SACRIFICIO

Me detuve en seco, las palabras atascadas en mi garganta -Yo-yo

– Así es. Tú lo matarás. Vas a trasformarte en lobo y cazarlo -Winsloe se puso de pie y pisoteó la espalda de Armen-. ¿Es un problema, Elena?

Durante un breve segundo, tuve la certeza de que Winsloe sabía acerca de mi colaboración con Armen, que este era su modo de frustrar nuestros proyectos, matando a mi aliado, y dejándome saber que él lo sabía, pero rápidamente comprendí que Winsloe no podía saberlo. Armen había sido demasiado perspicaz, había mantenido nuestras discusiones bien disfrazadas. No habíamos progresado demasiado en nuestros proyectos como para que el oyente más agudo comprendiera lo que planeábamos. Si alguien hubiera estado escuchando, sólo habría oído a dos personas que conversando. Con una sacudida helada, me pregunté si había sido suficiente. ¿Me habría oído Winsloe por casualidad con Armen y había descubierto una amistad floreciente? ¿Explicaba esto el por qué él había elegido a Armen de entre todos los otros cautivos, arriesgando el disgusto de Matasumi? ¿Por qué no tomar a Leah o, todavía mejor, Curtis Zaid, el inútil sacerdote Vodoun? Porque eso no me haría suficiente daño a mí. No sería lo bastante sádico.

Winsloe se acercó -Dije, ¿Es un problema, Elena?

– Sí, es un maldito problema -gruñí-. No mataré a un hombre para tu diver…

Me tambaleé atrás. Sentí su mano imprimiéndose en mi mejilla. Tropecé. Me recuperé. Girándome, lancé un puño hacia su mandíbula. Una bala chamuscó mi costado. Me desequilibró, mitad el impacto, mitad la sorpresa. Me afirmé de un árbol. Detuvo mi caída. Parada allí, en frente del tronco, con el pecho pesado, una serpiente de rabia que atravesaba mi cuerpo. Agarré el árbol con fuerza suficiente para dejar agujeros en la corteza con mis palmas. Cerré los ojos. Inhalé. Luché por obtener control. Lo encontré. Tomé alientos profundos y retrocedí. Dejé caer mis dedos a mis costados y sentí la herida. Directamente atravesándome, robando una costilla y nada más.

– Una vez más, Elena -dijo Winsloe, acercándose a mí-. ¿Es un problema?

Me di vuelta lentamente, manteniendo mis ojos lejos de él. Winsloe dio un gruñido de satisfacción, interpretando mi falta de contacto visual como un signo de que estaba intimidada, no por lo que realmente era, que no me atrevía a mirarlo por temor a arrancar su rostro si lo hiciera.

– Contesta la pregunta, Elena.

– No puedo -Inhalé. Forcé una disculpa en mi tono-. No puedo hacer…

Vi su mano subir, esta vez con el arma en ella. Vi la pistola acercarse a mi cara. Di un paso atrás, pero demasiado tarde. El arma golpeó el costado de mi cráneo. Las luces destellaron. Entonces todo se puso oscuro. Cuando me recuperé, yacía en tierra con Winsloe encima de mí.

– Así es como esto va a funcionar, Elena -dijo él, inclinándose hacia mi cara-. Vas a transformarte en lobo. Aquí mismo. Ahora mismo. Luego vas a cazar al Sr. Haig. Cuando lo captures, lo sostendrás hasta que yo llegue. Entonces lo matarás. Cualquier desviación de este plan y ambos morirán. ¿Entendido?

Traté de sentarme. El pie de Winsloe aterrizó en mi estómago, lanzándome al suelo y sacando el aliento de mis pulmones.

– No es- no es tan fácil -jadeé entre sorbos de aire-. Yo podría no ser capaz de Cambiar. Incluso si lo hiciera, no seré capaz de controlarme una vez que lo atrape. No funciona de esa manera.

– Esto funcionará de cualquier modo que yo diga que funcione -La voz de Winsloe contenía toda la emoción de un entrenador de golf explicando las reglas del torneo-. Si fallas, me responderás. Y cuando estés respondiéndome, mis muchachos tendrán su turno, y cuando se hayan cansado de ti, morirás. ¿Es bastante incentivo, Elena?

Comencé a temblar. Nada cólera ahora. Sólo miedo. Terror incontrolable. Matar a Armen sería un acto de cobardía por el cual yo nunca me perdonaría, aun si pudiera hacerlo. ¿Pero y si no lo hacía? Violación y muerte. Para mí, la idea de ser violada era más aterradora que la de morir. Los fantasmas de mi infancia llenaron mi cerebro, voces que decían que había prometido que tal cosa nunca pasaría otra vez, que era demasiado fuerte, que nunca podría ser nuevamente obligada a someterme a alguien.

– No puedo -susurré-. Simplemente no puedo.

Vi el pie de Winsloe volar atrás. Cerré mis ojos con fuerza. Sentí su bota conectar con mi costado, justo encima de la herida de bala. Oí el grito de una mujer. Mi grito. Me odié a mí misma. Odio, odio, odio. No moriría de esta manera. No violada. No forzada a matar a un hombre inocente. Si tuviera que morir, lo haría a mi manera.

Me arrojé, lanzando a Winsloe al claro. Aterrizó de espaldas. Me puse de pie y lo enfrenté.

– ¡No! -Un grito. Armen.

Giré, vi Ryman levantar su arma. Armen se lanzó hacia mí. El arma escupió una corriente de balas. El cuerpo de Armen se detuvo en aire, su pecho explotando, cuerpo dando tumbos debido al impacto. Cuando golpeó tierra, caí al lado de él.

– Es más misericordioso. Para nosotros dos -Su voz era fina, demasiado bajo para los oídos de cualquiera, pero no para los míos. Sangrienta espuma burbujeaba en sus labios.

– Lo siento -susurré.

– No lo hagas- -Sus párpados revolotearon una vez. Dos veces. Luego se cerraron.

Dejé caer mi cabeza, lágrimas obstruían mi garganta. En el silencio que siguió, me vigoricé para lo que debía venir. Winsloe me mataría para esto. Por atacarlo. Por terminar su juego. Cuando finalmente me di vuelta para afrontarlo, sin embargo, sólo vi satisfacción en sus ojos. Él no había perdido en absoluto. El resultado era todavía el mismo. Armen estaba muerto. Era mi falta. Yo lo sabía y sufriría por ello.

– Llévenla de vuelta a su celda -dijo Winsloe, sacudiendo sus vaqueros-. Luego traigan a alguien para que limpiar este desastre.

Mientras él echaba un vistazo a Armen, su boca se apretó y él hizo una mueca hacia mí con una mirada deslumbrante. El resultado puede haber sido el mismo, pero su juego había sido arruinado. Yo pagaría por ello. No esta noche. Pero pagaría.


***

Ryman y Jolliffe me condujeron hacia el bosque. Estábamos a mitad de camino del complejo cuando Ryman de repente me empujó con fuerza. Yo trastabillé. Cuando me estabilicé y me di vuelta para fulminarlo con la mirada, me encontré fulminando con la mirada el barril de su arma. Apreté mi mandíbula, me giré, y seguí andando. Había dado aproximadamente cinco pasos cuando una patada de Jolliffe me trabó las piernas. Tropecé contra un árbol y tomé un momento para recomponerme antes de la darme vuelta. Ambos hombres apuntaban sus armas hacia mí.

– ¿Qué quieren? -Dije-. ¿Una excusa para pegarme un tiro?

– No necesitamos una -dijo Ryman-. Sólo le decimos a Tyrone que intentaste escaparte y tuvimos que bajarte.

– Como un perro rabioso -dijo Jolliffe.

Ambos hombres se rieron. La rabia me atravesó. Lo que había pasado en esa arboleda me tenía enferma de culpa y autoaborrecimiento. No quería nada más que encontrar otro objetivo para esa cólera, alguien más a quien pudiera culpar por la muerte de Armen. Estos dos idiotas gritaban pidiendo el trabajo. Los evalué. ¿Podría derribarlos sin sufrir un balazo? Estimé mis probabilidades en cinco a uno. Cuando esas probabilidades me parecieron razonablemente buenas, sabía que estaba en problemas. Mi rabia consumía rápidamente mi sentido común. Arranqué mi mirada fija de los dos guardias y seguí andando.

Ryman avanzó a zancadas hasta quedar a mi lado y agarró el brazo. Cuando me lanzó de golpe contra un árbol, comencé a repartir golpes a diestra y siniestra, luego sentí el metal frío de un barril de arma en mi templo.

– No vuelvas a darme la espalda, perra -él respiró en mi cara-. Cliff y yo pensábamos con mucha ilusión en un poco de diversión esta noche. Lo arruinaste. Tal vez a Ty le complazca pasar por alto esto, pero a nosotros no. ¿Quién demonios te crees que eres de todos modos? ¿Desafiando a Tyrone Winsloe? ¿Atacándolo? ¿Estropeando nuestro juego?

– Quita tus manos de mí.

– ¿O qué? -Él ensartó su rodilla en mi entrepierna-. ¿Qué vas a hacer si no lo hago?

Alguien se rió entre dientes a nuestra izquierda -Algo como… arrancar tu tonta garganta, sacar de raíz tus testículos, y convertirte en un pavo de día de Acción de Gracias. No necesariamente en ese orden.

Nos dimos vuelta para ver a Xavier apoyarse contra un árbol, aspirando un cigarrillo. Lanzó lejos la colilla, se paseó, y me quitó del asimiento de Ryman.

– No quieres ensuciarte con este problema -dijo Xavier-. ¿Viste lo que ella le hizo a ese otro werewolf? Rasgado su pierna… llevando puesto las esposas. Ahora, ustedes muchachos podrán tener armas, pero yo no querría ver cuanto daño podría hacer ella antes de que la sacaran del camino.

Antes de que uno u otro guardia pudiera abrir su boca, Xavier enganchó su brazo alrededor de mi cintura y me condujo de vuelta a camino abierto, dirigiéndose hacia el complejo.

– Ella parece tolerarte bastante bien -refunfuñó Jolliffe cuando él se acercó detrás de nosotros-. ¿Algo que debiéramos decirle a Ty, Reese?

– No soy lo bastante loco para violar el territorio del gran hombre -dijo Xavier-. ¿Qué puedo hacer si la pobre muchacha tiene una cosa para mí?

Agarró mi trasero. Giré para aporrearlo, pero él desapareció, reapareciendo a mi otro lado.

– Esta es una de esas relaciones de amor-odio -le gritó a los guardias. En voz baja murmuró-, un juego agradable, Elena. No quieres que yo tome mis cosas y me vaya a casa.

Él tenía razón. Tanto como lamentaba estar endeudada con Xavier, él era la única cosa que se interponía entre yo, los dos guardias, y una situación potencialmente repugnante.

Xavier puso su brazo alrededor de mi cintura otra vez y echó un vistazo por sobre su hombro-.¿Crees que Tyrone me dejará tenerla cuándo él ya lo haya hecho? Podríamos escaparnos juntos, construir una choza en alguna isla desierta, vivir de cocos, luz del sol, y sexo. ¿Qué dices, Elena? Tendríamos unos bebés hermosos. Piensa en ello. Podríamos convertir sin ayuda a los lobos en una especie desaparecida.

– Ja ja -dije.

Xavier hizo una pausa, y levantó la cabeza -Nada de risas sarcásticas. Supón que ellos no entienden la broma. ¿Quieren que se las explique, chicos?

– Queremos que te jodas lejos, Reese -dijo Ryman-. Como ahora mismo.

– ¿Delante de ustedes? Soy un demonio, no un exhibicionista -Xavier caminó un poco más rápido, empujándome junto a él-. De todos modos, estamos casi en el complejo. Larry se preguntará lo que pasó. Debe estar bastante preocupado por su sujeto estrella. Me ofrecí para estar en el pelotón de salvamento. ¿Creen que ganaré un premio?

– No cuando Matasumi averigüe lo que pasó con su sujeto estrella -murmuré.

Algo cruzó el rostro de Xavier, pero antes de que pudiera decodificar la expresión, hizo su propio acto de desaparición, escondiéndose detrás de su despreocupación habitual. Mantuvo un monólogo hasta que llegamos al complejo. Entonces Xavier me llevó a través de la puerta de seguridad, dejándola cerrarse frente a los dos guardias. Casi subimos al ascensor sin ellos, pero Jolliffe atrapó las puertas en el último momento. Avanzaron y apretaron el botón hacia el bloque de celdas. Cuando el elevador se detuvo en el piso medio, Xavier trató de sacarme. Ryman agarró mi brazo.

– Ty dijo que la devolviéramos a su celda.

Xavier suspiró -Él quiso decir el hospital. Allí es donde ella duerme ahora. Él debe haberlo olvidado.

– Él dijo la celda.

– Cometió un error.

Los dos hombres se miraron. Entonces Xavier se enderezó y se asomó por la puerta del elevador. La voz de Carmichael y pasos hicieron eco por el pasillo.

– ¿Doc? -llamó Xavier-. Tengo a Elena aquí. Estos tipos me dicen que Tyrone la quiere de vuelta en su celda.

– Debe haber cometido un error -dijo Carmichael cuando se acercó.

– Eso es lo que les dije.

Carmichael se paró delante de las puertas de elevador abiertas-.Cliff, Paul, lleven a la Sra. Michaels al hospital. Estaré allí ahora mismo.


***

Xavier me acompañó al hospital y no se marchó hasta que Carmichael volvió. Trató de quedarse más tiempo, pero ella lo ahuyentó, quejándose de que mi sueño había sido interrumpido bastante y de que necesitaba mi ayuda por la mañana. Mientras se marchaba, Xavier articuló, -Me lo debes -Lo hacía. Y estaba segura de que él no dejaría al pagaré sin cobrarse.

Cuando alcancé mi cama, Carmichael se aseaba ajetreada por el cuarto, preparando equipo y vigilando a Bauer. Una vez me preguntó si había algo de lo cual me gustaría hablar. Lo había, pero no podía hacerlo. No quería ver mi culpa reflejada en la cara de otra persona. Un hombre bueno había muerto esa noche. Le había dado un tiro un guardia vicioso, siendo condenado a muerte por un tirano sádico, pero, más allá de eso, el peso de su muerte estaba sobre mis hombros. Yo no podía compartir eso con Carmichael. La única persona en el mundo con la que podría haberme confiado estaba cientos de millas de distancia, luchando sus propias batallas en un cuarto de motel. Pensar en esto me recordó lo sola que estaba. Antes de que Carmichael se marchara, me dejó una taza de té. Por el olor medicinal, supe que contenía un sedante, pero lo bebí de todos modos. Era el único modo en que iba a dormir esa noche y desesperadamente quería dormir, dormir, olvidar… al menos durante unas horas.

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