II

Mistress Welman le dijo a su sobrina:

—Me alegro mucho por ti y por Roderick.

Elinor le sonrió.

—Ya lo suponía, tía Laura.

La anciana continuó, después de vacilar un momento:

—¿Le quieres, Elinor?

—Naturalmente —contestó Elinor, y sus cejas formaron un arco de perplejidad.

—Perdóname, querida. Eres muy reservada. Es difícil saber qué es lo que piensas y lo que sientes. Cuando erais mucho más jóvenes llegué a creer que te interesabas por Roddy... demasiado.

—¿Demasiado?

—Sí. Y no es prudente interesarse demasiado por un hombre. Me alegré cuando te marchaste a Alemania. Cuando regresaste parecías indiferente hacia él... y me dio pena. Soy una mujer difícil de contentar. Estoy convencida de que posees una naturaleza... intensa..., esa especie de temperamento propio de nuestra familia. Eso no hace feliz a quien lo posee... Como te he dicho, cuando regresaste de Alemania y observé que Roddy te parecía indiferente, me entristecí... Tenía la esperanza de que os unierais... Ahora veo que estáis a punto de hacerlo y estoy contenta... ¿Le quieres de verdad?

—Le quiero bastante, pero no demasiado.

—Entonces seréis felices. Roddy necesita cariño, pero no le gustan las emociones violentas. Le fastidian los arrebatos de ternura.

—Veo que conoces a Roddy muy bien, tía.

La anciana repuso:

—Si Roddy te quiere un poquitín más que tú a él, lo pasaréis perfectamente.

La muchacha exclamó con acento indefinible:

—¡Máximas de tía Laura! «¡No permitas jamás a tu amigo que se asegure lo que piensas de él! ¡Déjale que adivine lo que quiera!»

Laura Welman replicó:

—A ti te ocurre algo, muchacha. ¿Habéis tenido algún disgusto?

—No, tía; no pasa nada.

—Se me acaba de ocurrir que estás... ¿desilusionada? Querida, eres joven y sensible. La vida no tiene nada de agradable.

Elinor respondió, con algo de amargura en la voz:

—Así parece.

Laura Welman dijo:

—Querida..., ¿no eres feliz? ¿Qué te pasa?

—Nada, absolutamente nada.

Elinor se levantó y se aproximó a la ventana. Volviéndose a medias, preguntó:

—Dime la verdad, tía Laura... ¿Tú crees que el amor nos puede hacer felices?

Mistress Welman respondió gravemente:

—En la forma en que tú lo consideras, Elinor, no... probablemente, no... Amar apasionadamente a un hombre produce siempre más tristezas que alegrías... Pero, de todas formas, querida, debe de ser triste no haber experimentado nunca... ese sentimiento... Quien no ha amado nunca de veras no puede decir que ha vivido realmente...

La muchacha asintió con un movimiento de cabeza. Dijo pensativamente:

—Sí, sí; tienes razón... Yo... también.... —y volvióse repentinamente, con una expresión interrogante en sus ojos azules—: Tía Laura...

La puerta se abrió y la pelirroja O'Brien hizo su aparición.

—Mistress Welman —dijo alegremente—, el doctor Lord acaba de llegar.



Загрузка...