. Bauer agarró la manija y la segunda luz cambió de rojo a verde. Tiró la puerta y se lanzó hacia el pasillo. Yo sabía que la segurida de Bauer sólo permitía que una persona más pasara, por lo que tan pronto como Savannah y yo pasáramos, una alarma sonaría en algún lugar. Yo no podía preocuparme de eso. Los guardias nos verían por la cámara de todos modos.
Cerré de golpe la puerta detrás de nosotras. Unos pedazos de de cristal cayeron inocuamente al suelo.
– ¿Qué pasó allí? -susurró Savannah.
– No lo sé -dije-. ¿Están bien?
Savannah y Bauer asintieron con la cabeza. Sí, cada centímetro de nuestra piel desnuda parecía sangrar, pero nadie había perdido un pedazo de ojo o herido una arteria principal, entonces parecíamos entender que eso nos hacía estar “bien”.
Las voces resonaron desde el otro extremo del pasillo. La cabeza de Savannah se sacudió.
– No vamos a hacerlo -susurró ella.
– Sí, lo haremos -dijo Bauer. Ella se enderezó, quitando un chorrito de sangre de su ojo-. No volveré allí. Estoy fuera ahora y me quedo fuera. Elena se ocupará de los guardias. Nos quedaremos aquí donde es seguro.
¿De medusa gimiente a líder de grupo en sesenta segundos? Era agradable ver a Bauer recobrar su equilibrio, pero esta no era la clase de cambio que yo habría deseado. No importa. Al menos no se encogía en una esquina. Además, yo era la única que debía ir por los guardias. Bauer sólo me molestaría.
Cuando comencé a avanzar, Savannah agarró mi blusa.
– Te ayudaré -susurró ella-. Haré un hechizo.
Vacilé, queriendo decirle que no molestara, pero comprendí que danr a Savannah una posibilidad para sentirse útil podría calmar sus miedos. Además, ella era sólo una bruja novata de doce años. Sólo conocería la clase más simple de hechizos.
– De acuerdo -dije-. Mientras puedas decirlo desde aquí. Mantente a cubierto y tranquila.
Cuando me arrastré hacia adelante, un cristal golpeó contra el vestíbulo. Luego otro. Luego cristal roto, más fuerte que la caída de las ampolletas. Y ese grado de oscuridad. ¡Sí! Esta vez le di la bienvenida a la oscuridad. Me daría una ventaja… mientras que el cristal roto no comenzara a volar otra vez.
– ¡Maldición! -una voz, probablemente el siseo de un guardia-. Primero, la salida uno se apaga, luego la cámara en la salida dos, ahora esto. Un maldita falla en la alimentación de corriente.
– Tomaré la linterna -dijo una segunda voz.
– Ambos lo haremos. No estoy de pie alrededor en la oscuridad."
¿Así había sólo dos guardias? Mejor y mejor. Aceleré mi paso, doblé sobre la esquina, y golpeé el botón de elevador. Entonces me dirigí hacia la estación de guardia. Parcialmente allí, tropecé con algo y miré abajo para ver una tapa de luz de neón. Esquivé y golpeé con mi pie directamente en el casco de cristal. Mordiendo mi mejilla contra un gruñido, pasé mi pie raspando derecho, borrando el paso mientras avanzaba aliviada. Unaa luz se prendió a la vuelta de la esquina. Las guardias habían encontrado su linterna. Malditos.
Detrás de mí, las puertas de elevador crujieron y se abrieron. Una voz llamó, no desde adelante, sino desde atrás. Me congelé en medio de un paso. Los guardias doblaron la esquina, la luz de la linterna rebotando en las paredes. Alguien detrás de mí gritó. Me giré, vi un arma, y me lancé al suelo. Los disparos sonaron desde el frente y atrás. Una bala rozó mi pierna. Jadeé y avancé lentamente hacia el costado del pasillo. Un grito. Un grito de rabia. Una maldición. Eché un vistazo. Los guardias disparaban el uno contra el otro, los dos del puesto de guardia haciendo fuego contra los tres del elevador. Dos más yacían sobre el suelo, gritando y retorciéndose. Las balas zumbaban por encima de mí. Me levanté sobre mis manos y rodillas, empecé a avanzar y corrí agachada hacia las demás. Pasé justo al lado del segundo grupo de guardias. Ni siquiera lo notaron.
– ¡Vuelvan! -Grité a Savannah y Bauer-. ¡Entren!