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UN FRAGMENTO DE ETIQUETA

I

¿Hacía calor en la sala? ¿O frío? Elinor Carlisle no podía asegurarlo. Algunas veces experimentaba una sensación de asfixia. Otras veces se estremecía y tiritaba de intenso frío.

No había oído el final de la peroración del fiscal. Estaba pensando en el pasado. Recordando todo lo sucedido desde el día en que recibió aquella maldita carta.

Volvió a oír las palabras de aquel oficial de Policía, que le dijo:

—Elinor Katherine Carlisle: tengo una orden de prisión contra usted por asesinato de Mary Gerrard, muerta por envenenamiento el veintisiete de julio pasado. Le advierto que todo cuanto haga o diga será recogido en el acta de acusación.

Horrible... Horrible... Experimentó la sensación de que se hallaba entre las ruedas de una máquina nueva, recién lubricada, inhumana, insensible.

Aquí estaba, ante cientos de ojos que la asaeteaban; ojos que no eran inhumanos, pero que se fijaban en ella con miradas que la hacían estremecerse.

Sólo el Jurado no la miraba. Confusos, tenían la vista fija en el suelo.

Ella pensó: «Seguramente es porque ya saben lo que van a decir...»



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