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EL VEREDICTO

I

Texto taquigráfico de la disertación de la defensa:

«Señores del Jurado: Ahora son ustedes los que han de decidir si Elinor Carlisle ha de ser absuelta o no de esta causa. Si después de las pruebas expuestas ante ustedes creen que Elinor Carlisle envenenó a Mary Gerrard, tienen el deber ineludible de declararla culpable.

»Pero si los hechos expuestos les convencen de que hay otra persona cuyas probabilidades de haber cometido el asesinato son tan grandes o más que las de la acusada, están obligados a ponerla en libertad inmediatamente.

»Ayer, después del dramático testimonio presentado por monsieur Hércules Poirot, interrogué a otros testigos y pude probar, sin el menor asomo de duda, que Mary Gerrard era hija ilegítima de Laura Welman. Por consiguiente, su señoría podrá informarles de que no era su sobrina, Elinor Carlisle, la llamada a heredar la fortuna de mistress Welman, calculada en doscientas mil libras, sino su pariente más próximo, la difunta Mary Gerrard.

»Mary Gerrard ignoraba este hecho, así como la identidad de la presunta enfermera Hopkins. Piensen ustedes, señores del Jurado, cuál podrá ser la razón por la que Mary Riley o Draper adoptó el nombre de Hopkins y, sobre todo, por qué vino a este país.

»Sabemos perfectamente que, instigada por la enfermera Hopkins, Mary Gerrard hizo testamento, cediendo todo cuanto poseía a Mary Riley, hermana de Elisa Riley. No ignoramos que la enfermera Hopkins, por razón de su profesión, estaba facultada para poseer morfina y apomorfina, y conocía perfectamente sus propiedades y efectos. Sabemos la verdad cuando afirmó que se había arañado la muñeca con las espinas del rosal que carecía de ellas.

»¿Por qué mintió si no fue porque quería justificar el pinchazo producido por la aguja hipodérmica? Recuerden así mismo el testimonio de la acusada, hecho bajo juramento, de que, cuando se reunió con la enfermera Hopkins en la despensa, el rostro de aquélla tenía un color verdoso y una expresión de angustia, completamente explicable sabiendo que se hallaba bajo los efectos de un tóxico violento.

»Quiero subrayar otro punto: Si mistress Welman hubiese vivido veinticuatro horas más, es indudable que habría otorgado testamento y habría dejado un legado de alguna importancia a Mary Gerrard, pero no toda su fortuna, pues la difunta señora abrigaba la creencia de que su ilegítima hija sería mucho más feliz en la esfera social en que hasta entonces había vivido.

»No soy yo el que ha de acusar a esa otra persona, pero tengo el deber de advertirles que sus motivos para cometer los dos asesinatos, así como sus probabilidades para hacerlo, eran mayores que los de la acusada.

»He terminado, señores del Jurado.»



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