Nos dirigimos hacia la salida, revisando primero para asegurarnos de que nadie más había salido fuera por un poco de nicotina. Una vez allí, Clay sacó la cabeza y la mano de la bolsa. Tomé la mano. Cuando él levantó la cabeza hacia la cámara, equilibré la mano todavía caliente al lado de la manija, lista para agarrarla tan pronto como la primera luz se pusiera verde. En vez de eso, el indicador se quedó rojo y algo emitió una señal sonora. Me di vuelta para ver un teclado numérico numérico adjuntado a la pared -¿ID#? -destelló en la diminuta pantalla.
– ¡Mierda! -Dije-. Un código clave. ¿Cómo me perdí esto?
– Porque ibas escapando, querida, no entrando -dijo Clay-. Yo no lo noté tampoco. Debe ser la seguridad añadida para entrar.
– No hay problema -dijo Paige-. Voy a resolver esto lógicamente. Primero, encontrar el número de dígitos -Ella comenzó presionando el botón “ 9”.
– ¡No lo hagas! -dijo Adam, arrebatando su mano-. Si entramos el código incorrecto, podríamos encender una alarma.
– Sé eso. Todo lo que hago es ver cuantos dígitos aceptará esto. Parece que cinco. De acuerdo. Volvamos al cuerpo de este tipo y veamos si podemos encontrar un número de cinco dígitos.
– Tal vez tatuado en su pecho -dijo Adam.
– No hay necesidad de sarcasmo -dijo ella-. Podría tener una tarjeta o algo con el número impreso. Incluso si es un secreto, como un PIN, mucha gente lo anota y lo esconde en su cartera. Sólo buscamos algo con cinco dígitos.
– Esto es estúpido -refunfuñó Adam.
– No -dije-. Es lógico, como Paige dijo. Correré de vuelta…
– ¡No tenemos el tiempo!
– Haremos el tiempo -dijo Clay-. Ustedes dos entren a los bosques y permanezcan escondidos.
Clay y yo volvimos al cadáver sin cabeza y buscamos los bolsillos, ni siquiera encontrando una cartera, ni nada de ninguna clase. Cuando volvimos, Adam paseaba junto al borde del bosque.
– ¿Nada, verdad? -dijo.
Asentí con la cabeza, luego me volví a Paige. De acuerdo, entonces sabemos que es un número de cinco dígitos. ¿Puedes hackear el sistema? ¿Romper el código?
– No sin un laptop y mucho tiempo -Ella echó un vistazo a Adam, que caminó a zancadas fuera del alcance del oído, luego bajó su voz-. Él está conectado. No creo que haya dormido mucho anoche.
– Éstará bien -dije-. Voy a revisar ese teclado numérico otra vez.
Volvimos a la puerta.
– ¿Bien? -dijo Adam-. ¿Todavía tenemos un plan?
– Trabajamos en ello -dije.
– ¿Y ustedes dos? -preguntó Paige-. ¿Puede convertirse en lobos y llevarnos adentro?
– ¿Cómo? -dijo Clay-. ¿Gemir y rasguñar la puerta hasta que alguien la abra?
– ¿Es todo lo que tenemos? -bufó Adam-. ¿Y el plan de reserva?
– Muy bien -dijo Clay-. Trabajamos en uno.
– ¿Trabajando en uno? ¿Quieres decir que no tenemos uno?
Paige puso su mano en el brazo de Adan. Él se la quitó.
– ¿Qué demonios hacemos aquí? -dijo él. Su voz se apretó, tomando una nota chillona del pánico-. Tenemos que apresurarnos. Utilizar ese escáner probablemente activó alguna alarma. Incluso si no lo hizo, alguien vendrá a buscar a esos dos guardias. ¡Maldición!
Los blancos de los ojos de Adam se bañaron de rojo, cuando la rabia reemplazó al pánico. El olor a fuego llameó. Clay agarró a Adam por la espalda de la camisa mientras el puño de Adam conectaba con la puerta. Sonó un fuerte pop. La puerta brilló. Clay arrastró a Adam hacia atrás y lo lanzó a tierra, luego empujó a Paige y mí del camino y se paró sobre Adam.
– Contrólalo Adam -dijo Clay-. Concéntrate.
Adam puso el rostro sobre la tierra. Convirtió sus manos extendidas en puños, agarrando puñados de hierba y tierra. La hierba chisporroteó y hechó humo. Cuando Adam comenzó a ponerse de pie, Clay puso su pie sobre su espalda.
– ¿Estás bajo control? -preguntó Clay-. No te dejaré pararte hasta que lo estés.
Adam asintió con la cabeza y Clay se apartó, pero quedó tenso. Adam se sentó, sepultó su cara en sus manos, y gimió como un estudiante de primer año de colegio con una resaca asesina. Entonces le dio una sacudida a su cabeza y nos miró.
– Lo siento, chicos -dijo él-. No quise decir… -Su cabeza se sacudió-. ¿Hice eso?
Seguí su mirada fija y vi que la puerta de salida estaba abierta. Parpadeé, miré otra vez, y comprendí que no estaba abierta. Se había ido. Sólo un montón de ceniza permanecía.
– Mierda santa -susurró Paige-. La incineraste.
– ¿Lo hice? -Adam se puso de pie, caminó hacia a la puerta, y tocó el borde, luego gimió y sacudió su mano lejos. Verdugones rojos engalanaron con colores brillantes las yemas de sus dedos. Sonrió abiertamente-.¡Mira, mamá, no hay puerta! -Él golpeó el aire y chilló-. Supongo que no soy tu medio demonio de fuego después de todo. ¿Ves esta puerta, Paige? Recuérdala la próxima vez que decidas calumniarme.
– Felicitaciones -dijo Clay-. Ahora vamos por el infierno de adentro.
Adam asintió con la cabeza y trató de poner una cara seria, pero su sonrisa se resbaló. Clay le hizo señas para que para mostrara el camino. Cuando pasó por encima del montón de ceniza, se inclinó y pasó sus dedos por ella, luego se giró a Paige y sonrió abiertamente, sus ojos brillantes. Ella le sonrió de vuelta, luego lo empujó por la entrada. Estábamos dentro.
Nuestra siguiente tarea era inhibir el sistema de radio y alarma. De mis viajes hacia y desde el hospital, sabía que el centro de comunicación estaba localizado en el primer piso, a la vuelta de la esquina del elevador. Varios guardias estaban siempre de servicio allí, manejando el equipo. La oficina de Tucker estaba junto con la estación de guardia. Con algo de suerte, él estaría allí. Matar a Tucker era otro trabajo prioritario. De todo el personal restante, Tucker era el más peligroso, no por sus cualidades personales -Yo no sabía si el hombre tenía alguna- sino porque mandaba las tropas. Cuando alguien descubriera que nos habíamos infiltrado en el complejo, Tucker los reuniría para la la acción. Sin Tucker y sin el sistema de radio, cualquier sentido de orden entre los guardias se vendría abajo -o era lo que esperábamos. La única otra persona que podría controlar posiblemente a los hombres sería Winsloe. A los guardias podría no gustarles o respetar a Winsloe, pero él pagaba sus salarios, que no recibirían si se alejaban y corrían al primer signo de problemas. Pro lo que Winsloe era el siguiente en nuestra lista de objetivos.
Una vez que Winsloe y Tucker estuvieran muertos, estaríamos más preocupados con enfrentamientos contra los guardias por separado que en detectar a los empleados restantes. Ah, seguro, Tess podría tirar una lima de uñas contra nosotros, pero yo probablemente podría agarrarla. Eso dejaba a Matasumi, un tipo que no podía luchar encontrar una salida de un cuarto de baño cerrado con llave. Oh, de acuerdo, olvidaba a alguien. El hechicero. Paige me aseguró que ella reconocería a Katzen si lo viera. Las brujas intuitivamente reconocían a los hechiceros… o eso había oído ella, aunque nunca hubiera encontrado uno ella misma. Muy consolador.
Habíamos planeado tomar nuestro tiempo moviéndonos desde la salida a la estación de guardia, evitando confrontaciones, tomando rutas alternativas si fuese necesario. La puerta de salida incinerada frenaba ese plan. Teníamos que llegar al cuarto de guardia e inhibir la radio antes de que alguien viera el daño.
Por suerte, llegamos al centro de comunicación sin incidentes. Nuestra suerte continuó cuando encontramos sólo dos guardias manjeando la estación. Uno estaba comiendo una barra de granola. El otro hacía el crucigrama en un periódico semanal. Sólo podíamos ver trazos de sus perfiles, pero era bastante para enviar una emoción fría a través mí. Sonreí. Éstos eran dos guardias que reconocía, dos que nunca olvidaría: Ryman y Jolliffe, los hombres que habían ayudado a Winsloe a cazar a Lake, que habíam desempeñado papeles fundamentales en la muerte de Armen, que habían encontrado orgullo y placer vicioso en sus empleos. Y ahora este dedicado dúo estaba tan absorbido con su trabajo que Clay y yo logramos movernos sigilosamente detrás de sin que ninguno lo notara. La tentación de gritar “¡Boo!” y verlos golpear las vigas era casi demasiado grande. Pero teníamos prisa. Por lo que Clay agarró a Ryman con una llave en el cuello y yo rompí el cuello de Jolliffe mientras él consideraba un sinónimo de nueve letras para estupidez. Teníamos que mantener un guardia viva y habíamos elegido a Ryman, esperando que su boca estuviera demasiado llena de granola para que gritara. Lo estaba. Lamentablemente, estaba tan lleno que cuando Clay lo agarró por la garganta, casi se ahogó hasta la muerte, requiriendo un momento de discusión sobre el modo apropiado de realizar la maniobra de Heimlich. Era una situación triste cuando tenías que salvar la vida de alguien antes de matarlo.
Ryman finalmente expelió un trozo empapado de avena, luego solñó una retahíla de vulgaridades.
– Ahora eso no suena como un “gracias” -dijo Clay, sujetando con fuerza su mano sobre la boca de Ryman.
– Hay gratitud para ti -dije. Me incliné sobre la cara de Ryman-. ¿Me recuerdas?
Su cara estaba blanca. Sonreí abiertamente, enseñando los dientes.
– Éstos son los dos sobre los que te conté -le dije a Clay.
Sus ojos chispearon, y él devolvió mi sonrisa -Perfecto.
Ryman hizo un ruido que sonó sospechosamente a un quejido. Lo dirigí una última sonrisa, luego me alejé, dejándolo con Clay. Mientras Adam desconectaba el equipo de comunicación, rompí la cerradura de la oficina de Tucker, me incliné dentro, miré, y olí.
– Parece que nuestra suerte se detiene aquí -dije-. Ningún signo del coronel.
– Por eso tenemos a éste -Clay golpeó el torso de Ryman sobre el escritorio, atropellando una botella de agua mineral-. Guardemos este informe. ¿Dónde encontramos a Tucker?
La sangre goteó de la nariz de Ryman. Él parpadeó, orientándose, luego aclaró su garganta y levantó su cabeza.
– Paul Michael Ryman -dijo, su voz acompasada, robótica-. Antiguo cabo del Ejército de los Estados Unidos. Actualmente sirviendo bajo el Coronel de Operaciones Especial R. J. Tucker.
– ¿Qué demonios es esto? -dijo Clay.
Paige amortiguó una risa -yo, uh… creo que es su versión de nombre, fila, y número de serie. Lo lamento, Paul, pero eso realmente no va a ayudarnos.
Clay se inclinó, estiró la mano de Ryman contra el escritorio, luego la rompió con su puño. Hubo un crujido enfermante, como el del rompimiento de huesos de un ave. Ryman chilló, oyéndose a medias por la mano de Clay sobre su boca.
– Los doctores tendrán mucho tiempo arreglando esto -dijo Clay-. Yo lo llamaría una amortización. Era la mano izquierda. Ahora la derecha. ¿Dónde está Tucker?
– Paul Michael Ryman -jadeó Ryman cuando Clay destapó su boca-. Antiguo cabo del Ejército de los Estados Unidos. Actualmente sirviendo bajo las órdenes del Coronel de Operaciones Especial R. J. Tucker.
– Oh, por el amor de dios -dijo Paige-. Vamos, Paul. Apreciamos tu lealtad, pero confía en mí, nadie más va a dar un maldito peso. Sólo di al hombre lo qué él quiere saber y termina.
– Paul Michael Ryman. Antiguo cabo del Ejército de los Estados Unidos. Actualmente sirviendo bajo las órdenes del Coronel de Operaciones Especial R. J. Tucker.
– Hombres -refunfuñó Paige, sacudiendo su cabeza.
Clay extendió la mano derecha de Ryman sobre el escritorio. Un chorro de estática de un juego de altavoces me hizo brincar. Clay sólo echó un vistazo a Adam.
– Lo siento -dijo Adam-. Ya casi lo hago.
Bajó el volumen en el altavoz estático que vomitaba, luego se inclinó para mirar los cables del otro.
– Bien -dijo Clay-. Una última posibilidad. Dón…
El altavoz que todavía funcionaba rompió en un ensordecedor gemnido. Cuando Adam extendió la mano rápidamente para apagarlo, una voz sonó.
– Jackson a basar. Base, ¿Copia? Repito, la seguridad ha sido violada…
– Espera -susurró Clay antes de que Adam lo apagase. Hizo señas hacia mí para que sostuviera a Ryman callado y tranquilo, luego le arrebató el micrófono a Adam-. ¿Cómo funciona esta cosa?
– Empuja el botón para hablar. Suéltalo para escuchar. Ellos no pueden oír nada a menos que el botón esté abajo.
Clay subió el volumen con la manivela del altavoz desconectado. La estática llenó el cuarto. Empujó el botón de conversación.
– Base a Jackson -dijo Clay, tragando su acento-. Aquí Ryman. Tenemos problemas con el equipo. Repito…
– Mierda, Paul -volvió la voz-. Puedo oírte apenas. Dije que tenemos una violación. La puerta de mierda ha sido quitada. Suopngo que explosivos, pero mierda, deberías ver esto. Nada más que ceniza. Una bomba infernal.
– No -dijo Adam, sonriendo abiertamente-. Un medio demonio infernal.
Clay le hizo señas para que callara, luego pulsó el botón del micrófono -¿Dónde estátú…-el coronel Tucker?
– La última vez que lo vi, estaba en el nivel dos, tomando el inventario en el armario de armas. ¿Él no contesta su radio?
– Intentaré otra vez. Mantén tu posición. Envío refuerzos.
Clay dio el micrófono a Adam, luego gesticuló desde mí a Ryman.
– ¿Lo quieres? -preguntó.
Encontré los ojos de Ryman con una fría mirada-. No realmente. Sigue adelante y mátalo.
Los ojos de Ryman se hincharon. Su boca se abrió, pero antes de que algo saliera, Clay rompió su cuello. Una vez que Adam terminó de desconectar la radio y los sistemas de seguridad, nos dirigimos hacia el armario de armas.
Ahora, no sabíamos exactamente donde encontrar el armario de armas. El guardia había dicho nivel dos, lo que lo reducía algo. De mis excursiones al hospital, había aprendido que el segundo piso se parecía mucho al nivel inferior, un bloque grande con un único pasillo que se unía al elevador. Esto lo hacía más fácil. Todo lo que teníamos que hacer era revisar cada cuarto hasta que encontráramos a Tucker. Hacer que Ryman nos dijera la posición exacta del armario de armas habría tomado demasiado tiempo.
En nuestra búsqueda, encontramos y matamos a dos cocineros. No, no nos amenazaron. No, no los percibimos como una amenaza. La desagradable verdad era que teníamos que matar a todos. No importando cuán inocuos pudiesen parecer, hasta el empleado más humilde poseía el arma más peligrosa de todas: conocimiento. Sabían que existíamos, y por eso, no podíamos permitirles dejar el complejo.
Buscando a Tucker, encontramos a Matasumi en un cuarto cerrado con llave, o debería decir, lo olí a través de una puerta cerrada con llave. Escuchamos durante un momento, luego Paige lanzó un hechizo menor para abrirlo. Ella confesó que el hechizo sólo funcionaba en cerraduras simples, pero ya que era silencioso, decidimos intentar eso antes de emplear técnicas físicas. Funcionó y abrimos la puerta. Miré detenidamente dentro y vi a Matasumi sentado frente a un ordenador. Estaba solo. Cerré la puerta silenciosamente, dándole un golpe a Paige en la barbilla cuando ella estiró el cuello para echar una mirada dentro.
– Todo limpio -susurré-. Él trabaja en un ordenador. No parece comprender que haya un problema.
– Él lo sabe -dijo Paige-. ¿Viste los discos Zip? ¿La mochila? Está haciendo una copia de seguridad de los datos y borrando el disco duro antes de arrancar.
– Y está a punto de encontrar un error fatal -dijo Adam, sonriendo abiertamente-. ¿Importa si me ocupo de éste?
– Vi un arma en el escritorio -dijo Paige-. Una grande. Probablemente agarró la más grande que pudo encontrar.
Clay me echó un vistazo.
– Dudo que tenga la menor idea de cómo usarlo -Sentí con la cabeza a Adam-. Seguro, ve. Te cubriremos. Sólo sé…
– Cuidadoso -dijo Adam-. Lo sé.
Abrí la puerta. Matasumi miraba la pared lateral. Sus dedos volaban a través del teclado. Mientras Adam entraba en el cuarto, Matasumi se inclinó para poner otro disco en la unidad. Vio a Adam y se congeló, luego echó un vistazo al arma en la esquina del escritorio. Su mano salió como una flecha, pero Adam arrebató el rifle antes de que Matasumi se acercara.
Adam blandió el arma y silbó-.Esto es un buen pedazo de capacidad armamentística. ¿Tiene una licencia para ella, Doctor?
Matasumi se congeló otra vez, su mano todavía extendida.
– No lo creo -dijo Adán-. Yo tampoco, por lo que nos desharemos de esto antes de que alguien salga herido.
Adam comenzó a sacudir el arma hacia Clay, luego lo pensó mejor, la puso en el suelo, y la lanzó hacia nosotros con su pie.
– Adam Vasic -murmuró Matasumi.
– ¿Sabe mi nombre? Me siento halagado.
Adam agarró la mano de Matasumi y la sacudió. Matasumi gruño y trató de quitar su mano. Contempló los manchones rojos brillantes en su palma, luego jadeó hacia Adam, como si fuera incapaz de creer que él lo había quemado.
– Ups -dijo Adam-. Lamento esto, Doctor. No he logrado completamente mantener el control aún -Adam se giró hacia el ordenador-. ¿Estaba trabajando? Es un pedazo de hardware. ¿Paige, ves esto? ¿Qué es?
Adam se inclinó y bizqueó hacia la cpu. Extendió la mano y la tocó. Chispas volaron. Los circuitos reventaron. Matasumi se sacudió atrás.
– ¡Maldición! -dijo Adam-. Esto tiene mala cara. ¿Crees que puedes arreglarlo, Paige?
– Lo siento, no soy técnico.
Adam sacudió su cabeza-.Supongo que somos unos pobres sin suerte, Doctor. Lamento esto. ¿Qué hacía usted de todos modos? ¿Descargar archivos? -Adam hizo reventar el disco de la unidad. Chisporroteó, luego se derritió como cera entre sus dedos-. ¡Ay! Espero que tenga copias de seguridad.
Los ojos de Matasumi parpadearon hacia un anaquel cerrado con llave arriba. Clay avanzó y lo rompió. Adam observó un puñado de discos. Estos se desintegraron a su toque, dejando sólo pedazos carbonizados de plástico y metal.
– ¿Ves? -dijo, mostrando a Clay su puño lleno de cenizas-. Esto es lo que pasa cuando me ayudas a reforzar mis poderes. Incluso peor que la maldición del Rey Midas. Al menos el oro tiene valor -se dio vuelta hacia Matasumi y se encogió de hombros-. Lo siento, Doctor, pero realmente es para mejor. No podemos dejar que esa información salga fuera de estas paredes, ¿verdad? Oh, espere. Hay un banco de memoria más que tengo que apagar. Mis disculpas de antemano.
Adán quitó un cable del ordenador y se lo puso alrededor del cuello de Matasumi. Durante un segundo, Matasumi no pareció comprender lo que pasaba. Entonces sus manos volaron a su garganta. Demasiado tarde. Cuando Adam tiró el cable con fuerza, éste se encendió, llameó, luego murió cuando Matasumi cayó de lado, tieso.
– Disfrutaste demasiado -dijo Paige.
Adam sólo sonrió abiertamente -¿Qué esperas? Soy un demonio.
– Medio demonio.
– Y un demonio entero habría torturado al pobre tipo primero. Al menos yo fui misericordioso.
– Termina de destruir los archivos y el ordenador -dijo Clay-. Luego nos movemos.
– ¿Debería ponerme en contacto con Kenneth ahora? -preguntó Paige cuando dejamos el cuarto.
Clay sacudió su cabeza y siguió andando.
– Pero Jeremy dijo que los notificáramos una vez que estuviéramos dentro y tuviéramos los sistemas abajo.
– No, él dijo que lo notificaras cuando Elena te dijera que lo hicieras.
Paige me echó un vistazo.
Sacudí mi cabeza -No todavía.
– Pero podríamos usar su ayuda.
– ¿La ayuda de quién? -dijo Clay, deteniéndose de repente y girando hacia ella-. ¿Kenneth? Él no puede luchar. ¿Cassandra? Ella podría luchar, si quisiera hacerlo. Los llamaremos cuando esté claro.
– Pero…
– Pero nada -Clay frunció el ceño hacia Paige-. Me estás pidiendo que ponga a mi Alfa en una posición potencialmente peligrosa donde no sólo es el único luchador, sino que donde además es responsable de las otras dos personas. No haré eso.
– Lo siento -murmuró Paige mientras Clay se daba la vuelta.
Clay giró hacia ella -¿Qué?
– Dije, lo siento.
Clay vaciló, le lanzó un brusco asentimiento, y luego nos hizo señas para que calláramos y comenzó a avanzar otra vez.
Encontramos el armario de armas. Para mi sorpresa, realmente era un cuarto entero. Hey, nunca he estado en la milicia. Oigo el término “armario de armas” e imagino un armario de escuela secundaria lleno de AK-47 y granadas en vez de calcetines malolientes y emparedados de jamón de semanas.
Me moví sigilosamente hacia una entrada abierta, eché una ojeada a la vuelta de la esquina, y vi a Tucker garabatear en un sujetadatos. No sólo estaba solo, sino que nos daba la espalda. Tal vez Bauer había tenido un punto cuando hizo ese pequeño discurso sobre la sobreconfianza en la tecnología en la época postindustrial. Estos tipos estaban tan convencidos de la impenetrabilidad de su sistema de seguridad de alta tecnología que, mientras que ninguna alarma resonara, se sentían seguros. Tucker ni siquiera estaba armado. Realmente, ¿dónde estaba el desafío?
Retrocedí ante la puerta e hice señas a Clay. Él se arrastró a mi lado, echó un vistazo alrededor de la puerta, y sacudió su cabeza. Nos lanzamos a una conversación de signos. Entonces asentí con la cabeza, retrocedí, y le hice señas a Adam y a Paige para que avanzaran. Clay se deslizó alrededor de la puerta, sus zapatos silenciosos contra el linóleo. Cuando Adam trató de seguirlo, puse mis manos para detenerlo. Clay podía manejar esto solo. Mejor si nos quedábamos escondidos.
Cerré mis ojos para afilar mi oído y rastreé el susurro de la respiración de Clay, trazando un mapa contra Tucker. El espacio entre ellos se cerraba. Entonces, cuando esperé el sonido del ataque, dos clics fuertes rompieron el silencio. Armas.
Embestí contras la entrada abierta. Paige agarró la espalda de mi camisa, deteniéndome mientras dos guardias salían de sus escondrijos, sus armas en la cabeza de Clay.