A las ocho de la mañana, en un café de 43 y 7, frente a una casa donde alquilaban disfraces y trajes de etiqueta, los dos amigos bebían café con leche y comían felipes y medias lunas. Muy divertido, Almanza refirió su desilusión de no ir al teatro, la noche anterior, y la sorpresa, hasta el enojo, cuando supo que lo habían convocado para tenerlo de cuidador de las criaturas. De pronto dijo:
– Esta noche voy a precisar que me des una mano.
– Si es para que sigas de niñero, desde ya te digo que no.
– Lo que te voy a pedir es que te des una vueltita, porque viene a verme una de las chicas Lombardo.
Tan sorprendido estaba Mascardi, que preguntó:
– ¿Ahora?
– A la noche.
– Qué me contás. El viejo te echó el ojo para yerno. Me pongo en su lugar: que se case con cualquiera, con tal que no quede solterona.
Había recuperado el aplomo. Almanza le explicó:
– La que viene es la casada.
– Qué me contás. Primero dejan los chicos a tu cuidado. Después te meten en líos con el esposo.
– Está en Coronel Brandsen.
– ¿Y qué pasa con la patrona, nuestra patrona? ¿La cloroformamos?
– Eso corre por cuenta de la chica.
– Está bien. Yo pongo el biombo, de modo que no se vea mi cama, y listo.
– Está bien, aunque yo estaría más tranquilo si te fueras a dar una vuelta.
– Para que no me entere de tu papelón, si la señora no viene. Pero te hago ver: ¿qué te enseña el cálculo de probabilidades? Cuanto menos pasemos frente a la pieza de la patrona, menos peligro de despertarla.
– De acuerdo.
– Sí, de acuerdo, pero en lo del biombo y basta. Sobre la familia mantengo mi opinión. ¿Qué buscan, vamos a ver? Primero te chupan la sangre para el viejo cachafaz.
– Un señor a la antigua, muy llano, bastante simpático.
– No hay estafador que no sea simpático: requisito indispensable para estafar.
– Estás hablando sin conocerlo.
– Después te dejan de cuidador de nenes y, por último, como si te hubieran hecho un gran favor, viene la señora madre, a cobrar la cuenta. Mirá, sospecho que vas por mal camino.
– Estás cargando las tintas, Mascardi.
– No cargo nada. Eso sí, la noche con las criaturas me parece lo más triste. Francamente, el que mucho anda con mujeres, no te diré que se amaricona, pero al primer descuido se convierte en lo que vulgarmente llamamos un tremendo pollerudo. Yo te hablo por tu bien, aunque te duela. Como decía el finado mi padre, todo bicho que camina debe tener una profesión que lo proteja.
– Que lo proteja ¿de qué?
– ¿De qué va a ser? De las mujeres. Te pregunto con el corazón en la mano: a un fotógrafo ¿quién lo toma en serio? Eso no es profesión, ni nada por el estilo. Ahora, si te parece, podrías acompañarme en algunas custodias, para ver si el trabajo te gusta. El que no prueba, no sabe.
– Cambiemos de tema.
– ¿Te ofendí?
– Viene el Viejito.
– Me está pareciendo que te voy a sacar buen policía.
– Creo que no.