Agradecimientos

La idea de esta novela nació en un momento especial, cuando, hace unos años, me encontraba en la antigua habitación de trabajo de sir Walter Scott, en su residencia de Abbotsford, y miraba, como en otro tiempo el maestro, en dirección a las verdes laderas que se extienden a ambos lados del Tweed. A partir de entonces, la idea de hacer revivir esa época, con su fascinante mezcla de tradición y modernidad, y al mismo tiempo levantar un monumento al inventor de la novela histórica de aventuras ya no me abandonaría. El resultado, queridos lectores y lectoras, es esta obra que sostienen ahora en sus manos.

Naturalmente, en la creación de una novela participan muchas más personas de las que pueda hacer suponer la presencia de un nombre sobre la cubierta. Por eso debo dar las gracias de una forma especial a mi familia y a mis amigos -por un lado por su apoyo moral, pero también porque nunca se cansaron de discutir conmigo sobre cualquier aspecto de la historia y del desarrollo de los caracteres-. Querría mencionar particularmente a Stefan Bauer, del grupo editorial Lübbe; su entusiasmo por el proyecto le proporcionó impulso desde el primer momento y le ayudó a superar todas las dificultades del camino. También a Angela Kuepper, por la agradable colaboración durante el lectorado. Tengo que dar las gracias, además, a los compositores James Horner y Howard Shore, que con sus sonidos fílmico-musicales acompañaron el nacimiento de la novela, y naturalmente a sir Walter Scott, que con su obra literaria preparó nuevos caminos para mi gremio.

Hacer justicia a una figura histórica en todas sus facetas es, sin duda, imposible; los lectores me perdonarán si me he tomado algunas libertades en la representación de algún acontecimiento. Me interesaba, sobre todo, entretener, y convertir a Walter Scott, que tantos personajes ilustres regaló a la literatura mundial, en una de estas figuras de novela.

MlCHAEL PEINKOFER,

Julio de 2004

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