Bauer trajo mi desayuno a la mañana siguiente, junto con un café para ella. Lo colocamos sobre la mesa y, después de decirle las formalidades esperadas del tipo ¿Cómo estuvo tu desayuno? ¿Cómo dormiste?, dije, -Realmente me gustaría ver a Ruth. Si es posible -Mantuve mis ojos bajos, voz tan cercana al punto de ruego como pude. Me molestaba como el infierno, pero había cosas más importantes que la dignidad herida para considerar.
Bauer estuvo silenciosa un momento, luego puso su mano encima de la mía. Luché contra el impulso de arrancar y mantuve mi mirada baja de modo que ella no viera mi reacción.
– No es posible, Elena. Lo siento. El doctor Matasumi y el Coronel Tucker piensan que eso sería riesgoso para la seguridad. Sólo puedo empujar cosas hasta el punto donde ellos comienzan a empujar de vuelta.
– ¿Cómo está Ruth? -Pregunté-. ¿Todavía deprimida?
Bauer hizo una pausa, luego asintió con la cabeza -Un poco. Más problemas de ajuste que de costumbre.
– Tal vez si ella me viera. Una cara familiar.
– No, Elena. Realmente, no puedo. Por favor no preguntes otra vez.
Tomé una rebanada de manzana y la, luego dije, -Bien, tal vez ella podría tener otro visitante, entonces. ¿Y Savannah? Eso podría reanimarla.
Bauer golpeó con sus uñas la taza -Sabes, podría no ser una idea tan mala. Pero, otra vez, está la cuestión de la seguridad.
– ¿Allí? Pensé que Savannah no había obtenido sus poderes todavía. Conmigo, existe el peligro de que Ruth y yo pudiésemos armar un plan juntas. Entiendo eso. ¿Pero qué tipo de hechizos podría lanzar Savannah que Ruth no pudiese lanzar ya?
– Es un buen punto. Lo mencionaré a Lawrence. La doctora Carmichael y yo estamos preocupadas por Ruth. Una visita de Savannah podría ser justo lo que ella necesita. Muy atento de tu parte, Elena, pensar en ello.
Hey, soy chica atenta. Nada de segundas intenciones aquí -Podría estar bien para Savannah, también -dije-. Una bruja más vieja con quien hablar, ahora que su madre ha muerto.
Bauer se estremeció al oír eso. Buen tiro, Elena. Tierno y bajo. Decidí arrancar la lengüeta antes de que tuviera tiempo de ulcerarse. Continuar con mis formas atentas… y seguir entrando en la gracia de Bauer.
– Disfruté conociendo a Leah ayer -dije-. Gracias por arreglarlo.
– Hago lo que puedo, Elena. Sé que estas no son… las mejores de circunstancias.
– No son tan malas como podría ser. Aunque voy a perder la fecha límite de publicación si no vuelvo antes de la próxima semana. Aunque no supongo que haya alguna posibilidad…
Bauer esbozó una sonrisa diminuta -Lo lamento, Elena. Nada de promesas.
– Esperaré -Terminé mi jugo de naranja-. De cualquier modo, cuando hablábamos de carreras ayer, olvidamos preguntarte sobre la tuya. ¿Trabajas para el negocio de la familia? Pulpa y papel, ¿verdad?
– Así es. Mi padre se retiró unos años atrás, por lo que encabezo el negocio ahora.
– Wow.
Una sonrisa pálida -Hay poco “wow” en ello. Estoy allí sólo porque mi padre tuvo la desgracia de engendrar sólo dos niños. Mi hermano más joven asumió la compañía después de que mi padre se retiró. Realmente, “asumió” es una exageración menor. Mi padre le dio la compañía. Resultó ser demasiado para mi hermano. Se mató el año noventa y ocho.
– Lo siento.
– Después de eso, yo fui heredera en ausencia, para disgusto de mi padre. Si él no hubiera sufrido un golpe después de la muerte de mi hermano, probablemente habría tomado las riendas de nuevo antes que dárselas a una mujer. Como dije, vieja compañía, vieja familia. El lugar de una hija es casarse bien y traer sangre fresca a la junta directiva. Técnicamente, encabezo la compañía, pero en realidad soy sólo un mascarón de proa, una mujer todavía razonablemente joven y atractiva para sacar a relucir en funciones principales, mostrar al mundo lo progresiva que es la familia Bauer. Presidentes, gerentes, ellos hacen todo el trabajo. Piensan que no puedo manejarlo. No importa si soy dos veces más lista que mi hermano. Dos veces ambiciosa. Dos veces capaz. Pero debes saber lo que es eso.
– ¿Yo? No realmente…
– ¿La única werewolf hembra? ¿Una mujer joven, brillante y tenaz invadiendo el último baluarte de exclusividad masculina? Vamos. Esta Manada tuya. Te tratan como una especie de animal doméstico, ¿verdad?
– Jer-ellos no hacen nada de eso.
Ella estaba tranquila. Eché un vistazo a desayuno para verla mirarme con una sonrisa de satisfacción, como si yo hubiera dicho exactamente lo que ella quería oír.
– ¿Consigues respeto? -preguntó.
Me encogí de hombros, esperando que esto quitara la satisfacción de su sonrisa. No lo hizo. En vez de eso, se acercó poco a poco en su silla. Sus ojos quemaban con la misma intensidad que yo había visto ayer cuando me había preguntado sobre mi vida.
– Disfrutas tu status especial, ¿verdad? La única hembra.
– Yo no diría eso.
Ella se rió. Triunfo-.He hablado con ese otro werewolf, Elena. Patrick Lake. Él sabía todo sobre ti. Tú hablas por el líder de la Manada. Intercedes con los werewolves de afuera en su lugar. Incluso puedes tomar decisiones en su lugar.
– Soy sólo una mediadora -dije-. Cuando se trata de callejeros, hago más limpieza que política.
– Pero te sientes confiada con el poder de hablar por el Alfa. Un poder inmenso en tu mundo. La mano derecha del werewolf más importante y la amante del segundo más importante. Todo porque eres la única hembra.
Ella sonrió como si inconscientemente ella acabara de insultarme. Quise decirle que Clay y yo no habíamos enamorado antes de que yo me convirtiera en “la única werewolf hembra” y que yo había ganado cualquier status que tuviera en la Manada. Pero no caería en la trampa. No lo necesitaba. Ella sólo hizo una pausa para recuperar el aliento antes de continuar.
– ¿Sabes cuál es la peor cosa en mi vida, Elena?
Pensé en darle una lista, pero dudaba que ella apreciara el esfuerzo.
– El aburrimiento -dijo-. Estoy atada a un trabajo que nadie me dejará hacer, pegada a una vida que nadie me dejará conducir. He tratado de aprovecharla, el tiempo libre, el dinero. Alpinismo, esquí alpino, buceo en alta mar. Di lo que quieras. Lo he hecho. Mientras más arriesgado y más caro, mejor. ¿Pero sabes qué? No soy feliz. No me siento realizada.
– Huh -Un dolor de cabeza golpeó detrás de mis ojos.
Bauer se inclinó hacia adelante-.Quiero más.
– Debe ser difícil…
– Merezco más -dijo ella.
Antes de que yo pudiera intentar otra respuesta, ella se puso de pie y bailó por la celda como una prima donna después de su mejor función.
– ¿Qué demonios pasa? -Refunfuñé después de que ella se hubo marchado.
El dolor de cabeza se puso peor. Maldición, estaba hecha un lío. La columna pisoteada, el estómago pinchado, y ahora un dolor de cabeza. Pensé en Bauer. Suficiente de sus problemas, señora, ahora vamos a hablar de los míos. Me reí entre dientes, luego jadeé cuando la risa envió pinchazos de dolor a través de mi cráneo. Froté mi cuello. El dolor sólo empeoró. Cuando estuve en la cama, la luz chamuscó mis ojos. Maldita sea. No tenía tiempo para un dolor de cabeza. Tenía tanto que hacer. Terminar el desayuno, ducharme, fregar las manchas de sangre de mi blusa, planear como salir de este hoyo infernal, y frustrar los malos proyectos de los bandidos. Un horario muy ocupado para alguien encajonado en una jaula subterránea.
Me obligué a subir a la cama. El movimiento repentino hizo que aparecieran agujas tras mis ojos. ¿Dolor de cabeza debido a la tensión? Considerando todas las cosas, tenía derecho a uno. Frotando mi cuello otra vez, me dirigí hacia la ducha.
– ¿Elena?
Me di vuelta y miré alrededor. No había nadie allí.
– ¿Ruth? -Dije, aunque la voz no sonara como la suyo. Este no era el modo en que Ruth se habría comunicado conmigo tampoco. La voz de Ruth habría sido audible. Ésta era más algo que sentía mas bien que oía.
– ¿Elena? ¡Vamos!
Esta vez, sonreí. Aunque la voz fuera todavía un susurro, demasiado débil para reconocer, la exasperación era notablemente identificable. Paige.
Cerré los ojos, me dispuse a contestar, y comprendí que no tenía ni idea de lo que hacía. No era como hablar con Jeremy. Con Jeremy, la comunicación ocurría en un estado de sueño, donde imaginaba que podía verlo y oírlo. Sonaba y se sentía como una conversación natural. Esto no. Las frases de Paige era proverbiales “voces en tu cabeza”, e ilusiones auditivas no eran parte de mi psicopatología normal. ¿Cómo respondía? Traté mentalmente de formar una respuesta y esperé.
– Vamos…ena. Responde…!
Bien, ella no podía oírme y yo la perdía. Me concentré con más fuerza, imaginándome diciendo las palabras. El silencio volvió.
– ¿Paige? -Dije, probando las palabras en voz alta-. ¿Estás allí?
Ninguna respuesta. La llamé otra vez, mentalmente esta vez. De todos modos nada. El nudo en mi cabeza se soltó y comencé a sentir pánico. ¿La había perdido? ¿Y si yo no podía hacer esto? Maldición, concéntrate. ¿Qué me había dicho Ruth? Relájate. Limpia tu cabeza. Mi cabeza estaba clara… bueno, excepto por la frustración de comprimir por mi cerebro. Concéntrate, concéntrate. Nada bueno. Mientras con más fuerza intentaba, más temía no poder hacerlo. Ahora estaba tensa. Y Paige se había ido. Respiré hondo. Olvida esto. Ve a ducharte. Vestirte. Relajarte. Ella intentaría otra vez… Esperaba.
La segunda tentativa de Paige ocurrió dos horas más tarde. Esta vez yo estaba en la cama, leyendo un aburrido artículo de revista y casi dormida. Ese debe haber sido el ambiente de telepatía perfecto. Cuando oí su llamada, respondí sin pensar, contestando en mi cabeza.
– Bueno -dijo ella-… allí.
– Apenas puedo oírte -dije.
– Eso es… tú no… experiencia.
Aunque no podía oír la oración completa, podía conjeturar el contenido ausente. No podía oírla porque yo era nueva en esto. El problema no tenía nada que ver con su inexperiencia. Naturalmente.
– … ¿Ruth?
– Ella está bien.
– Bien -Más alto, más claro, como si la tranquilidad se hubiera añadido a la señal-.¿Y tú? ¿Estás bien?
– Sobreviviendo.
– Bueno. Mantente en eso.
– ¿Mantengo…?
Demasiado tarde. La señal se desconectó. Estaba sola. Otra vez. Condenada.
Veinte minutos más tarde -De acuerdo, estoy de vuelta.
Paige. Otro contacto fácil, probablemente porque, otra vez, yo no lo esperaba.
– ¿Estás lista? -preguntó.
– ¿Para qué?
El suelo se deslizó bajo mí. Me giré para evitar mi caída, pero no había nada allí. Nada de suelo. Nada “yo”. La orden de moverse vino de mi cerebro y se fue… a ninguna parte. Me vi lanzada a la oscuridad completa, pero no perdí el conocimiento. Mi cerebro lanzaba órdenes salvajes, mueve esto, haz esto, mira, huele, escucha, grita. Nada. No había nada para responder. No podía ver, oír, hablar, moverme, ni oler. Cada sinapsis en mi cerebro explotaba en pánico. Pánico animal absoluto.
– ¿Elena?
¡Oí algo! Mi mente se tambaleó de vuelta a la cordura, agarrándose a una palabra como a un salvavidas. ¿Quién dijo eso? ¿Paige? No, no era Paige. La voz de un hombre. Mi corazón saltó al reconocerlo antes de que mi cerebro hasta lo imaginara.
– ¿Jeremy?
Dije la palabra, no la pensé, pero la dije y la oí. Aun cuando mis labios no se movieron y la voz que oía no la mía. Era Paige.
Vi la luz. Una figura velada delante de mí. Entonces un pop mental y todo se volvió claro. Estaba sentaba en un cuarto. Jeremy estaba de pie delante de mí.
– ¿Jer?
Mis palabras. La voz de Paige. Traté de ponerme de pie. Nada sucedió. Miré hacia abajo y vi mis manos descansar sobre los brazos de una silla, pero no eran mis manos. Los dedos eran más cortos, suaves, embellecidos por anillos de plata. Seguí la línea de mi brazo. Rizos marrones se desbordaban sobre mi hombro, encima de un vestido con motivos de “lilas en el valle” sobre un fondo verde oscuro. ¿Un vestido? Definitivamente, este no era mi cuerpo.
– ¿Elena? -Jeremy se puso en cuclillas delante de mí – o mi no-yo. Él frunció el ceño-. ¿Funciona? ¿Estás allí, cariño?
– ¿Jer? -Dije otra vez.
En el fondo de mi campo visual, vi el movimiento de mis-labios, pero no sentí nada. Incluso mi campo visual estaba sesgado, el ángulo estaba todo mal, como si estuviera mirando la escena a través de una cámara colocada de una manera extraña. Traté de moverme hacia arriba, añadir alguna altura a mi posición, pero no pasó nada. La sensación era inquietante al punto del pánico. ¿Era esto lo que se sentía al estar paralizada? Mi corazón revoloteó en mi pecho. No sentía que éste palpitara, sólo lo percibía en mi mente, alguna conciencia a nivel visceral de las respuestas normales de mi cuerpo, sabiendo que mi corazón debía revolotear, aun cuando no estuviera.
– Qué… -comencé. La voz era tan ajena a mis oídos que tuve que detenerme. Tragar. Tragar mentalmente, quiero decir. Si mi garganta se movía, no era consciente de ello-. ¿Dónde estoy? ¿Quién soy yo? No puedo moverme.
La cara de Jeremy estaba nublada-.¿Ella no…? -Él murmuró algo por lo bajo, luego comenzó otra vez, con calma-. ¿Paige no te explicó?
– ¿Explicar qué? ¿Qué demonios pasa?
– Ella te ha transportado a su cuerpo. Puedes ver, oír, hablar, pero no tendrás ninguna clase de movilidad. ¿Ella no te explicó…?
– No, ella me lanzó al limbo y me desperté aquí. Idiota.
– Escucho esto – dijo una voz distante en mi cabeza. Paige.
– Ella está todavía aquí -dije-. Allí. En algún sitio. Escuchando a escondidas.
– No escucho a escondidas -dijo Paige-. Tú tienes mi cuerpo. ¿Dónde se supone que voy a estar? No fue idiotez. Sabía que querrías hablar con Jeremy, entonces quise sorprenderte. Debería haber sido una transición tranquila, pero supongo que tu falta de experiencia…
– ¿Mi falta de experiencia? -Dije.
– No le hagas caso -dijo Jeremy.
– Oí eso -dijo Paige, más tranquila.
– ¿Cómo estás? -preguntó Jeremy. Puso su mano sobre la mía. Yo lo vi, pero no podía sentirlo y sentí una punzada de pérdida.
– Sola -dije, sorprendiéndome. Subí mi tono-. No por falta de compañía, sin embargo. Parece que soy “la huésped” más popular de este lugar. Pero es-estoy…-inhalé. Vamos, Elena. La última cosa que Jeremy necesitaba, era oírme al borde de un desastre emocional. ¿De dónde vino eso?
– Estoy cansada -dije-. No duermo bien, no como bien, nada de ejercicio. Entonces estoy delicada. Fiebre, supongo. Físicamente, estoy bien. Ellos no me torturan, golpeándome, privándome de comida. Nada así. Estaré bien.
– Sé que lo estarás -dijo él suavemente. Se sentó en una silla-. ¿Te sientes bien para hablar de ello?
Le conté sobre Bauer, Matasumi, recité a toda prisa algunos detalles sobre las guardias y el resto del personal como Xavier, Tess, y Carmichael, dándole una imagen áspera de la situación. Expliqué tanto como pude sobre la organización del lugar, luego sobre los otros cautivos, recordando la presencia silenciosa de Paige y deteniéndome antes de hablar de Savannah.
– Sólo estoy interesado en sacarte -dijo Jeremy cuando hube terminado-. No podemos preocuparnos por los demás.
– Lo sé.
– ¿Cómo te mantienes?
– Bi…
– No digas “bien”, Elena.
Hice una pausa -Está Clay… ¿por ahí? Tal vez podría hablar con él… Sólo unos minutos. Sé que tenemos que hacer esto corto. No hay tiempo para socializar. Pero me gustaría -si pudiera…
Jeremy estaba tranquilo. Dentro de mi cabeza, Paige murmuró algo. La alarma me recorrió.
– Él está bien, ¿verdad? -Pregunté-. No ha pasado…
– Clay está bien -dijo Jeremy-. Sé que te gustaría hablarle, pero este podría no ser… un buen momento. Él está… durmiendo.
– ¿Durmiendo…? -Comencé.
– No estoy durmiendo -gruñó una voz desde más allá del cuarto-. No voluntariamente, al menos.
Alcé la vista para ver a Clay en la entrada, el pelo enredado, los ojos atenuados por sedantes. Él se movió pesadamente por el cuarto como un oso que despierta de la hibernación.
– Clay -dije, mi corazón latiendo ligero que apenas pude decir su nombre.
Él se detuvo y me fijó con el ceño fruncido. Mis siguientes palabras se atascaron en mi garganta. Las tragué e intenté otra vez.
– ¿Causando problemas otra vez? -Pregunté, forzando una sonrisa en mi voz-. ¿Qué hiciste para hacer que Jeremy te drogara?
Su ceño se endureció con algo que yo había visto en su cara un millón de veces, pero nunca cuando me miraba. Desprecio. Sus labios se enroscaron, y abrió la boca para decir algo, luego decidió que no valía el esfuerzo y giró su atención a Jeremy.
– Cl… -comencé. Mi tripa era roca sólida. No podía respirar, apenas podría hablar-. ¿Clay?
– Siéntate, Clayton -dijo Jeremy-. Estoy hablando con…
– Puedo ver con quién hablas -Otra torcedura de labios. Sus ojos fulminaron en mi dirección-. Y no sé por qué pierdes tu tiempo.
– Él piensa que tú eres yo -susurró Paige.
Yo sabía eso. Profundamente, lo sabía, pero eso no ayudaba. Vi el modo en que me miró, y no importaba quién creía Clay que estaba allí, él me miraba. A mí.
– No es Paige -dijo Jeremy-. Es Elena. Ella se comunica a través de Paige.
La expresión de Clay no cambió. No se ablandó. Ni siquiera por un segundo. Él giró su mirarme y vi el desdén allí, más fuerte ahora, duro y agudo.
– ¿Es eso lo qué ella te dijo? -dijo-. Sé que quieres atención, Paige, pero esto es bajo. Incluso para ti.
– Soy yo, Clay -dije-. No es Paige.
Él se mofó, y vi allí todo lo que nunca había querido ver en la cara de Clay cuando me mirase, cada gota del desprecio que sentía por los humanos. Yo había tenido pesadillas de esto, viéndolo darse vuelta y mirarme de esa manera. Había despertado sudando, la sangre palpitando en mis venas, absolutamente aterrorizada, de un modo que ninguna pesadilla de infancia me había asustado alguna vez. Ahora lo miré y algo se rompió. El mundo se volvió negro.