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ROSAS BLANCAS Y ROSAS ENCARNADAS

I

El doctor Lord aguardó la llegada del tren, como le habían pedido.

Hércules Poirot se apeó de él. Parecía un dandy, y llevaba zapatos de charol.

El doctor escrutó ansiosamente su rostro, pero Hércules Poirot no daba a entender nada.

Peter Lord dijo:

—He hecho todo cuanto he podido para responder a sus preguntas. En primer lugar, Mary Gerrard partió para Londres el diez de julio. En segundo lugar, yo no tengo ningún ama de llaves; un par de muchachas se cuidan de mi casa. Creo que usted se refiere a mistress Slattery, que era el ama de llaves del doctor Ransone, mi predecesor. Puedo presentársela, esta mañana, si gusta. He dispuesto que no salga de su casa.

—Sí, creo que sería mejor verla a ella primero.

—Luego dijo usted que quería ir a Hunterbury. Le acompañaré. Es extraño que no haya ido antes. No acierto a comprender por qué no fue usted cuando estuvo aquí anteriormente. Yo diría que, en un caso como éste, lo primero era visitar el lugar del crimen.

Ladeando un poco la cabeza, Hércules Poirot preguntó:

—¿Por qué?

—¿Por qué? —exclamó Peter Lord, quien quedó algo desconcertado por la pregunta—. ¿No es lo habitual?

Hércules Poirot repuso:

—¡No se practica una investigación con un libro de texto en la mano! Se emplea la propia inteligencia natural.

Él doctor observó:

—Podía encontrar alguna pista allí.

Poirot suspiró:

—Lee usted demasiadas novelas policíacas. La Policía del distrito es formidable. No tengo la menor duda de que habrán buscado concienzudamente por la casa y sus alrededores.

—Sí, en busca de pruebas contra Elinor Carlisle; no pruebas en su favor.

Poirot suspiró:

—¡Mi querido amigo, esta Policía no es ningún monstruo! Detuvieron a Elinor Carlisle porque había suficientes pruebas en contra de ella; pruebas muy serias. Era inútil que yo recorriese el mismo terreno que la Policía había investigado ya.

—Pero ¿usted quiere ir allí ahora? —objetó Peter.

Hércules Poirot movió afirmativamente la cabeza, y dijo:

—Sí; ahora es necesario. Porque ahora sé exactamente lo que busco. Uno debe ponerse de acuerdo con las células del cerebro antes de emplear los ojos.

—Entonces, ¿usted cree que aún puede haber alguna cosa allí?

Poirot dijo dulcemente:

—Se me ha ocurrido que tal vez encuentre allí algo.

—¿Algo que demuestre la inocencia de Elinor?

—¡Ah, no he dicho tal cosa!

Peter Lord se detuvo en seco.

—¿Quiere usted decir que todavía cree que ella es culpable?

Poirot contestó gravemente:

—Tiene usted que esperar, amigo mío, antes de recibir una respuesta a esa pregunta.



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