Mis cuatro patas salieron disparadas, como los frenos de un coche fuera de control. Vislumbré la piel, un destello de colmillos, y me preparé para el ataque. Un vientre rojizo estuvo encima de mí. Perro estúpido. Nunca tenían sentido del objetivo. Giré para encontrar a mi atacante en el contragolpe y sólo vi un parpadeo de la piel de la cola cuando él corrió lejos. ¡Eh!. Bien, sería fácil. Cuando comencé a correr hacia la ribera, un rugido de furia partió el aire de la noche, y otra vez patiné para detenerme. Yo conocía aquel rugido. Inhalando, atrapé el olor de mi atacante y comprendí por qué no me había atacado.
Girando, vi a Clay lanzándose contra un grupo de cinco perros. Me lancé tras él. Antes de que pudiera cubrir los dos metros entre nosotros, ambos sabuesos y un rottweiler se giraron y corrieron. Eso significaba que sólo teníamos que luchar contra dos perros, un rottweiler y un pastor alemán. ¡Perfecto! Hey, espera un minuto, Clay estaba corriendo detrás de los cobardes, dejándome con los dos perros restantes. ¡Maldito fuera! ¿No podía simplemente dejarlos ir? De todos los egocéntricos, el rottweiler se volvió hacia mí, interrumpiendo mi diatriba mental. Cuando me giré para afrontarlo, el pastor embistió contra mi anca. El rottweiler hundió sus dientes en mi hombro. Me caí hacia atrás, tratando de hacerlo caer. El pastor saltó a mi garganta, pero vi el destello de dientes y lancé mi cabeza hacia abajo para proteger mi cuello. Cuando el pastor se retiró, agarré su oreja entre mis dientes y la tiré, triturándola. Él gruñó y tropezó lejos. El rottweiler agarró mi hombro otra vez y me sacudió. Mis piernas lucharon por un espacio para apoyar la pata. El dolor atravesó mi hombro. La articulación de mi rodilla traidora llameó, duplicando la agonía. Cuando mi pierna buena trasera tocó tierra, la enterré, conseguí algo acción de palanca, y rodé, sacudiendo el rottweiler de sus pies. Caímos, dando vueltas juntos, intentando morder algo dentro de la distancia de corte. Luego, a mediados del rollo, el rottweiler se alejó volando. Literalmente voló. Un segundo sus dientes estaban enterrados en la gruesa piel alrededor de mi cuello, el siguiente se precipitaba hacia el cielo. La sangre roció mis ojos. Cegada, tropecé sobre mis patas, sacudiendo mi cabeza para limpiar mi visión. La primera cosa que vi era el rottweiler colgando de las mandíbulas de Clay. Luego noté un movimiento a mi derecha. El pastor. Éste se zambulló contra Clay. Giré, agarrándolo a mitad del vuelo, y arranqué su garganta antes de siquiera tocara la tierra. Su cuerpo todavía se movía nerviosamente cuando oí los gritos de los guardias.
Corrí hacia la ribera. Clay me cortó y me empujó hacia los bosques. Cuando intenté morderlo, vi los cuerpos de ambos sabuesos yaciendo en el camino y entendí. Clay había ido tras los sabuesos que huían para asegurarse que no podrían devolverse y recoger nuestro rastro. Con los sabuesos muertos, no teníamos que dirigirnos hacia el agua.
Nos zambullimos en la maleza y fuimos al norte, pasando a diez metros de los guardias mientras éstos trotaban hacia el río. No se detuvieron, ni hicieron que el rottweiler revisara al costado de ellos. Ellos hacían ruido suficiente para cubrir el nuestro, y el viento del sudeste apartaba nuestro olor del perro.
Seguí a Clay por tres kilómetos de bosque, avanzando hacia el nordeste. Cuando él se detuvo, husmeé el olor de un camino, pero olí sólo bosque. Cuando busqué la brisa, él se rozó a lo largo de mi costado, frotándose lo bastante cerca de mí para sentir el calor de su cuerpo a través de su piel. Él me rodeó, luego hizo una pausa en mi hombro herido, lo lamió dos veces, y dio vueltas otra vez. Esta vez se detuvo en mi pierna trasera izquierda y me dio un ligero codazo, forzándome a caer sobre mis ancas. Él sorbió la mugre de mi rótula rasgada, luego comenzó a lamerla. Me sacudí, tirando lejos, haciendo señas de que teníamos que seguir corriendo, pero él golpeó mis piernas traseras de nuevo, menos suavemente esta vez, y volvió a trabajar en mi rodilla antes de mover su atención a mi hombro. Cada pocos minutos, él movía su hocico a mi mejilla, su aliento caliente rozando mi rostro, acariciándome con el hocico, luego volvía a la limpieza de mis heridas. Mientras trabajaba, mis orejas se giraban constantemente, escuchando a los guardias, pero no vinieron. Finalmente, Clay me hizo pararme, rozándose a lo largo de mi costado una última vez, luego se puso en camino en dirección nordeste con un lento galope. Lo seguí. Una media hora más tarde, recogí el olor distante de un camino. Momento para Cambiar.
Incluso después de que me había Cambiado, me quedé en mi escondrijo. Mientras Clay paseaba más allá de la espesura, me quedé en cuclillas allí, escuchando al crujido de las hojas muertas bajo sus pies y preguntándome que demonios estaba haciendo. Durante nueve días, no supe si vería a Clay de nuevo. Por una interminable noche, yo había pensado incluso que él podría estar muerto. En el momento en que mi Cambio terminó, yo debería haber corrido hacia él. En vez de eso, me arrodillé cerca de la tierra, mi corazón haciaendo un ruido sordo, no de anticipación, sino algo más cercano al temor. No sabía cómo afrontar a Clay. Era como si un forastero me esperase y yo no estuviera segura de cómo reaccionar, no queriendo nada más que acurrucarme aquí hasta que él se marchara. No era que yo quisiera que Clay se marchara. Yo sólo… Yo lamentaba que Jeremy no estuviera allí. ¿No era horrible? ¿Desear un amortiguador que me protegiera de un reencuentro con el hombre que amaba? Clay era la única persona con quien alguna vez me sentía completamente cómoda. ¿Y ahora sentía como si enfrentara a un forastero? ¿Qué tipo de mierda era esta? Aún cuando me daba cuenta de mi locura, no podía obligarme a ir hacia él. Tenía miedo. Miedo de ver que algo faltaba en sus ojos, ver rastros de la mirada que él me había dirigido cuando él había pensado que yo era Paige.
Clay dejó de pasear -¿Elena? -dijo suavemente.
– Ummm, no tengo ninguna ropa.
De todas las cosas idiotas que yo podría haber dicho, esta era la que encabezaba la lista. Esperé que Clay se cayera riéndose. No lo hizo. No hizo ningún sonido, sólo metió la mano en la espesura y sostuvo su mano. Cerré mis ojos, la tomé, y le dejé sacarme.
– ¿Extraño momento para hacer bromas, eh? -dije.
Pero él no sonreía. En vez de eso se quedó de pie allí, sus ojos buscando mi cara, dudoso, casi incierto. Entonces me tiró contra él. Mis rodillas cedieron al paso, y tropecé en sus brazos, sepultando mi cara contra su hombro, inhalando su olor mientras un sonido alarmamente cercano a un estallido de sollozos salía de mis labios. Aspiré su olor, llenando mi cerebro con él, excluyendo todo lo demás. Mi cuerpo se estremeció, luego comenzó a temblar. Clay me abrazó con fuerza, una mano entrelazada en mi pelo, la otra frotando mi espalda.
Cuando dejé de temblar, doblé mis rodillas, bajándonos a tierra. Sus manos se deslizaron detrás de mi espalda, amortiguándola contra la tierra fría. Toqué con mis labios los suyos, tentativamente, como si todavía existiera la posibilidad de que él me alejaría, me rechazaría. Sus labios se movieron contra los míos, suaves, luego más fuerte, aumentando la presión e intensidad hasta que no pude respirar y no me importaba. Guié mis caderas hacia las suyas y lo tiré hacia mí.
Luego, mientras yacíamos sobre la tierra húmeda de rocío, puse atención, buscando sonidos humanos y sólo oí el ligero latido del corazón de Clay, que reducía su marcha con cada aliento. Sólo sería mi suerte hacer que los guardias nos encomtraran ahora, estando en la hierba a veinte pasos de la libertad, habiendo pospuesto nuestro escape para hacer el amor. ¿Era la última tontera, imprudencia, o clara estupidez? Probablemente una combinación de las tres. Nunca debe decirse que Clay y yo alguna vez haríamos algo tan convencional como completar realmente una fuga de cerca de la muerte antes de complacernos en una ronda rápida de sexo de reencuentro.
– Deberíamos irnos -dije.
Clay se rió entre dientes -¿Tú crees?
– Probablemente. A menos que trajeras comida. Entonces tal vez podríamos hacer un picnic antes de irnos, mirando el sol alzarse.
– Lo lamento, querida. Nada de comida. Hay una ciudad aproximadamente a diez kilómetos de aquí. Tomaremos el desayuno allí.
– No tiene sentido apresurar las cosas. Sexo. Una comida relajante. Infiernos, tal vez encontramos tiempo para alguna visita turistica antes de irnos.
Clay se rió -Temo que la única vista local que veremos es el estacionamiento del restaurante más cercano. Yo estaba algo apresurado para escapar y no tomé un cambio de ropa. Tendremos que compartir lo que tengo. Por supuesto, eso lo hará más fácil si decidimos detenernos para más sexo después del desayuno.
– Sólo llévame a casa -dije.
– Desearía poder, querida.
– Quise decir, llévame dondequiera que estén Jeremy y los demás.
Él asintió con la cabeza y recuperó su ropa de un árbol cercano. Entonces me dio su camisa, boxers, y calcetines, quedándose con sus vaqueros y zapatos. Una vez que nos hubimos vestido -o semivestido- me llevó en brazos al coche. No, no era un gran gesto romántico. La tierra estaba mojada y yo habría empapado mis calcetines si caminaba. Además mi rodilla todavía palpitaba cuando ponía cualquier peso sobre ella. Tan tal vez sí era romántico después de todo. Romance práctico. La clase de romance que nosotros mejor hacíamos.
Estábamos en Maine. No en la playa, la tierra de vacaciones de Maine, sino en medio de una sección remota en el norte. Antes de que Clay hubiera dejado a Jeremy para buscarme, los demás habían acotado mi posición a la parte superior Maine. En ausencia de Clay, Jeremy los había movido a todos a New Brunswick, juzgándolo como la posición más segura para buscarnos. Clay supo esto al llamar a Jeremy desde un teléfono público al borde del camino. Jeremy todavía tenía mi teléfono celular y era capaz de darle direcciones.
En el camino a New Brunswick nos mantuvimos en los caminos vecinales mientras podíamos, pero en esa parte de Maine, los caminos que no eran carretera eran a menudo tan insignificantes que no podíamos encontrarlos en el mapa. Pronto dimos vuelta en I-95. Cuarenta minutos más tarde llegamos al paso fronterizo Houlton-Woodstock. Como de costumbre, cruzar la frontera a Canadá era un trámite. Bajar el vidrio y responder algunas simples preguntas. ¿Ciudadanía? ¿Lugar de destino? ¿Tiempo de permanencia? ¿Traen armas de fuego/licor/productos frescos? Disfrute de su permanencia. Esperaba hacerlo.
Jeremy había llevado a los demás a un motel a unos kilómetos de la Carretera que cruzaba Canadá, cerca de Nackawic. ¿Por qué había elegido Jeremy la parte oeste de New Brunswick para su campamento base? Dos motivos. Primero, estaba fuera de los Estados Unidos. Tucker y sus guardias eran americanos y sabían que todos nosotros, excepto yo, éramos americanos, entonces asumirían que nos quedaríamos en los Estados, aun si Canadá estaba a unas escasas horas. Segundo, el oeste de New Brunswick era principalmente francófono. Eso podía parecer un obstáculo, y Jeremy esperaba que lo fuera, pero en realidad la barrera de los idiomas era fácilmente cruzada en la frontera internacional. Jeremy y yo tanto hablábamos francés como inglés, pero aun si no lo hiciéramos, la mayor parte de los vecinos serían bilingües. Era difícil vivir en Canadá y no encontrar al menos algún inglés, a pesar nuestro el bilingüismo nacional era oficial. Si Tucker siquiera llegara a pensar en enviar un pelotón a través de la frontera, él lo enviaría hacia las regiones de habla inglesa en la parte este de New Brunswick. De este modo, aunque estuviéramos a menos de doscientos kilómetros al norte del complejo, estábamos tan seguros aquí como si hubiéramos recorrido toda la costa hasta Florida.
A lo largo del viaje, Clay y yo apenas hablamos. Alguien más me tendría que acribillar con preguntas sobre mis captores, el complejo, mi fuga. Eventualmente tendría que contestar estas preguntas, pero ahora mismo, no quería nada más que echarne atrás en mi asiento, mirar el paisaje pasar, y olvidar lo que había dejado atrás. Clay me dejó hacer eso.
Llegamos al motel a las nueve con treinta. Era vieja, pero ordenada con un enorme cartel al borde del camino que proclamaba “Bienvenue/Bienvenidos”. Sólo media docena de coches ocupaba el aparcamiento. Más tarde, se llenaría de veraneantes que hacían el dificultoso viaje de Ontario y Quebec a las Maritimes, pero por el momento todos se habían ido, temprano y en busca del desayuno.
– ¿Este es el lugar correcto? -Dije-. ¿Reconoces alguno de los coches de alquiler?
– No, pero ellos los habían cambiado por nuevos. Sin embargo, reconozco al tipo que está cerca.
Jeremy estaba de pie delante de una jaula de urogallos y faisanes, dándonos la espalda a nosotros. Abrí la puerta y salté antes de que el coche dejara de rodar.
– ¿Hambriento? -Llamé mientras trotaba hacia Jeremy-. Se ven bastante gordos.
Jeremy se dio vuelta, dirigiéndome una sonrisa, no sorprendido como si yo hubiera estado todo el tiempo detrás de él. Probablemente nos visto había conducir y se había quedado de pie aquí, mirando a las aves. En un tiempo, no mucho tiempo atrás, yo habría tomado esto como un desaire, horas perdidas angustiadas porque él no había venido a saludarme. Pero yo sabía que Jeremy no me había estado ignorando. Él había estado esperando. Jeremy nunca iría corriendo a darme la bienvenida abrazándome con fuerza y diciéndome que me había echado de menos. Algunos en la manada lo harían, pero no era la forma de ser de Jeremy, nunca lo sería. Recién cuando lanzé mis brazos alrededor de él y besé su mejilla, él me abrazó de vuelta y murmuró que se alegraba de verme. Era suficiente.
– ¿Has comido? -preguntó. Otra vez, típico de Jeremy. Yo había pasado nueve días encerrada en una celda y su primera preocupación sería que ellos no me habían alimentado correctamente.
– Tomamos desayuno -dijo Clay cuando se acercó-. Pero ella probablemente todavía tiene hambre.
– Hambrienta -dije.
– Hay un restaurante un kilómetro más abajo -dijo Jeremy-. Conseguiremos una comida apropiada allí. Primero, sin embargo, sugiero que te pongas más ropa. Ambos -Él me condujo hacia el motel-. Iremos a mi cuarto. Mi equipo está allí. A juzgar por la apariencia de esa rodilla lo necesitaremos.
La puerta de un cuarto se abrió y Paige salió, pero Jeremy siguió conduciéndome hacia el extremo opuesto del motel. Le dirigí una sonrisa rápida y un gesto antes de que Jeremy me llevara a su cuarto.
– Ellos están impacientes por verte, pero eso puede esperar -dijo.
– Preferentemente hasta que me duche -dije.
– Primero, asistencia médica. Luego una ducha, alimento, y descanso. No hay ninguna prisa para hablar con nadie.
– Gracias.
– Su rodilla es lo peor -dijo Clay cuando me senté-. El hombro tiene mala cara, pero es una rasgadura superficial. El daño de la rodilla va más profundo. Parcialmente curado y abierto otra vez. El brazo y los cortes faciales son superficiales, pero tienen que ser limpiados. Lo mismo con el corte en su mano y el polvo de los disparos en su hombro y costado. Hay también algunas heridas de pinchazo curadas en su estómago que deberías revisar.
– ¿Debería? -dijo Jeremy.
– Lo siento.
Yo sabía que Clay pedía perdón no tanto por dar a Jeremy instrucciones médicas, sino por los días anteriores, por salir solo. Nadie habló mientras Jeremy examinaba mis heridas. Mientras él se inclinaba hacia mi rodilla, mi estómago gruñó.
Jeremy echó un vistazo por sobre su hombro a Clay -El restaurante está en el lado este de la carretera. Enfila al sur alrededor de la curva. Ellos deberían tener tortitas.
– Et le jambon, s'il vous plaît -dije.
– Ellos hablan inglés -dijo Jeremy, sus labios curvándose cuando Clay vaciló en la puerta. Él cautelosamente tiró media docena de pedazos de ramas de mi rótula antes agregar-, Ella dijo que también quiere jamón. Naturellement.
– De acuerdo -dijo Clay. Y nos dejó.