París

Ivory paseaba a la orilla del río. Vio un banco junto a un gran sauce y fue a sentarse. Una brisa gélida se elevaba del Sena. El viejo profesor se subió el cuello del abrigo y se frotó los brazos para entrar en calor. Le vibró el móvil en el bolsillo, llevaba toda la tarde esperando esa llamada.

– ¡Ya está!

– ¿Dieron con usted sin mucha dificultad?

– Su amiga quizá sea la brillante arqueóloga que tanto me ha ensalzado, pero estaba apañado si tenía que esperar a que esos dos dieran con mi casa ellos solitos. He tenido que hacerme el encontradizo…

– ¿Y cómo ha ido todo?

– Exactamente como me pidió.

– ¿Y cree…?

– ¿Que si los he convencido? Sí, creo que sí.

– Gracias, Thornsten.

– No hay de qué, considero que ahora ya estamos en paz.

– Nunca le he dicho que estuviera en deuda conmigo.

– Me salvó la vida, Ivory. Hacía tiempo que quería saldar mi deuda con usted. Mi existencia no ha sido siempre fácil en este exilio obligado, pero desde luego habrá sido menos aburrida que en el cementerio.

– Vamos, Thornsten, de nada sirve volver a hablar de todo eso.

– Desde luego que sí, y aún no he terminado, va a tener que escucharme hasta el final. Me salvó de las garras de esos tipos que querían matarme cuando encontré esa maldita piedra en la selva amazónica. Me salvó de un atentado en Ginebra; si no me hubiera avisado a tiempo, si no me hubiera dado los medios para desaparecer…

– Todo eso es agua pasada -lo interrumpió Ivory con voz triste.

– No tan pasada, si no, no me habría enviado a sus dos ovejas descarriadas para que les indicara el camino correcto. Pero ¿ha sopesado los riesgos a los que los expone? Los manda al matadero, y lo sabe perfectamente. Los que se esforzaron tanto por tratar de quitarme de en medio harán lo mismo con ellos si se acercan demasiado a la verdad. Me ha convertido en su cómplice, y desde que me despedí de ellos, me siento mal.

– No les pasará nada, se lo aseguro, los tiempos han cambiado.

– ¿Ah, sí? ¿Entonces por qué sigo yo pudriéndome aquí? Y cuando haya conseguido lo que quiere, ¿a ellos también les hará cambiar de identidad? ¿Ellos también tendrán que ir a enterrarse en un agujero perdido para que nadie los encuentre nunca? ¿Es ése su plan? Hiciera lo que hiciera por mí en el pasado, ahora estamos en paz, es todo lo que quería decirle. Ya no le debo nada.

Ivory oyó un clic, Thornsten había puesto fin a su conversación. El viejo profesor suspiró y tiró su móvil al río.

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