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PARA POIROT TODO ES FÁCIL

En el despacho de los señores Seddon, Ridgeway y Seddon, Hércules Poirot fue recibido con extrema cautela, por no decir con desconfianza.

Mister Seddon, con el dedo índice apoyado en la barbilla pulcramente afeitada, no parecía muy comunicativo, y sus ojos suspicaces midieron de pies a cabeza al detective.

—Su nombre me es familiar, mister Poirot; pero le confieso que no comprendo su intervención en este caso.

Hércules Poirot declaró:

—Actúo en interés de su cliente, monsieur.

—¡Ah, sí! ¿Y quién fue el que le comisionó para ello?

—El doctor Lord.

Las cejas de mister Seddon se elevaron en ángulo recto.

—¿De veras?... Me parece muy extraño. El doctor Lord depondrá como testigo a instancias del fiscal.

Hércules Poirot se encogió de hombros.

—¿Qué importa?

Mister Seddon replicó:

—La defensa de miss Carlisle está enteramente en nuestras manos. No necesitamos asistencia alguna en este caso, mister Poirot.

Poirot preguntó cortésmente:

—¿Tan fácil encuentra probar la inocencia de su cliente?

Mister Seddon hizo una mueca. Luego se encolerizó profesionalmente.

—Ésa es una pregunta inconveniente, muy inconveniente —dijo.

Hércules Poirot arguyó:

—Las pruebas acumuladas contra miss Carlisle son desfavorabilísimas.

—No comprendo, mister Poirot, cómo ha llegado usted a saber eso.

Poirot dijo:

—Aunque he venido aquí bajo los auspicios del doctor Lord, tengo una nota de mister Roderick Welman.

Se la entregó con una inclinación.

Mister Seddon lanzó una ojeada a las líneas de la tarjeta y gruñó:

—Esto hace cambiar el asunto. Mister Welman se hace responsable de la defensa de miss Elinor Carlisle... Nosotros obramos a instancias de él —añadió con visible disgusto—: Nuestra casa no interviene casi nunca... ¡ejem!..., en procedimientos criminales; pero he creído mi deber en consideración a mi difunta cliente, encargarme de la defensa de su sobrina. Puedo decirle que nos hemos puesto en contacto con sir Edwin Bulmer.

Poirot dijo irónicamente:

—No importan los gastos. Todo es justo con tal que la absuelvan.

Mirándole a través de sus lentes, mister Seddon dijo:

—Realmente, mister Poirot...

El detective cortó la protesta:

—La elocuencia y los recursos emotivos no salvarán a su cliente. Precisa algo más que todo eso.

Mister Seddon dijo con sequedad:

—¿Qué nos aconseja usted?

—La verdad.

—Perfectamente.

—Ahora bien: ¿nos beneficiará la verdad?

Mister Seddon dijo con voz cortante:

—Eso es otra inconveniencia.

Poirot repuso:

—Hay ciertas preguntas que desearía me respondieran.

Mister Seddon dijo cautelosamente:

—Desde luego, no puedo responder sin el consentimiento de mi cliente.

—Es natural, lo comprendo —Poirot hizo una pausa, y luego dijo—: ¿Tiene Elinor Carlisle algunos enemigos?

Mister Seddon mostró una ligera sorpresa.

—Que yo sepa, ninguno.

—La difunta mistress Welman, ¿hizo testamento en algún período de su vida?

—Nunca. Siempre lo aplazaba.

—Y Elinor Carlisle, ¿ha hecho testamento?

—Sí.

—¿Recientemente? ¿Después de la muerte de su tía?

—Sí.

—¿A quién ha dejado su fortuna?

—Eso, mister Poirot, es algo confidencial. No puedo decírselo sin autorización de mi cliente.

Poirot dijo:

—¡Entonces tendré que interrogar a su cliente!

Mister Seddon repuso con una sonrisa glacial:

—Me temo que eso no le será fácil.

Poirot se alzó e hizo un gesto.

—Todo es fácil para Hércules Poirot —afirmó.



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