Sonó el teléfono, Ivory abrió los ojos y miró la hora en el reloj que había en la repisa de la chimenea. La conversación fue breve. Esperó unos instantes antes de hacer, a su vez, una llamada desde su teléfono móvil.
– Quería darle las gracias. Me ha llamado, acabo de colgar; me ha sido usted de grandísima ayuda.
– No he hecho gran cosa.
– Al contrario. ¿Qué me dice de una partida de ajedrez? En Amsterdam, en su casa, el jueves que viene, ¿le apetece?
Una vez terminada su conversación con Vackeers, Ivory hizo una última llamada. Walter escuchó con atención las instrucciones que el viejo profesor le daba y lo felicitó por ese golpe maestro.
– No se haga muchas ilusiones, Walter, todavía no podemos cantar victoria. Aunque consiguiéramos que Keira volviera, aún así seguiría estando en peligro. Sir Ashton no renunciará, le he dado un buen golpe, en su terreno además, pero no tenía elección. Fíese de mi experiencia, se tomará la revancha en cuanto tenga ocasión. Sobre todo, esto tiene que quedar entre usted y yo, es inútil preocupar a Adrian por ahora, es mejor que no sepa nada de lo que lo ha llevado al hospital.
– Y en lo que concierne a Keira, ¿cómo debo presentarle la situación?
– Invéntese algo, diga que es cosa suya.