12

De nuevo habían acudido a reunirse junto al círculo de piedras, donde sus antepasados se habían congregado ya hacía miles de años, para invocar a los poderes oscuros.

Los hombres con capas oscuras y máscaras ennegrecidas con hollín miraban fijamente a su jefe, que, como siempre, se había adelantado hasta el centro del círculo. Su capa blanca brillaba pálidamente a la luz de la luna.

– Hermanos -exclamó con voz potente para que todos pudieran oírle-, de nuevo nos hemos congregado. El gran acontecimiento ya está próximo. La noche en que las profecías se harán realidad y los viejos juramentos encontrarán cumplimiento está muy cerca. Y hay novedades, hermanos. El augurio de las runas se está cumpliendo. ¡Los que creen luchar contra nosotros trabajan, en realidad, en nuestro beneficio! Su curiosidad es tan grande como su deseo de aniquilarnos; pero todo lo que hacen únicamente contribuirá a que consigamos lo que nos fue prometido hace muchos cientos de años y que ahora, después de tanto tiempo, finalmente tomaremos.

Los sectarios asintieron y expresaron su acuerdo con murmullos; el siniestro coro flotó fantasmalmente sobre el círculo de piedras para desvanecerse luego en la oscuridad de la noche.

– Pero no solo hay buenas noticias, hermanos. No quiero ocultaros que un nuevo peligro ha surgido. Un antiguo, antiquísimo enemigo, ha empezado a agitarse. Nuestros predecesores creyeron haberlo vencido hace mucho tiempo, pero solo dormía. A través de los milenios nos ha observado y ha esperado a que nos mostráramos. Parece, amigos míos, que en estos días no solo nuestro destino llegará a su cumplimiento. También el combate contra aquellos que defienden el nuevo orden deberá finalizar. El combate entre su fe y la nuestra llegará a su conclusión, hermanos. Pondremos fin a este conflicto y cosecharemos los frutos de la victoria. ¡Como en tiempos antiguos, las runas reinarán de nuevo!

– Las runas reinarán -replicaron los sectarios al unísono; su jefe pudo sentir casi físicamente aquella agresividad que le llegaba de todas direcciones.

Él era un maestro en manipular y dirigir a la gente. Sabía muy bien cómo podía jugar con los sentimientos de las personas, conocía las palabras de estímulo con las que se dejaban guiar y que les hacían olvidar cualquier pregunta.

Deliberadamente calló que la búsqueda del instrumento no había conducido aún a ningún resultado concreto. Era mucho más importante odiar al enemigo común. Pues el odio, hacía tiempo que lo había comprendido, era capaz de unir a un grupo con más fuerza que cualquier lazo de hierro.

Odio al nuevo orden.

Odio a los que lo representaban.

Odio a una época decadente y corrupta que reclamaba a gritos una renovación. La renovación que la Hermandad de las Runas traería consigo.

Загрузка...