Capítulo 48

– ¿Dónde has estado?

Karlsen llevaba mucho tiempo esperando en la recepción. Habían pasado unas cuantas horas y nadie había comunicado la feliz noticia de que la pequeña Ragnhiid se encontrara en casa sana y salva. Seguía desaparecida. Karlsen estaba muy nervioso.

– En casa de Jorun Einarsson. -Sejer estaba exaltado, lo que no sucedía muy a menudo-. Ven, tengo que hablar contigo.

Saludaron a Brenningen y desaparecieron por el pasillo.

– Vamos a llamar a un tipo para interrogarle ahora mismo -dijo Sejer-. Peter Frank Ahron, el único del círculo de amigos de Einarsson que gozó del privilegio de que le prestara el Manta alguna que otra vez. Trabaja en la fábrica de cerveza y en la actualidad frecuenta asiduamente la casa de Jorun. Fue interrogado cuando Einarsson desapareció. Acabo de encontrarme con él, delante de la casa de Rosenkrantsgate, ¿y sabes una cosa? Se parecen bastante. Con poca luz hubiera sido imposible distinguirlos. ¿Entiendes?

– ¿Dónde está ahora?

– Supongo que seguirá en casa de Jorun Einarsson. La familia de la niña desaparecida tendrá que esperar. De todos modos, hay algunos de los nuestros con ellos. Llévate a Skarre y traedlo, yo espero aquí.

Karlsen asintió con la cabeza y dio media vuelta. Luego volvió a detenerse.

– Por cierto, tengo un mensaje para tí del abogado de Eva.

– ¿Sí?

– Larsgård ha muerto.

– ¿Qué me dices?

– Lo encontró el taxista.

– ¿Lo sabe ella?

– He enviado a una de las chicas.

Sejer cerró los ojos. Siguió solo por el pasillo tragándose la noticia de la mejor manera posible. En ese momento no tenía tiempo para pensar más a fondo en lo que esa noticia significaría para la presa preventiva de la quinta planta. Abrió con llave la puerta del cuarto de interrogatorios y luego abrió la ventana, dejando entrar un poco de aire fresco. Puso un poco de orden por encima del escritorio. Se lavó las manos en el lavabo y bebió un vaso de agua. Abrió el cajón del archivador y sacó una cinta de trescientos sesenta minutos que contenía la declaración de Eva Magnus. Colocó la cinta en el radiocassette, que estaba encima del escritorio, un radiocassette normal y corriente, y pulsó la tecla de avance rápido; de vez en cuando lo detenía y rebobinaba, hasta que por fín encontró el episodio que estaba buscando; entonces paró la cinta, ajustó el volumen y se dispuso a esperar. Estaba muy cómodo en ese sillón de Kinnarps, y dejó que sus pensamientos se dispararan. Tal vez Ahron se haya largado, pensó; en ese caso, con una moto así estará ya muy lejos. Pero no se había escabullido. Estaba sentado en el sofá de Jorun con el periódico y un paquete de tabaco de liar. Jorun se hallaba en medio del salón junto a una tabla de planchar y un montón de ropa recién lavada. Miró insegura a los dos hombres uniformados y luego al hombre del sofá, que se limitó a levantar una ceja como si fueran a buscarlo en un momento sumamente inoportuno. Se levantó resignado y salió con los policías. Jan Henry los observaba mientras iban hacia el coche, pero no dijo nada. En el fondo le importaba poco lo que le pasara a Peddik.

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