De vuelta en Grenoble, Alicia Ríos se había dado de plazo a sí misma un par de semanas para decidir sobre su embarazo. Llevaba dos días sin recibir señal alguna de Daniel, cosa que lejos de mortificarla, había agradecido sobremanera, pues necesitaba poner sus ideas en orden y templar su estado de ánimo, antes de volver a tener una conversación con su novio.
Estaba tan confusa que dudó de si debía ponerse en manos de un especialista en salud mental para que le proporcionara una terapia de apoyo, pero al final decidió que su amiga Marie-Christine, con la que iba adquiriendo cada vez más confianza, era la persona indicada para echarle un cable emocional en tan delicados momentos.
Durante su corta estancia en Madrid, Alicia había omitido deliberadamente decirle a Daniel que el retrato que estaba haciendo su amiga era algo más que eso: se trataba de un desnudo de cuerpo entero que había pensado regalarle a su novio el día de su cumpleaños.
Las sesiones de posado estaban teniendo lugar en el domicilio de la suiza, un dúplex muy amplio con grandes ventanales en el piso superior, por los que entraba la luz a raudales. Durante los posados, que se hacían a salto de mata, pues ninguna de las dos tenía urgencia alguna para terminar el cuadro, conversaban de lo divino y de lo humano, aunque en los últimos tiempos y por razones obvias, sus charlas se habían convertido prácticamente en monotemáticas.
Llevaban hablando casi una hora de Daniel, sobre un fondo musical de highlights de ópera, cuando la pintora hizo un inciso pictórico-artístico antes de volver a la carga con el tema anterior.
– ¿Sabes una cosa? -dijo Marie-Christine mientras mezclaba sobre la paleta los dos colores que había decidido emplear para hacer justicia a la espectacular melena rizada de su amiga-. Normalmente, un cuadro como el tuyo lo habría hecho alla prima, pero me gusta tanto hablar contigo que he decido hacerte un retrato más minucioso.
– ¿Alla prima? -repitió Alicia descomponiendo la figura y provocando que su amiga tuviera que hacerle un gesto con la mano para que volviera a adoptar la postura original.
– Alla prima es como pintan los pintores de paisaje. Van Gogh, por ejemplo, casi siempre completaba la obra en una sesión, creando una masa de pinceladas aplicadas con gran rapidez. La pintura se vuelve mucho más excitante y espontánea, porque hay que aplicar el pincel rápidamente y con confianza. Yo suelo lograr así, incluso con los retratos, mucho mejores resultados que en obras de estudio más trabajadas, además de que es mucho más llevadero para la modelo, claro.
– No te preocupes por mí. Estas sesiones me están viniendo de miedo para desahogarme.
Las dos amigas callaron durante un minuto para escuchar cómo María Callas remataba la cabaletta de La Traviata:
Sempre libera degg'io
Folleggiar di gioia in gioia,
Vo' che scorra il viver mi ó
Pei sentieri del piacer.
Mecida por la música de Verdi y por vez primera desde su airada salida del restaurante en Madrid, Alicia pudo pensar en Daniel no solo sin despecho, sino incluso con ternura, al recordar cómo este le había explicado, la noche en que se habían conocido, por qué las cabalettas eran llamadas así: a diferencia de lo que ocurre en las arias, la orquesta acompaña al cantante con un ritmo que recuerda el galope de un caballo.
La voz de Marie-Christine la sacó de su ensimismamiento:
– Yo que tú me plantearía el tema del bebé de la siguiente manera. Si no existiera Daniel, ¿te animarías a tener el hijo tú sola?
– ¿Qué quieres decir? -preguntó Alicia sobresaltada-. Daniel existe, tenemos una relación sólida que se prolonga desde hace tres años.
– Sí, pero tienes que estar preparada, no te muevas, por favor, para que en caso de una crisis prolongada, o incluso definitiva, no te encuentres tú, de golpe y porrazo, sola, en un país que no es el tuyo y con un niño que has tenido sobre todo para complacer a tu novio.
– Lo que no voy a hacer de ninguna manera es interrumpir el embarazo sin decírselo antes a Daniel.
– ¿Le vas a llamar tú?
– Creo que le toca a él mover ficha. Claro que si dentro de una semana no ha dado señales de vida, tendré que hacerlo yo, porque tengo que tomar una decisión.
– Retírate un poco el pelo de la cara, por favor. ¿Crees que te llamará?
– No tengo ni idea. La última vez que hablé con él ya estaba como en otro mundo.
– ¿Qué tal le va con su libro sobre Beethoven?
– Incluso el libro, que ya le tenía absorto, ha pasado ahora a segundo plano. Ahora lo único que le preocupa es el manuscrito de la Décima Sinfonía y la resolución de un enigma musical que le ha planteado la juez que instruye el caso Thomas.
– Ah, sí, he leído los periódicos. Siguen sin atrapar al que lo hizo.
Tras distanciarse del lienzo unos pasos para contemplar su obra más globalmente, Marie-Christine dejó súbitamente los pinceles sobre el caballete y luego le acercó a su amiga un kimono de color turquesa para que se cubriera. Después dijo:
– Ya me he cansado, no estoy hecha para pintar cuadros tan planificados.
– ¿Puedo ver cómo vamos?
– Ni soñarlo. Pero lo verás pronto, calculo que terminaremos dentro de un par de sesiones. Te he preguntado por el libro de Daniel porque esta mañana, navegando en internet, he descubierto algo que estoy segura de que le va a interesar.
Cuando Marie-Christine le mostró a Alicia el recorte de prensa que había impreso hacía unas horas, comprendió que, a pesar de la crisis, tema que enviarle inmediatamente un e-mail a su novio.